Héctor Lucena
El pasado 23 de Julio el Presidente de la Asamblea Nacional encabezó delegación estatal que se traslado a Ciudad Guayana para fijar posición sobre el conflicto laboral de Sidor en ese momento en curso y tratar de buscar una solución. Pero sus planteamientos obraron en dirección opuesta. Sus descalificaciones y amenazas más bien soliviantaron los ánimos, que se tradujeron en reacciones de malestar obrero, declaraciones y masivas movilizaciones unitarias con y alrededor de los sidoristas.
Daba la impresión que sin querer las palabras del Presidente de la AN lograron lo que pacientemente no ha sido posible por quienes hacen esfuerzos por avanzar en la reunificación del movimiento sindical. Pero ello no es tan fácil, por lo que nos detendremos en escudriñar la complejidad de esta reunificación en el contexto de regímenes que obstaculizan la propia existencia del movimiento sindical.
El sindicalismo encuentra su mayor oposición en dos sistemas político-económicos que no le ofrecen o le limitan espacios para su desarrollo. Ellos son el neoliberalismo y el autoritarismo. El primero prefiere que el sistema económico se desenvuelva sin la interferencia de los sindicatos. Los considera perturbaciones y por tanto es mejor eliminarlos. Sin embargo dada la tradición existente y los logros alcanzados por esta institución, no puede eliminarlos, y finalmente el neoliberalismo establece límites y frenos para su mayor desarrollo.
En cuanto al autoritarismo, previamente conviene distinguir que por un lado tiene una nítida expresión militar pura sin origen electoral sino la victoria armada sobre el régimen anterior, que en este momento en América Latina sólo se observa en el caso de Cuba, sin espacio para la pluralidad sino al pensamiento único. Pero también se observa otra expresión que mejor llamamos tendencia autoritaria de naturaleza cívico-militar de origen electoral, como es el caso venezolano que al haber evolucionado por la vía electoral, convive en el marco de una sociedad que permite la coexistencia con tendencias críticas al régimen.
En el primer caso el sindicalismo es permitido pero como un instrumento del Estado. En nuestro caso coexisten tendencias que se comportan de esa manera como aquellas otras que manifiestan un comportamiento propio de sociedades plurales. Las primeras entienden que su apoyo al régimen es el camino correcto al mejoramiento de la clase trabajadora y junto a ello ceden su autonomía, llegando a sacrificar principios fundamentales así como conquistas históricas del movimiento de los trabajadores.
En este contexto se plantea que la organización y el desempeño del sindicalismo han de someterse a políticas estatales incluso aquellas que son contrarias al desarrollo sindical. La evolución electoral del régimen ha venido promoviendo y construyendo desde un primer momento una institucionalidad que gradualmente reduce los espacios y facultades de las organizaciones sindicales. Es por lo que tanto el neoliberalismo como el autoritarismo, en sus diversas expresiones, coinciden en el fondo en oponerse al desarrollo sindical. Por supuesto no se oponen de la misma manera. Los regímenes de orientación civico-militar de origen electoral, se consiguen al llegar al poder un desarrollo sindical anterior, por lo que ha de convivir con él, y es gradualmente en la construcción de nuevas institucionalidades como se propone ir restringiendo los espacios de acción del sindicalismo. En principio lo hace con la oposición abierta de los liderazgos sindicales que en el período político previo eran los conductores del movimiento de los trabajadores. Gradualmente el régimen los coopta, o en caso que éstos perseveren en posturas opositoras los enfrenta con represión y criminalización.
Por otro lado aquellos dirigentes contrarios al régimen anterior que en un principio adhieren entusiastamente al nuevo poder político y su institucionalidad, muchos de ellos gradualmente experimentan frustraciones y disensiones, pasando a formar una tercera posición. Obviamente todo esto abona a procesos de fragmentación ideológica y política, que en sí mismo representa una debilidad y es en el fondo una aspiración de la tendencia autoritaria.
Enfrentar la fragmentación y reconstruir una estructura sindical nacional y regional articulada es una tarea prioritaria del movimiento sindical autónomo. La muy alta conflictividad laboral que ha venido acrecentándose no ha logrado conquistas suficientes por la carencia de articulación entre sí. Por ejemplo las violaciones patronales y muy especialmente del patronato estatal, de las condiciones de trabajo, de la estabilidad laboral, de los convenios colectivos, de los sesgos de las autoridades laborales, y el deterioro de la calidad de la vida, son suficientes problemas para unas acciones más contundentes de movimiento de los trabajadores, sin embargo son contados los esfuerzos de estas acciones que se conectan entre centros de trabajo del mismo sector o de la misma región, porque los esfuerzos de la protesta son localizados y en muchos casos aislados.
