Gustav Landauer (1870-1919)
* El autor ácrata alemán resume su comprensión del anarquismo a pedido del semanario liberal de Berlín Die Welt am Montag [El Mundo el Lunes], que publicó una serie titulada “Die Parteien in Selbstzeichnungen” [Los Partidos en Sus Propias Palabras]. Landauer señala la ironía de incluir a un anarquista bajo tal titular. El artículo fue reimpreso como “Ein paar Worte über Anarchismus” [Unas Palabras sobre el Anarquismo] en el Der Sozialist del 10 de Julio de 1897.
Espero que sea aceptable comenzar con una crítica a la tarea que se supone realizaré. No pretendo ser demasiado pedante ni hilar demasiado fino. Quiero formular esta crítica solamente en nombre del anarquismo. "Los Partidos en Sus Propias Palabras": la opinión de un anarquista no calza realmente bajo este titular. Nosotros no nos pensamos como partido. Y aunque lo hiciéramos, ¿puede un partido describirse en sus propias palabras? Se requiere razón para tal tarea, y los partidos carecen de razón. Primero, existe una contradicción lógica: el partido es un concepto abstracto, autoritario, y no una realidad psicológica; segundo, existe una contradicción psicológica: el partido carece naturalmente de razón, de auto-determinación, y de fisonomía.
Podría decirse que estoy tomando el titular demasiado en serio. Todo lo que los editores quieren es una descripción de ciertas creencias políticas de parte de alguien que sostiene aquellas creencias. Bien, pareciera como si nosotros los anarquistas fuésemos siempre contra la corriente, pero no tenemos creencias políticas — tenemos creencias contra la política.
Algunos podrían decir que esto nos convierte en una secta en vez de un partido; otros podrían añadir que somos un montón de lunáticos ya que nuestras creencias ni siquiera son uniformes. Tales perspectivas me preocupan poco. Que los burgueses y los cuadrados con su sentido común piensen en nosotros como bizarros y estrafalarios. Aquellos que quieren comprendernos tienen que comprender la base sobre la que nos paramos.
Concuerdo con el buen ensayista americano Ralph Waldo Emerson (¿quién lo conoce en Alemania?), quien ha dicho que todo aquel que quiera ser un ser humano debe ser un disidente.
“Oh,” puedo ver al lector pensar, “he aquí una agenda anarquista: ¡abandonar la iglesia nacional!” Sí, queremos abandonar la iglesia nacional, pero queremos abandonar mucho más: el Estado y todas las asociaciones forzadas; las tradiciones de la propiedad privada, del matrimonio posesivo, de la autoridad familiar, de las divisiones privilegiadas del trabajo, de exclusividad nacional, y de la arrogancia. Todo esto es esencial para el futuro de la sociedad humana. Hoy, aún nos sentimos impotentes, débiles, y solos. Sin embargo, necesitamos desvincularnos de todo lo que despreciamos, rebelarnos contra todo lo que nos oprime y limita, y tomar todo lo que necesitamos y queremos.
Siento al lector impacientándose. Claramente esperaba oír algo más fascinante de acuerdo al titular sensacionalista. Quiere que hable de bombas, máquinas infernales, y dagas. La mayor parte de los lectores quiere leer lo que creen que ya saben, y que los anarquistas lancen bombas y demanden lo mismo de los demás parece ser el conocimiento común.
Es imposible negar que ha habido anarquistas involucrados en un número de asesinatos de las últimas décadas. Sin embargo, en principio, el anarquismo y la violencia nada tienen en común. La idea anarquista es una idea pacífica, opuesta a la agresividad y la violencia. Esto no significa que seamos todos borregos. Sino que significa que queremos vivir plena y alegremente y como personalidades completas y maduras. Hay algo de la intensidad sureña, de la pasión temperamental de los jóvenes en los anarquistas.
Los pueblos romances (italianos, españoles, franceses del sur) y los rusos están mucho más inclinados a ser anarquistas que los alemanes, y entre los alemanes son los sureños y aquellos del valle del río Rin quienes tienen más fuertes inclinaciones anarquistas que los prusianos (si no se cuentan las grandes ciudades donde la cultura se ha vigorizado).
Es raro que la contemplación y la razón se encuentren con la intensidad y el ardor en un individuo. La luz apacible y el fuego arrasante rara vez se mezclan en una personalidad. La apacibilidad y la razón están representados en individuos como el francés Élisée Reclus, el ruso Kropotkin, el austríaco Ladislaus Gumplowicz; [1] la rebelión y la bravura se demuestran en la francesa Louise Michel o el sureño alemán Johann Most (con frecuencia malentendido pues es poco conocido; un escritor del más alto orden, un individuo renovado, completamente original). Solo los más grandes se componen tanto de luminoso intelecto como de fiera pasión. Un ejemplo parece obvio, pero ¿quién realmente le conoce en Alemania aparte de nosotros los anarquistas, unos cuantos investigadores, y algunos del 48? [2] Hablo de Mijail Bakunin.
