Colin Ward
Se podría pensar al describir el anarquismo como una teoría de organización que estoy postulando una paradoja deliberada: “anarquía” podría usted considerar que es, por definición, el opuesto a la organización. En realidad, sin embargo, “anarquía” significa ausencia de gobierno, ausencia de autoridad. ¿Puede haber organización social sin autoridad, sin gobierno? Los anarquistas afirman que puede haber, y afirman además que es deseable que haya. Afirman que, en la base de nuestros problemas sociales está el principio del gobierno. Son, después de todo, los gobiernos los que se preparan para la guerra y libran la guerra, aunque estés obligado a luchar en ella y pagar por ella; las bombas de las que hay que preocuparse no son las bombas que los caricaturistas atribuyen a los anarquistas, sino las bombas que los gobiernos han perfeccionado, a tus expensas. Son, después de todo, los gobiernos los que hacen y fuerzan las leyes que permiten a ‘los que tienen’ retener el control sobre los bienes sociales en vez de compartirlos con ‘los que no tienen’. Es, después de todo, el principio de autoridad lo que asegura que las personas trabajen para alguien más por la mayor parte de sus vidas, no porque lo disfruten o porque tengan algún control sobre su trabajo, sino porque lo ven como el único medio que tienen para sustentarse.
Se podría pensar al describir el anarquismo como una teoría de organización que estoy postulando una paradoja deliberada: “anarquía” podría usted considerar que es, por definición, el opuesto a la organización. En realidad, sin embargo, “anarquía” significa ausencia de gobierno, ausencia de autoridad. ¿Puede haber organización social sin autoridad, sin gobierno? Los anarquistas afirman que puede haber, y afirman además que es deseable que haya. Afirman que, en la base de nuestros problemas sociales está el principio del gobierno. Son, después de todo, los gobiernos los que se preparan para la guerra y libran la guerra, aunque estés obligado a luchar en ella y pagar por ella; las bombas de las que hay que preocuparse no son las bombas que los caricaturistas atribuyen a los anarquistas, sino las bombas que los gobiernos han perfeccionado, a tus expensas. Son, después de todo, los gobiernos los que hacen y fuerzan las leyes que permiten a ‘los que tienen’ retener el control sobre los bienes sociales en vez de compartirlos con ‘los que no tienen’. Es, después de todo, el principio de autoridad lo que asegura que las personas trabajen para alguien más por la mayor parte de sus vidas, no porque lo disfruten o porque tengan algún control sobre su trabajo, sino porque lo ven como el único medio que tienen para sustentarse.
Dije que son los gobiernos los que libran las guerras y se preparan para las guerras, pero obviamente no son sólo los gobiernos — el poder de un gobierno, incluso la más absoluta dictadura, depende del consentimiento tácito de los gobernados. ¿Por qué las personas consienten ser gobernadas? No es sólo por miedo: ¿qué tienen que temer millones de personas de parte de un pequeño grupo de políticos? Es porque suscriben a los mismos valores que sus gobernantes. Dominadores y dominados por igual creen en el principio de autoridad, de la jerarquía, del poder. Estas son las características del principio político. Los anarquistas, que siempre han distinguido entre el Estado y la sociedad, adhieren al principio social, que puede verse donde sea que las personas se reúnan en una asociación basada en una necesidad común o un interés común. “El Estado” dijo el anarquista alemán Gustav Landauer, “no es algo que pueda ser destruido por una revolución, sino que es una condición, una cierta relación entre seres humanos, un modo de conducta humana; lo destruimos al contraer otras relaciones, al conducirnos distinto.”
Cualquiera puede ver que hay al menos dos tipos de organización. Hay un tipo que te es forzado, el tipo que opera desde arriba, y hay un tipo que opera desde abajo, que no puede forzarte a hacer nada, y al que eres libre de unirte o libre de dejar a su suerte. Podríamos decir que los anarquistas son personas que quieren transformar todos los tipos de organización humana en el tipo de asociación puramente voluntaria donde las personas puedan salirse y comenzar uno propio si no les parece. Yo una vez, reseñando aquel frívolo pero útil librito Parkinson’s Law [La ley de Parkinson], intenté enunciar cuatro principios tras una teoría anarquista de la organización: que han de ser (1) voluntarias, (2) funcionales, (3) temporales, y (4) pequeñas.
Han de ser voluntarias por razones obvias. No tiene sentido abogar por la libertad y la responsabilidad individual si vamos a abogar por organizaciones para las que la membresía sea mandatoria.Han de ser funcionales y temporales precisamente porque la permanencia es uno de los factores que endurecen las arterias de una organización, dándole un interés creado en su propia supervivencia, en servir a los intereses de sus funcionarios en vez de a su función. Han de ser pequeñas precisamente porque en grupos pequeños de cara-a-cara las tendencias burocratizantes y jerárquicas inherentes en las organizaciones tienen menos oportunidad de desarrollarse.
[Publicado en el periódico Acracia # 5, Valdivia, septiembre 2015. Edición completa accesible en https://periodicoacracia.files.wordpress.com/2015/09/acracia46.pdf.]
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