Más grave que lo anterior es la afonía del movimiento de los trabajadores en temas macroeconómicos, que tanto determinan la situación en los centros de trabajo, empezando por el propio empleo. El régimen si apela a los trabajadores para que le apoyen, y a cambio otorga reivindicaciones de corto alcance, pero les obstruye su fortalecimiento y protagonismo en el diseño de políticas macroeconómicas.
En este marco de políticas fragmentadoras se ha tolerado en niveles extremos, que espirales de violencia hayan escalado las magnitudes que conocemos sin que el régimen se haya sensibilizado para implementar políticas y acciones que lo enfrenten. Ciertos sectores del mundo sindical han caído en manos del hampa, lo que no es un hecho natural y espontáneo. Es el resultado de una intervención errática de las políticas públicas en los asuntos internos del mundo sindical. Haber promovido indiscriminadamente desde el poder oficial organizaciones sindicales artificiales, tanto en la base como en las cúpulas, no es un hecho inocente. Ello tiene sus riesgos y consecuencias, que los paga en primer lugar el propio movimiento con sus víctimas, su imagen y desprestigio, así como el caos que deriva del uso de una violencia en principio ajena. Caos que igual se extiende al funcionamiento de los centros de trabajo, con perjuicio de toda la sociedad. Luego de haber llegado a este lugar, el régimen mira para otro lado y se ha cruzado de brazos, y lo explica con argumentos banales, como lo expuso un representante ministerial en OIT, que el problema era porque se construían muchas viviendas y los contratos colectivos eran buenos.
Indudablemente que en el movimiento sindical hay insuficiencias y errores, pero se trata de un problema que quienes activan en el movimiento han de resolver. Entendamos que no es un asunto a ser resuelto por agentes externos, aunque sí es un asunto a ser discutido entre el movimiento y los sectores con los cuales se relaciona, sin menoscabo de su autonomía. Ya bastante interferencia externa en el marco del desarrollo político de las últimas décadas ha ocurrido con resultados nefastos. La aparente resolución del paro de Sidor, con la polémica firma del convenio colectivo sólo confirma la difícil relación entre el Estado y el Sindicalismo, dejando el conflicto latente.
[Fuente: http://hectorlucena.blogspot.com/2014/08/tendencias-autoritarias-y-conflictos.html.]
El pasado 23 de Julio el Presidente de la Asamblea Nacional encabezó delegación estatal que se traslado a Ciudad Guayana para fijar posición sobre el conflicto laboral de Sidor en ese momento en curso y tratar de buscar una solución. Pero sus planteamientos obraron en dirección opuesta. Sus descalificaciones y amenazas más bien soliviantaron los ánimos, que se tradujeron en reacciones de malestar obrero, declaraciones y masivas movilizaciones unitarias con y alrededor de los sidoristas.
Daba la impresión que sin querer las palabras del Presidente de la AN lograron lo que pacientemente no ha sido posible por quienes hacen esfuerzos por avanzar en la reunificación del movimiento sindical. Pero ello no es tan fácil, por lo que nos detendremos en escudriñar la complejidad de esta reunificación en el contexto de regímenes que obstaculizan la propia existencia del movimiento sindical.
El sindicalismo encuentra su mayor oposición en dos sistemas político-económicos que no le ofrecen o le limitan espacios para su desarrollo. Ellos son el neoliberalismo y el autoritarismo. El primero prefiere que el sistema económico se desenvuelva sin la interferencia de los sindicatos. Los considera perturbaciones y por tanto es mejor eliminarlos. Sin embargo dada la tradición existente y los logros alcanzados por esta institución, no puede eliminarlos, y finalmente el neoliberalismo establece límites y frenos para su mayor desarrollo.
En cuanto al autoritarismo, previamente conviene distinguir que por un lado tiene una nítida expresión militar pura sin origen electoral sino la victoria armada sobre el régimen anterior, que en este momento en América Latina sólo se observa en el caso de Cuba, sin espacio para la pluralidad sino al pensamiento único. Pero también se observa otra expresión que mejor llamamos tendencia autoritaria de naturaleza cívico-militar de origen electoral, como es el caso venezolano que al haber evolucionado por la vía electoral, convive en el marco de una sociedad que permite la coexistencia con tendencias críticas al régimen.
En el primer caso el sindicalismo es permitido pero como un instrumento del Estado. En nuestro caso coexisten tendencias que se comportan de esa manera como aquellas otras que manifiestan un comportamiento propio de sociedades plurales. Las primeras entienden que su apoyo al régimen es el camino correcto al mejoramiento de la clase trabajadora y junto a ello ceden su autonomía, llegando a sacrificar principios fundamentales así como conquistas históricas del movimiento de los trabajadores.
