Laura Catena y Velia Luparello
Hacia 1921 en la ciudad de Necochea, provincia de Buenos Aires, un grupo de mujeres encabezado por Juana Rouco Buela (1889-1969), fundó el Centro de Estudios Sociales Femeninos, que dio nacimiento al periódico “de Ideas, Arte, Critica y Literatura” Nuestra Tribuna (1922-1925). En palabras de Rouco Buela: “Necochea me produjo una sensación distinta de las otras localidades que habíamos visitado. Allí encontré un plantel de mujeres con conocimientos y capacidad ideológica poco común en otras mujeres y en otras localidades” (Rouco Buela, Historia de un ideal vivido por una mujer, 1964:74). El periódico apareció por primera vez el 15 de agosto de 1922 y tuvo un total de 39 números a lo largo de dos años. Su objetivo principal, como rezaba en cada número publicado, era desmentir la inferioridad mental de la mujer propagada por la religión y el Estado y luchar por la emancipación del género entendida como parte de la liberación social del sistema explotador y opresor que era el capitalismo (NT, n°1, 15 de agosto de 1922:1).
A la libertad por la educación y la lucha
En la mayoría de los números del periódico encontramos menciones acerca de la necesidad de la “elevación mental” de la mujer a través de la educación y de su incorporación a las luchas proletarias. Sumado a eso, la editorial del Nº 5 estuvo dedicada a la memoria del “Mártir de la Escuela Moderna”, Francesc Ferrer i Guàrdia. Estos datos nos permiten afirmar que la corriente anarquista reivindicada por las mujeres de Nuestra Tribuna tenia raíces muy fuertes en el anarquismo español de fines del siglo XIX (en parte creemos que se debe a la gran oleada inmigratoria a nuestro país durante esa época, pero también por la estadía de Rouco Buela en Madrid) y se mantenía en contacto con lo que más arriba llamamos “tradición bakuninista”en lo que se refiere a la emancipación femenina.
El periódico se proponía como objetivo principal “la educación racional y elevación mental de la mujer y el hombre” (NT, n°1, 15 de agosto 1922:1). Afirmaban que, si bien era escrito por plumas femeninas, la anarquía no hacia distinción de sexos, y por lo tanto, su labor era netamente social en pos de la emancipación humana integral. Desde un comienzo no fue fácil la edición quincenal del periódico, como escribe Juana en su autobiografía, “muchos aseguraban su pronta desaparición (…). Pero fue una realidad que vivió quincenalmente tres años y despertó el entusiasmo de las mujeres del mundo” (Rouco Buela, 1964:82). La preocupación que llevó a estas anarquistas a la redacción de Nuestra Tribuna estuvo dada por la situación de subordinación e inferioridad sufrida por las mujeres en todos los ámbitos de su vida en aquel tiempo. Es así, que a lo largo de los treinta y nueve números, trataron diversos temas que se englobaban en uno: el problema de la emancipación de la mujer. La verdadera emancipación, decían “(…) está en la anarquía (…) Emancipación significa liberación de la humanidad del yugo capitalista” (NT, n°2, 1 de septiembre de 1922:1).
La perspectiva anarquista seguida por Nuestra Tribuna va a llevar a cuestionar y poner en tensión el tema de la religión, la institución del matrimonio y la “moral burguesa” en contraposición a la posición anarquista del amor libre. Sucesivamente aparecen críticas vinculadas por un lado a la iglesia y la institución del matrimonio y por el otro, críticas hacia la “moral” impuesta por la sociedad burguesa. Consideraban que la subordinación de la mujer sólo había cambiado de forma desde épocas antiguas. En la actualidad, expresó Juana Rouco en un artículo publicado en 1924, gracias a la Iglesia y las uniones matrimoniales, esta forma de subordinación se daba de una forma más cruel, dado el refinamiento y la hipocresía que imperan en dichas uniones matrimoniales (NT, n° 30, 1 de junio de 1924:2).
