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jueves, 14 de mayo de 2015

La crisis del sindicalismo





Humberto Decarli

Los actos del pasado 1° de Mayo delataron la situación por la cual atraviesa el movimiento sindical venezolano. En la ciudad de Caracas hubo dos manifestaciones, una del oficialismo y otra de la oposición. La chavomadurista fue complaciente con el principal patrono nacional, el Estado. La otra fue una muestra de la campaña electoral parlamentaria de la M.U.D. y sectores aledaños.

Se puede sintetizar esas proyecciones en direcciones ajenas a los cometidos del movimiento de los trabajadores. En un caso, la genuflexión ante el patrono estatal; en el otro, la colocación del sindicato al servicio de campañas electorales, perdiendo en ambos casos su condición existencial y expresando una postura desviada dentro del cuadro dirigencial del país.

Antecedentes

La huelga petrolera de 1936 fue el hito que marcó el nacimiento de las luchas obreras organizadas en Venezuela. Ese paro tuvo una significación extraordinaria porque fue un aldabonazo para anunciar al país que los trabajadores eran unos interlocutores en la relación laboral y además, era una reclamación de reivindicaciones económicas y sociales contra las transnacionales energéticas.

Con el advenimiento de la democracia representativa luego de la caída de la dictadura perezjimenista, el sindicalismo fue convertido en un comodín del proyecto puntofijista. Rómulo Betancourt y sus compañeros de coalición, Rafael Caldera y Jóvito Villalba, diseñaron un conjunto de factores para gobernar diluyendo en una pentarquía tales responsabilidades.

El segmento militar residía en las fuerzas armadas; el religioso en el alto clero católico a través de su jerarquía; el empresarial en la entidad que los agrupaba, Fedecámaras; el político en los partidos, A.D., Copei, U.R.D., M.E.P., M.A.S., F.N.D., F.D.P. y otros menores; y el sindical en manos de la C.T.V.

La C.T.V. era un apéndice del buró sindical de A.D., y su función esencialmente era la de contener, ora mediante reformas fundamentalmente económicas, ora por la vía de la presión de los cabilleros. Con el tiempo se amplió concediéndoles prebendas al M.E.P. y a Copei, para completar la acomodación del movimiento obrero a la orden del gobierno.

La izquierda competía con el reformismo antes mencionado y se atrevió, en medio de la aventura militarista de la insurrección guerrillera, a intentar fraccionar a la C.T.V. y creó la C.U.T.V., devenida a menos a la postre. Hubo otros sectores como los socialcristianos creadores de otra confederación, CODESA y una menor, la C.G.T.

Betancourt tenía claro el rol asignado al sindicalismo e incluso crearon ulteriormente un banco, supuestamente para financiar huelgas y otros fines de los trabajadores, pero terminó en la crisis conocida por todos donde solo Eleazar Pinto enjugó las culpas de este sanedrín. Además, el sucesor del guatireño, Raúl Leoni, fue designado gracias a la fuerza interna sindical en el acciondemocratismo.

Con el tiempo, se organizó una verdadera claque en torno a la C.T.V. y se vieron dirigentes obreros con un nivel de vida muy por encima de sus representados, producto de ventas de contratos colectivos y de otras martingalas propias de esta actividad. Era un estadio ajeno a los obreros insurgiendo como una nomenclatura dentro del establecimiento.

De todas maneras es importante acotar que hubo gente honesta dentro del sindicalismo como fue el caso de Bernardo Pérez Salinas, cuya probidad era apodíctica a todas luces. Vivía en el oeste de la ciudad, en la Pastora para ser más específico, aunque tuvo ciertos ingresos como director del I.N.C.E., lo cual probaba que un sueldo elevado no era suficiente para residir en urbanizaciones elegantes del este de Caracas. Domingo Alberto Rangel aseveraba en general, que los dirigentes adecos residían en el oeste cuando la dictadura y una vez entronizados en el poder se desplazaban mostrando sin rubor alguno el nuevo estatus de dudoso soporte ético.

Ha ocurrido salidas emanadas del Estado para adelantarse al quiebre de conflictos sociales como por ejemplo la ley contra despidos injustificados en la época de la gran Venezuela de C.A. Pérez. Es triste aceptarlo pero no fue consecuencia de un activismo social.

