Observatorio Venezolano de Violencia
(O.V.V.)
El año que concluye estuvo marcado por el asesinato de figuras
públicas que mostraron la amplitud de la victimización que ocurre en el país.
Desde el asesinato de la actriz Mónica Spear y su esposo a comienzos del mes de
enero, hasta la muerte del diputado Robert Serra a fines de año, la violencia
homicida acabó con miles de vidas de venezolanos de todos los sectores sociales
y todas las tendencias políticas. El luto embargó a miles de familias que
lloraron a sus deudos asesinados sin encontrar protección, indemnización, ni
justicia.
La censura oficial a los datos de criminalidad y violencia que
por once años ha tenido el país, nos obliga nuevamente a los investigadores de
las siete universidades nacionales que integramos el Observatorio Venezolano de
Violencia a ofrecerle al país nuestras estimaciones de muertes violentas en el
año que está próximo a concluir.
A partir de las informaciones parciales a las cuales tuvimos
acceso en distintos lugares del país y del análisis del comportamiento violento
y de las políticas públicas en materia de seguridad, procedimos a realizar la
estimación de: (1) las muertes violentas de los casos de homicidios, (2) las
averiguaciones de muerte y (3) las víctimas por resistencia a la autoridad, de
manera separada. Para conseguirlo consideramos la clase de modelos de
pronóstico de series temporales conocidos bajo el nombre genérico de modelos de
suavizado exponencial.
Estos modelos resultan adecuados para series como las que ahora
estamos manejando, a saber, series con tendencia, pero sin estacionalidad. Otra
característica deseable que tienen estos métodos, es la de otorgar mayor peso
en las predicciones a los datos más recientes de la serie y menor peso a los
valores más antiguos. Dentro de esta clase de modelos elegimos aquellos de mejor
ajuste a los datos de los casos conocidos por el CICPC para las tres series
temporales mencionadas. Para el evento de los homicidios el modelo de mejor
ajuste resultó ser el modelo de Holt. Para los casos de resistencia a la
autoridad, el modelo que mejor explica los datos es el de Brown y para las
muertes en averiguación, que se comportan casi sin tendencia, una simple diferenciación
permite obtener predicciones con el menor error posible.
Los resultados obtenidos nos indican que conservadoramente
podemos estimar que el año 2014 concluirá con 24.980 fallecidos y una tasa de
82 muertes violentas por cada 100 mil habitantes.
Esta tasa muestra un leve incremento con relación a la reportada
para el año 2013, una vez ajustada la base poblacional del cálculo, lo cual
indica que no han existido avances en el control del delito y la violencia en
el país, a pesar de los importantes anuncios y planes desarrollados por las
autoridades.
Con esta tasa, o con otra todavía más conservadora calculada por
la Organización Mundial de la Salud (OMS-WHO, 2014), Venezuela está ubicado
como el segundo país con la más alta tasa de homicidios del mundo, sólo
superado en su magnitud por Honduras (con una tasa de 104 por 100mil/hab.),
quien ocupa el primer lugar. En Venezuela se cometen muchos más asesinatos que en
países considerados tradicionalmente violentos como Jamaica (con una tasa de 45
por 100mil/hab.), El Salvador (con 44 por 100mil/hab. ), Colombia (44 por
100mil/hab. ) y con una tasa mucho más elevada que la de Brasil (32 por
100mil/hab.) o México (22 por 100mil/hab.)
En la siguiente tabla presentamos los datos de los 15 países con
las tasas más elevadas de homicidios en el mundo recogidas en el informe antes
referido de la OMS.
Aunque no pudimos observar un crecimiento relevante en el número
de los homicidios en el conjunto del país, sí encontramos diferencias en las
regiones, pues en unas áreas disminuyó el delito violento, mientras que en
otras se incrementó, sin que puedan encontrarse explicaciones consistentes para
una u otra tendencia.
La propensión general observada por los distintos equipos de
investigación es hacia la expansión del delito violento en todo el territorio
nacional. Zonas que hasta hace poco tiempo eran seguras, se han convertido en
territorio de las bandas armadas que agreden y extorsionan a sus habitantes.
Los equipos han observado igualmente un incremento del hurto y
el robo cometidos por delincuentes no profesionales. Amparados en la impunidad,
en la desesperanza de la población que no denuncia a las autoridades los
delitos de los cuales ha sido víctima y en la falta de respuesta de las
policías, se ha generalizado en una parte de la población un comportamiento delictivo
amateur como modo de vida, como un medio aceptado del “rebusque” para completar
los ingresos o adquirir un bien de consumo deseado.
Paralelo a esto se ha dado un proceso de mayor estructuración
del delito organizado y de mayor ampliación de sus actividades. Venezuela
continúa siendo una plataforma privilegiada para el transporte de droga hacia
Europa y Estados Unidos y para el lavado de dinero proveniente del narcotráfico.
En su paso por el país una parte de la droga se queda en el territorio y debe
buscar nuevos compradores. En los centros de salud se ha observado una
presencia creciente de consumidores no solo de la cocaína, sino también de la
heroína.
El secuestro y la extorsión se han generalizado en los distintos
sectores sociales. El secuestro pasó de ser un delito que golpeaba a los grupos
de altos ingresos a ser mayoritariamente un delito que afecta a la clase media
y los trabajadores. La extorsión de los transportistas, comerciantes y constructores
por grupos violentos que exigen un pago regular para poder permitir la
actividad se ha generalizado a los medianos y pequeños actores económicos.
El año que concluye ha visto también un incremento en el
asesinato de funcionarios policiales. En Caracas durante el 2014 fueron
asesinados más de dos policías por semana, en Carabobo poco más de uno, en
Aragua poco menos de uno. Hay una desmoralización cada día mayor en los cuerpos
policiales, quienes además de ser victimizados se sienten sin autoridad y sin
apoyo. Hay un abandono de la carrera policial por muchos funcionarios honestos
quienes opinan que no tienen ni la remuneración ni el respeto que su profesión
merece. Al salir muchos se dedican a la seguridad y protección privada.
La respuesta de los funcionarios policiales que han visto
fallecer a sus compañeros ha sido igualmente violenta. Muchos policías tampoco
creen en la justicia de los tribunales y han decidido tomar justicia por mano
propia. Todo lo cual ha redundado en un ambiente de mayor violencia y agresividad
en el país.
La presencia de grupos que hacen ostensivo su carácter armado,
retando el monopolio de la fuerza y de las armas del Estado, ha tenido durante
este año un efecto en la sociedad mucho mayor que el restringido a sus zonas de
actividad. Sus amenazas a los funcionarios y la destitución de las autoridades
que intentaron aplicarles la ley, enviaron un mensaje profundamente negativo al
país y a los propios funcionarios policiales quienes se sintieron una vez más
desamparados por quien debía apoyarlos y reforzar su autoridad.
En los estudios de opinión realizados empleando encuestas por
muestreo, hemos encontrado que hay un incremento en el miedo de las personas.
Estas dejan de realizar actividades, regresan a casa y se encierran más
temprano y confían más en la protección de sus vecinos que en la policía. Las
personas no se sienten protegidas por las autoridades y perciben que no hay
justicia ni castigo. Menos del 10% de la población confía en la capacidad del
gobierno para enfrentar eficientemente el delito y restaurar la seguridad.
El país necesita ser pacificado y reconciliado, para ello es
necesario devolverle a la norma social y la ley su capacidad de regular las
relaciones sociales, solucionar conflictos y propiciar el encuentro de la
población.
[Publicado originalmente en http://static.latercera.com/20141229/2053844.pdf.]
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