El país se encuentra en una situación de aparente inercia a pesar de las turbulencias sociales y las vicisitudes económicas derivadas de la caída del precio del barril petrolero, traducida en escasez, desabastecimiento, inflación, devaluación, desempleo y recesión. Todo por ser monoproductor, rentista y depender del valor aleatorio de las fuentes energética fósiles.
A pesar de la coyuntura crítica emergida en este año la polarización continúa siendo eficaz en impedir el desborde de la gente frente a tan mayúsculas anomalías, apenas un relativo incremento de la conflictividad. El poder, hasta ahora, ha sabido combinar la represión, la violación de los derechos humanos, la pasividad y paralización del movimiento popular, ayudada por el desprestigio de una oposición promovida como polo por el mismo oficialismo y la desesperanza, como mecanismos inhibidores.
La estabilidad gubernamental se fundamenta en la militarización y la criminalización de la protesta. Los altos oficiales de las fuerzas armadas se encuentran a la cabeza de las distintas políticas implementadas por el Estado. La corrupción se ha instalado en todos los ámbitos, para beneficio de la boliburguesía, bolichicos, tráfico de estupefacientes, contrabando de gasolina y manejo monopólico de las divisas. Además, cualquier inconformidad es respondida por una estructura jurídica represiva y con sanciones inmediatas a la medida del poder.
Sin embargo, no hay un panorama claro de desenlace del nudo gordiano que nos asfixia y ello significa oxígeno para quienes detentan el poder. Las personas no responden a las movilizaciones, tanto del gobierno como de la oposición, porque reina un justificado escepticismo anulador de cualquier convocatoria. Estamos en un punto de inflexión de la representatividad del modelo democrático formal fundado en 1958 por Rómulo Betancourt, mantenido por el puntofijismo y continuado por el chavismo. Los partidos políticos simbolizan la ilegitimidad por su burocracia, sus ansias de poder para lucro propio y su alejamiento de las expectativas de las mayorías. Dejar en sus manos la respuesta a la grave situación es reiterar el pasado.
En el contexto de este marasmo emerge la postura electoral abrazada por ambos bandos. El chavomadurismo tratando de alcanzar legitimidad con una improbable victoria electoral debido al control absoluto del C.N.E. y con el soporte de la reingeniería de los circuitos. La M.U.D. y “La Salida” también esperanzados en participar en los comicios aspirando revertir la abstención electoral, no por conciencia sino por desencanto por la oferta existente. La electoralización de la crisis es una opción válida del establecimiento para evadir el descontento, siempre orientándose hacia la evasión y ganar tiempo para correr la arruga de la compleja senda recorrida.
Simultáneo a esa dirección electorera se toman medidas económicas con la finalidad de ajustar el momento colocando el peso de la crisis en las grandes mayorías. En efecto, se ha decretado una macrodevaluación llevando el precio del dólar del Sicad II hacia el mercado marginal para un mayor rendimiento de bolívares con los escasos dólares disponibles por el Estado. Es obvio que esta alteración negativa de la paridad monetaria generará una ingente subida de precios con la probabilidad cierta de hiperinflación en este año.
Se anuncia el aumento de la gasolina a través de una sostenida campaña publicitaria en los medios con el seguro incremento de los pasajes, repuestos e inflación inercial generada por esta medida. Nada se dice de los 145 mil barriles perdidos en contrabando de extracción de este derivado petrolero de los 300 mil barriles diarios generados en Venezuela. Las informaciones oficialistas admiten que esta salida inmoral de la gasolina se hace en buques de PDVSA porque solo por esa vía es posible un desplazamiento tan grande. Adicionalmente aumentarán las restricciones cambiarias porque el acceso a las divisas las mantiene el Estado y todos sabemos hacia donde se dirigen. La verdadera razón del incremento es tapar su déficit fiscal para costear la política asistencialista.
Ante tal panorama desolador l@s libertari@s debemos cerrar filas en la participación de los movimientos sociales ajenos al electoralismo y poner hincapié en la movilización para desenmascarar el signo más descompuesto del cartabón político como es el legado de la ilustración y la modernidad: la representación electoral. Finalmente instamos a enfrentar el esquema militarista gobernante del país en todas sus manifestaciones y el rechazo a cualquier asonada y salida mesiánica, insistiendo en el autogobierno y la autonomía de las organizaciones populares.