El impacto de SUTISS

A finales de los años setenta del pasado siglo un movimiento heterodoxo, los Matanceros, gana las elecciones del sindicato de Sidor. Conformaban un grupo activador del movimiento popular conforme el proyecto diseñado por Alfredo Maneiro para emanar de las bases la elaboración de una nueva forma de organización. De allí salió un activismo desconocido por la desvencijada izquierda venezolana.

La discusión de la convención colectiva con el patrono público fue fluida en las cláusulas socio-económicas pero se detuvo en las de seguridad industrial como lo materializaba el sindicalismo más avanzado. Además, el estilo era diferente, no se reunían en bares, discotecas o restaurantes sino en la sede de la empresa, del sindicato o los organismos administrativos laborales y las costas del contrato se fijaban en su contenido. Hubo un escándalo cuando los directivos de Fetrametal, José Mollegas y Andrés Mercau, presidente y secretario general, en este orden, reclamaron el pago de un millón de Bolívares a cada uno por ser una praxis normal dentro de unas relaciones obrero-patronales enturbiadas por procesos anómalos.

La concepción obrera del chavismo

El sustento ideológico del proyecto chavista es esencialmente nacionalista como lo fue el peronismo y los carapintadas en Argentina, el nasserismo en el mundo árabe de los sesenta, Velasco Alvarado en Perú e incluso Mobutu Sese Seko, quien en arrebatos de amor a la patria le cambió los nombres europeos a las ciudades del Congo: la capital de Katanga, Elizabethville, se volvió Lumumbashi, la de Kivu, Stanleyville, tuvo nuevo nombre,  Kisangani, y la del país, Leopoldville ahora es Kinshasha, aunque fue un personero de las transnacionales y de los intereses occidentales, amén de ser un dictador implacable.

El líder de Sabaneta tomó como referencia al inicio a un pensador neofascista, Norberto Ceresole, quien asumió el esquema de poder con base en el líder, el ejército y al pueblo. Posteriormente habló de la Tercera Vía de Anthony Giddens para terminar en el castrismo, apto para mantenerse eternamente en el gobierno con auxilio de un proyecto militarista y autoritario.

El esquema de mando del militarismo venezolano se fundamenta por supuesto, en la fuerza armada en ejercicio de la unión cívico-militar; en el culto de la personalidad de un líder ya fallecido ahora bien ausente porque sus sucesores no tienen el carisma necesario; y a la gente entendida como una masa amorfa que se enajena por una bolsa de comida. Reproduce lo peor de las formaciones que derrocaron a Medina Angarita: el populismo adeco y los uniformados reaccionarios.

Por tales razones no creen en ningún movimiento obrero y lo neutralizan para no firmar la mayoría de los contratos colectivos y en los pocos suscritos con escasos avances incluso desde el punto de vista socio-económico. De una tentativa fallida de unir al movimiento obrero, cuando Carlos Ortega derrotó en elección directa y secreta al candidato oficialista Aristóbulo Istúriz, luego se orientaron hacia la atomización y la inhibición del sindicalismo.

En este orden de ideas, crearon una central bolivariana con la finalidad de tranquilizar las protestas, muy pocas en una época debido a la bonanza económica, y ordenar la vinculación con los trabajadores en el marco de un Estado socialista. La lógica es que si es socialista el aparato de dominación no debería haber reclamos porque están representados en la autoridad gobernante.

De todas formas, gente con mentalidad diferente se ha distanciado de las políticas oficiales como por ejemplo la Unión Nacional de Trabajadores, dirigida por Marcela Máspero; la corriente C-Cura encabezada por Orlando Chirinos; Froilán Barrios y su movimiento laboral, sobre los cuales hablaré más adelante.

Referencias internacionales del sindicalismo

Más allá de los actos considerados como hitos del movimiento obrero como los acontecimientos del primero de mayo de 1886 dirigido por anarquistas (Fischer, Spies, Engel y Parsons)  cuyo objetivo era la jornada laboral de ocho horas o valorar a marzo de 1871 como la fecha esencial de la clase trabajadora porque, de acuerdo al esquema marxista, lucharon por ejercer el poder y lo retuvieron por dos meses, el mundo ha avanzado hacia direcciones distintas a lo sucedido en Estados Unidos y el viejo continente.

