El 1 de octubre de 2014, me arrestan y me trasladan con una capucha puesta en la cabeza a la sala de interrogatorios de la unidad antiterrorista, en Atenas. Desde las 17:00 horas hasta la 1:00 de la madrugada, un grupo de encapuchados me sacan a la fuerza huellas dactilares, muestras de ADN e intentan fotografiarme mientras estoy esposado con las manos a la espalda, entre ironías, retorciendo cabeza, manos y piernas, con palizas y amenazas de electrochoques, pensando que de esta manera iba a colaborar. A la 1:00 de la noche aparecen los primeros policías sin capucha que me dicen que se me acusa de terrorismo. Hasta el 5:30 de la madrugada permanezco en una celda de 1×3, siempre esposado con las manos a la espalda. Al día siguiente, vuelven a intentar fotografiarme.
Por mi parte, me abstuve desde el primer momento de consumir comida y agua, exigiendo hablar con una abogada. Finalmente me permitieron avisar a una abogada tras 24 horas y logré verla meramente unos minutos antes de que me llevaran ante el fiscal.
Todo esto lo describo como una pequeña experiencia de lucha para lxs compañerxs.
La postura del Estado hacia nosotrxs, leve o dura (esto es siempre algo relativo) jamás nos puede doblegar, mientras tengamos conciencia de la responsabilidad que supone nuestro posicionamiento como anarquistas en los momentos adversos.
Porque los momentos adversos en la lucha son los que arman la conciencia. Porque en estas circunstancias cada unx de nosotrxs es el guardia de los ideales de la sociedad que luchamos por construir. Se ha derramado mucha sangre en la lucha hacia la emancipación de la sociedad de clases, sería pues ridículo si nos doblegáramos frente cualquier machilurismo de los pacos. He mantenido una postura de negación ante las exigencias de los lacayos de Estado a que extrajeran mis datos por dos motivos. Primero, por mis valores, puesto que creo que la obligación de cada anarquista revolucionarix es no dar ni un milímetro de tierra al enemigo de clase. El segundo motivo es porque teniendo conciencia de la gravedad del caso del que me acusan quería proteger a mi circulo de compas y amigxs de los cuervos que me tienen entre sus manos. Como los Inspectores Gadget no encontraban mi nombre, pues, yo no estaba para nada dispuesto a dárselo a ellos. En el momento en que se escriben estas líneas, dos días después de mi arresto, la policía ha averiguado “finalmente” mi nombre.
Es obvio que con mi arresto los agentes de los servicios antiterroristas y, sobre todo, sus directores políticos esperaban haber pescado algo grande, por eso, filtraron informaciones sobre el bloc de notas, las “rutas programadas,” los objetivos, las bicicletas y las salchichas.* A través del método de copia y pega construyen una historia que se ajusta a su escenario. Un escenario que al final debe siempre presentarles como los vencedores.
Qué estaba haciendo, quién soy y porqué estaba allí donde me arrestaron no es asunto de la policía y los fiscales, sino mío. Así que no tengo que declarar nada a los guardianes de la legalidad burguesa, sino solo al movimiento revolucionario, a mis compañerxs y al pueblo que elige no vivir como esclavo.
Considero necesaria esta primera comunicación con el mundo exterior, puesto que no me creo ilusiones de que no me meterán en prisión preventiva.
Por el momento, estoy preso en las manos de los sirvientes del Capital, pero mi corazón está en el campo de la revolución.
La lucha continúa.
Viva la revolución.
Viva la Anarquía.
Desde la jefatura de policía, en la Avenida Alexandras 173
4 de octubre de 2014
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