Ahora bien, veamos a qué hacían referencia cuando hablaban de amor libre. El amor libre, para las autoras de Nuestra Tribuna, era aquel despojado de todo interés material, alejado de la esclavitud y la sumisión de la que eran objeto las mujeres por imposición social y a la que inevitablemente las arrastraría la institución del matrimonio. La libertad en la elección de la pareja no implicaría ningún tipo de obligación, ni coerción, ni sometimiento derivada de la unión entre las personas. El amor libre no guardaba relación alguna con el libertinaje y tampoco impulsaba a la promiscuidad siendo la mujer un objeto de deseo. La cuestión pasaba por la libertad de elección sentimental y sexual del género. Se luchaba contra la monogamia matrimonial basada en la esclavitud sexual y amorosa de las mujeres. En contraposición, bajo la institución matrimonial la mujer se convertiría en una virtual esclava de su marido, obligada por el “hábito de la servidumbre” a realizar las tareas domésticas y a satisfacerlo sexualmente.
¿Anarquistas, feministas?
Las mujeres de Nuestra Tribuna no se definían así mismas como feministas sino como anarquistas. El anarquismo como corriente perseguía como fin último una emancipación humana íntegra, es decir, no sólo una transformación de las relaciones de producción y del sistema económico sino también una profunda transformación ideológica y cultural que suprimiera todas las relaciones de poder que oprimían tanto a mujeres como hombres. Cuando hablamos del feminismo contemporáneo a estas anarquistas, en cambio, hablamos de un movimiento que exigía para las mujeres iguales derechos que para los hombres. Su lucha estaba en el parlamento y la sanción de leyes. En este periodo el movimiento correspondía a una vertiente liberal asociada a mujeres de origen burgués, con demandas que afectaban directamente a las féminas de clase media-alta. Entonces, al considerarse el grupo editor de Nuestra Tribuna anarquistas “¿es posible, es admisible (…) querer darle a una parte del movimiento anarquista un carácter feminista? No es posible. El feminismo no es ni puede ser un movimiento anarquista bajo ningún concepto” (NT, 1 de septiembre de 1922:4).Por lo tanto, calificarlas como feministas incurriría en un error metodológico a nuestro entender, puesto que sería anacrónico para con la caracterización del feminismo argentino de principios del S. XX, a la vez que impondría una categorización con la que las protagonistas explícitamente afirmaban estar en total desacuerdo por razones ideológicas en primer lugar, y por práctica política en segundo término.
En el segundo número de Nuestra Tribuna, el grupo editorial y sus colaboradoras se definían de este modo:
El feminismo no es ni puede ser un movimiento anarquista… deberíamos alejar de nuestras compañeritas esas ideas separatistas que dominan aún a las que simpatizan con nustras cosas. Es muy tonto calificar al anarquismo de femenino o masculino a más que la mujer por su trilogía de esclavitud siente la necesidad de reunirse separadamente del hombre (…). La única diferencia que hay entre nosotras y los “machos” es el sexo. Organicémosnos gremial y anárquicamente pero sin distinción de sexo. (NT, n° 2,1 de septiembre de 1922:1)
En los diferentes artículos que componen Nuestra Tribuna se realizaron numerosas críticas hacia los hombres y la opresión social a la que era sometida la mujer: “la mujer vive y actúa en la sociedad siendo en triple más esclava que el hombre: ella es esclava de su padre primero, del capitalismo después, y en último término lo es de su marido” (NT, 15 de octubre de 1923:1). Otras veces, las críticas llegaban de manera explícita hacia los propios compañeros anarquistas. En este sentido, hubo una polémica en uno de los números de Nuestra Tribuna respecto a un artículo publicado por Juana Rouco. En él, ella criticaba a sus compañeros anarquistas editores de La Protesta por no apoyar la edición del periódico y tampoco la pretensión de ellas de participar en luchas y demandas sociales y sostenía que el periódico estaba “acostumbrado a dar cabida a intrigas, mentiras y calumnias (…). La desesperación los lleva a hacernos la guerra con las armas más innobles al alcance” (NT, 1 de febrero de 1923:2). Y en octubre de 1923 dirá que
Nuestras aspiraciones femeninas de reivindicación y justicia son mal comprendidas y malévolamente interpretadas por muchos hombres, [de este modo] es que nos proponemos el presente trabajo, el conjunto de nuestras aspiraciones que encierran la base capital de nuestra obra cultural y de capacitación mental por la liberación de la mujer de todas clase de tutelas (NT, 15 de octubre de 1923:27).
