Marcelo “Liberato” Salinas
“Los favoritos del tirano jamás pueden estar seguros de serlo, porque ellos mismos le han demostrado que él lo puede todo y que ningún deber lo obliga a nada (…) que ninguno de sus favoritos puede ser su amigo y que no tiene más remedio que convertirse en el amo de todos.”
Etienne de la Boetie, El discurso de la servidumbre voluntaria (1576)
I.
Cuando fui estudiante de Marxismo-Leninismo e Historia del Instituto Pedagógico Enrique José Varona, fue a nuestras aulas un importante funcionario de la esfera ideológica del Partido Comunista de Cuba a darnos una charla sobre las nuevas estrategias subversivas que estaba desarrollando allá por 1995 el imperialismo norteamericano contra la revolución cubana. En ese encuentro esa persona dijo algo que hoy, en estas circunstancias, recuerdo con mucha nitidez: “el problema es, compañeros estudiantes, que los yanquis nos quieren introducir la sociedad civil en Cuba y eso nunca, bajo ningún concepto, los revolucionarios lo podemos permitir”.
Veinte años después, ya tenemos, como un impecable acto de prestidigitación, a la sociedad civil socialista cubana entre nosotros, vibrante y activa, en abierta contraposición con aquella aseveración… pero ¿qué pasó de aquella fecha a acá? Pasó que las palabras, con su poderosa y risible magia, cambiaron la realidad de las cosas en Cuba…para que hoy, veinte años después, todo siguiera igual. Los que en 1995 la combatieron con el mismo fervor que hoy la defienden, fueron descubriendo que sin esfuerzo alguno tenían a la mano -¡qué agradable sorpresa!- una sociedad civil disponible, dócil, disciplinada, y solícita, que podían hacer de nuevo el milagro de los panes y los peces cubanos…y fue un éxito. Los personeros del Estado cubano y sus intelectuales orgánicos fueron descubriendo, tarde entre sus pares, lo que ya habían aprendido sus opositores y muchos de sus colegas en el mundo: que la sociedad civil puede ser algo más que una “nueva amenaza externa del imperialismo” y convertirse en un adorno decisivo para legitimar regímenes estatales del tipo que fueran, incluido el que impera en Cuba.
Luego del amplio movimiento intelectual que se generó en Cuba a lo largo de los años 90 e inicios de los 2000, se puede considerar que la sociedad civil en Cuba, como en muchos de los lugares donde ha triunfado, no ha sido otra cosa que un nombre elegante para describir el proceso de reproducción exponencial del propio Estado que,como un cáncer imparable en un cuerpo enfermo, sin resistencias significativas, asume la apariencia de la propia sociedad, falsificándola a su imagen y semejanza, a través de criaturas que, de manera voluntaria y hasta pasional, internalizan la lógicadel régimen establecido como su única realidad posible. La existencia y promoción de la llamada sociedad civil es un somnífero con patente internacional de amplia circulación, que ahora es redescubierto por la nueva clase burguesa cubana para presentarse en sociedad frente a sus potenciales socios yanquis.
Con la sociedad civil como escudo, los gobernantes cubanos se lanzan ahora, ya sin la presencia disciplinaria del jefe de los comandantes, a embellecer y naturalizar los privilegios revolucionarios de su “sociedad política”, que incluye: sus ganancias millonarias a costa de los médicos más sacrificados del mundo, sus casas en los exclusivos barrios Country Club y Siboney, sus piscinas, sus yates, sus giras y vacaciones de verano, sus propiedades en el extranjero, sus cuerpos de seguridad privada o su seguridad del Estado, sus intelectuales orgánicos que teorizan sobre la bondad de sus estilos de vida frente a la “sociedad civil”, que no es otra cosa que este pueblo civilizado y manso que a cada mañana le dan de leer en el periódico Granma, tonadas líricas estatales como la del 6 de abril del año en curso que dice que “[en Cuba] tanto la sociedad política como la sociedad civil se unen en el tránsito a una sociedad más justa y mejor para todos”, suscrito por la pluma de la señora Thalía Fung, doctora insigne en 'Ciencias Políticas del Sur'. No tenemos una idea detallada del asunto en otros lugares, pero en la Cuba que estamos sufriendo hoy, el logro gubernamental de una “sociedad civil socialista” es un nuevo y formidable espacio ganado para el oportunismo de salón y de calle, el arribismo, el travestismo de ideas y el turismo de eventos subvencionados por los trabajadores cubanos. Un exitoso avance en la recolonización estatal sobre la sociedad cubana, después de su estrepitoso retroceso en los años 90.
