Gladys Guevara
La organización político-territorial impuesta a nuestros pueblos responde a una concepción subestimadora del poder de la mayoría. Según esta concepción, los pueblos no son aptos para gobernarse y debe existir una élite privilegiada que lo haga. Representativa o participativamente, las democracias republicanas son formas en las cuales las mayorías ceden el poder a los supuestamente más aptos.
La sanción institucional, el autoritarismo frontal o el macabro poder del burocratismo, las redes familiares, el clientelismo y el compadrazgo, son manifestaciones consustanciales con la formación del Estado y el desarrollo del capitalismo en este lado del mundo. La gente las cree “naturales”, y no entiende que son producto de unas formas particulares de relaciones históricas entre los seres humanos. En consecuencia, para la mentalidad de las mayorías se proyecta una única percepción de la realidad: la que han conocido hasta ahora. No se piensan sin autoridad y sin gobierno. “Sería el caos”, sostienen. “Eso no puede ser”. Debe haber quien administre y controle. Quién premie y sancione.
La organización político-territorial impuesta a nuestros pueblos responde a una concepción subestimadora del poder de la mayoría. Según esta concepción, los pueblos no son aptos para gobernarse y debe existir una élite privilegiada que lo haga. Representativa o participativamente, las democracias republicanas son formas en las cuales las mayorías ceden el poder a los supuestamente más aptos.
La sanción institucional, el autoritarismo frontal o el macabro poder del burocratismo, las redes familiares, el clientelismo y el compadrazgo, son manifestaciones consustanciales con la formación del Estado y el desarrollo del capitalismo en este lado del mundo. La gente las cree “naturales”, y no entiende que son producto de unas formas particulares de relaciones históricas entre los seres humanos. En consecuencia, para la mentalidad de las mayorías se proyecta una única percepción de la realidad: la que han conocido hasta ahora. No se piensan sin autoridad y sin gobierno. “Sería el caos”, sostienen. “Eso no puede ser”. Debe haber quien administre y controle. Quién premie y sancione.
Si han repartido casas, alimentos, electrodomésticos, artefactos tecnológicos, agotando con ello todas las medidas posibles para evitar la represión, ¿por qué los pueblos insisten en ser “delincuentes”? Si todas esas prebendas no han podido sostenerse en el tiempo, es por culpa de la “guerra económica”, afirman. Así que exigimos “lealtad absoluta”. Probablemente el pueblo, lo que esté pidiendo es “mano dura”, aunque el “puño de hierro” contra la corrupción y la ineptitud gerencial que ofreciera el otrora presidente Chávez en la antesala de su muerte, sea hoy en día un finísimo guante de seda con el cual se negocia en las altas esferas. En su lugar se proyecta un mazo exhibido por uno de los mayores trogloditas de la política chavecista venezolana, allá en donde prolifera la verdadera delincuencia generadora de todos los males sociales: la corrupción y la venalidad de los funcionarios públicos.
Sin embargo, es necesario edulcorar la píldora. Y allí están los medios -y los miedos- para aligerar el trabajo de manipulación.
El actual gobierno chavecista del presidente Maduro proclama su última panacea para resolver la situación de inseguridad que se vive en el país, porque ahora resulta que se convencieron que no era un asunto de “falsa percepción de la realidad” auspiciado por los opositores, sino que era real. Así que lanzan la OLP (Operación Libertad del Pueblo), mecanismo represivo del Estado seudosocialista para suspender las garantías constitucionales en las zonas más vulnerables del territorio venezolano, buscando el mayor impacto mediático, en el ámbito nacional, pero sobre todo, internacional. La mentalidad de los dominados, por supuesto, celebra estas incursiones, casi con tanto fervor como las personas de pensamiento de derecha, para quienes la existencia de los pobres siempre será una amenaza potencial para sus privilegios.
Mediáticamente, estas operaciones son todo un “éxito”. Han logrado capturar prófugos y han llevado “la paz y la tranquilidad” a sectores populares que estaban atemorizados, según cuentan, por el hampa común y el crimen organizado. Lo cierto del caso es que los medios nacionales y la prensa en general no están reseñando lo que realmente está ocurriendo en estos operativos. Sólo nosotros, los de abajo, conocemos la otra cara de la historia oficialista.