Sin embargo, de vuelta a los asesinos: no están motivados por los ideales del anarquismo y no persiguen intenciones anarquistas; de hecho, las intenciones tienen nada que ver con sus actos. Tampoco son salvajes Stürmer; [3] son rencorosos fríos y cerrados. Las olas provocadas por sus deseos rompen en los diques de una orilla deprimente: el presente. Ni su anhelo de felicidad y libertad ni sus más elementales necesidades pueden ser satisfechas. Todas sus emociones están concentradas y comprimidas. Imaginan la dichosa vida de la anarquía y la realización de su ser interior verdadero, mientras no pueden siquiera alimentarse a sí mismos ni a sus hijos. Gradualmente, muchos elementos de su personalidad mueren: la reflexión, la consideración, la empatía, incluso su sentido de auto-preservación. Su vida comienza a ser consumida por un sentimiento solo: el deseo de venganza. Finalmente, llega el momento en que todo lo que ha estado escondido irrumpe hacia la superficie, en que todo lo que ha estado congelado comienza a hervir y crepitar, en que todo lo que ha estado duro se derrite, y en que todo lo que ha sido reprimido explota. Entonces, el mundo reacciona con furia e implementa leyes de emergencia para protegerse contra la dichosa vida de la anarquía y sus secretos adherentes. Este es el mismo mundo que nunca considera medidas contra sí mismo, que nunca considera oprimir la opresión. Pero, por supuesto, no hará eso. Si lo hiciera, no sería el mundo: tout le monde – no solo los Lunes, sino todos los días.
Es fácil condenar a los asesinos. Sin embargo, intento comprenderles psicológicamente, y si fuese yo un abogado, les defendería contra las limitaciones de la “justicia” burguesa. Mis palabras al cierre serían: abdiquen a la violencia autoritaria y a la protección del privilegio y el robo, y ya no habrá más bandidos ni más violencia insurrecta!
(Aquellos interesados en la psicología de los asesinos anarquistas deberían leer los discursos de defensa de Ravachol, Vaillant, Henry, Acciarito, Etiévan, y muchos otros,[4] y hallarán que mi opinión se confirma. El juicio contra Koschemann, sin embargo, necesita estudiarse. Koschemann es, en mi opinión, completamente inocente y es víctima de un escandaloso error de la justicia.[5])
Desde lo que he dicho hasta ahora, siguen dos cosas: primero, que el anarquismo no puede ser un movimiento de masas en nuestros tiempos, sino solo de individuos, de pioneros. Estos pioneros son capaces de encontrar simpatías de amplio alcance y mucho respecto entre las masas oprimidas. Esto se está haciendo más y más obvio, y es el caso también entre los trabajadores socialdemócratas en Alemania. Muchos de ellos – silenciosa o estridentemente – han comenzado a saludar la existencia de anarquistas, aunque aún parezca imposible o innecesario que ellos mismos sean anarquistas. Segundo, que somos optimistas incondicionales a pesar de nuestro escepticismo principal. No somos individualistas de la vieja escuela. Creemos en el bien de la humanidad y en las capacidades de la humanidad. Queremos una sociedad anarquista; no una sociedad de héroes y autócratas individuales, sino una sociedad donde los individuos puedan vivir juntos sobre la base de la libre asociación y el respeto; en otras palabras (económicas): el socialismo.
No me he referido a los anarquistas alemanes en particular. No creo que esto importe mucho. En un artículo tan corto como este, es imposible decir todo. Lo que es más importante es que un anarquista alemán ha hablado del anarquismo.
La mayoría de los anarquistas alemanes son antiguos socialdemócratas que se han separado del partido durante los últimos siete años. La mayor parte de ellos perteneció a facciones opuestas al liderazgo del partido, en particular a los denominados Jóvenes o Independientes.[6] Algunos individuos se volvieron anarquistas en Alemania antes, inspirados por la agitación de Most, Dave, Reve, y Reinsdorf, y por el periódico de Londres Die Autonomie.[7] Sin embargo, ha sido la publicación del Der Sozialist – el semanario berlinés que está ahora en su séptimo año y es el periódico más confiscado en Alemania – el que ha transformado al movimiento anarquista desde una sociedad secreta hacia una fuerza política reconocida. Si no fuese por los múltiples prejuicios albergados contra los anarquistas y por las draconianas sentencias de la corte, [8] esta fuerza sería ya mucho más fuerte.