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20 AÑOS DE EL LIBERTARIO
2015 es el período del 20° aniversario de la publicación de El Libertario. Estamos preparando algunas cosas y eventos para celebrarlo, que iremos anunciando a través del año a través de nuestras redes sociales, como siempre, autogestionariamente.
A pesar de la coyuntura crítica emergida en este año la polarización continúa siendo eficaz en impedir el desborde de la gente frente a tan mayúsculas anomalías, apenas un relativo incremento de la conflictividad. El poder, hasta ahora, ha sabido combinar la represión, la violación de los derechos humanos, la pasividad y paralización del movimiento popular, ayudada por el desprestigio de una oposición promovida como polo por el mismo oficialismo y la desesperanza, como mecanismos inhibidores.
La estabilidad gubernamental se fundamenta en la militarización y la criminalización de la protesta. Los altos oficiales de las fuerzas armadas se encuentran a la cabeza de las distintas políticas implementadas por el Estado. La corrupción se ha instalado en todos los ámbitos, para beneficio de la boliburguesía, bolichicos, tráfico de estupefacientes, contrabando de gasolina y manejo monopólico de las divisas. Además, cualquier inconformidad es respondida por una estructura jurídica represiva y con sanciones inmediatas a la medida del poder.
Sin embargo, no hay un panorama claro de desenlace del nudo gordiano que nos asfixia y ello significa oxígeno para quienes detentan el poder. Las personas no responden a las movilizaciones, tanto del gobierno como de la oposición, porque reina un justificado escepticismo anulador de cualquier convocatoria. Estamos en un punto de inflexión de la representatividad del modelo democrático formal fundado en 1958 por Rómulo Betancourt, mantenido por el puntofijismo y continuado por el chavismo. Los partidos políticos simbolizan la ilegitimidad por su burocracia, sus ansias de poder para lucro propio y su alejamiento de las expectativas de las mayorías. Dejar en sus manos la respuesta a la grave situación es reiterar el pasado.
En el contexto de este marasmo emerge la postura electoral abrazada por ambos bandos. El chavomadurismo tratando de alcanzar legitimidad con una improbable victoria electoral debido al control absoluto del C.N.E. y con el soporte de la reingeniería de los circuitos. La M.U.D. y “La Salida” también esperanzados en participar en los comicios aspirando revertir la abstención electoral, no por conciencia sino por desencanto por la oferta existente. La electoralización de la crisis es una opción válida del establecimiento para evadir el descontento, siempre orientándose hacia la evasión y ganar tiempo para correr la arruga de la compleja senda recorrida.
Simultáneo a esa dirección electorera se toman medidas económicas con la finalidad de ajustar el momento colocando el peso de la crisis en las grandes mayorías. En efecto, se ha decretado una macrodevaluación llevando el precio del dólar del Sicad II hacia el mercado marginal para un mayor rendimiento de bolívares con los escasos dólares disponibles por el Estado. Es obvio que esta alteración negativa de la paridad monetaria generará una ingente subida de precios con la probabilidad cierta de hiperinflación en este año.
Se anuncia el aumento de la gasolina a través de una sostenida campaña publicitaria en los medios con el seguro incremento de los pasajes, repuestos e inflación inercial generada por esta medida. Nada se dice de los 145 mil barriles perdidos en contrabando de extracción de este derivado petrolero de los 300 mil barriles diarios generados en Venezuela. Las informaciones oficialistas admiten que esta salida inmoral de la gasolina se hace en buques de PDVSA porque solo por esa vía es posible un desplazamiento tan grande. Adicionalmente aumentarán las restricciones cambiarias porque el acceso a las divisas las mantiene el Estado y todos sabemos hacia donde se dirigen. La verdadera razón del incremento es tapar su déficit fiscal para costear la política asistencialista.
Ante tal panorama desolador l@s libertari@s debemos cerrar filas en la participación de los movimientos sociales ajenos al electoralismo y poner hincapié en la movilización para desenmascarar el signo más descompuesto del cartabón político como es el legado de la ilustración y la modernidad: la representación electoral. Finalmente instamos a enfrentar el esquema militarista gobernante del país en todas sus manifestaciones y el rechazo a cualquier asonada y salida mesiánica, insistiendo en el autogobierno y la autonomía de las organizaciones populares.
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