En los operativos de la OLP, todos nosotros somos sospechosos de ser “bachaqueros” y/o delincuentes. Todo depende del lugar donde vivamos o transitemos, de nuestra clase social y lo que ella lleva implícito: forma de vestir, actuar, pensar… Todo depende de nuestro color de piel y del grado de redes familiares y/o amistosas que tengamos con el poder. Todo depende de que un mal día no nos demos de narices con el poder y la autoridad de un policía, un guardia nacional o un funcionario del Sebin de mal talante. Todo depende.
Quedan suspendidos los derechos humanos en las barriadas populares, con la tenaz asunción de la OLP, mecanismo idóneo del socialismo del siglo XXI para darle tranquilidad al pueblo venezolano. Y uno se pregunta: ¿Es que alguna vez existieron los derechos humanos en las barriadas populares o en las zonas rurales? No, pero ya no puedes dar el tradicional grito del cerdo, camino al matadero. Allí está el poeta Tarek William Saab para asegurarse de ello, e ir por el mundo entero proclamando nuestra democracia a prueba de guarimbas y guerras económicas. Y quien diga lo contrario, es sospechoso de traición.
La próxima vez que celebres una incursión de la OLP en zonas humildes del pueblo venezolano, piensa que en cualquier momento el blanco puedes ser tú, que habrá quienes aplaudan el éxito de esta nueva versión del “plomo al hampa” erigida por gobiernos que anuncian socialismo mientras promueven medidas neoliberales. Y que entonces, será bastante tarde para que hables de organización y unidad popular.
[Tomado de un artículo que en versión completa está disponible en http://www.aporrea.org/ddhh/a211739.html.]
Sin embargo, es necesario edulcorar la píldora. Y allí están los medios -y los miedos- para aligerar el trabajo de manipulación.
El actual gobierno chavecista del presidente Maduro proclama su última panacea para resolver la situación de inseguridad que se vive en el país, porque ahora resulta que se convencieron que no era un asunto de “falsa percepción de la realidad” auspiciado por los opositores, sino que era real. Así que lanzan la OLP (Operación Libertad del Pueblo), mecanismo represivo del Estado seudosocialista para suspender las garantías constitucionales en las zonas más vulnerables del territorio venezolano, buscando el mayor impacto mediático, en el ámbito nacional, pero sobre todo, internacional. La mentalidad de los dominados, por supuesto, celebra estas incursiones, casi con tanto fervor como las personas de pensamiento de derecha, para quienes la existencia de los pobres siempre será una amenaza potencial para sus privilegios.
Mediáticamente, estas operaciones son todo un “éxito”. Han logrado capturar prófugos y han llevado “la paz y la tranquilidad” a sectores populares que estaban atemorizados, según cuentan, por el hampa común y el crimen organizado. Lo cierto del caso es que los medios nacionales y la prensa en general no están reseñando lo que realmente está ocurriendo en estos operativos. Sólo nosotros, los de abajo, conocemos la otra cara de la historia oficialista.
En los operativos de la OLP, todos nosotros somos sospechosos de ser “bachaqueros” y/o delincuentes. Todo depende del lugar donde vivamos o transitemos, de nuestra clase social y lo que ella lleva implícito: forma de vestir, actuar, pensar… Todo depende de nuestro color de piel y del grado de redes familiares y/o amistosas que tengamos con el poder. Todo depende de que un mal día no nos demos de narices con el poder y la autoridad de un policía, un guardia nacional o un funcionario del Sebin de mal talante. Todo depende.
Quedan suspendidos los derechos humanos en las barriadas populares, con la tenaz asunción de la OLP, mecanismo idóneo del socialismo del siglo XXI para darle tranquilidad al pueblo venezolano. Y uno se pregunta: ¿Es que alguna vez existieron los derechos humanos en las barriadas populares o en las zonas rurales? No, pero ya no puedes dar el tradicional grito del cerdo, camino al matadero. Allí está el poeta Tarek William Saab para asegurarse de ello, e ir por el mundo entero proclamando nuestra democracia a prueba de guarimbas y guerras económicas. Y quien diga lo contrario, es sospechoso de traición.
La próxima vez que celebres una incursión de la OLP en zonas humildes del pueblo venezolano, piensa que en cualquier momento el blanco puedes ser tú, que habrá quienes aplaudan el éxito de esta nueva versión del “plomo al hampa” erigida por gobiernos que anuncian socialismo mientras promueven medidas neoliberales. Y que entonces, será bastante tarde para que hables de organización y unidad popular.
[Tomado de un artículo que en versión completa está disponible en http://www.aporrea.org/ddhh/a211739.html.]
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