Rubén Hernández
La responsabilidad de problemas como el desabastecimiento y la especulación se le sigue achacando, en gran medida, a los mal llamados buhoneros. Definitivamente el Gobierno venezolano sigue caminando con firmeza por la senda del capitalismo, aún cuando sus voceros principales insistan en que el socialismo está a la vuelta de la esquina, y que el país está bien direccionado al respecto. Recientemente se prohibió a los trabajadores de la economía informal, por lo general personas humildes, la venta, entre otras cosas, de ciertos alimentos y artículos de higiene personal; mientras tanto los grandes capitalistas, beneficiados con la entrega puntual de dólares y otras prebendas, siguen llenándose los bolsillos gracias a la especulación, la explotación de sus trabajadores, la improductividad estatal y el consumismo de las masas alienadas. Véase el caso del empresario-ladrón Lorenzo Mendoza, que no vaciló, hace algunos meses, en afirmar que Venezuela ofrece inmejorables garantías para la inversión y la producción privada. Y tiene toda la razón, considerando su fortuna de cuatro millardos de dólares.
En cuanto al desabastecimiento de ciertos alimentos, por ejemplo, es importante destacar la improductividad estatal y la casi inexistente ayuda para masificar y consolidar las empresas de producción social; en consecuencia estamos casi a merced de un oligopolio comandado por Empresas Polar (propiedad de Mendoza) a nivel nacional, y de la importación de numerosos alimentos y otros productos. De manera que es ilógico echar buena parte de la culpa a los ‘buhoneros’, quienes no son más que simples compradores-vendedores.
Entonces, ¿por qué el ensañamiento del Gobierno “revolucionario” contra el sector informal? Más allá de que algunos ‘buhoneros’ si están al margen de la ley por contrabando y especulación, la mayoría dedicada a la informalidad trabaja dignamente con el objetivo de alimentar a sus familias. En este sentido, es bien posible que al ‘buhonero’ se le quiera tratar como un chivo expiatorio, ante la incapacidad gubernamental para resolver diversos problemas en el contexto capitalista. Como siempre, la soga revienta por la parte más fina, y en este sentido se agrede nuevamente a los pobres, quienes por obligación se dedican al ‘buhonerismo’, incluso teniendo un empleo formal en una empresa pública o privada. En el marco de la llamada guerra económica el Estado no ataca la raíz de males como la especulación, y sólo atina a actuar de manera coyuntural y limitada, favoreciendo siempre a la burguesía ladrona y parásita (redundancia). Obviamente el Estado burgués defiende los intereses de la burguesía.
Y si el Gobierno nacional pretende acabar progresivamente con la economía informal, pues debe eliminar primero los factores que obligan a centenares de miles de venezolanos a ser ‘buhoneros’, entre ellos la pobreza, el desempleo y el alto costo de alimentos, medicinas y otros rubros. En el capitalismo, del tipo que sea, esos factores siempre están presentes, para desgracia de la mayoría.
La responsabilidad de problemas como el desabastecimiento y la especulación se le sigue achacando, en gran medida, a los mal llamados buhoneros. Definitivamente el Gobierno venezolano sigue caminando con firmeza por la senda del capitalismo, aún cuando sus voceros principales insistan en que el socialismo está a la vuelta de la esquina, y que el país está bien direccionado al respecto. Recientemente se prohibió a los trabajadores de la economía informal, por lo general personas humildes, la venta, entre otras cosas, de ciertos alimentos y artículos de higiene personal; mientras tanto los grandes capitalistas, beneficiados con la entrega puntual de dólares y otras prebendas, siguen llenándose los bolsillos gracias a la especulación, la explotación de sus trabajadores, la improductividad estatal y el consumismo de las masas alienadas. Véase el caso del empresario-ladrón Lorenzo Mendoza, que no vaciló, hace algunos meses, en afirmar que Venezuela ofrece inmejorables garantías para la inversión y la producción privada. Y tiene toda la razón, considerando su fortuna de cuatro millardos de dólares.
En cuanto al desabastecimiento de ciertos alimentos, por ejemplo, es importante destacar la improductividad estatal y la casi inexistente ayuda para masificar y consolidar las empresas de producción social; en consecuencia estamos casi a merced de un oligopolio comandado por Empresas Polar (propiedad de Mendoza) a nivel nacional, y de la importación de numerosos alimentos y otros productos. De manera que es ilógico echar buena parte de la culpa a los ‘buhoneros’, quienes no son más que simples compradores-vendedores.
Entonces, ¿por qué el ensañamiento del Gobierno “revolucionario” contra el sector informal? Más allá de que algunos ‘buhoneros’ si están al margen de la ley por contrabando y especulación, la mayoría dedicada a la informalidad trabaja dignamente con el objetivo de alimentar a sus familias. En este sentido, es bien posible que al ‘buhonero’ se le quiera tratar como un chivo expiatorio, ante la incapacidad gubernamental para resolver diversos problemas en el contexto capitalista. Como siempre, la soga revienta por la parte más fina, y en este sentido se agrede nuevamente a los pobres, quienes por obligación se dedican al ‘buhonerismo’, incluso teniendo un empleo formal en una empresa pública o privada. En el marco de la llamada guerra económica el Estado no ataca la raíz de males como la especulación, y sólo atina a actuar de manera coyuntural y limitada, favoreciendo siempre a la burguesía ladrona y parásita (redundancia). Obviamente el Estado burgués defiende los intereses de la burguesía.
Y si el Gobierno nacional pretende acabar progresivamente con la economía informal, pues debe eliminar primero los factores que obligan a centenares de miles de venezolanos a ser ‘buhoneros’, entre ellos la pobreza, el desempleo y el alto costo de alimentos, medicinas y otros rubros. En el capitalismo, del tipo que sea, esos factores siempre están presentes, para desgracia de la mayoría.
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