El sindicalismo europeo fue muy combativo y se opuso, al menos los sectores más radicales, a la desgracia de la primera guerra cuando al finalizarla cundió la desesperanza y el absurdo. Los cuadros obreros del espartaquismo se alzaron en Alemania por la vía propia de crear otro país socialista pero fueron masacrados por el ejército de ese país obedeciendo las órdenes del Kaiser y la socialdemocracia en el gobierno. El sindicalismo consejista tomó consciencia de la desviación ocurrida en la Unión Soviética cuando los soviets dieron paso al partido y a los militares para crear un Estado totalitario. Antoine Panekoek en Holanda,  Karl Korch y Otto Ruhle en Alemania y Paul Mattick en Estados Unidos, encabezaron una rebelión frente a las tesis marxistas leninistas al reivindicar a los consejos obreros como entidades básicas de una nueva sociedad.

La gran conflagración era un exterminio implacable de primera generación donde las trincheras fueron la punta del iceberg de la guerra de posiciones y los hombres y mujeres pusieron los muertos mientras los grupos dominantes en Alemania, Prusia, el imperio austro-húngaro, el Reino Unido, Francia y Estados Unidos, se enfrentaban por el dominio de los mercados. Una de las mayores reflexiones de esta confrontación las reúne el director Stanley Kubrick en la película Senderos de Gloria o Patrulla infernal, donde analiza la locura de esta conflagración y el reaccionario concepto de patria.

El grave error de Versalles, muy gravoso para Alemania, así como el desastre económico de la República de Weimar, fueron el caldo de cultivo para el nacimiento del nacionalsocialismo encabezado por Adolfo Hitler, quien empleó criterios keynesianos para expandir la economía mediante la guerra. El resultado final fue una derrota de los nazis pero las élites triunfadoras aprendieron con esa experiencia.

Crearon organismos multilaterales para equilibrar los índices macroeconómicos en caso de variaciones imprevistas y no repetir las aberraciones del pasado; e inauguraron en Europa el welfare state o estado del bienestar, donde se le dio a la clase obrera seguridad social y participación en la producción de bienes y servicios. El Plan Marshall para la recuperación del viejo continente fue pagado por la gente y se logró en múltiples planos, comenzando con el país derrotado, Alemania.

Consecuencia de esta nueva coyuntura se formó un poderoso movimiento sindical en Francia, España, Italia, Alemania y el Reino Unido. En general oscilaron entre la socialdemocracia y el socialismo marxista, dejando atrás la experiencia anarcosindicalista española liquidada con la derrota republicana en 1939.

Así las cosas, vale la pena resaltar los casos de dos grandes sindicalistas en la época de los sesenta y setenta del siglo veinte. Lula Da Silva en Brasil y Lech Walesa en Polonia. Este último fue un verdadero ícono de los obreros de un país ocupado por la Unión Soviética que desencadenó una dictadura militar dirigida por el general Jaruselski, a la que enfrentaron los obreros de Danzig, liderizados por quien era un obrero de los astilleros de esa ciudad del mar Báltico.

En el caso brasileño vimos cómo un obrero se electoralizó, fue candidato derrotado dos veces por Henrique Cardoso y la socialdemocracia para convertirse después en parte del sistema con todas sus vicios como el clientelismo y la corrupción.

Además, apreciamos cómo Margaret Thatcher derrotó a las poderosas trade unions apelando a elementos de la realidad. Primero, el gran desprestigio y la deslegitimación de los sindicalistas; y segundo, por el fantasma del desempleo generado por la exclusión social. Karl Marx habló de los desempleados como un ejército de reserva con posibilidad de reincorporarse al aparato productivo pero con el capitalismo contemporáneo se produce la expulsión de las personas del acceso a los bienes y servicios en forma permanente sin posibilidad de regreso.

La escuela de Frankfurt y la clase obrera

Uno de los dogmas de fe del marxismo leninismo fue la ubicación de la clase obrera como el sujeto de la transformación social. El esquema del pensador de Tréveris se basaba en una concepción ideológica donde los trabajadores debían asumir el poder político para desde allí edificar la nueva sociedad. Los obreros eran dialécticamente los antónimos de los dominadores, la burguesía.