Notas:
1. Élisée Reclus (1830-1905), geógrafo francés y anarquista; Ladislaus Gumplowicz (1869-1942), doctor austro-polaco, escritor, y activista político, trabajó con Landauer en el colectivo Sozialist en la década de 1890 antes de distanciarse del anarquismo.
2. Los del 48: personas involucradas en la revuelta revolucionaria de Europa en 1848.
3. Stürmer: referencia a los adherentes del movimiento literario progresista Sturm und Drang (traducido con frecuencia como “Tormenta y Estrés”).
4. Ravachol, nombre de nacimiento François Claudius Koeningstein (1859-1892), Auguste Vaillant (1861-1894), Émile Henry (1872-1894), Pietro Umberto Acciarito (1871-1943), Georges Etiévan (deportado a la colonia penal de Cayena alrededor del 1900) – condenados por asesinatos y ataques con bombas, y citados con frecuencia como representantes de la “propaganda por el hecho.” Landauer incorporó el discurso de defensa de Ravachol en su novela de 1893 Der Todesprediger.
5. El trabajador anarquista de veintiún años Paul Koschemann fue acusado de enviar un paquete bomba a un jefe de policía de Berlín, pero siempre mantuvo su inocencia.
6. Rama radical del Partido Social Demócrata Alemán a comienzos de la década de 1890; Landauer estuvo involucrado en el grupo – ver “1892-1901: el anarquismo temprano de Landauer” en la Introducción.
7. Johann Most (1846-1906), Victor Dave (1847-1922), Johann Reve (1844-1896), y August Reinsdorf (1849-85) fueron prominentes anarquistas de lengua alemana; Die Autonomie fue publicado como periódico anarco-comunista en lengua alemana en Londres por Josef Peukert y otros desde 1886 a 1893.
8. Hubo una marcada persecución de la prensa anarquista en Alemania entre 1893 y 1895, y muchos anarquistas – Landauer entre ellos – recibieron extensas sentencias a prisión.
[Tomado de http://rebeldealegre.blogspot.com/2015/04/gustav-landauer-unas-palabras-sobre-el.html.]
* El autor ácrata alemán resume su comprensión del anarquismo a pedido del semanario liberal de Berlín Die Welt am Montag [El Mundo el Lunes], que publicó una serie titulada “Die Parteien in Selbstzeichnungen” [Los Partidos en Sus Propias Palabras]. Landauer señala la ironía de incluir a un anarquista bajo tal titular. El artículo fue reimpreso como “Ein paar Worte über Anarchismus” [Unas Palabras sobre el Anarquismo] en el Der Sozialist del 10 de Julio de 1897.
Espero que sea aceptable comenzar con una crítica a la tarea que se supone realizaré. No pretendo ser demasiado pedante ni hilar demasiado fino. Quiero formular esta crítica solamente en nombre del anarquismo. "Los Partidos en Sus Propias Palabras": la opinión de un anarquista no calza realmente bajo este titular. Nosotros no nos pensamos como partido. Y aunque lo hiciéramos, ¿puede un partido describirse en sus propias palabras? Se requiere razón para tal tarea, y los partidos carecen de razón. Primero, existe una contradicción lógica: el partido es un concepto abstracto, autoritario, y no una realidad psicológica; segundo, existe una contradicción psicológica: el partido carece naturalmente de razón, de auto-determinación, y de fisonomía.
Podría decirse que estoy tomando el titular demasiado en serio. Todo lo que los editores quieren es una descripción de ciertas creencias políticas de parte de alguien que sostiene aquellas creencias. Bien, pareciera como si nosotros los anarquistas fuésemos siempre contra la corriente, pero no tenemos creencias políticas — tenemos creencias contra la política.
Algunos podrían decir que esto nos convierte en una secta en vez de un partido; otros podrían añadir que somos un montón de lunáticos ya que nuestras creencias ni siquiera son uniformes. Tales perspectivas me preocupan poco. Que los burgueses y los cuadrados con su sentido común piensen en nosotros como bizarros y estrafalarios. Aquellos que quieren comprendernos tienen que comprender la base sobre la que nos paramos.
Concuerdo con el buen ensayista americano Ralph Waldo Emerson (¿quién lo conoce en Alemania?), quien ha dicho que todo aquel que quiera ser un ser humano debe ser un disidente.
