Por Aglaia Berlutti
Imagine lo siguiente: la casa donde vive padece un problema de filtraciones tan grave que compromete la estabilidad de la construcción completa. El problema se ha extendido a toda la propiedad, lo que hace que la mayoría de las habitaciones tengan un olor fétido e insoportable. Su familia se queja constantemente de las paredes agrietadas, el yeso a punto de venirse abajo, el techo cuarteado por la humedad. De hecho, es tan complicada la situación, que todos los habitantes de la casa se sienten constantemente incómodos y abrumados por la sensación de desastre que encuentran todo el lugar y que parece avanzar con rapidez.
Pero usted, en lugar de analizar la situación y tratar de
encontrar una solución viable, responsable y sobre todo, coherente con la
gravísima situación que atraviesa, decide que lo mejor es comprar un bidón de
la pintura de pared más cara que pueda encontrar. Lo hace, a sabiendas que el
costo del bidón es enorme, que el dinero que utilizará en adquirirlo podría
ayudar a solventar el problema a medias, que incluso podría hacer más llevadera
la situación de su familia dentro de la complicada situación que soportan. Pero
usted asume que es mucho más sencillo comprar la pintura y con mano firme, a
pesar de la extrañeza, después asombro y por último cólera de su familia,
decide hacerlo. Y no sólo compra un bidón, compra el más costoso. Probablemente
esa noche, su familia no comerá y lo más probable es que no puedan recuperarse
del importante golpe económico que significó invertir tal cantidad de dinero
sólo en pintura. Pero usted no escucha las quejas. Usted está convencido que la
pintura es mucho más necesaria que la contratación de un plomero o un maestro
de obras, incluso el pan que se llevará a la boca. La pintura tiene un peso
concreto dentro de su visión de como solucionar lo que vive y mucho más
complicado aún de comprender, de cómo lo vive.
De manera que, usted decide comenzar a pintar. Lo hace a
pesar de las quejas y reclamos de los miembros de su familia. Que la estructura
de la casa comienza a colapsar peligrosamente, del hecho que la situación se
hace cada vez más insostenible. Lo hace por días, dedicando un enorme esfuerzo
a cubrir todas las paredes e incluso la fachada de la casa con colores vivos y
muy bellos. Cuando termina, la construcción tiene un aspecto radiante,
rejuvenecido. A pesar del olor nauseabundo que se sigue colando debajo de las
puertas, de las paredes temblorosas, de la tierra podrida al fondo del jardín.
De la angustia de su familia. Pero la casa tiene un aspecto imponente, casi
sano. Incluso podría pensarse que no ocurre nada, que las paredes se levantan
sólidas y macizas, que el techo resistirá el clima.
Pero no lo hace. Y usted no puede dejar de pensar en eso,
aunque lo intenta.
Todo lo anterior es una metáfora muy obvia sobre la actitud
del Gobierno de Venezuela y en específico, la Alcaldía de Caracas al afrontar
la gravísima crisis de servicios y administración que vive la ciudad,
organizando un evento de las proporciones de “Suena Caracas”. El llamado
“Festival Latinoamericano de Música” se llevará a cabo en Caracas del 28 de
Noviembre al 6 de Diciembre y contará con la participación de muchos de los
grandes artistas musicales de la escena Nacional e internacional. El evento,
está organizado, producido y por supuesto, financiado por la Alcaldía de
Caracas y el Gobierno del Distrito Capital, lo que quiere decir que los fondos
efectivos para su realización proceden directamente de los fondos de ambas
instituciones. También lo financia el Bandes, lo cual quiere decir que
probablemente una buena parte de la inversión corra por cuenta del Gobierno
Nacional.
No se trata de un evento pequeño: desde la lujosísima página
web (www.suenacaracas.com) hasta los artistas anunciados, dejan bien claros que
se trata de un evento de proporciones considerables, que reunirá en Caracas a
buena parte del pop y el rock Venezolano. El Festival será además gratis y
formará parte de la programación de la “Navidad Feliz” anunciada por el
Presidente Nicolas Maduro durante los últimos días.