II.
Sin mucho ingenio retórico, las personas que hicieron visible a la sociedad civil socialista cubana en Panamá, podrían decir con sano orgullo que ellos son la encarnación de ese hombre nuevo que de manera aproximativa intentó definir el Ché Guevara allá por 1965. Lo que la vida nos muestra es que el verdadero hombre nuevo, es el hombre de Estado (o la mujer; el feminismo poco aporta aquí), aquel que habla por él y lo representa por voluntad propia, desde su propia autonomía reconocida por el poder, conquistada a golpe de valentía y sublimes sacrificios (no debemos subestimar el altruismo sincero hacia los superiores que puede generar la servidumbre internalizada y voluntaria).
Y ese es uno de los aspectos más nocivos que tiene, en Cuba al menos, la sociedad civil como artificio de producción de gobernabilidad: que su organización y existencia convida y concita a desplegar generosas, fraternales y espontáneas energías en las personas y las comunidades, que nacen condenadas a la muerte por auto-regimentación, autocensura y otras dobleces innombrables, para obtener el tóxico reconocimiento amistoso del Estado. Ahí está contenida buena parte de la tragedia del último impulso comunizador que vivimos en la sociedad cubana en los años 90 y que hoy yace prácticamente muerto por suicidio colectivo.
Es que la “amistad del gobernante” hacia sus súbditos, además de ser hoy una abstracción, es sobre todo, y como siempre ha sido, un contrasentido, porque al estar por encima de todos y no tener iguales, el gobernante se sitúa más allá de los límites de la amistad, que sólo nace en el suelo firme de la más perfecta igualdad. Y esto no es nada original, es una cita textual de un librito escrito en francés antiguo alrededor de 1576 cuyo título: El discurso de la servidumbre voluntaria, le confirió dignidad y respeto a su autor en el mundillo de los indomesticablesde esa época y de hoy: Etienne de la Boétie.
III.
Volviendo a nuestro tiempo y espacio; desafortunadamente desde los 90 hacia acá en Cuba, como en otros lugares,el Estado ha aprendido más que la sociedad a garantizar su sobrevivencia y en eso hoy está avanzando a pasos firmes. Hoy el Estado cubano socialista, antimperialista, revolucionario, martiano y etc… es el protagonista estratégico de una transición indolora al capitalismo “normal” y a la incorporación de Cuba a la lista de países disponibles para ser plenamente saqueables por el gran capital multinacional, a cambio de garantizar la sobre-existencia de ese Estado revolucionario-garante.
La derecha anticastrista cubana, que ha protagonizado un espectáculo mediático global junto a la sociedad civil socialista cubana en Panamá, no ha querido ver el nuevo y amigable rol que para ellos está jugando el Estado cubano. Y no lo ha querido ver porque a esa derecha anticastrista no le interesa en esencia el éxito del capitalismo en Cuba (la economía es otra esclava lujuriosa del Estado), les interesa ser enemigos íntimos y visibles de los actuales gobernantes cubanos para, en la más mínima oportunidad, liquidarlos por la espalda o, mejor aún, crear una sociedad anónima de ladrones, como hacen los buenos e inteligentes amigos del Estado.
Y eso explica, en nuestra consideración, la infeliz y peligrosa coincidencia entre los gobernantes cubanos y sus opositores anticastristas, en torno a la importancia que ambos le conceden a desarrollar una sociedad civil en Cuba. Es que, tanto la oposición,como el gobierno de Raúl Castro ya saben que el desarrollo de una sociedad civil en Cuba es una herramienta para administrar, domesticar y neutralizar los impulsos anti-estatales, anti-capitalistas y anti-autoritarios, que pueden generarse en la transiciónde Cuba hacia un país “normal”. La sociedad civil es tan útil para la élite política-militar que impera en Cuba hoy, como para los flamantes gobernantes de la Cuba posible que pronto nos deslumbrarán con su tóxica elegancia y buenas maneras.
