Ángel Rodríguez, Miguel Escobar y Juan Alegría
Vivimos en un mundo gobernado por el pragmatismo donde las soluciones dadas a la situación actual no adquieren la profundidad ni la forma debida. No dejan de surgir voces que limitan la capacidad creativa de la sociedad, imponiendo las soluciones "posibles" frente a las deseables y nos exigen que caminemos todos por el camino de la austeridad, la pérdida de derechos y el martirio social. Ayer como hoy, muchas de las soluciones que se proponen para la superación de los problemas actuales pasan y terminan en el Estado como centro y esencia de la defensa de lo social frente a las políticas neoliberales actuales.
Queremos reclamar lo utópico como un planteamiento realista y creativo, no como sinónimo de ilusión o sueño imposible. No debemos caer en el error de pensar que "Utopía" es sinónimo de imposibilidad. El estudio de la Historia nos da la certeza de pensar que nada es imposible y que los sueños de una época, son las realidades de otras futuras. Tal vez hoy podamos encontrar una situación favorable para llevar a cabo esa utopía que en otros tiempos fue imposible por diversas circunstancias. Para nosotros, una utopía forma parte de la misma naturaleza humana. Es lo que nos ha permitido avanzar y progresar durante siglos, superando las dificultades y problemas con los que se ha encontrado el ser humano a lo largo de su existencia. Creemos que la capacidad de autogestión está en las personas mismas, y no en la gestión de ninguna instancia superior. Es en el ámbito intersubjetivo donde debe tener lugar la resolución de los problemas actuales, ya que quién mejor que nosotros mismos para saber conocer nuestras necesidades y las mejores soluciones para resolverlas. Sin individuos autónomos, libres de pensamiento y acción, nada es posible.
Vivimos en un mundo gobernado por el pragmatismo donde las soluciones dadas a la situación actual no adquieren la profundidad ni la forma debida. No dejan de surgir voces que limitan la capacidad creativa de la sociedad, imponiendo las soluciones "posibles" frente a las deseables y nos exigen que caminemos todos por el camino de la austeridad, la pérdida de derechos y el martirio social. Ayer como hoy, muchas de las soluciones que se proponen para la superación de los problemas actuales pasan y terminan en el Estado como centro y esencia de la defensa de lo social frente a las políticas neoliberales actuales.
Queremos reclamar lo utópico como un planteamiento realista y creativo, no como sinónimo de ilusión o sueño imposible. No debemos caer en el error de pensar que "Utopía" es sinónimo de imposibilidad. El estudio de la Historia nos da la certeza de pensar que nada es imposible y que los sueños de una época, son las realidades de otras futuras. Tal vez hoy podamos encontrar una situación favorable para llevar a cabo esa utopía que en otros tiempos fue imposible por diversas circunstancias. Para nosotros, una utopía forma parte de la misma naturaleza humana. Es lo que nos ha permitido avanzar y progresar durante siglos, superando las dificultades y problemas con los que se ha encontrado el ser humano a lo largo de su existencia. Creemos que la capacidad de autogestión está en las personas mismas, y no en la gestión de ninguna instancia superior. Es en el ámbito intersubjetivo donde debe tener lugar la resolución de los problemas actuales, ya que quién mejor que nosotros mismos para saber conocer nuestras necesidades y las mejores soluciones para resolverlas. Sin individuos autónomos, libres de pensamiento y acción, nada es posible.
Actualmente no faltan las propuestas ni las ideas para la construcción de una sociedad más justa. Nosotros traemos a colación una en concreto, la del colectivismo anarquista; no para que sea aceptada como un apriori, sino para que sirva de estímulo a la hora de abordar el sempiterno problema de cuál es el modo de organizarse que más convenga en cada situación.
1. ¿Qué es el colectivismo?
