Luis Fuenmayor Toro
Al igual que ocurrió con el homicidio de Eliecer Otaiza,
ejecutado por el hampa común como lo demostró el CICPC, el chavecismo acusó en
forma osada, amenazante y sin fundamento a la oposición nacional polarizada de
ser responsable del asesinato de Robert Serra. Es claro que fue un homicidio,
pero nada más, y el mismo ministro del ramo dijo que no descartaban ninguna
posibilidad. Entre éstas está la de ser un crimen político, pero hasta allí.
Pudieran ser muchas otras las causas. Pero esta conducta tiene razones
electorales y no sentimentales. El funeral de Serra fue tratado de la misma
manera que el de Chávez, para unir afectivamente al chavismo, para movilizarlo
y entusiasmarlo y para reimpulsar la polarización que se venía resquebrajando.
Por ello las agresiones a los opositores que juegan a la polarización. Pero
además, para reafirmar que no se van del poder pase lo que pase y que
recurrirán a mayor represión si es necesario.
Todo homicidio es lamentable y nadie se debe alegrar de su
ocurrencia. Un asesinato como el de Serra y su asistente Herrera no tiene
ninguna justificación y no hay que saber los motivos de los asesinos para
rechazarlo y condenarlo. Son inaceptables las expresiones de júbilo y las que
pretendan reducir la gravedad del hecho, mediante justificaciones perversas.
Ahora, montar toda una obra de teatro politiquera en el ámbito nacional, para
transformar este lamentable suceso en el inicio de la campaña electoral de las
elecciones parlamentarias de 2015, sin importar que se está jugando con los
sentimientos de la gente, entre ellos familiares, amigos y camaradas de lucha
del fallecido, es más que condenable. Demuestra lo poco que importa la gente a
quienes se dicen defensores del humanismo y reivindicadores de los derechos del
pueblo. Tratar de conmover las fibras más sensibles de la gente ante los
asesinatos ocurridos, con un propósito distinto del rechazo de la violencia, es
una acción inicua y una falta de respeto.
El crimen de Serra viene a incorporar en la permanente
campaña electoral del Gobierno el elemento que le faltaba para redondearla. La
dirigencia oficial andaba detrás de un hecho que rubricara sus movilizaciones,
ante un seguro adelanto de las elecciones parlamentarias. El Gobierno actual,
ante la ausencia de Chávez, necesita de héroes y mártires que no tiene, por lo
que trata de crearlos en cualquier situación que ocurra y que le deje aunque
sea una rendija abierta a ese propósito. Se intentó con Otaiza, asesinado por
delincuentes comunes; mucho antes con Danilo Ánderson, crimen aún sin
esclarecer; con Juancho Montoya, asesinado por agentes del SEBIN, pero
presentado en su momento como el resultado de las acciones de hordas fascistas
que, desde Altamira, venían por las calles de Caracas asesinando
“revolucionarios”. Hoy tienen la guinda que corona su politiquería electorera.
A patria segura, gobierno de calle, la guerra económica y la lucha contra el
contrabando de extracción, se une el asesinato de Serra presentado como un
hecho del fascismo nacional e internacional.
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