III.
Derivado de lo anterior, la oposición y los gobernantes cubanos también coinciden en hacer tabula rasa sobre la historia de la sociedad civil en Cuba, como si cada una de las partes estuviera dándole vida a algo inédito en la Isla, enterrando en la fosa de la amnesia colectiva, que tan bien administran nuestros gobernantes, el rico material de experiencias y saberes que emanan de la larga existencia, heroica pero trágica, de la sociedad civil en Cuba, al menos desde la abolición de la esclavitud hasta hoy.
Sociedad civil fue el intenso y centenario movimiento asociativo que crearon los traídos y descendientes de África en Cuba pero, salvo honrosas excepciones, no estuvieron entre los protagonistas de las luchas contra las tiranías y el coloniaje cultural en Cuba republicana y de sus filas salieron notables candidatos a opresores que, afortunadamente, quedaron en el intento. El Partido Revolucionario Cubano, coalición diversa y horizontal de pueblo fervoroso, que se convirtió en columna decisiva para derribar al régimen colonial español en el Caribe y un ejemplo de organización transparente, fue sociedad civil, pero no supo evitar la deriva militarista de la revolución social, las maquinaciones del Delegado Tomás Estrada Palma que disolvieron el PRC, ni la degradación caudillista-proimperialista de la república de 1902.
Sociedad civil fue la amplia y fulminante huelga general por tiempo indefinido promovida por el movimiento obrero que derribó, sin autoridades superiores, a la tiranía de Machado y el nefasto monopolio de los caudillos mambises sobre Cuba, pero no logró impedir el ascenso de la triste Central de Trabajadores de Cuba (CTC), que durante casi 80 años ha logrado ser el vehículo oficial de casi todos los impulsos contrarrevolucionarios de la clase obrera cubana, manteniéndola como pieza de caza inerme a todos los opresores que han asolado a Cuba desde 1939 hasta hoy.
El movimiento cívico asociativo de los años 50 en Cuba, que se hizo cargo de todos los asuntos cotidianos que el Estado corrupto y sanguinario de aquella época no consideraba importantes, que contribuyó de manera decisiva a la amnistía que obtuvieron los asaltantes al Moncada, que le dieron soporte logístico determinante a la lucha clandestina en las ciudades y en las montañas, fue también sociedad civil, pero no impidió el ascenso en 1959 de un nuevo estatismo inusitadamente justiciero, pero crecientemente autocrático, que derivó en cosas como las temidas Unidades Militares de Apoyo a la Producción (UMAP), las actas finales del Congreso de Educación y Cultura de 1971 o al éxodo masivo por el Mariel, no de burgueses, ni de aristócratas, sino de pueblo llano abatido por la nueva regimentación cotidiana.
El despliegue de creatividad, solidaridad y capacidad de adaptación a uno de los picos del petróleo más drásticos que se conocen, fue obra también de la sociedad civil cubana, no sólo del Estado, que se vio obligado a pasar de un «Plan Único de Desarrollo Económico» según la Constitución de 1976, a “Un plan que garantice el desarrollo programado del país», con la Constitución de 1992, frente a la evaporación material del Estado, y a los espacios de autonomías y autogestión que desarrolló la sociedad cubana. Pero ello no impidió que en menos de 15 años se recuperaran, con un acrítico entusiasmo popular, muchos de los impulsosdesarrollistasdel viejo estatismo centralizador, el mismo que condujo al colapso social de 1991-1997.
Todo lo anterior ha sido condenado al olvido por los gobernantes cubanos, por la oposición anticastrista y también la propia sociedad cubana. Al gobierno le interesa este olvido para mantener a la sociedaden un grado de incapacidad óptima, para seguir gobernándola, sin el estorbo de una memoria crítica que alumbre futuros. A la oposición anticastrista le interesa el borrón y cuenta nueva sobre esa incapacidad sostenida de la sociedad civil en Cuba, porque le permite pasar por novedad lo que ha sido limitación crónica de la sociedad cubana. En otras palabras, la promoción de la sociedad civil en Cuba por los gobernantes cubanos y sus opositores, es la suma cero de los opresores, que tienen necesidades de gobernabilidad comunes: mantener impotente y alucinada a la sociedad cubana con palabras vacías que garanticen esa impotencia.
