Alberto Híjar Serrano
Todas las formas de lucha, dijimos e hicimos luego de la masacre de Tlatelolco y con la cárcel llena de dirigentes estudiantiles. El Estado cumplía con su definición de clase al aplicar todas las formas de lucha contra su enemigo: el pueblo agredido, agitado por los estudiantes. “Momento teórico mundial” fue la definición de Henri Lefebvre para el levantamiento por la democracia y los derechos civiles en Europa, Estados Unidos, México y otros lugares de América. Desde la cárcel, José Revueltas ocupó la definición del teórico francés a la postre expulsado del Partido Comunista, como necesidad histórica que exigía pasar a la autogestión contra la economía política del Estado y su dimensión capitalista mundial.
México es ahora centro mundial contra el terrorismo de Estado. Ayotzinapa es bandera del repudio a la represión impune resultante del poder administrado por los gobiernos en colusión con el narcotráfico, el contrabando incluyente de los migrantes, todo bajo control relativo de los aparatos de control yanquis, del país con mayor número de drogadictos en el mundo, de los gobiernos en guerra injusta por desigual y amenazante para generar asesinatos masivos, epidemias, hambrunas, cuerpos de la soldadesca envilecida y viciosa, mutilados de guerra, ciudades devastadas para beneficio de los grandes consorcios con contratos de reconstrucción. El imperialismo no es externo, está adentro y el Imperio procura administrar en beneficio de los grandes consorcios trasnacionales. Ya comprometió Peña al ejército y la marina a su inclusión en las fuerzas armadas yanquis instrumentos de las invasiones devastadoras. Alguien tiene que lavar excusados y torturar rehenes “pa’ que aprendan”, según dice el dialecto narcopoliciaco. No hay duda: el culpable es el Estado.
Explotaron ruidosamente las molotov, ardió la puerta central y algunos balcones del Palacio Nacional y salvo dos o tres pacifistas electoreros civilistas, la multitud acompañó las llamaradas con gritos de “¡Fuera Peña!”. El civilismo derrotado se trasforma en sociedad política y llamó a reunirse y salir todos juntos protegiéndose de la avidez policiaca. Una pequeña señora arrastró una valla de metal y recorrió 500 metros de la calle peatonal Madero, para ir sumando apoyos hasta colocarla en el Eje Central y avenida Juárez para interrumpir el tráfico entre aplausos y vítores indignados de las familias, de los trabajadores, de los vendedores ambulantes, de uno que otro policía privado que discretamente se retrató para el recuerdo. El contingente que llegó de Iguala ese mismo sábado 8, fue acompañado por familias que les ofrecieron comida, agua, frutas, mantas y cartulinas de apoyo. Mientras el procurador Murillo se declaró cansado, Peña a punto de viajar recuperó la copetona arrogancia y pagó la presencia de los connotados gangsters trasnacionales Zedillo, Alán García el peruano ex presidente llevado a tribunales y Felipe González, el desastroso servidor de la corrupta monarquía española. En el Monterrey empresarial Peña condenó a la violencia y clamó por el estado de derecho. Pero en la calle y en la plaza, entre incendios, pedradas, liberación de pasos carreteros y hasta supermercados, regalando combustible y pintando la digna rabia a su paso, la multitud insurrecta gana adeptos y recoge la solidaridad asombrosa por la consigna del día: Fue el Estado.
El Pípila no es un infiltrado, lo saben las multitudes de 1810 y las de ahora. Infiltrados los encapuchados protegidos por los granaderos y al que tomaron en flagrancia los insurrectos, lo soltaron para no caer en los usos y costumbres del enemigo.
Desde abajo y a la izquierda, la consigna del silencioso zapatismo, está en pie. Los del Instituto Politécnico Nacional la aplican y ganan espacio en las televisoras, obligan al secretario de gobernación al diálogo y al compromiso y organizan la discusión con el gobierno en sus propios terrenos escolares y sin aceptar condiciones. Defienden la democracia plena de las asambleas y las comisiones rotativas ante el presidencialismo y sus estructuras de poder feudal para imponer directores. Seguirá en la UNAM el repudio al Rector que considera incidente local lo de Ayotzinapa. Que el ITAM, la Universidad Iberoamericana y la Anáhuac aporten contingentes solidarios es un asombro. Que la soldadesca se haya encerrado en Palacio Nacional y colocado francotiradores en la azotea para aventar piedras a la multitud y que la policía uniformada y los granaderos no ataquen directamente, es un triunfo del movimiento en marcha.