Conclusiones
Finalizaremos resumiendo los ejes que consideramos fundamentales sobre las temáticas abordadas en el periódico anarquista Nuestra Tribuna. Desde una posición anarquista, el mismo instó la necesidad dellevar a cabo una emancipación de la mujer, en la que ella misma formara parte activa. Además se atrevió a cuestionar el principio de autoridad de la sociedad, de ir contra la organización social arbitraria en todos los aspectos de la vida, desde lo político hasta lo moral y desde lo intelectual hasta aspectos económicos. Para ello uno de los pilares fundamentales en los que se sostenían era la “educación racionalista” y los postulados de Ferrer Guardia. La educación, a sus ojos, iba a ser el motor transformador de la sociedad capitalista y lo que contribuiría a la realización de la sociedad del futuro, sin división de clases ni distinción de sexos. A la par, desde el periódico se sostuvo la necesidad de que hubiera una “maternidad consciente y electiva”, para lo cual el rol de la mujer era de educar a las futuras generaciones en la libertad. De la mano estaba la concepción del amor libre, que alejaría a la mujer de la esclavitud y la sumisión que le eran impuestas tanto por la “hipócrita moral” burguesa como por la Iglesia. Finalmente, se diferenciaron abiertamente de las corrientes “feministas” por considerar que no conducirían a la liberación total de la mujer al sostener una división entre sexos, y cuando fue necesario no tuvieron reparos en criticar a sus compañeros anarquistas.
[Fragmentos extraídos de un trabajo de mayor extensión accesible en http://jornadasjovenesiigg.sociales.uba.ar/files/2013/10/eje8_catena.pdf.]
Hacia 1921 en la ciudad de Necochea, provincia de Buenos Aires, un grupo de mujeres encabezado por Juana Rouco Buela (1889-1969), fundó el Centro de Estudios Sociales Femeninos, que dio nacimiento al periódico “de Ideas, Arte, Critica y Literatura” Nuestra Tribuna (1922-1925). En palabras de Rouco Buela: “Necochea me produjo una sensación distinta de las otras localidades que habíamos visitado. Allí encontré un plantel de mujeres con conocimientos y capacidad ideológica poco común en otras mujeres y en otras localidades” (Rouco Buela, Historia de un ideal vivido por una mujer, 1964:74). El periódico apareció por primera vez el 15 de agosto de 1922 y tuvo un total de 39 números a lo largo de dos años. Su objetivo principal, como rezaba en cada número publicado, era desmentir la inferioridad mental de la mujer propagada por la religión y el Estado y luchar por la emancipación del género entendida como parte de la liberación social del sistema explotador y opresor que era el capitalismo (NT, n°1, 15 de agosto de 1922:1).
A la libertad por la educación y la lucha
En la mayoría de los números del periódico encontramos menciones acerca de la necesidad de la “elevación mental” de la mujer a través de la educación y de su incorporación a las luchas proletarias. Sumado a eso, la editorial del Nº 5 estuvo dedicada a la memoria del “Mártir de la Escuela Moderna”, Francesc Ferrer i Guàrdia. Estos datos nos permiten afirmar que la corriente anarquista reivindicada por las mujeres de Nuestra Tribuna tenia raíces muy fuertes en el anarquismo español de fines del siglo XIX (en parte creemos que se debe a la gran oleada inmigratoria a nuestro país durante esa época, pero también por la estadía de Rouco Buela en Madrid) y se mantenía en contacto con lo que más arriba llamamos “tradición bakuninista”en lo que se refiere a la emancipación femenina.
