Rafael Herrera (periódico CNT)
Desde que el pasado 25 de enero la coalición izquierdista SYRIZA ganara las elecciones en Grecia, los medios de comunicación no han dejado de referirse a los escarceos y regateos que a nivel europeo procuran un relativo respiro para el país, sin dejar desde luego muy claro a qué coste acabarán “cediendo”, si es que lo hacen, los mercaderes de la UE.
Todo un circo mediático con políticos estrella que aparecen día sí día no en los telediarios, alimentando una polémica que en nada varía la esencia de las relaciones de vasallaje impuestas por el mercado de las oligarquías europeas. Hasta aquí, nada nuevo.
Pero poco se oye hablar de los numerosos frentes sociales que siguen abiertos en Grecia, en los que el partido gobernante se implicaba más o menos activamente hasta ganar las elecciones, y con los que ahora le toca lidiar desde el otro lado. Son luchas en las que el potente movimiento anarquista griego ha tenido siempre una participación considerable, que sigue manteniendo, como siempre, frente al poder.
Contra las minas de oro en la Calcídica
Un ejemplo relevante son las luchas de la población local contra la explotación de las minas de oro de Skouries, en la península griega de la Calcídica. Durante bastante tiempo, el partido ahora gobernante se ha declarado al lado de la población y ha manifestado su oposición a las extracciones repetidas veces, participando en las movilizaciones; al menos oficialmente, aunque activistas participantes en ellas nos informan de que las aportaciones de SYRIZA a las luchas dejaban bastante que desear en comparación a su potencial, y de que estas eran sostenidas en la calle y los montes de la Calcídica sobre todo por el elemento libertario y antiautoritario.
Una vez en el gobierno, distintos ministros y representantes gubernamentales declaran su intención de acabar con el proyecto; el propio ministro de trabajo, Panos Sourletis, ha declarado que «la inversión en Skouries perjudica tanto el medio ambiente como la economía local». Pero el fárrago de leyes, disposiciones y decretos en cuestiones parciales va haciendo lento el proceso. Las obras de construcción de una nueva planta de tratamiento siguen adelante sin ninguna oposición oficial. Pero sí con la oposición de los movimientos sociales, que en ningún momento se han tragado las promesas gubernamentales. Mientras las autoridades deciden o no qué se va a hacer en Skouries, la acción directa ha continuado manifestándose en plena montaña e intentando parar de facto las obras.
En este contexto, la empresa ha recurrido a las viejas mañas de la patronal: como ahora el gobierno es “progresista”, la defensa de sus intereses la hace “a favor de los trabajadores”. De este modo, en las últimas concentraciones de los colectivos ecologistas y anticapitalistas aparecían «contramanifestaciones» protagonizadas, supuestamente, por trabajadores que venían a defender sus puestos de trabajo. De manera claramente orquestada, estos «obreros» insultaban y lanzaban piedras a los activistas, procurando crear escenas de pánico que, convenientemente manipuladas en la televisión, ofrecían una imagen de guerra entre honrados trabajadores que defienden sus puestos de trabajo y el pan de sus familias, frente a desaprensivos y violentos manifestantes opuestos a todo progreso.
La periodista Nelly Psarrou ha investigado qué se esconde tras esos enfrentamientos, y sus conclusiones son muy ilustrativas: hablando con trabajadores de la empresa ha obtenido dos versiones enfrentadas. La oficial, que procede de los representantes de los trabajadores en la empresa (que representan, según nos informa la propia periodista, a unos 650 de ellos), insiste en que simplemente quieren defender sus puestos de trabajo, y que nada tienen que ver con la directiva de la empresa. Sin embargo, otros trabajadores a los que entrevistó de forma anónima le revelaron las presiones de la empresa para que participaran en las “contramanifestaciones” y trajeran con ellos a sus familias, llegando incluso a poner a disposición de estas autobuses.
A pesar de la propaganda oficial y la permanente criminalización de las protestas sociales, que estos días se han acentuado contra quienes resisten en la Calcídica, colectivos y movimientos sociales siguen impulsando la lucha, poniendo de manifiesto que no van a estar de brazos cruzados mientras el gobierno se decide a actuar o no.