En función del cartabón del materialismo histórico, el desbordamiento de las fuerzas productivas arropaba al modo de producir y a fortiori, se debía crear unas nuevas relaciones de producción donde la igualdad y no la explotación, reinaran. Además, de acuerdo al esquema de una de las leyes del materialismo dialéctico aplicable a la naturaleza, era el de la unidad y lucha de contrarios. A Marx le gustaba que le dijeran el Darwin de las ciencias sociales.

No obstante, un grupo de investigadores de la universidad de Franckfurt del Meno comenzó a analizar al marxismo a la luz del psicoanálisis y el inconsciente, ampliando el radio de acción del mismo. Logró una amplitud capaz de trascender el criterio economicista en el cual se había encerrado. Herbert Marcuse, Erich Fromm, Walter Benjamin, Teodoro Adorno, Wilhem Reich y Jurgen Habermas, formaron la vanguardia de esta escuela de ciencias sociales, perseguida y expulsada de Alemania por el nazismo.

Respecto a la clase revolucionaria asignada al proletariado, ese principio aparentemente inmutable fue reanalizado por la Escuela de Franckfurt y alcanzó conclusiones distintas. En efecto, estimaron que la clase obrera estaba integrada al sistema capitalista porque formaba parte de él y no tenía ninguna condición revolucionaria. Esta herejía fue muy criticada por el marxismo oficial y tradicional y se les consideró como ideas pequeñoburguesas.

La clase obrera no es sujeto de transformación

Ulteriormente los enfoques del posestructuralismo francés fueron diáfanos en valorar la inexistencia de una clase, la obrera, como sujeto histórico de una transformación social. El mismo Foucault pensaba que el único sujeto válido era el de la dominación, el Estado. La siombiosis entre estas investigaciones y el anarquismo clásico han sembrado la actualización del ideal ácrata, a decir del ideólogo español Tomás Ibáñez y conforma el postanarquismo, al margen del denominado neoanarquismo entendido como los movimientos practicantes de la libertad sin identificarse como libertarios.

Pensadores marxistas abiertos, como John Halloway, piensan en el concepto de clase no en el sentido sociológico, vale decir, la estimación de un estadio común de personas con la misma capacidad de producción y consumo. Aprecia al concepto de clase como dialéctico, como dispositivo insurgente o revolucionario porque la finalidad de una metamorfosis distinta reside en eliminar la pobreza y las diferencias de clase y no ratificarlas. Dicho de otra manera, entender la idea de clase obrera en el sentido sociológico es inerte y permite que las experiencias del socialismo autoritario hayan logrado la igualdad por abajo o concluir en la pobreza para todos.

A todo evento es interesante insistir en la necesidad de un cambio de óptica de la sociedad. No necesariamente deben precisarse sujetos protagonistas de cambio, pueden ser muchos por las múltiples anomalías existentes que no pueden circunscribirse a la contradicción maniquea burgués-proletario con el cual el recetario marxista simplificó la discusión.

Estamos en el siglo veintiuno y fuera de Europa. Es posible que el eurocentrismo decimonónico se orientara hacia la lucha de clases como opción de transformación pero el mundo ahora es distinto y de una mayor complejidad.

En este mismo orden de ideas podernos señalar enunciativamente sectores o temas trascendentes para una metamorfosis social. Primero, la igualdad de género es una pieza fundamental en el universo actual. La mujer debe ocupar un espacio en el mismo nivel del hombre pero no para reproducir el patriarcado sino para optar por una vía libertaria.

Segundo, la preservación del planeta es esencial para lo más elemental, la subsistencia. Se puede ser ecologista o ambientalista pero lo interesante es tener como norte la ruptura de la concepción dualista platónica donde la fenomenología estaba por debajo del mundo de las ideas, es decir, entre cultura y naturaleza debe haber distancia y el marxismo la reproduce cuando piensa en la dominación del ser humano sobre la naturaleza o lo dicho por Lenin: socialismo es soviet más electricidad. Es el positivismo en pleno esplendor.

Tercero, las opciones sexuales alternativas ocupan un lugar de lucha por la exclusión a la cual han sido sometidas. Los homosexuales, las lesbianas, los transexuales y bisexuales, son minorías martirizadas por la intolerancia al escoger una posibilidad sexual distinta.