El periódico se proponía como objetivo principal “la educación racional y elevación mental de la mujer y el hombre” (NT, n°1, 15 de agosto 1922:1). Afirmaban que, si bien era escrito por plumas femeninas, la anarquía no hacia distinción de sexos, y por lo tanto, su labor era netamente social en pos de la emancipación humana integral. Desde un comienzo no fue fácil la edición quincenal del periódico, como escribe Juana en su autobiografía, “muchos aseguraban su pronta desaparición (…). Pero fue una realidad que vivió quincenalmente tres años y despertó el entusiasmo de las mujeres del mundo” (Rouco Buela, 1964:82). La preocupación que llevó a estas anarquistas a la redacción de Nuestra Tribuna estuvo dada por la situación de subordinación e inferioridad sufrida por las mujeres en todos los ámbitos de su vida en aquel tiempo. Es así, que a lo largo de los treinta y nueve números, trataron diversos temas que se englobaban en uno: el problema de la emancipación de la mujer. La verdadera emancipación, decían “(…) está en la anarquía (…) Emancipación significa liberación de la humanidad del yugo capitalista” (NT, n°2, 1 de septiembre de 1922:1).
La perspectiva anarquista seguida por Nuestra Tribuna va a llevar a cuestionar y poner en tensión el tema de la religión, la institución del matrimonio y la “moral burguesa” en contraposición a la posición anarquista del amor libre. Sucesivamente aparecen críticas vinculadas por un lado a la iglesia y la institución del matrimonio y por el otro, críticas hacia la “moral” impuesta por la sociedad burguesa. Consideraban que la subordinación de la mujer sólo había cambiado de forma desde épocas antiguas. En la actualidad, expresó Juana Rouco en un artículo publicado en 1924, gracias a la Iglesia y las uniones matrimoniales, esta forma de subordinación se daba de una forma más cruel, dado el refinamiento y la hipocresía que imperan en dichas uniones matrimoniales (NT, n° 30, 1 de junio de 1924:2).
Ahora bien, veamos a qué hacían referencia cuando hablaban de amor libre. El amor libre, para las autoras de Nuestra Tribuna, era aquel despojado de todo interés material, alejado de la esclavitud y la sumisión de la que eran objeto las mujeres por imposición social y a la que inevitablemente las arrastraría la institución del matrimonio. La libertad en la elección de la pareja no implicaría ningún tipo de obligación, ni coerción, ni sometimiento derivada de la unión entre las personas. El amor libre no guardaba relación alguna con el libertinaje y tampoco impulsaba a la promiscuidad siendo la mujer un objeto de deseo. La cuestión pasaba por la libertad de elección sentimental y sexual del género. Se luchaba contra la monogamia matrimonial basada en la esclavitud sexual y amorosa de las mujeres. En contraposición, bajo la institución matrimonial la mujer se convertiría en una virtual esclava de su marido, obligada por el “hábito de la servidumbre” a realizar las tareas domésticas y a satisfacerlo sexualmente.
¿Anarquistas, feministas?
Las mujeres de Nuestra Tribuna no se definían así mismas como feministas sino como anarquistas. El anarquismo como corriente perseguía como fin último una emancipación humana íntegra, es decir, no sólo una transformación de las relaciones de producción y del sistema económico sino también una profunda transformación ideológica y cultural que suprimiera todas las relaciones de poder que oprimían tanto a mujeres como hombres. Cuando hablamos del feminismo contemporáneo a estas anarquistas, en cambio, hablamos de un movimiento que exigía para las mujeres iguales derechos que para los hombres. Su lucha estaba en el parlamento y la sanción de leyes. En este periodo el movimiento correspondía a una vertiente liberal asociada a mujeres de origen burgués, con demandas que afectaban directamente a las féminas de clase media-alta. Entonces, al considerarse el grupo editor de Nuestra Tribuna anarquistas “¿es posible, es admisible (…) querer darle a una parte del movimiento anarquista un carácter feminista? No es posible. El feminismo no es ni puede ser un movimiento anarquista bajo ningún concepto” (NT, 1 de septiembre de 1922:4).Por lo tanto, calificarlas como feministas incurriría en un error metodológico a nuestro entender, puesto que sería anacrónico para con la caracterización del feminismo argentino de principios del S. XX, a la vez que impondría una categorización con la que las protagonistas explícitamente afirmaban estar en total desacuerdo por razones ideológicas en primer lugar, y por práctica política en segundo término.
