Carlos Solero
A más de ochenta años de su trágica muerte en pleno combate antifascista, a manos de los genocidas contrarrevolucionarios agentes del stalinismo durante la Guerra Civil española, evocar la figura de Camillo Berneri es ante todo una reafirmación ética. Es también desde nuestra perspectiva un deber moral, pues se trata de una de las figuras más relevantes del movimiento anarquista internacional, a veces escamoteada por lo polémico de sus posturas y lo desafiante de su accionar que supo interpelar a personalidades relevantes de la revolución libertaria española como Federica Montseny. En efecto, será Berneri quien señale con su Carta Abierta las contradicciones de los ministros ácratas participantes en el gobierno de Largo Caballero durante la II República española y los perjuicios a la revolución que esa confluencia con los socialistas autoritarios implicaba.
Docente y periodista
Camillo Berneri nació en Lodi (Italia) en 1897 y se unió en 1917 a su compañera Giovannina Caleffi, con quien engendró a sus hijas María Luisa y Giuliana. Fue asesinado en las jornadas de mayo de 1937 por miembros del partido comunista en Barcelona. Ejerció como profesor de filosofía y periodista de opinión.
Pero no hay que reducir los meritos de Berneri sólo a su labor militante en España. Desde 1915, participó activamente en el movimiento anarquista de Italia junto a Malatesta y Luiggi Fabbri, escribiendo notas para periódicos tales como Umanitá Nova, de Roma; Volontá, de Ancona, L´Avvenire Anarchico, de Pisa y La Rivolta, de Florencia. Sin embargo, serán los trabajos publicados en su periódico, llamado Guerra di classe, los que muestran su agudeza de análisis de las coyunturas políticas, sociales y económicas.
Berneri tomó conciencia de la tragedia que asolaría al mundo durante décadas: el fascismo en ascenso, no sólo en Italia, sino también en España, Portugal y Alemania. Analizando la ideología de Mussolini y sus secuaces, captó con lucidez la nueva estrategia de poder de las clases dominantes en el capitalismo, capaces de sacrificar la democracia burguesa si era preciso para conservar la dominación. Advirtió así que frente al ascenso y la pujanza revolucionaria de las masas obreras se dispusieron a aplicar lo que Fabbri denominaba “el fascismo como contrarrevolución preventiva”.
En efecto el intento espartaquista y libertario en la Alemania de 1919 con Gustav Landauer, Erich Müshan, Karl Liebneck, Kurt Eisner y Rosa Luxemburgo, abortado por los socialdemócratas, la toma de fábricas en Turín (Italia) durante la Semana Roja y las insurrecciones libertarias de España en Asturias y Casas Viejas en 1934, mostraron a la burguesía que sus días estaban contados. Berneri alertó que la guerra era inminente y que esa guerra era ante todo una guerra de clases.
Sus escritos
Entre los escritos de Camillo Berneri pueden citarse La operariolatría (L’operaiolatrìa), El trabajo atractivo (Il lavoro attraente), El delirio racista, Los judíos antisemitas (Le Juif antisémite), El espionaje exterior de los fascistas (Lo spionaggio fascista all’estero), Mussolini normalizador (Mussolini normalizzatore) y Mussolini a la conquista de las Baleares (Mussolini alla conquista delle Baleari). También, La mujer y el hombre (La donna e la garçonne), El pecado original (Le péché originel), Guerra de clases en España (Guerre de classes en Espagne). Igualmente Pensamiento y lucha (Pensieri e battaglie), Piotr Kropotkin federalista (Pietro Kropotkine federalista), El cristianismo y el trabajo (Il cristianesimo e il lavoro) y El Leonardo de Sigmund Freud (Le Léonard de S. Freud), publicado en Cahiers Psychologiques número 1.
De Italia a España
Berneri padeció la persecución del fascismo italiano y esto lo obligó a emigrar por diversos países de Europa hasta llegar a la España revolucionaria de 1936. Pronto se incorporó a la tarea de propaganda antifascista, trabajando en radio en Barcelona y continuando la publicación de Guerra di classe.
Hasta el final de sus días, cuando los cruentos hechos de mayo de 1937 en Barcelona, llevó adelante una clara y coherente conjunción de teoría y práctica. Con amplio criterio de análisis, libre de dogmatismo, comprobable esto último en que sin duda su basamento filosófico era anarquista y sus referentes Proudhon y Bakunin, no tenía inconveniente en admitir los aportes a la comprensión de la realidad de pensadores como Marx, Engels o Antonio Gramsci, a quien dedicó un interesante recordatorio en la Radio Libertaria cuando el luchador comunista murió en las mazmorras fascistas de Mussolini.
Las palabras que Camillo Berneri estampa en el primer editorial del periódico Guerra di classe, editado en España desde el 9 de octubre de 1936, las consideramos un imperativo que debería orientar nuestra acción presente y futura:
“Hemos encendido una antorcha –decía– y la entregamos a vosotros compañeros. Agitadla en alto como un llamado de unión de los dispersos, como un símbolo que reagrupe a los fieles y como un desafío al enemigo. También, como un homenaje a todos aquellos que han caído y que caerán: que todavía son y serán siempre vivos”.
Son palabras de un hombre consecuente en pensamiento y acción para quien las fronteras eran sólo líneas trazadas en los mapas por los poderosos para enfrentar a los pueblos y dominarlos con demagógicas consignas.
