J.R. López Padrino
Venezuela constituye un buen ejemplo donde la existencia de un recurso natural como el petróleo ha impulsado un modelo perverso de capitalismo rentista generando una estructura económica y un Estado que dependen de la explotación de ese recurso no renovable. La llegada al poder del fallecido vocinglero de Miraflores (1998) generó grandes expectativas sobre la base de su oferta electoral de superar el modelo de capitalismo rentista mediante una diversificación industrial. Sin embargo, han transcurrido 15 años y el socialfascismo bolivariano lejos de superar el tan criticado capitalismo rentista lo ha profundizado. La naturaleza rentista de la economía se ha exacerbado de manera grotesca. En 1999, el 20% de las exportaciones provenía del sector no petrolero, y esa proporción se ha reducido año tras año hasta representar apenas un 3-4% en 2014. Ello ha implicado una agudización de la crisis estructural que viene sufriendo nuestra economía. Crisis que se ha traducido en un gigantesco déficit fiscal, una inflación galopante que para finales de año podría superar el 75%, niveles de escasez de alimentos en el orden del 65% y de medicamentos del 62%, una distorsión siniestra de la política cambiaria (dólar paralelo 176BsF x $), un endeudamiento irresponsable, así como una destrucción del aparato productivo nacional. No existe en la región latinoamericana ningún otro país que tenga características tan profundas de economía rentista, de clientelismo político (populismo) como las que históricamente han estado presentes en Venezuela, especialmente en estos últimos quince años.
La versión goebbeliana de que con la revolución bolivariana Venezuela se transformaría en una potencia económica mundial, ya no la cree nadie, ni lo más sumisos aplaudidores del proyecto. La mejor prueba de ello es que la caída de los precios del petróleo en los mercados internacionales ha puesto en apuros al régimen del dicharachero Maduro. Al margen de toda la falaz propaganda oficialista la realidad demuestra que, lejos de haberse creado una economía diversificada y sostenible, seguimos siendo un país subdesarrollado-bananero con una economía monoproductora e importadora que depende mayoritariamente de la renta petrolera, lo cual condiciona el desarrollo del país al consumo petrolero mundial y a las oscilaciones del precio del crudo en los mercados internacionales. Dependencia que se ha agravado aún más gracias a la descapitalización de la industria petrolera nacional y a las políticas entreguistas y complacientes del régimen para con las compañías petroleras multinacionales (empresas mixtas en la Faja petrolífera del Orinoco, entrega de las Plataformas Deltana y Falconiana a las transnacionales).
Aunque los eunucos funcionarios del régimen han repetido que la baja en los precios del petróleo no afectaría la gestión presupuestaria, lo cierto es que el país ya está recibiendo el impacto de la caída en los precios del crudo. Estas fluctuaciones a la baja tienen una mayor repercusión en la salud de la economía debido a que durante la etapa de elevados precios de los hidrocarburos no se ahorró, pero si se malgastaron esos ingresos y para colmo de males el país se endeudo de una manera irracional. La realidad es una: el régimen no tiene recursos suficientes para encarar la contingencia de precios bajos del petróleo y por ello ha comenzado a adoptar medidas desesperadas para obtener divisas, las cuales lamentablemente comprometen aún más la soberanía nacional. El régimen se apresta a firmar un nuevo préstamo con China por US$ 4.000 millones a cambio de nuevas áreas en la Faja petrolífera del Orinoco, lo cual contraviene lo establecido en la Constitución Nacional. Igualmente, contempla la entrega al coloso asiático de las empresas básicas del Estado de Guayana y de las minas de oro de la región (Las Cristinas y Brisa). Además, ha solicitado un crédito a la petrolera rusa Rosneff, poniendo como aval despachos petroleros, los cuales comprometen aún más la capacidad exportadora de PDVSA. El régimen del títere Maduro piensa además subastar al mejor postor a CITGO en los Estados Unidos -después de haber afirmado que no la vendería- y rematar las cuentas por cobrar que tienen los países de Petrocaribe con Venezuela.
Los intentos desesperados del régimen de estabilizar los precios mediante una disminución de la producción de crudo de los países socios de la OPEP no han dado resultado. En parte, por que los países productores del Golfo Pérsico no están interesados en recortar la producción, ven la caída de los precios como una oportunidad para deshacerse de competidores en el mercado mundial que necesitan precios más elevados para preservar sus márgenes de ganancias y además por que Venezuela carece de la capacidad de producción suficiente para influir sobre el mercado petrolero mundial.
Venezuela es un país devastado a pesar de su riqueza petrolera. La dupla Chávez-Maduro profundizó el modelo rentista petrolero, malbarató, y despilfarró miles de millones de dólares en la institucionalización de la pobreza y de la miseria a través de sus proyectos sociales (entiéndase misiones), en el desarrollo de una diabólica carrera armamentista, así como regalando cuantiosas cantidades de dólares en un extravagante cabildeo destinado a comprar conciencias en la arena internacional, así como promocionar su bastardo proyecto facho-militarista.