El colectivismo o la autogestión de lo público son en esencia un sistema de organización social donde el individuo, fuera de las ataduras y las limitaciones del estado, es el impulsor, organizador y defensor de su propia vida. Por ende, toda construcción ideal de la sociedad debe fundamentarse en una férrea defensa de la libertad, entendida como ideal capaz de hacer desaparecer el interés privado egoísta del bienestar social. La libertad no puede estar separada de la igualdad económica y de la ausencia de privilegios, y autoritarismos. El destacado teórico anarquista español, Ricardo Mella, entiende el colectivismo como ejemplo de evolución social donde conviven la libertad, la propiedad y la solidaridad como fundamentos base.
En homenaje al que fuera secretario general del sindicato "Solidaridad Obrera" y primer secretario de la "Confederación Nacional del Trabajo" tras su fundación en 1910, José Negre, queremos destacar su visión de la autogestión dada en una conferencia pronunciada en marzo de 1937 en Barcelona y titulada: "¿Qué es el colectivismo anarquista?". En ella, después de explicar las diferencias entre nacionalización municipalización-socialización, Negre definía lo que él entendía por colectivismo: "Sistema social de organización del trabajo en el cual los medios de producción son propiedad colectiva, pero el fruto del trabajo es posesión individual, es decir, del que lo ha producido". Según esta interpretación, campos, fábricas, talleres y todos los instrumentos del trabajo pasarían a formar parte del colectivo, que deberían emplearse correctamente en la producción de artículos necesarios para el consumo. Del valor obtenido por el producto del trabajo, se pagarían los gastos generales: sostenimiento de la sociedad, materiales necesarios, jornales, maquinaria, fondo de reserva, etc. De ese beneficio se desglosaría la parte correspondiente a los jornales de los socios-trabajadores, ya que como dice José Negre, a cada persona hay que darle el beneficio correspondiente según el trabajo realizado.
El órgano máximo de organización y control de las colectividades serán las Asambleas Generales, estarán formadas por todos los trabajadores-socios que conforman la colectividad. Las reuniones se realizarían mensualmente y de ellas saldría un comité directivo-administrativo, y todos aquellos cargos que se estimasen necesarios. El comité debería reunirse semanalmente y fuera de la jornada laboral, para solucionar todos los problemas que surgieran del trabajo diario. Se trataría de cargos rotatorios, elegibles y sometidos al control de la asamblea. Dentro de este esquema organizativo, los socios-trabajadores pueden exponer al comité o a la asamblea toda iniciativa o asunto que se estime oportuno. Respecto a la jornada laboral, Negre incide en la necesidad de que su duración no sea excesiva, para no agotar al trabajador y permitirle que tenga tiempo libre para dedicarse a otras tareas como las intelectuales, artísticas o deportivas, siempre pensando en mantener su equilibrio y desarrollo como persona.
Toda colectividad, al no regirse por los patronos de la búsqueda capitalista de beneficio personal, ejerce una clara función social, produciendo principalmente aquellos artículos más necesarios para la sociedad, no los que mayor rendimiento produzcan, para cubrir dignamente las necesidades de todos. Los trabajadores contraen consigo mismos y con la sociedad en la que viven la obligación y el deber de trabajar y producir el mejor producto posible. Sólo quedarían excluidos del trabajo, aquellos que por edad, enfermedad, imposibilidad física o mental se vieran imposibilitados para ellos.
José Negre, como hombre de su tiempo, sintetiza sus ideas sobre la autogestión pensando en la sociedad en la que vive, con sus características propias y condiciones determinadas; pero esto no debe ser inconveniente para que nos sirva de estímulo y fundamento a la hora de construir alternativas reales al sistema económico vigente. Alternativas que sólo pueden convertirse en reales, practicándolas...
2. La Federación de Municipios Libres
Junto a la colectividad anarquista como ejemplo de organización de los centros de trabajo, la idea de organización a nivel municipal y estatal sería la llamada "Federación deMunicipios Libres". Varios son los autores que han discurrido acerca de este tema. Pero dos de ellos, Antonio Ocaña con "El municipio libre" y Federico Urales con "Los municipios libres (Ante las puertas de la Anarquía)" sintetizan claramente las características más destacadas que tendría la organización de la sociedad una vez hubiera triunfado la revolución social.