A más de ochenta años de su trágica muerte en pleno combate antifascista, a manos de los genocidas contrarrevolucionarios agentes del stalinismo durante la Guerra Civil española, evocar la figura de Camillo Berneri es ante todo una reafirmación ética. Es también desde nuestra perspectiva un deber moral, pues se trata de una de las figuras más relevantes del movimiento anarquista internacional, a veces escamoteada por lo polémico de sus posturas y lo desafiante de su accionar que supo interpelar a personalidades relevantes de la revolución libertaria española como Federica Montseny. En efecto, será Berneri quien señale con su Carta Abierta las contradicciones de los ministros ácratas participantes en el gobierno de Largo Caballero durante la II República española y los perjuicios a la revolución que esa confluencia con los socialistas autoritarios implicaba.
Docente y periodista
Camillo Berneri nació en Lodi (Italia) en 1897 y se unió en 1917 a su compañera Giovannina Caleffi, con quien engendró a sus hijas María Luisa y Giuliana. Fue asesinado en las jornadas de mayo de 1937 por miembros del partido comunista en Barcelona. Ejerció como profesor de filosofía y periodista de opinión.
Pero no hay que reducir los meritos de Berneri sólo a su labor militante en España. Desde 1915, participó activamente en el movimiento anarquista de Italia junto a Malatesta y Luiggi Fabbri, escribiendo notas para periódicos tales como Umanitá Nova, de Roma; Volontá, de Ancona, L´Avvenire Anarchico, de Pisa y La Rivolta, de Florencia. Sin embargo, serán los trabajos publicados en su periódico, llamado Guerra di classe, los que muestran su agudeza de análisis de las coyunturas políticas, sociales y económicas.
Berneri tomó conciencia de la tragedia que asolaría al mundo durante décadas: el fascismo en ascenso, no sólo en Italia, sino también en España, Portugal y Alemania. Analizando la ideología de Mussolini y sus secuaces, captó con lucidez la nueva estrategia de poder de las clases dominantes en el capitalismo, capaces de sacrificar la democracia burguesa si era preciso para conservar la dominación. Advirtió así que frente al ascenso y la pujanza revolucionaria de las masas obreras se dispusieron a aplicar lo que Fabbri denominaba “el fascismo como contrarrevolución preventiva”.
En efecto el intento espartaquista y libertario en la Alemania de 1919 con Gustav Landauer, Erich Müshan, Karl Liebneck, Kurt Eisner y Rosa Luxemburgo, abortado por los socialdemócratas, la toma de fábricas en Turín (Italia) durante la Semana Roja y las insurrecciones libertarias de España en Asturias y Casas Viejas en 1934, mostraron a la burguesía que sus días estaban contados. Berneri alertó que la guerra era inminente y que esa guerra era ante todo una guerra de clases.
Sus escritos
Entre los escritos de Camillo Berneri pueden citarse La operariolatría (L’operaiolatrìa), El trabajo atractivo (Il lavoro attraente), El delirio racista, Los judíos antisemitas (Le Juif antisémite), El espionaje exterior de los fascistas (Lo spionaggio fascista all’estero), Mussolini normalizador (Mussolini normalizzatore) y Mussolini a la conquista de las Baleares (Mussolini alla conquista delle Baleari). También, La mujer y el hombre (La donna e la garçonne), El pecado original (Le péché originel), Guerra de clases en España (Guerre de classes en Espagne). Igualmente Pensamiento y lucha (Pensieri e battaglie), Piotr Kropotkin federalista (Pietro Kropotkine federalista), El cristianismo y el trabajo (Il cristianesimo e il lavoro) y El Leonardo de Sigmund Freud (Le Léonard de S. Freud), publicado en Cahiers Psychologiques número 1.
De Italia a España
Berneri padeció la persecución del fascismo italiano y esto lo obligó a emigrar por diversos países de Europa hasta llegar a la España revolucionaria de 1936. Pronto se incorporó a la tarea de propaganda antifascista, trabajando en radio en Barcelona y continuando la publicación de Guerra di classe.
Hasta el final de sus días, cuando los cruentos hechos de mayo de 1937 en Barcelona, llevó adelante una clara y coherente conjunción de teoría y práctica. Con amplio criterio de análisis, libre de dogmatismo, comprobable esto último en que sin duda su basamento filosófico era anarquista y sus referentes Proudhon y Bakunin, no tenía inconveniente en admitir los aportes a la comprensión de la realidad de pensadores como Marx, Engels o Antonio Gramsci, a quien dedicó un interesante recordatorio en la Radio Libertaria cuando el luchador comunista murió en las mazmorras fascistas de Mussolini.
Las palabras que Camillo Berneri estampa en el primer editorial del periódico Guerra di classe, editado en España desde el 9 de octubre de 1936, las consideramos un imperativo que debería orientar nuestra acción presente y futura:
“Hemos encendido una antorcha –decía– y la entregamos a vosotros compañeros. Agitadla en alto como un llamado de unión de los dispersos, como un símbolo que reagrupe a los fieles y como un desafío al enemigo. También, como un homenaje a todos aquellos que han caído y que caerán: que todavía son y serán siempre vivos”.
Son palabras de un hombre consecuente en pensamiento y acción para quien las fronteras eran sólo líneas trazadas en los mapas por los poderosos para enfrentar a los pueblos y dominarlos con demagógicas consignas.
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