Humberto Decarli
Luego de los asesinatos cometidos por los dementes islámicos sobre los periodistas y caricaturistas de Charlie Hebdo entran en escena quienes quieren aprovechar la coyuntura. Me refiero a los políticos tradicionales europeos los cuales hacen acto de presencia en París en la gran manifestación de rechazo a los terroristas franceses practicantes de la guerra santa. Mariano Rajoy, David Cameron, el presidente galo Hollande y demás dirigentes de la clase política del viejo continente pretenden protagonizar este espectáculo, más grotesco aún si recordamos lo que desde Charlie se ha expresado sobre tales sujetos.
Este cuadro dirigencial es responsable de la lamentable situación económica de Europa por ser los administradores del modelo vigente enterrador del Welfare State o Estado del Bienestar logrado en la postguerra por la gente. Asimismo, hablan en nombre de la tradición democrática de Europa acentuando en la civilización occidental la supremacía de la libertad. Es verdad que en esa región se dieron grandes luchas y conquistas sociales y políticas pero también allí se originaron las dos terribles guerras, el nazismo y el fascismo. De tal manera que la libertad y la democracia no son patrimonio de nadie sino de la humanidad.
La alicaída representatividad aspira tomar oxígeno de unos hechos ajenos a ella. Los desquiciados asesinos atacaron a un hebdomadario crítico, sarcástico y provocador que nada tiene que ver con la politiquería del parlamentarismo allá en ejercicio. Además, esa triste situación económica basada en el racismo, la humillación, el desempleo, la exclusión social y la pobreza es el detonante de las simpatías del pueblo islámico por los integristas. No es accidental que amplios sectores juveniles apuesten a estos nuevos bárbaros. No es como señala Samuel Huntington sobre el choque de civilizaciones y religiones como causa de esta confrontación sino como asevera el sociólogo catalán Manuel Castells, se trata de un dispositivo reivindicador de todos esos seres humanos preteridos por el poder mundial.
Lamentablemente, así como los alemanes se inclinaron por el discurso absurdo de Adolfo Hitler, el mundo musulmán está signado por estos extremistas. La fe en el islam no reside en la agresividad de la yihad islámica sino en la tolerancia y coexistencia pacífica con quienes piensan de otra manera. El movimiento libertario debe hacer los esfuerzos más vigorosos para darle un golpe de timón a esta deprimente coyuntura.
Luego de los asesinatos cometidos por los dementes islámicos sobre los periodistas y caricaturistas de Charlie Hebdo entran en escena quienes quieren aprovechar la coyuntura. Me refiero a los políticos tradicionales europeos los cuales hacen acto de presencia en París en la gran manifestación de rechazo a los terroristas franceses practicantes de la guerra santa. Mariano Rajoy, David Cameron, el presidente galo Hollande y demás dirigentes de la clase política del viejo continente pretenden protagonizar este espectáculo, más grotesco aún si recordamos lo que desde Charlie se ha expresado sobre tales sujetos.
Este cuadro dirigencial es responsable de la lamentable situación económica de Europa por ser los administradores del modelo vigente enterrador del Welfare State o Estado del Bienestar logrado en la postguerra por la gente. Asimismo, hablan en nombre de la tradición democrática de Europa acentuando en la civilización occidental la supremacía de la libertad. Es verdad que en esa región se dieron grandes luchas y conquistas sociales y políticas pero también allí se originaron las dos terribles guerras, el nazismo y el fascismo. De tal manera que la libertad y la democracia no son patrimonio de nadie sino de la humanidad.
La alicaída representatividad aspira tomar oxígeno de unos hechos ajenos a ella. Los desquiciados asesinos atacaron a un hebdomadario crítico, sarcástico y provocador que nada tiene que ver con la politiquería del parlamentarismo allá en ejercicio. Además, esa triste situación económica basada en el racismo, la humillación, el desempleo, la exclusión social y la pobreza es el detonante de las simpatías del pueblo islámico por los integristas. No es accidental que amplios sectores juveniles apuesten a estos nuevos bárbaros. No es como señala Samuel Huntington sobre el choque de civilizaciones y religiones como causa de esta confrontación sino como asevera el sociólogo catalán Manuel Castells, se trata de un dispositivo reivindicador de todos esos seres humanos preteridos por el poder mundial.
Lamentablemente, así como los alemanes se inclinaron por el discurso absurdo de Adolfo Hitler, el mundo musulmán está signado por estos extremistas. La fe en el islam no reside en la agresividad de la yihad islámica sino en la tolerancia y coexistencia pacífica con quienes piensan de otra manera. El movimiento libertario debe hacer los esfuerzos más vigorosos para darle un golpe de timón a esta deprimente coyuntura.
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