Federico Urales defiende la máxima de la igualdad total de todos los seres, tanto en derechos como en deberes; cada persona debe dar al bien común según sus capacidades y ser educado según sus facultades de forma racional y científica. No hay inteligencias superiores ni inferiores, ni profesiones altas o bajas. El trabajo debe realizarse no como un castigo ni con desagrado, porque entonces el producto del mismo será de mala calidad. Una vez emancipados, el hombre y la mujer vivirán en una sociedad sin autoridades y sin imposiciones.
La tradicional crítica anarquista al poder basada en la imposibilidad de gobernar sin llegar a ser un tirano y sin gozar de privilegios económicos se contraponía con una sociedad ideal donde los trabajadores laborasen para todos los vecinos y no para ellos solos: "Desechad el propósito, obreros, de conquistar el Poder. El Poder es como unos zapatos destrozados. De nada os habrán de servir como no sea para dar entrada al lodo que os ensuciará los pies y las almas". La representación ejercida por los políticos debía ser sustituida por la acción directa del pueblo, entendida como la asunción por este del gobierno de la sociedad. Pero Federico Urales, a pesar de estar fabulando sobre la sociedad futura, no deja de lado cierto pragmatismo en su pensamiento al considerar que no podrá hacerse la revolución social de forma universal. Por ello, considera más acertado el establecimiento de una federación de municipios libres y autónomos.
La nueva organización social debería basarse en dos principios básicos: la solidaridad y la justicia como fundamentos morales de la propiedad común. Otra medida necesaria debería ser la abolición de la moneda, símbolo por excelencia del capitalismo, de la búsqueda de beneficio personal y herramienta de corrupción, para pasar directamente a la sustitución directa de los productos del trabajo de municipio a municipio. La eliminación de todo poder religioso externo y la supresión de los ejércitos eran medidas que pretendían satisfacer dos de las tradicionales ideas libertarias: el antimilitarismo y el anticlericalismo. Pero, nuevamente, Urales llegaba a la conclusión de que ante el riesgo evidente a la subversión del nuevo orden por parte de otros gobiernos, deberían conservarse las armas para evitar actos de fuerza en contra de los municipios libres.
Frente a Federico Urales, Antonio Ocaña, un militante menos conocido pero fiel exponente del gusto ácrata por la pluma, basa el municipio libre sobre la Justicia Social que debía garantizar la asistencia a la infancia, la invalidez y la vejez de los seres queridos. El nuevo orden se sustentaría sobre la producción, que debería recurrir a los progresos técnicos y a la maquinaria moderna, así como al establecimiento de consejos, para obtener el máximo rendimiento al trabajo. Estos consejos reguladores estarían encargados del correcto funcionamiento de la producción, así como de la distribución de los productos para el consumo interior. Una de las preocupaciones principales para Ocaña es establecer unas reglas básicas de Sanidad, por las cuales la ciencia médica debía estar al servicio absoluto de los problemas de salud que repercuten sobre el ser humano; además de las mejoras necesarias en la industria, los cementerios, el alcantarillado, la canalización de las aguas y la no adulteración de los alimentos. Al igual que Urales, el trabajo no puede ser sinónimo de explotación, sino de desarrollo y progreso. Todos los ciudadanos deberían trabajar para mantenerse ellos mismos y a sus vecinos poniendo en práctica los postulados de la solidaridad y la justicia social. De esta forma, el robo ligado a la ausencia de alimentos quedaría solventado al no necesitarse de dinero para conseguir comer, sino esfuerzo de trabajo. Con la supresión del dinero, desaparecerían todos los crímenes que lo envuelven. La educación en la igualdad sexual, los fundamentos del racionalismo y la pedagogía moderna, la libre unión y desunión de las personas sin onstituciones u organismos que la legitimen, el uso de métodos anticonceptivos, son algunas de las características que Antonio Ocaña le da a su visión de la nueva sociedad, una sociedad que no solo debe cambiar exteriormente, sino también interiormente.
Por último, dentro de un prisma federalista, Ocaña concibe el nuevo sistema desde el nivel micro formado por el consejo de la empresa, los consejos reguladores de la producción y el consumo local, y los consejos comarcales, hasta el nivel macro formado por los municipios libres y la Federación Regional de Municipios Libres de habla española. De esta manera, el poder real de la organización social estaría en los ciudadanos que conformasen cada municipio libre y que se relacionarían entre sí para el intercambio de productos y demás intereses a través de los distintos comités comarcales y federales.
