Ana Isabel García (con la colaboración de Eva Irazu y Sandra Iriarte)
Salió de la consulta consternada. Pero ¿cómo había podido suceder? Ella, que había sido siempre tan cuidadosa... aunque quizás no lo suficiente al poner en práctica ese nuevo método natural. Sí, eso era, había confiado demasiado, y ahora estaba embarazada. Al malestar propio de su nuevo estado, se unió un sentimiento de profundo terror al pensar en el alcance de la situación. No era una adolescente, pero no tenía un “novio” como mandan los cánones, y además estaba la Universidad, por no hablar de su padre y su madre, que quedarían destrozados por la fatal imprudencia de la que creían una hija modélica.
No lo pensó mucho: el miedo le dio el impulso necesario para decidir rápidamente que no podía tenerlo. Buscó información y llamó a una clínica de Madrid. Había entonces una cierta libertad para abortar dentro de los tres supuestos de la ley, y allá se fue, sola, con sus contradicciones: tan valiente para emprender ese viaje sin ninguna compañía, tan cobarde para enfrentar las consecuencias de un arrebato pasional. Ése sería el pensamiento que la torturaría durante muchos años.
Salió de la consulta consternada. Pero ¿cómo había podido suceder? Ella, que había sido siempre tan cuidadosa... aunque quizás no lo suficiente al poner en práctica ese nuevo método natural. Sí, eso era, había confiado demasiado, y ahora estaba embarazada. Al malestar propio de su nuevo estado, se unió un sentimiento de profundo terror al pensar en el alcance de la situación. No era una adolescente, pero no tenía un “novio” como mandan los cánones, y además estaba la Universidad, por no hablar de su padre y su madre, que quedarían destrozados por la fatal imprudencia de la que creían una hija modélica.
No lo pensó mucho: el miedo le dio el impulso necesario para decidir rápidamente que no podía tenerlo. Buscó información y llamó a una clínica de Madrid. Había entonces una cierta libertad para abortar dentro de los tres supuestos de la ley, y allá se fue, sola, con sus contradicciones: tan valiente para emprender ese viaje sin ninguna compañía, tan cobarde para enfrentar las consecuencias de un arrebato pasional. Ése sería el pensamiento que la torturaría durante muchos años.
Cobarde. Si había sido tan descuidada y según la moral dominante, un poco “ligera de cascos”, ahora debía apechugar y enfrentarse a todo. Cobarde. Al fin y al cabo, ahora había más libertad, no como antiguamente, cuando una joven madre soltera quedaba estigmatizada. Eran otros tiempos. Podría habérselo dicho al otro responsable de su situación, y en cuanto a sus padres, seguro que aceptarían la “desgracia” porque la querían mucho. Y no eran unos fanáticos religiosos. Aunque las habladurías... Quizás podría seguir la carrera a pesar del bebé. Cobarde.
Muchos años después, seguiría recordando aquello. Intentó enterrar los malos recuerdos y la mala conciencia. Pero la experiencia no se borraría de su mente nunca. Ella fue siempre su más implacable juez.
¿Por qué hacer del aborto un problema y no una respuesta más?
Cada embarazo no deseado tiene su propia historia. Desde una cruel violación hasta la constatación de un peligro real para la madre, o una malformación en el feto, hay tantas situaciones como mujeres que se han quedado embarazadas sin desearlo.
Tema polémico, así como delicado y muy íntimo, casi todo el mundo tiene una opinión acerca de la interrupción voluntaria del embarazo. A pesar de ser tan personal, afectando en primer lugar directamente a la mujer, los embarazos no deseados no son algo nuevo. Desde que el mundo es mundo, la unión sexual de un varón y una fémina puede tener como consecuencia un embarazo, resultado de esa loca carrera de los espermatozoides por conquistar el óvulo. Y esto no siempre ha sido motivo de alegría; como si de un capricho de la naturaleza se tratara, a algunas mujeres se les niega lo que otras no buscan.