IV.
Nunca más vi a aquel funcionario gubernamental que en 1995 nos dijo que los revolucionarios cubanos debíamos impedir que “la sociedad civil entre a Cuba”. Probablemente encontrarlo y rememorarle esta anécdota le causaría vergüenza. A mí, recordar hoy aquellas palabras me incita apensar en la necesidad inaplazable de una postura anti-autoritaria coherente frente a estos asuntos.
Si es cierto que unas buenas preguntas ya anuncian unas buenas respuestas, entonces yo me pregunto ¿Cómo podremos organizarnos para impedir que el ordeno y mando, el chantaje emocional con la salud y la instrucción en manos del Estado (para nosotros sin nosotros), la autocensura, la disciplina hipócrita, la insolidaridad popular, la admiración miserable al que estafa para que no nos estafe, el consumismo imparable y la indolencia colectiva, sean los factores que den estabilidad a esta sociedad? ¿Qué disponemos para ello? ¿Qué podremos hacer para que los nuevos políticos, arcángeles de la democracia que ya se anuncian, de derecha e izquierda, especialistas en ilusorios rescates masivos, no usen la carnada de la sociedad civil para entronizar sus pluripartidismos y sus constituciones democráticas,ya incinerados por el horno hirviente de esta república azucarera, que en 100 años ha probado todos los tipos de libertades concedidas?
Estas son algunas de las preguntas que los promotores de la sociedad civil en Cuba no quisieran que respondamos, tal vez ni siquiera que nos las preguntemos…Por eso, frente a las disputas por la sociedad civil en Cuba, deberíamos mantener la misma actitud del zorro frente a la invitación del león enfermo para que lo visite en su cueva, relato del célebre Jean de la Fontaine, a lo que el zorro respondió: “Vendría de buena gana a verte a tu madriguera, pero veo muchas huellas de animales que entran y ningunas que salgan…”
“Los favoritos del tirano jamás pueden estar seguros de serlo, porque ellos mismos le han demostrado que él lo puede todo y que ningún deber lo obliga a nada (…) que ninguno de sus favoritos puede ser su amigo y que no tiene más remedio que convertirse en el amo de todos.”
Etienne de la Boetie, El discurso de la servidumbre voluntaria (1576)
I.
Cuando fui estudiante de Marxismo-Leninismo e Historia del Instituto Pedagógico Enrique José Varona, fue a nuestras aulas un importante funcionario de la esfera ideológica del Partido Comunista de Cuba a darnos una charla sobre las nuevas estrategias subversivas que estaba desarrollando allá por 1995 el imperialismo norteamericano contra la revolución cubana. En ese encuentro esa persona dijo algo que hoy, en estas circunstancias, recuerdo con mucha nitidez: “el problema es, compañeros estudiantes, que los yanquis nos quieren introducir la sociedad civil en Cuba y eso nunca, bajo ningún concepto, los revolucionarios lo podemos permitir”.
Veinte años después, ya tenemos, como un impecable acto de prestidigitación, a la sociedad civil socialista cubana entre nosotros, vibrante y activa, en abierta contraposición con aquella aseveración… pero ¿qué pasó de aquella fecha a acá? Pasó que las palabras, con su poderosa y risible magia, cambiaron la realidad de las cosas en Cuba…para que hoy, veinte años después, todo siguiera igual. Los que en 1995 la combatieron con el mismo fervor que hoy la defienden, fueron descubriendo que sin esfuerzo alguno tenían a la mano -¡qué agradable sorpresa!- una sociedad civil disponible, dócil, disciplinada, y solícita, que podían hacer de nuevo el milagro de los panes y los peces cubanos…y fue un éxito. Los personeros del Estado cubano y sus intelectuales orgánicos fueron descubriendo, tarde entre sus pares, lo que ya habían aprendido sus opositores y muchos de sus colegas en el mundo: que la sociedad civil puede ser algo más que una “nueva amenaza externa del imperialismo” y convertirse en un adorno decisivo para legitimar regímenes estatales del tipo que fueran, incluido el que impera en Cuba.