3. Una experiencia práctica: El movimiento makhnovista de Ucrania
Un caso particular en la práctica es el movimiento Makhnovista de Ucrania. Tiene lugar en un contexto bélico como fue la lucha contra el movimiento republicano burgués, la contrarrevolución de la monarquía, el ejército austro-alemán y los bolcheviques. El movimiento transcurre de 1918 a 1921 y tiene como característica el uso de la violencia para mantener la revolución en los territorios libres de la Makhnovtchina. En un principio cundía el desánimo por la dispersión de los grupos que protagonizaron la Revolución de Febrero de 1917. Esto hizo reflexionar al grupo de Makhno sobre la importancia de hacer protagonistas a los propios campesinos y obreros, como estrategia para llevar a la práctica las ideas que planteaban en el discurso. Un empoderamiento de los propios campesinos sin apenas transición. Al ser los campesinos los que se enfrentarían con los problemas directos de la reforma agraria, y no un gobierno revolucionario, se pondría en práctica la autogestión anarquista. Ellos mismos eran partidarios de la autogestión social a través de los soviets de trabajo libre, ejecutores de la voluntad de los trabajadores de la localidad.
Es interesante observar que a pesar de la falta de confianza por considerarse poco 'formado' en materia anarquista, sentían que no se podía dejar pasar esa oportunidad, lo que para ellos sería imperdonable. Y también su práctica más enfocada a crear las herramientas para el empoderamiento de los campesinos y no la simple propaganda, contrariando la estrategia pactada por el movimiento anarquista ruso tras la revolución de 1905, pero que según Makhno llevó al aislamiento de la vanguardia anarquista de las masas.
Se crearon asambleas de campesinos, donde se buscaba satisfacer la necesidad de pan, apoyo moral y material, regidos por la fraternidad e igualdad. Estas asignaban a delegados que llevaban lo discutido a una asamblea de la región y luego lo hablado en esta última volvía a bajar a las asambleas de base. Se organizó, ante la necesidad de la unión con los obreros, un llamamiento de los campesinos a la ciudad con el lema 'obrero danos la mano'. Para los problemas globales de la Makhnovtchina se organizaron 3 congresos regionales de campesinos, obreros y guerrilleros, en los que, por la naturaleza bélica del contexto, la defensa fue el tema principal. En 1921 el ejército rojo dio fin a la guerrilla y procedió al establecimiento del orden bolchevique.
Una crítica al movimiento se dirige contra el excesivo uso de la violencia contra los 'enemigos' de la revolución por parte de los guerrilleros makhnovistas, que no dudaban en suprimir a los que no estaban a favor de la reforma agraria, como algunos terratenientes y campesinos ricos.
4. Conclusiones
Hemos sacado una serie de conclusiones de las experiencias que hemos estudiado en las páginas precedentes, así como de nuestra propia experiencia vital en lo referente a la autogestión. Debe haber, en nuestra opinión, una propiedad familiar (pequeño medio de producción, tierra) en la que las personas puedan plantar y producir libremente, aparte de unas tierras comunes en las que se abastezca a todos los habitantes, especialmente a los que por diversas circunstancias se ven impedidos o discapacitados temporal o crónicamente. Así también se favorece un intercambio entre los vecinos y familiares que avivan un mercado cercano, si hubiera excedentes, como instrumento al servicio de las personas, las familias y la comunidad. Todo esto para que, evitando el capitalismo y el comunismo, la construcción social tenga como principio la intersubjetividad y la libertad material y la autogestión sean verdaderamente realizables, de tal modo que ni un individuo domine sobre los demás ni el colectivo actúe como un individuo oprimiendo a las personas.