Según comenta la página del evento, más de 130 artistas
estarán presentes. Una buena parte de ellos internacionales. Todos los cuales
recibirán pago en dolares. Eso, mientras buena parte del país sufre las
consecuencias de la restricción de divisas, lo cual hace insostenible el
mercado de insumos médicos, artículos de primera necesidad, alimentos. En otras
palabras: mientras artistas como Estopa, Cafe Tacvba, Kevin Johansen,
Aterciopelados, Los Cafres, Bersuit, Aleks Syntek, Cuarteto de Nos, Ciefue, Los
Tres, Doctor Krapula, Cultura Profética, Shaggy, Ismael Miranda y otros tantos
llenan a Caracas con su música extraordinaria y celebran la navidad a todo
pulmón, los supermercados continuarán vacios, también los anaqueles de
farmacias, hospitales y clinicas. Una visión desconcertante del orden de
prioridades del país.
Y es que la inversión en dolares será considerable pero no
redituable: siendo un espectáculo gratuito, la alcaldía no recuperará la
inversión. O sea que, parte del presupuesto que se supone la entidad debería
utilizar en reconstruir calles y avenidas, asegurar la limpieza y la
recolección de basura, cuidado de las áreas públicas y urbanas, será invertido
en un Festival que sólo beneficiará a una parte de la población y que no tendrá
ningún tipo de objetivo, a no ser claro el propagandistico. Porque hablamos de
un Festival que será publicitado como un evento del Gobierno para el público,
otra demostración de la intención gubernamental de asegurar la “felicidad y la
satisfacción” del ciudadano. Un festival que colmará los espacios comunes, en
la tercera Ciudad más peligrosa de Latinoamerica. Un festival que desbordará
calles rotas, llena de basura descompuesta. Una ciudad donde la gran mayoría de
los servicios está muy cerca de colapsar y a diario se acerca a un caos
clientelar y de administración notable.
Eso, mientras Caracas se cae a pedazos en suciedad,
desorden, problemas administrativos. Si usted vive en Caracas, sabe a que me
refiero. Eso, mientras la Alcadía niega recursos a todo tipo de eventos
menores, que el gobierno restringe directamente divisas para producciones
nacionales, que asfixia el espectáculo nacional al no brindar divisas “debido a
que no se trata de prioridades de la nación”. Eso, al mismo tiempo que una
buena cantidad de artistas, deportistas, cantantes Venezolanos no pueden
acceder a divisas para ir a representar al país en eventos parecidos o
simplemente, llevar su propuesta fuera de nuestras fronteras. Eso, cuando el
mundo editorial y musical de Venezuela atraviesa uno de sus momentos más
difíciles, por las innumerables trabas que deben padecer para acceder a
recursos financiados por el estado. Pero para el festival “Suena Caracas” la
cosa no sólo es mucho más sencilla, sino que parece representar la intención
del Estado de únicamente admitir, promocionar y financiar, arte y cultural que
sean propicios a su discurso ideológico, lo cual no deja de ser profundamente
preocupante y sobre todo, síntoma del clima política que el país sufre desde
hace quince años.
Si #SuenaCaracas fuera un evento que permitiera la
recuperación de la inversión en beneficio de nuestra ciudad, sería
extraordinario. Sería una iniciativa que permitiera a la ciudad no sólo
humanizar sus espacios, sino asegurar que la inversión que realiza de fondos
públicos tuviera el objetivo de asegurar el remozamiento y cuidado de una
ciudad con tanto padecimientos como Caracas. No obstante, la intención de
Gobierno Municipal y Nacional no parece ser esa: continúa siendo únicamente la
de promocionar su músculo propagandístico y su capacidad para la exaltación del
poder por medio de eventos que avalen su particular visión sobre el mundo de
las artes y el espectáculo. Más allá: la organización de un evento de la
magnitud de “Suena Caracas” en medio de la crisis más preocupante que ha
sufrido el país durante los últimos años, deja muy claro que el Gobierno
intenta asumir el coste político de la situación bajo la premisa de utilizar al
ciudadano como blanco de una militancia sutil basada en el agradecimiento.