Luego del amplio movimiento intelectual que se generó en Cuba a lo largo de los años 90 e inicios de los 2000, se puede considerar que la sociedad civil en Cuba, como en muchos de los lugares donde ha triunfado, no ha sido otra cosa que un nombre elegante para describir el proceso de reproducción exponencial del propio Estado que,como un cáncer imparable en un cuerpo enfermo, sin resistencias significativas, asume la apariencia de la propia sociedad, falsificándola a su imagen y semejanza, a través de criaturas que, de manera voluntaria y hasta pasional, internalizan la lógicadel régimen establecido como su única realidad posible. La existencia y promoción de la llamada sociedad civil es un somnífero con patente internacional de amplia circulación, que ahora es redescubierto por la nueva clase burguesa cubana para presentarse en sociedad frente a sus potenciales socios yanquis.
Con la sociedad civil como escudo, los gobernantes cubanos se lanzan ahora, ya sin la presencia disciplinaria del jefe de los comandantes, a embellecer y naturalizar los privilegios revolucionarios de su “sociedad política”, que incluye: sus ganancias millonarias a costa de los médicos más sacrificados del mundo, sus casas en los exclusivos barrios Country Club y Siboney, sus piscinas, sus yates, sus giras y vacaciones de verano, sus propiedades en el extranjero, sus cuerpos de seguridad privada o su seguridad del Estado, sus intelectuales orgánicos que teorizan sobre la bondad de sus estilos de vida frente a la “sociedad civil”, que no es otra cosa que este pueblo civilizado y manso que a cada mañana le dan de leer en el periódico Granma, tonadas líricas estatales como la del 6 de abril del año en curso que dice que “[en Cuba] tanto la sociedad política como la sociedad civil se unen en el tránsito a una sociedad más justa y mejor para todos”, suscrito por la pluma de la señora Thalía Fung, doctora insigne en 'Ciencias Políticas del Sur'. No tenemos una idea detallada del asunto en otros lugares, pero en la Cuba que estamos sufriendo hoy, el logro gubernamental de una “sociedad civil socialista” es un nuevo y formidable espacio ganado para el oportunismo de salón y de calle, el arribismo, el travestismo de ideas y el turismo de eventos subvencionados por los trabajadores cubanos. Un exitoso avance en la recolonización estatal sobre la sociedad cubana, después de su estrepitoso retroceso en los años 90.
II.
Sin mucho ingenio retórico, las personas que hicieron visible a la sociedad civil socialista cubana en Panamá, podrían decir con sano orgullo que ellos son la encarnación de ese hombre nuevo que de manera aproximativa intentó definir el Ché Guevara allá por 1965. Lo que la vida nos muestra es que el verdadero hombre nuevo, es el hombre de Estado (o la mujer; el feminismo poco aporta aquí), aquel que habla por él y lo representa por voluntad propia, desde su propia autonomía reconocida por el poder, conquistada a golpe de valentía y sublimes sacrificios (no debemos subestimar el altruismo sincero hacia los superiores que puede generar la servidumbre internalizada y voluntaria).
Y ese es uno de los aspectos más nocivos que tiene, en Cuba al menos, la sociedad civil como artificio de producción de gobernabilidad: que su organización y existencia convida y concita a desplegar generosas, fraternales y espontáneas energías en las personas y las comunidades, que nacen condenadas a la muerte por auto-regimentación, autocensura y otras dobleces innombrables, para obtener el tóxico reconocimiento amistoso del Estado. Ahí está contenida buena parte de la tragedia del último impulso comunizador que vivimos en la sociedad cubana en los años 90 y que hoy yace prácticamente muerto por suicidio colectivo.
Es que la “amistad del gobernante” hacia sus súbditos, además de ser hoy una abstracción, es sobre todo, y como siempre ha sido, un contrasentido, porque al estar por encima de todos y no tener iguales, el gobernante se sitúa más allá de los límites de la amistad, que sólo nace en el suelo firme de la más perfecta igualdad. Y esto no es nada original, es una cita textual de un librito escrito en francés antiguo alrededor de 1576 cuyo título: El discurso de la servidumbre voluntaria, le confirió dignidad y respeto a su autor en el mundillo de los indomesticablesde esa época y de hoy: Etienne de la Boétie.