La cuestión es que por el motivo que sea, la mujer, ayudada u obligada (o no) por las circunstancias, la familia o quizás el dueño del esperma, no quiera tener una criatura. Entonces intervienen otras personas para encargarse del asunto (cuando no la propia mujer en soledad). Y ya no es tan sencillo. Sin remontarnos a otras épocas o a otras culturas, en nuestra sociedad occidental, de fuertes raíces judeocristianas, el aborto se ha querido considerar como uno de los peores crímenes. Los dueños de la moral y de las leyes en una cultura heteropatriarcal, condenan a las mujeres que se han salido del camino trazado para ellas y toman sus propias decisiones sobre su sexualidad, capacidad reproductiva y embarazos. Y si el embarazo es el resultado de una violación, no hay mucha más comprensión hacia la mujer violada.
Incomprensión, odio, castigo... Hombres y mujeres de todas las condiciones abominan y condenan el aborto. Leyes, que son permisivas para muchas otras situaciones, castigan a la mujer y a quien la ayuda a abortar.
Pero como todo evoluciona, también la consideración de este terrible problema. Y la mentalidad de las personas, que quizás pueden llegar a comprender que el hecho de que exista una ley que despenalice el aborto, no va a hacer que las mujeres aborten más. Despenalizar... qué verbo tan incomprendido. Tan sencillo como no condenar a una pena de cárcel a quien tome la decisión, o no tenga más remedio que interrumpir un embarazo. No se puede juzgar semejante decisión. Ninguna moral hipócrita, ninguna ley, ningún juez tienen derecho a condenarla.
Sea legal o no, muchas mujeres deciden abortar. Pueden hacerlo con garantías, o arriesgarse a hacerlo clandestinamente en condiciones penosas, o si tienen dinero, ir a algún lugar donde esté permitido. Ésa es la realidad. Así ha sido siempre. Las consideraciones éticas son privadas. El problema sociojurídico es real. Déjense de moralinas condenatorias. Aseguren una buena educación sexual desde la infancia. No permitan la utilización de la mujer como mero objeto, tanto en la publicidad como en los diversos programas basura que inundan nuestra televisión. No manipulen la educación: dejen de financiar escuelas que segregan por sexos. Fomenten la coeducación. Prevención y legislación para facilitar el aborto, no queremos más juicios morales.
Abortar NO es agradable. Ninguna mujer aborta por gusto. Es algo tan íntimo, personal y doloroso, que nadie que no haya abortado lo puede comprender.
Y ¿cómo ha legislado nuestro país el aborto? En España a día de hoy, no se ha reconocido el derecho de todas las mujeres a interrumpir voluntariamente el embarazo, sin embargo, si eres mayor de edad, puedes abortar libre y gratuitamente hasta las 14 semanas de gestación y posteriormente bajo algunos supuestos.
El jueves 16 de julio de 2015 se aprobó en el Congreso la “Proposición de Ley Orgánica para reforzar la protección de las menores y mujeres con capacidad modificada judicialmente en la interrupción voluntaria del embarazo”. La reforma pretende limitar la autonomía y el acceso a un aborto legal y seguro de las adolescentes de 16 y 17 años y de las mujeres y adolescentes con diferencias funcionales, al exigirles el consentimiento parental para poder tomar la decisión. Pretenden que aceptemos el retroceso de nuestros derechos y no estamos dispuestas a dar ni un paso atrás.
Este 28 de septiembre, sal a la calle y manifiesta tu apoyo a la despenalización del aborto. Por un aborto libre, seguro y gratuito para todas las mujeres, las mayores y menores, con diferencias funcionales, con sus ideas y creencias. Abortar es un derecho y no vamos a cejar en nuestro empeño hasta que se nos reconozca plenamente.
Compañeras, compañeros, unidas y unidos en la lucha por nuestros derechos. No dejes de informarte de las diferentes convocatorias en tu ciudad, sal a la calle y exige nuestros derechos.
[Tomado del periódico Rojo y Negro # 293, Madrid, septiembre 2015. Edicción completa accesible en http://rojoynegro.info/sites/default/files/rojoynegro293.pdf.]
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