El movimiento seguirá si los estudiantes y trabajadores de la educación asumen su lugar estratégico para la reproducción social con las técnicas, las ciencias, las artes y la economía política (“¿Quién lo diría? Contaduría” fue un celebrado grito de contingente). Hay que resistir los llamados del civilismo pacifista con sus comisiones de la verdad, sus diálogos tramposos, sus defensas de derechos humanos siempre incumplidas. El Tribunal Permanente de los Pueblos habrá de dar ejemplo de rigor en su informe del viernes 15 en Ciudad Universitaria de la UNAM. Desde abajo y a la izquierda lleva años de procesos, testimonios, denuncias y proyectos de autodefensa en marcha.
Todas las formas de lucha concretan las autodefensas y policías comunitarias irreductibles al soborno del Estado criminal. En Tixtla desfilaron con escopetas y machetes escoltados por estudiantes y vecinos comunes. Mantener en alto la denuncia de los crímenes de Estado es tarea que ya alcanza el internacionalismo. Acá procreamos comités muy activos de solidaridad con Cuba, Vietnam, Chile, El Salvador, Guatemala, que no corresponden al silencio de los miles de beneficiados fuera de México. La diplomacia demagógica del Estado apoyado por el PRI, el PRD y el Partido del Trabajo, hace estragos en el internacionalismo solidario.
Esta es la hora de los migrantes, de los derrotados en Centroamérica no por culpa de los miles de mexicanos solidarios con todas las formas de lucha. Hay mucho que hacer en las redes sociales para alentar el internacionalismo.
La memoria histórica tiende a incluir a los denostados Genaro Vázquez y Lucio Cabañas, egresados de Ayotzinapa. La defensa coordinada de las normales rurales es estratégica y tiene que ser apoyada por la conciencia crítica de los historiadores. Mientras ardía la puerta central de Palacio Nacional, la iluminación de la fachada de Catedral encendió a un campesino armado con fusil. O sea que el Estado que asesinó al dirigente campesino al igual que a Villa y dejó morir en una cárcel gringa a Flores Magón, ahora homenajea su imagen vacía. La Revolución ha muerto, entre “Viva la Revolución” con todas las formas de lucha según dijimos de tiempo atrás, es el único homenaje válido a quienes lucharon desde 1910 y hasta que el Grupo Sonora y los que siguieron después de Ávila Camacho hundieron a México en la corrupción criminal. Lo justo y necesario frente al Estado que masacra, intimida, toma rehenes, tortura, maneja paramilitares, acuerda con el imperio contratos militares, es asumir este tiempo histórico con centro en Ayotzinapa para mantener en alto la bandera justiciera.
Todas las formas de lucha, dijimos e hicimos luego de la masacre de Tlatelolco y con la cárcel llena de dirigentes estudiantiles. El Estado cumplía con su definición de clase al aplicar todas las formas de lucha contra su enemigo: el pueblo agredido, agitado por los estudiantes. “Momento teórico mundial” fue la definición de Henri Lefebvre para el levantamiento por la democracia y los derechos civiles en Europa, Estados Unidos, México y otros lugares de América. Desde la cárcel, José Revueltas ocupó la definición del teórico francés a la postre expulsado del Partido Comunista, como necesidad histórica que exigía pasar a la autogestión contra la economía política del Estado y su dimensión capitalista mundial.
México es ahora centro mundial contra el terrorismo de Estado. Ayotzinapa es bandera del repudio a la represión impune resultante del poder administrado por los gobiernos en colusión con el narcotráfico, el contrabando incluyente de los migrantes, todo bajo control relativo de los aparatos de control yanquis, del país con mayor número de drogadictos en el mundo, de los gobiernos en guerra injusta por desigual y amenazante para generar asesinatos masivos, epidemias, hambrunas, cuerpos de la soldadesca envilecida y viciosa, mutilados de guerra, ciudades devastadas para beneficio de los grandes consorcios con contratos de reconstrucción. El imperialismo no es externo, está adentro y el Imperio procura administrar en beneficio de los grandes consorcios trasnacionales. Ya comprometió Peña al ejército y la marina a su inclusión en las fuerzas armadas yanquis instrumentos de las invasiones devastadoras. Alguien tiene que lavar excusados y torturar rehenes “pa’ que aprendan”, según dice el dialecto narcopoliciaco. No hay duda: el culpable es el Estado.