El trabajo asimismo no debe ser férreo, pues al reducirse gran parte de los puestos de trabajo inútiles que actualmente existen y añadirse el grupo de personas que forman parte del colectivo de los desempleados, las horas de trabajo terminan reduciéndose. Así, cada uno puede disponer de buena parte del día para disfrute familiar o personal y embarcarse en algunos proyectos propios, familiares o comunitarios (cuidado del huerto, libros, elaboración de productos artesanales, práctica de deportes, tertulia, cine, cabalgatas de Reyes Magos, etc.).
En lo referente a las ideas apriori, si nos basamos en que las propias personas son las que deberían construir la colectividad, y no ser enmarcadas en una estructura rígida, deberíamos rescatar el significado positivo de utopía de lo deseable. Lo deseable por las personas que formen el colectivo no se puede conocer apriori, por lo que si usamos la definición negativa de utopía de que la realidad debe adaptarse a un modelo concreto, podríamos llegar a una situación distópica. Si no somos rígidos en nuestros conceptos apriori y nos adaptamos a la complejidad de la construcción colectiva, podremos alcanzar lo deseable.
Esta rigidez también suele acarrear unos problemas que dificultan enormemente la construcción colectiva. Se trata de la imposición de un sistema definido, en el que cada principio es una parte interrelacionada con todas las demás, de manera que un principio cualquiera del sistema implica necesariamente todos los demás. El origen está en la asociación irracional de ideas, frecuente en sistemas de pensamiento de corte marxista. Lo importante es comprender que la autogestión es autogestión, y nada más. Por ejemplo: puede haber autogestión sin necesidad de ser ateo científico.
Los a priori de un sistema en que todas las ideas dependen de todas las demás excluye la diversidad de ideas y cosmovisiones que enriquecen a una comunidad. Para que haya autogestión no es necesario imponer un determinado tipo de cosmovisión, porque autogestión es autogestión, y nada más. Por tanto, mientras que los a priori llevan a la exclusión, la rotura de lazos que unen ideas de manera irracional llevan a la inclusión, de manera que tengan cabida en una misma comunidad personas con cosmovisiones distintas.
Asamblea no es sinónimo de construcción colectiva. Mucho de los que hemos participado en asambleas, sabemos que pueden surgir algunos problemas, como el abuso de los oradores y retóricos que la monopolizan, las asambleas demasiado numerosas que impiden una discusión fluida entre sus miembros e implican una duración excesiva... Ante esto hay métodos para mejorar la propia asamblea, como la dinamización en grupos pequeños, la conciencia de sus miembros de las buenas conductas (no interrumpir, evitar pequeños “rifirrafes”), el uso de pizarras para hacerla más clara... Pero no solo nos deberíamos fijar como única posibilidad la asamblea, sino que podemos combinarla con un gran número de medios ofrecidos por la sociología, como la herramienta usada por el ilusionismo social ‘tendedero de los deseos’, para llegar a una construcción colectiva, incluso para los que suelen evitar las asambleas, medios que se situarían en lo cotidiano y que mejoran notablemente la participación real de los miembros del colectivo.
5. Bibliografía
ARSHINOV, Piotr, Historia del movimiento Makhnovista (1918-1921), La Malatesta, 2012
MAKHNO, Nestor, "La Revolución Rusa en Ucrania (1918-1921)". Pdf
MELLA, Ricardo, "El colectivismo. Sus fundamentos", Cuadernos de Estudios Sociales, Ediciones Libertarias África del Norte, nº2, Argel, agosto de 1945.
NEGRE, José, ¿Qué es el colectivismo anarquista?, Agrupación Anarquista "Los de Ayer y los de Hoy", Barcelona, 1937.
OCAÑA, Antonio, El municipio libre, Ediciones "Amor y Voluntad", Barcelona, 1932
URALES, Federico, Los municipios libres (ante las puertas de la Anarquía), Biblioteca de la Revista Blanca, Barcelona, 1932.
[Texto incluido en el volumen colectivo Autonomía y Autogestión, Andalucia, Colectivo de Ilusionistas Sociales, 2014, accesible en http://ilusionismosocial.org/pluginfile.php/734/mod_folder/content/2/Autogestion%20de%20la%20vida%20cotidiana%205%20%28solo%20articulos%29.pdf?forcedownload=1.]
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