Cuarto, la lucha contra toda forma de racismo, bien sea por la fisonomía, exceso de melanina o por cualquier otra manera de considerar inferior a un ser humano por ciertas características. Es un capítulo especial ahora que en los Estados Unidos ha revivido las persecuciones hacia los afroamericanos como lo demuestra los casos de Ferguson, Nueva York y Atlanta. No se ha superado los estigmas propios del sur americano.

Adicionalmente el combate para impedir la xenofobia, el chauvinismo y la persecución de emigrantes, quienes cometen el delito de buscar mejores horizontes económicos, sociales y culturales.

Quinto, la convivencia con los animales no humanos. Quien pretenda una sociedad distinta debe hacer una estimativa en la relación con estos seres que nos acompañan en el planeta. No pueden utilizarse para deportes con la muerte como telos para satisfacción de una clientela sanguinaria (tauromaquia, peleas caninas o de gallos) ni como centros de diversión a costa de su sacrificio.

Sexto, asimismo, la proposición de no matar a los animales no humanos es altamente significativa porque implica no comer sus cadáveres para alimentarnos. El vegetarianismo es una posibilidad de avanzada inscrita en esa dirección.

Séptimo, la pelea por la reducción y eventualmente eliminación de las desigualdades clasistas además de movilizarse por elevar la calidad de vida de los hombres y las mujeres, constituye un núcleo de valía en la activación de alcanzar un mejor modelo civilizatorio.

Crisis de la teoría del valor marxista o el fin del trabajo

Adicionalmente, la teoría del valor en Marx se enfocaba en la sumatoria del capital constante al variable. El primero era el constituido por los medios de producción, esto es, las máquinas, la tierra, la tecnología, la ciencia, los activos tangibles e intangibles constituyentes de la base del proceso productivo. El valor se obtenía al agregar al anterior capital el variable, vale decir, la fuerza de trabajo aportada por el trabajador pagada por el empresario pero gracias a la plusvalía el empleador se apropiaba del resultado del trabajo. Recapitulando, el valor se lograba siempre de acuerdo a la dimensión de la plusvalía.

Ahora bien, la vieja distopía del reemplazo de los humanos por máquinas se está cumpliendo. El desarrollo inusitado de la tecnología en grado exponencial en los últimos tiempos ha influido en la formación del valor de la mercancía no solo devenido de la fuerza de trabajo y la plusvalía. Entonces, las fuerzas productivas no son las únicas generadoras del precio de los bienes y servicios. En la medida de mayor desarrollo tecnológico menor es la necesidad de trabajo humano porque los artilugios se encargan de la producción. La robótica, la microelectrónica, la biotecnología y ciencias, las denominadas industrias del futuro y actividades afines se han incorporado a generar riqueza produciendo la mayor rentabilidad.

El capitalismo mundial sopesó la tendencia de las reformas en la dinámica obrero patronal y para evitar seguir haciendo concesiones decidió efectuar inversiones intensivas en materia tecnológica y ahora tenemos el resultado. Es el pos capitalismo caracterizado por una economía globalizada o mundializada y el manejo del trabajo minimizado cada vez más, desde la perspectiva de la eficacia del capital. La resultante es la exclusión social y la economía informal, espacio al cual acuden los expulsados del paraíso productivo.

Asimismo, mientras más regresivo sea un país y su mano de obra sea esclava no será necesaria la tecnología porque será más barato el pago de esos trabajadores en grado de inopia. Es el caso de China con el factor trabajo subpagado y en condiciones de adversidad porque no existe el derecho a huelga, la sindicalizacion y se viola la labor de las mujeres, ancianos y niños y adolescentes. También en los emiratos del golfo pérsico donde contratan verdaderos esclavos provenientes de Pakistán y la India. Pero constituye un factor de alto riesgo porque se trata de una bomba de tiempo social a explotar en cualquier momento.

Autores como Jeremy Rifkin en su obra El fin del trabajo hace una descripción de estos supuestos y concluye en el peligro de la desaparición del trabajo humano por su reemplazo tecnológico. Es la dirección de la economía contemporánea que da como muestra una producción de más del ciento veinte por ciento de los bienes y servicios requeridos por los seres humanos pero con un incremento de la pobreza hasta alrededor del ochenta por ciento de la humanidad. El sector servicios es el vanguardista desde el ángulo de la globalización y cada vez más se tecnifica y prescinde de los seres humanos.