En este contexto se plantea que la organización y el desempeño del sindicalismo han de someterse a políticas estatales incluso aquellas que son contrarias al desarrollo sindical. La evolución electoral del régimen ha venido promoviendo y construyendo desde un primer momento una institucionalidad que gradualmente reduce los espacios y facultades de las organizaciones sindicales. Es por lo que tanto el neoliberalismo como el autoritarismo, en sus diversas expresiones, coinciden en el fondo en oponerse al desarrollo sindical. Por supuesto no se oponen de la misma manera. Los regímenes de orientación civico-militar de origen electoral, se consiguen al llegar al poder un desarrollo sindical anterior, por lo que ha de convivir con él, y es gradualmente en la construcción de nuevas institucionalidades como se propone ir restringiendo los espacios de acción del sindicalismo. En principio lo hace con la oposición abierta de los liderazgos sindicales que en el período político previo eran los conductores del movimiento de los trabajadores. Gradualmente el régimen los coopta, o en caso que éstos perseveren en posturas opositoras los enfrenta con represión y criminalización.
Por otro lado aquellos dirigentes contrarios al régimen anterior que en un principio adhieren entusiastamente al nuevo poder político y su institucionalidad, muchos de ellos gradualmente experimentan frustraciones y disensiones, pasando a formar una tercera posición. Obviamente todo esto abona a procesos de fragmentación ideológica y política, que en sí mismo representa una debilidad y es en el fondo una aspiración de la tendencia autoritaria.
Enfrentar la fragmentación y reconstruir una estructura sindical nacional y regional articulada es una tarea prioritaria del movimiento sindical autónomo. La muy alta conflictividad laboral que ha venido acrecentándose no ha logrado conquistas suficientes por la carencia de articulación entre sí. Por ejemplo las violaciones patronales y muy especialmente del patronato estatal, de las condiciones de trabajo, de la estabilidad laboral, de los convenios colectivos, de los sesgos de las autoridades laborales, y el deterioro de la calidad de la vida, son suficientes problemas para unas acciones más contundentes de movimiento de los trabajadores, sin embargo son contados los esfuerzos de estas acciones que se conectan entre centros de trabajo del mismo sector o de la misma región, porque los esfuerzos de la protesta son localizados y en muchos casos aislados.
Más grave que lo anterior es la afonía del movimiento de los trabajadores en temas macroeconómicos, que tanto determinan la situación en los centros de trabajo, empezando por el propio empleo. El régimen si apela a los trabajadores para que le apoyen, y a cambio otorga reivindicaciones de corto alcance, pero les obstruye su fortalecimiento y protagonismo en el diseño de políticas macroeconómicas.
En este marco de políticas fragmentadoras se ha tolerado en niveles extremos, que espirales de violencia hayan escalado las magnitudes que conocemos sin que el régimen se haya sensibilizado para implementar políticas y acciones que lo enfrenten. Ciertos sectores del mundo sindical han caído en manos del hampa, lo que no es un hecho natural y espontáneo. Es el resultado de una intervención errática de las políticas públicas en los asuntos internos del mundo sindical. Haber promovido indiscriminadamente desde el poder oficial organizaciones sindicales artificiales, tanto en la base como en las cúpulas, no es un hecho inocente. Ello tiene sus riesgos y consecuencias, que los paga en primer lugar el propio movimiento con sus víctimas, su imagen y desprestigio, así como el caos que deriva del uso de una violencia en principio ajena. Caos que igual se extiende al funcionamiento de los centros de trabajo, con perjuicio de toda la sociedad. Luego de haber llegado a este lugar, el régimen mira para otro lado y se ha cruzado de brazos, y lo explica con argumentos banales, como lo expuso un representante ministerial en OIT, que el problema era porque se construían muchas viviendas y los contratos colectivos eran buenos.
Indudablemente que en el movimiento sindical hay insuficiencias y errores, pero se trata de un problema que quienes activan en el movimiento han de resolver. Entendamos que no es un asunto a ser resuelto por agentes externos, aunque sí es un asunto a ser discutido entre el movimiento y los sectores con los cuales se relaciona, sin menoscabo de su autonomía. Ya bastante interferencia externa en el marco del desarrollo político de las últimas décadas ha ocurrido con resultados nefastos. La aparente resolución del paro de Sidor, con la polémica firma del convenio colectivo sólo confirma la difícil relación entre el Estado y el Sindicalismo, dejando el conflicto latente.
[Fuente: http://hectorlucena.blogspot.com/2014/08/tendencias-autoritarias-y-conflictos.html.]
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