III.
Volviendo a nuestro tiempo y espacio; desafortunadamente desde los 90 hacia acá en Cuba, como en otros lugares,el Estado ha aprendido más que la sociedad a garantizar su sobrevivencia y en eso hoy está avanzando a pasos firmes. Hoy el Estado cubano socialista, antimperialista, revolucionario, martiano y etc… es el protagonista estratégico de una transición indolora al capitalismo “normal” y a la incorporación de Cuba a la lista de países disponibles para ser plenamente saqueables por el gran capital multinacional, a cambio de garantizar la sobre-existencia de ese Estado revolucionario-garante.
La derecha anticastrista cubana, que ha protagonizado un espectáculo mediático global junto a la sociedad civil socialista cubana en Panamá, no ha querido ver el nuevo y amigable rol que para ellos está jugando el Estado cubano. Y no lo ha querido ver porque a esa derecha anticastrista no le interesa en esencia el éxito del capitalismo en Cuba (la economía es otra esclava lujuriosa del Estado), les interesa ser enemigos íntimos y visibles de los actuales gobernantes cubanos para, en la más mínima oportunidad, liquidarlos por la espalda o, mejor aún, crear una sociedad anónima de ladrones, como hacen los buenos e inteligentes amigos del Estado.
Y eso explica, en nuestra consideración, la infeliz y peligrosa coincidencia entre los gobernantes cubanos y sus opositores anticastristas, en torno a la importancia que ambos le conceden a desarrollar una sociedad civil en Cuba. Es que, tanto la oposición,como el gobierno de Raúl Castro ya saben que el desarrollo de una sociedad civil en Cuba es una herramienta para administrar, domesticar y neutralizar los impulsos anti-estatales, anti-capitalistas y anti-autoritarios, que pueden generarse en la transiciónde Cuba hacia un país “normal”. La sociedad civil es tan útil para la élite política-militar que impera en Cuba hoy, como para los flamantes gobernantes de la Cuba posible que pronto nos deslumbrarán con su tóxica elegancia y buenas maneras.
III.
Derivado de lo anterior, la oposición y los gobernantes cubanos también coinciden en hacer tabula rasa sobre la historia de la sociedad civil en Cuba, como si cada una de las partes estuviera dándole vida a algo inédito en la Isla, enterrando en la fosa de la amnesia colectiva, que tan bien administran nuestros gobernantes, el rico material de experiencias y saberes que emanan de la larga existencia, heroica pero trágica, de la sociedad civil en Cuba, al menos desde la abolición de la esclavitud hasta hoy.
Sociedad civil fue el intenso y centenario movimiento asociativo que crearon los traídos y descendientes de África en Cuba pero, salvo honrosas excepciones, no estuvieron entre los protagonistas de las luchas contra las tiranías y el coloniaje cultural en Cuba republicana y de sus filas salieron notables candidatos a opresores que, afortunadamente, quedaron en el intento. El Partido Revolucionario Cubano, coalición diversa y horizontal de pueblo fervoroso, que se convirtió en columna decisiva para derribar al régimen colonial español en el Caribe y un ejemplo de organización transparente, fue sociedad civil, pero no supo evitar la deriva militarista de la revolución social, las maquinaciones del Delegado Tomás Estrada Palma que disolvieron el PRC, ni la degradación caudillista-proimperialista de la república de 1902.
Sociedad civil fue la amplia y fulminante huelga general por tiempo indefinido promovida por el movimiento obrero que derribó, sin autoridades superiores, a la tiranía de Machado y el nefasto monopolio de los caudillos mambises sobre Cuba, pero no logró impedir el ascenso de la triste Central de Trabajadores de Cuba (CTC), que durante casi 80 años ha logrado ser el vehículo oficial de casi todos los impulsos contrarrevolucionarios de la clase obrera cubana, manteniéndola como pieza de caza inerme a todos los opresores que han asolado a Cuba desde 1939 hasta hoy.