“Oh,” puedo ver al lector pensar, “he aquí una agenda anarquista: ¡abandonar la iglesia nacional!” Sí, queremos abandonar la iglesia nacional, pero queremos abandonar mucho más: el Estado y todas las asociaciones forzadas; las tradiciones de la propiedad privada, del matrimonio posesivo, de la autoridad familiar, de las divisiones privilegiadas del trabajo, de exclusividad nacional, y de la arrogancia. Todo esto es esencial para el futuro de la sociedad humana. Hoy, aún nos sentimos impotentes, débiles, y solos. Sin embargo, necesitamos desvincularnos de todo lo que despreciamos, rebelarnos contra todo lo que nos oprime y limita, y tomar todo lo que necesitamos y queremos.
Siento al lector impacientándose. Claramente esperaba oír algo más fascinante de acuerdo al titular sensacionalista. Quiere que hable de bombas, máquinas infernales, y dagas. La mayor parte de los lectores quiere leer lo que creen que ya saben, y que los anarquistas lancen bombas y demanden lo mismo de los demás parece ser el conocimiento común.
Es imposible negar que ha habido anarquistas involucrados en un número de asesinatos de las últimas décadas. Sin embargo, en principio, el anarquismo y la violencia nada tienen en común. La idea anarquista es una idea pacífica, opuesta a la agresividad y la violencia. Esto no significa que seamos todos borregos. Sino que significa que queremos vivir plena y alegremente y como personalidades completas y maduras. Hay algo de la intensidad sureña, de la pasión temperamental de los jóvenes en los anarquistas.
Los pueblos romances (italianos, españoles, franceses del sur) y los rusos están mucho más inclinados a ser anarquistas que los alemanes, y entre los alemanes son los sureños y aquellos del valle del río Rin quienes tienen más fuertes inclinaciones anarquistas que los prusianos (si no se cuentan las grandes ciudades donde la cultura se ha vigorizado).
Es raro que la contemplación y la razón se encuentren con la intensidad y el ardor en un individuo. La luz apacible y el fuego arrasante rara vez se mezclan en una personalidad. La apacibilidad y la razón están representados en individuos como el francés Élisée Reclus, el ruso Kropotkin, el austríaco Ladislaus Gumplowicz; [1] la rebelión y la bravura se demuestran en la francesa Louise Michel o el sureño alemán Johann Most (con frecuencia malentendido pues es poco conocido; un escritor del más alto orden, un individuo renovado, completamente original). Solo los más grandes se componen tanto de luminoso intelecto como de fiera pasión. Un ejemplo parece obvio, pero ¿quién realmente le conoce en Alemania aparte de nosotros los anarquistas, unos cuantos investigadores, y algunos del 48? [2] Hablo de Mijail Bakunin.
Sin embargo, de vuelta a los asesinos: no están motivados por los ideales del anarquismo y no persiguen intenciones anarquistas; de hecho, las intenciones tienen nada que ver con sus actos. Tampoco son salvajes Stürmer; [3] son rencorosos fríos y cerrados. Las olas provocadas por sus deseos rompen en los diques de una orilla deprimente: el presente. Ni su anhelo de felicidad y libertad ni sus más elementales necesidades pueden ser satisfechas. Todas sus emociones están concentradas y comprimidas. Imaginan la dichosa vida de la anarquía y la realización de su ser interior verdadero, mientras no pueden siquiera alimentarse a sí mismos ni a sus hijos. Gradualmente, muchos elementos de su personalidad mueren: la reflexión, la consideración, la empatía, incluso su sentido de auto-preservación. Su vida comienza a ser consumida por un sentimiento solo: el deseo de venganza. Finalmente, llega el momento en que todo lo que ha estado escondido irrumpe hacia la superficie, en que todo lo que ha estado congelado comienza a hervir y crepitar, en que todo lo que ha estado duro se derrite, y en que todo lo que ha sido reprimido explota. Entonces, el mundo reacciona con furia e implementa leyes de emergencia para protegerse contra la dichosa vida de la anarquía y sus secretos adherentes. Este es el mismo mundo que nunca considera medidas contra sí mismo, que nunca considera oprimir la opresión. Pero, por supuesto, no hará eso. Si lo hiciera, no sería el mundo: tout le monde – no solo los Lunes, sino todos los días.
Es fácil condenar a los asesinos. Sin embargo, intento comprenderles psicológicamente, y si fuese yo un abogado, les defendería contra las limitaciones de la “justicia” burguesa. Mis palabras al cierre serían: abdiquen a la violencia autoritaria y a la protección del privilegio y el robo, y ya no habrá más bandidos ni más violencia insurrecta!