Lucha anticarcelaria
Más grave, si cabe, es la situación de las cárceles. Tras un largo tira y afloja, el gobierno ha acabado con las cárceles de alta seguridad, que imponían a los presos políticos condiciones absolutamente inhumanas. Pero muchos presos anarquistas han mantenido una dura huelga de hambre, y durante el último mes se han repetido numerosos actos de protesta y ocupaciones, llegando a la misma entrada del Parlamento, con el consiguiente revuelo mediático; asimismo, el rectorado de la Universidad de Atenas ha estado 17 días ocupado en medio de un fuerte cerco policial, hasta ser desalojado mediante una violenta intervención de la policía. Aún siguen encerradas, sin que se les imputen cargos concretos, la compañera y la madre de otro preso anarquista, y por ello la presión de la acción directa sigue siendo importante.
Es evidente que toda esta agitación está consiguiendo sus frutos, y los anarquistas griegos no están escamoteando esfuerzos en favor de los presos.
Nunca en domingo
La liberalización del horario comercial impulsada por el gobierno anterior ha sido duramente criticada por sindicatos y colectivos, y ahora el ministro de Trabajo, P. Sourletis, declara que “están trabajando en la línea” de asegurar el descanso dominical, pero en sus mismas declaraciones empleaba el habitual tono ambiguo del moderno liberalismo: «Debemos por una parte preservar el buen funcionamiento del mercado en términos de competencia igualitaria entre pequeñas y grandes empresas, pero al mismo tiempo debemos asegurar a los trabajadores sus derechos laborales elementales y el concepto del tiempo libre...»
Así que la presión continúa, mantenida sobre todo por colectivos libertarios y antiautoritarios que cada domingo colapsan la calle Ermou de Atenas, centro comercial de la capital, informando a los pocos clientes que pretendían ir a los establecimientos abiertos y animando a estos al cierre.
En estos y otros frentes, la movilización no ha decaído, sino que más bien se intensifica aumentando la presión en busca de un cambio social positivo.
[Tomado del periódico CNT # 419, Donostia, mayo 2015. Edición completa accesible en http://cnt.es/sites/default/files/cnt%20419%20mayo_opti.pdf.]
Desde que el pasado 25 de enero la coalición izquierdista SYRIZA ganara las elecciones en Grecia, los medios de comunicación no han dejado de referirse a los escarceos y regateos que a nivel europeo procuran un relativo respiro para el país, sin dejar desde luego muy claro a qué coste acabarán “cediendo”, si es que lo hacen, los mercaderes de la UE.
Todo un circo mediático con políticos estrella que aparecen día sí día no en los telediarios, alimentando una polémica que en nada varía la esencia de las relaciones de vasallaje impuestas por el mercado de las oligarquías europeas. Hasta aquí, nada nuevo.
Pero poco se oye hablar de los numerosos frentes sociales que siguen abiertos en Grecia, en los que el partido gobernante se implicaba más o menos activamente hasta ganar las elecciones, y con los que ahora le toca lidiar desde el otro lado. Son luchas en las que el potente movimiento anarquista griego ha tenido siempre una participación considerable, que sigue manteniendo, como siempre, frente al poder.
Contra las minas de oro en la Calcídica
Un ejemplo relevante son las luchas de la población local contra la explotación de las minas de oro de Skouries, en la península griega de la Calcídica. Durante bastante tiempo, el partido ahora gobernante se ha declarado al lado de la población y ha manifestado su oposición a las extracciones repetidas veces, participando en las movilizaciones; al menos oficialmente, aunque activistas participantes en ellas nos informan de que las aportaciones de SYRIZA a las luchas dejaban bastante que desear en comparación a su potencial, y de que estas eran sostenidas en la calle y los montes de la Calcídica sobre todo por el elemento libertario y antiautoritario.
Una vez en el gobierno, distintos ministros y representantes gubernamentales declaran su intención de acabar con el proyecto; el propio ministro de trabajo, Panos Sourletis, ha declarado que «la inversión en Skouries perjudica tanto el medio ambiente como la economía local». Pero el fárrago de leyes, disposiciones y decretos en cuestiones parciales va haciendo lento el proceso. Las obras de construcción de una nueva planta de tratamiento siguen adelante sin ninguna oposición oficial. Pero sí con la oposición de los movimientos sociales, que en ningún momento se han tragado las promesas gubernamentales. Mientras las autoridades deciden o no qué se va a hacer en Skouries, la acción directa ha continuado manifestándose en plena montaña e intentando parar de facto las obras.