Explotaron ruidosamente las molotov, ardió la puerta central y algunos balcones del Palacio Nacional y salvo dos o tres pacifistas electoreros civilistas, la multitud acompañó las llamaradas con gritos de “¡Fuera Peña!”. El civilismo derrotado se trasforma en sociedad política y llamó a reunirse y salir todos juntos protegiéndose de la avidez policiaca. Una pequeña señora arrastró una valla de metal y recorrió 500 metros de la calle peatonal Madero, para ir sumando apoyos hasta colocarla en el Eje Central y avenida Juárez para interrumpir el tráfico entre aplausos y vítores indignados de las familias, de los trabajadores, de los vendedores ambulantes, de uno que otro policía privado que discretamente se retrató para el recuerdo. El contingente que llegó de Iguala ese mismo sábado 8, fue acompañado por familias que les ofrecieron comida, agua, frutas, mantas y cartulinas de apoyo. Mientras el procurador Murillo se declaró cansado, Peña a punto de viajar recuperó la copetona arrogancia y pagó la presencia de los connotados gangsters trasnacionales Zedillo, Alán García el peruano ex presidente llevado a tribunales y Felipe González, el desastroso servidor de la corrupta monarquía española. En el Monterrey empresarial Peña condenó a la violencia y clamó por el estado de derecho. Pero en la calle y en la plaza, entre incendios, pedradas, liberación de pasos carreteros y hasta supermercados, regalando combustible y pintando la digna rabia a su paso, la multitud insurrecta gana adeptos y recoge la solidaridad asombrosa por la consigna del día: Fue el Estado.
El Pípila no es un infiltrado, lo saben las multitudes de 1810 y las de ahora. Infiltrados los encapuchados protegidos por los granaderos y al que tomaron en flagrancia los insurrectos, lo soltaron para no caer en los usos y costumbres del enemigo.
Desde abajo y a la izquierda, la consigna del silencioso zapatismo, está en pie. Los del Instituto Politécnico Nacional la aplican y ganan espacio en las televisoras, obligan al secretario de gobernación al diálogo y al compromiso y organizan la discusión con el gobierno en sus propios terrenos escolares y sin aceptar condiciones. Defienden la democracia plena de las asambleas y las comisiones rotativas ante el presidencialismo y sus estructuras de poder feudal para imponer directores. Seguirá en la UNAM el repudio al Rector que considera incidente local lo de Ayotzinapa. Que el ITAM, la Universidad Iberoamericana y la Anáhuac aporten contingentes solidarios es un asombro. Que la soldadesca se haya encerrado en Palacio Nacional y colocado francotiradores en la azotea para aventar piedras a la multitud y que la policía uniformada y los granaderos no ataquen directamente, es un triunfo del movimiento en marcha.
El movimiento seguirá si los estudiantes y trabajadores de la educación asumen su lugar estratégico para la reproducción social con las técnicas, las ciencias, las artes y la economía política (“¿Quién lo diría? Contaduría” fue un celebrado grito de contingente). Hay que resistir los llamados del civilismo pacifista con sus comisiones de la verdad, sus diálogos tramposos, sus defensas de derechos humanos siempre incumplidas. El Tribunal Permanente de los Pueblos habrá de dar ejemplo de rigor en su informe del viernes 15 en Ciudad Universitaria de la UNAM. Desde abajo y a la izquierda lleva años de procesos, testimonios, denuncias y proyectos de autodefensa en marcha.
Todas las formas de lucha concretan las autodefensas y policías comunitarias irreductibles al soborno del Estado criminal. En Tixtla desfilaron con escopetas y machetes escoltados por estudiantes y vecinos comunes. Mantener en alto la denuncia de los crímenes de Estado es tarea que ya alcanza el internacionalismo. Acá procreamos comités muy activos de solidaridad con Cuba, Vietnam, Chile, El Salvador, Guatemala, que no corresponden al silencio de los miles de beneficiados fuera de México. La diplomacia demagógica del Estado apoyado por el PRI, el PRD y el Partido del Trabajo, hace estragos en el internacionalismo solidario.
Esta es la hora de los migrantes, de los derrotados en Centroamérica no por culpa de los miles de mexicanos solidarios con todas las formas de lucha. Hay mucho que hacer en las redes sociales para alentar el internacionalismo.
La memoria histórica tiende a incluir a los denostados Genaro Vázquez y Lucio Cabañas, egresados de Ayotzinapa. La defensa coordinada de las normales rurales es estratégica y tiene que ser apoyada por la conciencia crítica de los historiadores. Mientras ardía la puerta central de Palacio Nacional, la iluminación de la fachada de Catedral encendió a un campesino armado con fusil. O sea que el Estado que asesinó al dirigente campesino al igual que a Villa y dejó morir en una cárcel gringa a Flores Magón, ahora homenajea su imagen vacía. La Revolución ha muerto, entre “Viva la Revolución” con todas las formas de lucha según dijimos de tiempo atrás, es el único homenaje válido a quienes lucharon desde 1910 y hasta que el Grupo Sonora y los que siguieron después de Ávila Camacho hundieron a México en la corrupción criminal. Lo justo y necesario frente al Estado que masacra, intimida, toma rehenes, tortura, maneja paramilitares, acuerda con el imperio contratos militares, es asumir este tiempo histórico con centro en Ayotzinapa para mantener en alto la bandera justiciera.
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