El movimiento cívico asociativo de los años 50 en Cuba, que se hizo cargo de todos los asuntos cotidianos que el Estado corrupto y sanguinario de aquella época no consideraba importantes, que contribuyó de manera decisiva a la amnistía que obtuvieron los asaltantes al Moncada, que le dieron soporte logístico determinante a la lucha clandestina en las ciudades y en las montañas, fue también sociedad civil, pero no impidió el ascenso en 1959 de un nuevo estatismo inusitadamente justiciero, pero crecientemente autocrático, que derivó en cosas como las temidas Unidades Militares de Apoyo a la Producción (UMAP), las actas finales del Congreso de Educación y Cultura de 1971 o al éxodo masivo por el Mariel, no de burgueses, ni de aristócratas, sino de pueblo llano abatido por la nueva regimentación cotidiana.
El despliegue de creatividad, solidaridad y capacidad de adaptación a uno de los picos del petróleo más drásticos que se conocen, fue obra también de la sociedad civil cubana, no sólo del Estado, que se vio obligado a pasar de un «Plan Único de Desarrollo Económico» según la Constitución de 1976, a “Un plan que garantice el desarrollo programado del país», con la Constitución de 1992, frente a la evaporación material del Estado, y a los espacios de autonomías y autogestión que desarrolló la sociedad cubana. Pero ello no impidió que en menos de 15 años se recuperaran, con un acrítico entusiasmo popular, muchos de los impulsosdesarrollistasdel viejo estatismo centralizador, el mismo que condujo al colapso social de 1991-1997.
Todo lo anterior ha sido condenado al olvido por los gobernantes cubanos, por la oposición anticastrista y también la propia sociedad cubana. Al gobierno le interesa este olvido para mantener a la sociedaden un grado de incapacidad óptima, para seguir gobernándola, sin el estorbo de una memoria crítica que alumbre futuros. A la oposición anticastrista le interesa el borrón y cuenta nueva sobre esa incapacidad sostenida de la sociedad civil en Cuba, porque le permite pasar por novedad lo que ha sido limitación crónica de la sociedad cubana. En otras palabras, la promoción de la sociedad civil en Cuba por los gobernantes cubanos y sus opositores, es la suma cero de los opresores, que tienen necesidades de gobernabilidad comunes: mantener impotente y alucinada a la sociedad cubana con palabras vacías que garanticen esa impotencia.
IV.
Nunca más vi a aquel funcionario gubernamental que en 1995 nos dijo que los revolucionarios cubanos debíamos impedir que “la sociedad civil entre a Cuba”. Probablemente encontrarlo y rememorarle esta anécdota le causaría vergüenza. A mí, recordar hoy aquellas palabras me incita apensar en la necesidad inaplazable de una postura anti-autoritaria coherente frente a estos asuntos.
Si es cierto que unas buenas preguntas ya anuncian unas buenas respuestas, entonces yo me pregunto ¿Cómo podremos organizarnos para impedir que el ordeno y mando, el chantaje emocional con la salud y la instrucción en manos del Estado (para nosotros sin nosotros), la autocensura, la disciplina hipócrita, la insolidaridad popular, la admiración miserable al que estafa para que no nos estafe, el consumismo imparable y la indolencia colectiva, sean los factores que den estabilidad a esta sociedad? ¿Qué disponemos para ello? ¿Qué podremos hacer para que los nuevos políticos, arcángeles de la democracia que ya se anuncian, de derecha e izquierda, especialistas en ilusorios rescates masivos, no usen la carnada de la sociedad civil para entronizar sus pluripartidismos y sus constituciones democráticas,ya incinerados por el horno hirviente de esta república azucarera, que en 100 años ha probado todos los tipos de libertades concedidas?
Estas son algunas de las preguntas que los promotores de la sociedad civil en Cuba no quisieran que respondamos, tal vez ni siquiera que nos las preguntemos…Por eso, frente a las disputas por la sociedad civil en Cuba, deberíamos mantener la misma actitud del zorro frente a la invitación del león enfermo para que lo visite en su cueva, relato del célebre Jean de la Fontaine, a lo que el zorro respondió: “Vendría de buena gana a verte a tu madriguera, pero veo muchas huellas de animales que entran y ningunas que salgan…”
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