En este contexto, la empresa ha recurrido a las viejas mañas de la patronal: como ahora el gobierno es “progresista”, la defensa de sus intereses la hace “a favor de los trabajadores”. De este modo, en las últimas concentraciones de los colectivos ecologistas y anticapitalistas aparecían «contramanifestaciones» protagonizadas, supuestamente, por trabajadores que venían a defender sus puestos de trabajo. De manera claramente orquestada, estos «obreros» insultaban y lanzaban piedras a los activistas, procurando crear escenas de pánico que, convenientemente manipuladas en la televisión, ofrecían una imagen de guerra entre honrados trabajadores que defienden sus puestos de trabajo y el pan de sus familias, frente a desaprensivos y violentos manifestantes opuestos a todo progreso.
La periodista Nelly Psarrou ha investigado qué se esconde tras esos enfrentamientos, y sus conclusiones son muy ilustrativas: hablando con trabajadores de la empresa ha obtenido dos versiones enfrentadas. La oficial, que procede de los representantes de los trabajadores en la empresa (que representan, según nos informa la propia periodista, a unos 650 de ellos), insiste en que simplemente quieren defender sus puestos de trabajo, y que nada tienen que ver con la directiva de la empresa. Sin embargo, otros trabajadores a los que entrevistó de forma anónima le revelaron las presiones de la empresa para que participaran en las “contramanifestaciones” y trajeran con ellos a sus familias, llegando incluso a poner a disposición de estas autobuses.
A pesar de la propaganda oficial y la permanente criminalización de las protestas sociales, que estos días se han acentuado contra quienes resisten en la Calcídica, colectivos y movimientos sociales siguen impulsando la lucha, poniendo de manifiesto que no van a estar de brazos cruzados mientras el gobierno se decide a actuar o no.
Lucha anticarcelaria
Más grave, si cabe, es la situación de las cárceles. Tras un largo tira y afloja, el gobierno ha acabado con las cárceles de alta seguridad, que imponían a los presos políticos condiciones absolutamente inhumanas. Pero muchos presos anarquistas han mantenido una dura huelga de hambre, y durante el último mes se han repetido numerosos actos de protesta y ocupaciones, llegando a la misma entrada del Parlamento, con el consiguiente revuelo mediático; asimismo, el rectorado de la Universidad de Atenas ha estado 17 días ocupado en medio de un fuerte cerco policial, hasta ser desalojado mediante una violenta intervención de la policía. Aún siguen encerradas, sin que se les imputen cargos concretos, la compañera y la madre de otro preso anarquista, y por ello la presión de la acción directa sigue siendo importante.
Es evidente que toda esta agitación está consiguiendo sus frutos, y los anarquistas griegos no están escamoteando esfuerzos en favor de los presos.
Nunca en domingo
La liberalización del horario comercial impulsada por el gobierno anterior ha sido duramente criticada por sindicatos y colectivos, y ahora el ministro de Trabajo, P. Sourletis, declara que “están trabajando en la línea” de asegurar el descanso dominical, pero en sus mismas declaraciones empleaba el habitual tono ambiguo del moderno liberalismo: «Debemos por una parte preservar el buen funcionamiento del mercado en términos de competencia igualitaria entre pequeñas y grandes empresas, pero al mismo tiempo debemos asegurar a los trabajadores sus derechos laborales elementales y el concepto del tiempo libre...»
Así que la presión continúa, mantenida sobre todo por colectivos libertarios y antiautoritarios que cada domingo colapsan la calle Ermou de Atenas, centro comercial de la capital, informando a los pocos clientes que pretendían ir a los establecimientos abiertos y animando a estos al cierre.
En estos y otros frentes, la movilización no ha decaído, sino que más bien se intensifica aumentando la presión en busca de un cambio social positivo.
[Tomado del periódico CNT # 419, Donostia, mayo 2015. Edición completa accesible en http://cnt.es/sites/default/files/cnt%20419%20mayo_opti.pdf.]
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