Por supuesto, como ciudadana, apoyo TODA iniciativa de la
Tolda que sea para humanizar nuestra ciudad, pero #SuenaCaracas es propaganda disfrazada
de espectáculo. Lo cual no resulta extraño ni novedoso en un país que durante
quince años no ha hecho otra cosa que consumir panfletos ideológicos
disfrazados de tendencia política. Sin embargo resulta preocupante que el
evento deje muy claro que, mientras la mayoría del país enfrenta unas cercanas
festividades donde la escasez y la inflación signarán los hábitos de consumo y
las habituales tradiciones de la fecha, el gobierno insiste en su visión de
disimular la realidad por medio de la retórica manipuladora, agobiante y
abrumadora. Es decir: hay escasez de insumos médicos, comida, artículos de
primera necesidad pero veremos a Aleks Syntek, Cuarteto de Nos, Ciefue gratis.
En realidad, la palabra “Gratis” en esta ocasión no parece
describir apropiadamente la naturaleza del evento: hablamos que el Festival,
con su enorme repertorio de artistas, supone un gasto específico que incluirá
no sólo los honorarios de los invitados — no olvidemos, que deberán ser
cancelados en divisa internacional — sino todo lo que significa un evento de
esta naturaleza y de los ambiciosos alcances del gobierno. Hablamos de nueve
días donde cada día habrá que pagar no sólo la contratación de la reconocida
figura invitada, sino también por su manutención, alojamiento y todo lo que
puede implicar un festival musical simultáneo en varias locaciones distintas.
Todo lo anterior, sufragado por el Gobierno, el mismo que durante meses ha
restringido, limitado el uso de divisa extranjera, que ha dejado muy claro que
las necesidades de los estudiantes Venezolanos en el mundo no son su prioridad
inmediata y que asegura que no puede proveer de las suficientes divisas para el
mercado interno. De manera que lo “gratuito” del Festival queda entre dicho,
cuando se analiza el importantísimo coste social, cultural y sobre todo, real
que supone la organización de un evento semejante bajo el auspicio del Estado.
¿No tenemos prioridades específicas que atender antes que
#SuenaCaracas? ¿No tenemos una serie de emergencias urbanas, específicas, elementales
que solventar antes de llevar a cabo un Festival de esta Naturaleza? supongo
que sí, pero no tan redituables como la propaganda. La inestimable y sobre
todo, irreal versión del país que el Gobierno se asegura de mostrar gracias a
un evento Espectacular con la cual intentará disimular la Venezuela real, la
Venezuela evidente, la de todos los días.
Sí usted es de quienes cree que el Festival debe ser
disfrutado, respeto su opinión. Hágalo si lo desea. Pero mientras lo hace, sepa
que ese gran evento, esa fastuosa demostración de la capacidad del Gobierno
para enfrentarse a los conflictos mediante el disimulo, es pagado por usted. Lo
hará con su futuro, con las restricciones que deberá sufrir en los meses
siguientes, con el hecho que probablemente cuando acabe, padecerá una ciudad
aún más caótica y llena de problemas. Porque la realidad es insoslayable, a
pesar de olor de la pintura fresca y de la buena música.
C’est la vie.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nos interesa el debate, la confrontación de ideas y el disenso. Pero si tu comentario es sólo para descalificaciones sin argumentos, o mentiras falaces, no será publicado. Hay muchos sitios del gobierno venezolano donde gustosa y rápidamente publican ese tipo de comunicaciones.