En el segundo número de Nuestra Tribuna, el grupo editorial y sus colaboradoras se definían de este modo:
El feminismo no es ni puede ser un movimiento anarquista… deberíamos alejar de nuestras compañeritas esas ideas separatistas que dominan aún a las que simpatizan con nustras cosas. Es muy tonto calificar al anarquismo de femenino o masculino a más que la mujer por su trilogía de esclavitud siente la necesidad de reunirse separadamente del hombre (…). La única diferencia que hay entre nosotras y los “machos” es el sexo. Organicémosnos gremial y anárquicamente pero sin distinción de sexo. (NT, n° 2,1 de septiembre de 1922:1)
En los diferentes artículos que componen Nuestra Tribuna se realizaron numerosas críticas hacia los hombres y la opresión social a la que era sometida la mujer: “la mujer vive y actúa en la sociedad siendo en triple más esclava que el hombre: ella es esclava de su padre primero, del capitalismo después, y en último término lo es de su marido” (NT, 15 de octubre de 1923:1). Otras veces, las críticas llegaban de manera explícita hacia los propios compañeros anarquistas. En este sentido, hubo una polémica en uno de los números de Nuestra Tribuna respecto a un artículo publicado por Juana Rouco. En él, ella criticaba a sus compañeros anarquistas editores de La Protesta por no apoyar la edición del periódico y tampoco la pretensión de ellas de participar en luchas y demandas sociales y sostenía que el periódico estaba “acostumbrado a dar cabida a intrigas, mentiras y calumnias (…). La desesperación los lleva a hacernos la guerra con las armas más innobles al alcance” (NT, 1 de febrero de 1923:2). Y en octubre de 1923 dirá que
Nuestras aspiraciones femeninas de reivindicación y justicia son mal comprendidas y malévolamente interpretadas por muchos hombres, [de este modo] es que nos proponemos el presente trabajo, el conjunto de nuestras aspiraciones que encierran la base capital de nuestra obra cultural y de capacitación mental por la liberación de la mujer de todas clase de tutelas (NT, 15 de octubre de 1923:27).
Conclusiones
Finalizaremos resumiendo los ejes que consideramos fundamentales sobre las temáticas abordadas en el periódico anarquista Nuestra Tribuna. Desde una posición anarquista, el mismo instó la necesidad dellevar a cabo una emancipación de la mujer, en la que ella misma formara parte activa. Además se atrevió a cuestionar el principio de autoridad de la sociedad, de ir contra la organización social arbitraria en todos los aspectos de la vida, desde lo político hasta lo moral y desde lo intelectual hasta aspectos económicos. Para ello uno de los pilares fundamentales en los que se sostenían era la “educación racionalista” y los postulados de Ferrer Guardia. La educación, a sus ojos, iba a ser el motor transformador de la sociedad capitalista y lo que contribuiría a la realización de la sociedad del futuro, sin división de clases ni distinción de sexos. A la par, desde el periódico se sostuvo la necesidad de que hubiera una “maternidad consciente y electiva”, para lo cual el rol de la mujer era de educar a las futuras generaciones en la libertad. De la mano estaba la concepción del amor libre, que alejaría a la mujer de la esclavitud y la sumisión que le eran impuestas tanto por la “hipócrita moral” burguesa como por la Iglesia. Finalmente, se diferenciaron abiertamente de las corrientes “feministas” por considerar que no conducirían a la liberación total de la mujer al sostener una división entre sexos, y cuando fue necesario no tuvieron reparos en criticar a sus compañeros anarquistas.
[Fragmentos extraídos de un trabajo de mayor extensión accesible en http://jornadasjovenesiigg.sociales.uba.ar/files/2013/10/eje8_catena.pdf.]
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nos interesa el debate, la confrontación de ideas y el disenso. Pero si tu comentario es sólo para descalificaciones sin argumentos, o mentiras falaces, no será publicado. Hay muchos sitios del gobierno venezolano donde gustosa y rápidamente publican ese tipo de comunicaciones.