Rubén Alexis Hernández
La actual crisis económica de Venezuela, país que continua siendo rentista e importador de numerosos rubros y materias primas, se expresa claramente en el alto costo de la vida y en la escasez de decenas de productos. La caída en los precios del petróleo, el descenso drástico de las reservas internacionales y del PIB, el creciente endeudamiento externo, y otras situaciones negativas, han generado un tremendo daño en una nación que depende del gran capital local y foráneo, y es incapaz siquiera de producir alimentos en cantidad suficiente para satisfacer la demanda interna. Claro está que los más afectados son los pobres, mientras que la alta burguesía (tradicional y rojita) y muchos funcionarios gubernamentales han salido beneficiados.
La actual crisis económica de Venezuela, país que continua siendo rentista e importador de numerosos rubros y materias primas, se expresa claramente en el alto costo de la vida y en la escasez de decenas de productos. La caída en los precios del petróleo, el descenso drástico de las reservas internacionales y del PIB, el creciente endeudamiento externo, y otras situaciones negativas, han generado un tremendo daño en una nación que depende del gran capital local y foráneo, y es incapaz siquiera de producir alimentos en cantidad suficiente para satisfacer la demanda interna. Claro está que los más afectados son los pobres, mientras que la alta burguesía (tradicional y rojita) y muchos funcionarios gubernamentales han salido beneficiados.
Atrás quedó la promesa chavista del socialismo como solución a los problemas socioeconómicos de la mayoría. En una Venezuela plenamente capitalista, era evidente que la actual “crisis” global del capitalismo perjudicaría enormemente al país suramericano, dependiente del petróleo en muy buena medida. La recesión se veía venir, y el Gobierno “revolucionario” no podía hacer nada al respecto, ni podrá hacer nada que no cause más heridas a la sociedad venezolana. Y para tratar de solventar la dura crisis, la dirigencia se ha limitado a tomar medidas como la liberación exagerada de los precios, la devaluación, la flexibilización laboral, y otras tendientes a apoyar de una u otra manera al gran capital. Y eso sin tener en cuenta el inminente aumento del precio de la gasolina, lo que sin duda alguna encarecerá mucho más la vida.
Medidas que han ocasionado un aumento importante de la pobreza, del desempleo y de la mala calidad de vida de millones de venezolanos, y por tanto han desencadenado la furia de las masas, humilladas en largas filas para adquirir alimentos y otros productos, y con el bolsillo cada día más afectado por la escalada brutal de precios. La molestia es tal, que se han dado saqueos al comercio y al transporte en diversas partes de Venezuela, y en las filas para adquirir alimentos las personas no hacen sino insultar a las máximas autoridades “revolucionarias”. Hay ira acumulada, con razón más que suficiente, y no se descarta la ocurrencia de un estallido social tipo “El Caracazo”.
Y ante la molestia de millones de venezolanos, y la incapacidad de tomar medidas económicas que no vayan a afectar aún más a los pobres, la “Revolución” ha respondido con la estrategia de todo Estado burgués: la represión para controlar, amedrentar e intentar evitar que sucedan movimientos insurreccionales contra el Statu Quo capitalista. La llamada Operación para la Libertad y Protección del Pueblo (OLP), se ubica en este contexto, y aunque teóricamente es un plan de acción diseñado para combatir la delincuencia, en realidad no es más que un instrumento represivo, planteado y ejecutado como respuesta a la molestia creciente de los pobres, fenómeno que podría salirse de las manos al Gobierno si no actúa con firmeza.
La recesión en Venezuela se siente cada día más, y los pobres son los más afectados de una situación bien negativa como el repunte del alto costo de la vida; debido a esto hay descontento y protestas por parte de los ciudadanos más perjudicados, y como era de esperarse el Estado burgués reaccionó y ha ejercido la represión, única solución efectiva ante la incapacidad de satisfacer económicamente a las masas. Ahora bien, por más que los pobres intenten ser controlados y amedrentados mediante el uso de la fuerza, en algún momento se puede incendiar la pradera, y de llegar a suceder, pagarán las consecuencias la gran burguesía, los pequeños especuladores (incluidos los llamados bachaqueros), el Gobierno y la “oposición” de derecha. Cuidado porque ya hay unas cuantas chispas encendidas.
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