La clase obrera como tal tiene un destino junto al capitalismo porque el empleo de la tecnología la ha hecho limitar. Pero más allá, vemos cómo las condiciones de trabajo esclavo y mal pagado compiten con los beneficios sociales logrados. Es fácil observar cómo se ha desplazado el capital transnacional para lugares donde los obreros perciben salarios de hambre y viven peor que los trabajadores de la época de la revolución industrial.

Situación actual del sindicalismo en Venezuela

El movimiento obrero en Venezuela atraviesa un cuadro dantesco en los momentos presentes. Exhibe una nítida debilidad frente a los patronos, sobre todo ante el Estado quien emplea directa e indirectamente cuatro millones de personas (dos millones y medio de empleados públicos y millón y medio de los programas asistencialistas de las misiones).

Las antiguas confederaciones han devenido en cascarones vacíos. La otrora poderosa C.T.V., promovida en su momento por el Estado, es una expresión restringida en cuanto a su afiliación. Las demás centrales, la C.U.T.V., Codesa y las dos versiones de la C.G.T., exhiben una ingente parálisis. Los otrora sindicatos poderosos muestran poca actividad.

El sindicalismo oficialista asume el rol correspondiente a quienes creen tener en frente un Estado socialista. Simplemente son correas de transmisión de las políticas clientelares del aparato de dominación. Concurren a las marchas convocadas desde el gobierno y participan en los operativos públicos. Cumplen el papel de contenedores de las inquietudes populares y ni siquiera tienen vigor para exigir la discusión de convenciones colectivas y las pocas suscritas son patronales y reformistas.

Al margen de los anteriores existen fuerzas sindicales ajenas a esas opciones. Me refiero a la Unión Nacional de Trabajadores (U.N.T.), C-Cura (Corriente Clasista Unitaria Revolucionaria y Autónoma), MOSBASE (Movimiento de Sindicatos de Base) y El Frente Autónomo en Defensa del Empleo, el Salario y el Sindicato (Fadess).

UNT y CCura vienen de las confederaciones bolivarianas y rompieron con el chavismo asumiendo una actitud autónoma y clasista ante el desastre del Estado venezolano que en su trastabillar pretende endosar a los trabajadores el peso del sacrificio de la crisis. El MOSBASE está integrado por sindicalistas de la Causa R y el FADESS por diferentes sectores con posiciones no complacientes frente al oficialismo.

En general, presentan un paisaje de dispersión, atomización y la colocación de intereses grupales por encima de una unidad apta para dar una respuesta contundente al Estado ante la grave situación económica y social. Esa es una de las razones por las cuales no hay una conflictividad social cónsona con las circunstancias.

Motivos de la precariedad sindical

Estimo que la razón fundamental para la inercia del sindicalismo se inscribe en la decadencia de un valor del iluminismo y la ilustración, la representatividad. Fue la conquista institucional empleada a la sazón para resolver el problema del absolutismo y justifica la imposibilidad de consulta permanente al pueblo para la toma de decisiones, dejándoselas a sus mandatarios.

Es una muestra dada en todas las instancias representativas, en los partidos políticos, los gremios profesionales, las alcaldías, el alto gobierno, el parlamento y paremos de contar. Este principio angular de la democracia formal se encuentra literalmente agotado. Figuras como el defenestrado Silvio Berlusconi en Italia con sus exhibicionismo con trabajadoras sexuales; el anterior presidente galo Nicolás Sarkosy y su matrimonio con una top model, Carla Bruni; el hombre de televisión en Italia, Bepe Grillo, son muestras de que la sociedad del espectáculo es una senda para reemplazar a una representación tan desprestigiada.

No obstante, su reemplazo tampoco es con figuras encubiertas de tutelaje como la democracia participativa y protagónica establecida en la constitución venezolana. Esta institución no es otra cosa que la manipulación del poder por una enorme centralización porque desde Miraflores se pretende decidir sobre el más remoto consejo comunal debido a la potestad financiera de la presidencia, quien de esa forma puede direccionar sus políticas.

No debemos olvidar que al final el problema de la pobreza y del hambre, más que un problema económico, es un aspecto ético como lo ha sostenido el premio Nobel en Economía, Amartya Sen. Haciendo abstracción de tener aristas políticas, económicas, sociales o culturales, se impone la valoración de aspirar a un mundo mejor y concebir el desarrollo como libertad.


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