Acratosaurio Rex
Si alguien tiene el buen gusto de leer un día de estos el panfleto de Engels de “Los Internacionales de la Región Española”, podrá disfrutar de una crítica vitriólica a los anarquistas, de los que decía: que cuando pudieron tomar el poder no lo tomaron, dejando que los burgueses siguieran mangoneando; y que presumían de antiautoritarios, cuando en verdad la autoridad tendría que existir siempre (1).
Engels explicaba entonces que una revolución, era un acto autoritario por excelencia, ya que se llevaba a cabo con fusiles, fuego de metralla y final épico con picas, bayonetas y guillotina. Probablemente Engels mezcla aquí poder y autoridad, pero da igual, simplifiquemos.
Considerar que el que se defiende de la opresión, y el que la ejerce, están al mismo nivel, forma un lío de mil demonios. Cuando un depredador ataca a una cabra y la cabra intenta esquivar el ataque, no decimos que “la cabra ejerce la autoridad”. Decimos “la cabra huye”. Si la víctima acorralada embiste a su atacante y lo tira por un barranco, no hablamos de “la autoridad y el poder de la cabra”. Decimos que “la cabra se defendió de su atacante”. Y esto vale igual para cualquier relación asimétrica. Una mujer que vaya a ser violentada, y que a base de patadas en los cojones se libre de su agresor, no es una mujer autoritaria. No hablamos en esos términos, me parece. Por eso mismo, cuando el pueblo hace la revolución, impide un desahucio, o evita un despido, no lleva a cabo un acto de autoridad, si no que se libra de la autoridad, que es una cosa completamente diferente.
Si alguien tiene el buen gusto de leer un día de estos el panfleto de Engels de “Los Internacionales de la Región Española”, podrá disfrutar de una crítica vitriólica a los anarquistas, de los que decía: que cuando pudieron tomar el poder no lo tomaron, dejando que los burgueses siguieran mangoneando; y que presumían de antiautoritarios, cuando en verdad la autoridad tendría que existir siempre (1).
Engels explicaba entonces que una revolución, era un acto autoritario por excelencia, ya que se llevaba a cabo con fusiles, fuego de metralla y final épico con picas, bayonetas y guillotina. Probablemente Engels mezcla aquí poder y autoridad, pero da igual, simplifiquemos.
Considerar que el que se defiende de la opresión, y el que la ejerce, están al mismo nivel, forma un lío de mil demonios. Cuando un depredador ataca a una cabra y la cabra intenta esquivar el ataque, no decimos que “la cabra ejerce la autoridad”. Decimos “la cabra huye”. Si la víctima acorralada embiste a su atacante y lo tira por un barranco, no hablamos de “la autoridad y el poder de la cabra”. Decimos que “la cabra se defendió de su atacante”. Y esto vale igual para cualquier relación asimétrica. Una mujer que vaya a ser violentada, y que a base de patadas en los cojones se libre de su agresor, no es una mujer autoritaria. No hablamos en esos términos, me parece. Por eso mismo, cuando el pueblo hace la revolución, impide un desahucio, o evita un despido, no lleva a cabo un acto de autoridad, si no que se libra de la autoridad, que es una cosa completamente diferente.
La revolución, tal como la desean los anarquistas, implica unas relaciones sociales que se den en equilibrio de fuerzas. Para que haya autoridad, unos tienen que tener mucha fuerza y otros muy poca. Si equilibras la balanza y en la relación tú no puedes imponer tu voluntad a otra persona y viceversa, ahí deja de existir el poder, y por añadidura la autoridad. Ahí no queda más remedio, que llegar a un acuerdo.
Los autoritarios algunas veces señalan que Bakunin, en alguna parte de su obra, reconoce que conviene consultar a la autoridad del conocimiento. “En materia de zapatos –manifestaba Bakunin–, la autoridad la tiene el zapatero… Pero siempre reservándome el derecho a decir la última palabra”. En resumen: que el conocimiento no da derecho a imponer una opinión. La opinión del especialista tiene que ser evaluada por las personas a las que afecta esa opinión, y ellas y cada una, tomar la decisión final (2).
O sea, Bakunin afirmaba que él no se sometía a ninguna autoridad, ni política, ni científica, ya que seguir ciegamente a un especialista, a un líder, en caso de error, arrastraría a miles de personas a ese error. Por eso, de manera tradicional y dogmática, los primeros anarquistas fueron denominados “antiautoritarios”. Lo que es de uno es de todos, lo que es de todos es de nadie, lo que es de nadie es de uno.
Notas
(1) La diferencia fundamental entre Engels y los anarquistas del XIX -en mi opinión- , se centraba en el tema de la autoridad.
(2) El sistema sanitario español reconoce el derecho del paciente a decidir y a rechazar un tratamiento de su especialista. Por eso cuando te van a hacer algo, te piden que firmes el “consentimiento informado”. Una larga lista de horrores en torno a lo que te puede pasar si te pones en sus manos, porque el que avisa no es traidor.
[Tomado de http://www.alasbarricadas.org/noticias/node/34783.]
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