Venezuela constituye un buen ejemplo donde la existencia de un recurso natural como el petróleo ha impulsado un modelo perverso de capitalismo rentista generando una estructura económica y un Estado que dependen de la explotación de ese recurso no renovable. La llegada al poder del fallecido vocinglero de Miraflores (1998) generó grandes expectativas sobre la base de su oferta electoral de superar el modelo de capitalismo rentista mediante una diversificación industrial. Sin embargo, han transcurrido 15 años y el socialfascismo bolivariano lejos de superar el tan criticado capitalismo rentista lo ha profundizado. La naturaleza rentista de la economía se ha exacerbado de manera grotesca. En 1999, el 20% de las exportaciones provenía del sector no petrolero, y esa proporción se ha reducido año tras año hasta representar apenas un 3-4% en 2014. Ello ha implicado una agudización de la crisis estructural que viene sufriendo nuestra economía. Crisis que se ha traducido en un gigantesco déficit fiscal, una inflación galopante que para finales de año podría superar el 75%, niveles de escasez de alimentos en el orden del 65% y de medicamentos del 62%, una distorsión siniestra de la política cambiaria (dólar paralelo 176BsF x $), un endeudamiento irresponsable, así como una destrucción del aparato productivo nacional. No existe en la región latinoamericana ningún otro país que tenga características tan profundas de economía rentista, de clientelismo político (populismo) como las que históricamente han estado presentes en Venezuela, especialmente en estos últimos quince años.
La versión goebbeliana de que con la revolución bolivariana Venezuela se transformaría en una potencia económica mundial, ya no la cree nadie, ni lo más sumisos aplaudidores del proyecto. La mejor prueba de ello es que la caída de los precios del petróleo en los mercados internacionales ha puesto en apuros al régimen del dicharachero Maduro. Al margen de toda la falaz propaganda oficialista la realidad demuestra que, lejos de haberse creado una economía diversificada y sostenible, seguimos siendo un país subdesarrollado-bananero con una economía monoproductora e importadora que depende mayoritariamente de la renta petrolera, lo cual condiciona el desarrollo del país al consumo petrolero mundial y a las oscilaciones del precio del crudo en los mercados internacionales. Dependencia que se ha agravado aún más gracias a la descapitalización de la industria petrolera nacional y a las políticas entreguistas y complacientes del régimen para con las compañías petroleras multinacionales (empresas mixtas en la Faja petrolífera del Orinoco, entrega de las Plataformas Deltana y Falconiana a las transnacionales).
Aunque los eunucos funcionarios del régimen han repetido que la baja en los precios del petróleo no afectaría la gestión presupuestaria, lo cierto es que el país ya está recibiendo el impacto de la caída en los precios del crudo. Estas fluctuaciones a la baja tienen una mayor repercusión en la salud de la economía debido a que durante la etapa de elevados precios de los hidrocarburos no se ahorró, pero si se malgastaron esos ingresos y para colmo de males el país se endeudo de una manera irracional. La realidad es una: el régimen no tiene recursos suficientes para encarar la contingencia de precios bajos del petróleo y por ello ha comenzado a adoptar medidas desesperadas para obtener divisas, las cuales lamentablemente comprometen aún más la soberanía nacional. El régimen se apresta a firmar un nuevo préstamo con China por US$ 4.000 millones a cambio de nuevas áreas en la Faja petrolífera del Orinoco, lo cual contraviene lo establecido en la Constitución Nacional. Igualmente, contempla la entrega al coloso asiático de las empresas básicas del Estado de Guayana y de las minas de oro de la región (Las Cristinas y Brisa). Además, ha solicitado un crédito a la petrolera rusa Rosneff, poniendo como aval despachos petroleros, los cuales comprometen aún más la capacidad exportadora de PDVSA. El régimen del títere Maduro piensa además subastar al mejor postor a CITGO en los Estados Unidos -después de haber afirmado que no la vendería- y rematar las cuentas por cobrar que tienen los países de Petrocaribe con Venezuela.
Los intentos desesperados del régimen de estabilizar los precios mediante una disminución de la producción de crudo de los países socios de la OPEP no han dado resultado. En parte, por que los países productores del Golfo Pérsico no están interesados en recortar la producción, ven la caída de los precios como una oportunidad para deshacerse de competidores en el mercado mundial que necesitan precios más elevados para preservar sus márgenes de ganancias y además por que Venezuela carece de la capacidad de producción suficiente para influir sobre el mercado petrolero mundial.
Venezuela es un país devastado a pesar de su riqueza petrolera. La dupla Chávez-Maduro profundizó el modelo rentista petrolero, malbarató, y despilfarró miles de millones de dólares en la institucionalización de la pobreza y de la miseria a través de sus proyectos sociales (entiéndase misiones), en el desarrollo de una diabólica carrera armamentista, así como regalando cuantiosas cantidades de dólares en un extravagante cabildeo destinado a comprar conciencias en la arena internacional, así como promocionar su bastardo proyecto facho-militarista.
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