(Aquellos interesados en la psicología de los asesinos anarquistas deberían leer los discursos de defensa de Ravachol, Vaillant, Henry, Acciarito, Etiévan, y muchos otros,[4] y hallarán que mi opinión se confirma. El juicio contra Koschemann, sin embargo, necesita estudiarse. Koschemann es, en mi opinión, completamente inocente y es víctima de un escandaloso error de la justicia.[5])
Desde lo que he dicho hasta ahora, siguen dos cosas: primero, que el anarquismo no puede ser un movimiento de masas en nuestros tiempos, sino solo de individuos, de pioneros. Estos pioneros son capaces de encontrar simpatías de amplio alcance y mucho respecto entre las masas oprimidas. Esto se está haciendo más y más obvio, y es el caso también entre los trabajadores socialdemócratas en Alemania. Muchos de ellos – silenciosa o estridentemente – han comenzado a saludar la existencia de anarquistas, aunque aún parezca imposible o innecesario que ellos mismos sean anarquistas. Segundo, que somos optimistas incondicionales a pesar de nuestro escepticismo principal. No somos individualistas de la vieja escuela. Creemos en el bien de la humanidad y en las capacidades de la humanidad. Queremos una sociedad anarquista; no una sociedad de héroes y autócratas individuales, sino una sociedad donde los individuos puedan vivir juntos sobre la base de la libre asociación y el respeto; en otras palabras (económicas): el socialismo.
No me he referido a los anarquistas alemanes en particular. No creo que esto importe mucho. En un artículo tan corto como este, es imposible decir todo. Lo que es más importante es que un anarquista alemán ha hablado del anarquismo.
La mayoría de los anarquistas alemanes son antiguos socialdemócratas que se han separado del partido durante los últimos siete años. La mayor parte de ellos perteneció a facciones opuestas al liderazgo del partido, en particular a los denominados Jóvenes o Independientes.[6] Algunos individuos se volvieron anarquistas en Alemania antes, inspirados por la agitación de Most, Dave, Reve, y Reinsdorf, y por el periódico de Londres Die Autonomie.[7] Sin embargo, ha sido la publicación del Der Sozialist – el semanario berlinés que está ahora en su séptimo año y es el periódico más confiscado en Alemania – el que ha transformado al movimiento anarquista desde una sociedad secreta hacia una fuerza política reconocida. Si no fuese por los múltiples prejuicios albergados contra los anarquistas y por las draconianas sentencias de la corte, [8] esta fuerza sería ya mucho más fuerte.
Notas:
1. Élisée Reclus (1830-1905), geógrafo francés y anarquista; Ladislaus Gumplowicz (1869-1942), doctor austro-polaco, escritor, y activista político, trabajó con Landauer en el colectivo Sozialist en la década de 1890 antes de distanciarse del anarquismo.
2. Los del 48: personas involucradas en la revuelta revolucionaria de Europa en 1848.
3. Stürmer: referencia a los adherentes del movimiento literario progresista Sturm und Drang (traducido con frecuencia como “Tormenta y Estrés”).
4. Ravachol, nombre de nacimiento François Claudius Koeningstein (1859-1892), Auguste Vaillant (1861-1894), Émile Henry (1872-1894), Pietro Umberto Acciarito (1871-1943), Georges Etiévan (deportado a la colonia penal de Cayena alrededor del 1900) – condenados por asesinatos y ataques con bombas, y citados con frecuencia como representantes de la “propaganda por el hecho.” Landauer incorporó el discurso de defensa de Ravachol en su novela de 1893 Der Todesprediger.
5. El trabajador anarquista de veintiún años Paul Koschemann fue acusado de enviar un paquete bomba a un jefe de policía de Berlín, pero siempre mantuvo su inocencia.
6. Rama radical del Partido Social Demócrata Alemán a comienzos de la década de 1890; Landauer estuvo involucrado en el grupo – ver “1892-1901: el anarquismo temprano de Landauer” en la Introducción.
7. Johann Most (1846-1906), Victor Dave (1847-1922), Johann Reve (1844-1896), y August Reinsdorf (1849-85) fueron prominentes anarquistas de lengua alemana; Die Autonomie fue publicado como periódico anarco-comunista en lengua alemana en Londres por Josef Peukert y otros desde 1886 a 1893.
8. Hubo una marcada persecución de la prensa anarquista en Alemania entre 1893 y 1895, y muchos anarquistas – Landauer entre ellos – recibieron extensas sentencias a prisión.
[Tomado de http://rebeldealegre.blogspot.com/2015/04/gustav-landauer-unas-palabras-sobre-el.html.]
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