Miguel Maiquez
¿Anarquistas en Oriente Medio? En una zona del mundo donde las fuerzas asociadas al nacionalismo y a la religión tradicional se viven de un modo tan intenso, herida por un pasado colonial, y plagada de estados todopoderosos y luchas sectarias, los movimientos anarquistas no han tenido, ciertamente, ni mucho éxito ni mucha visibilidad.
La cuestión resurgió, y tampoco por mucho tiempo, con la
aparición del llamado Black Bloc (bloque negro) en Egipto, durante las
manifestaciones y disturbios de enero de 2013, en el segundo aniversario de la
revolución que acabó con el régimen de Hosni Mubarak. Pero, más allá del grado
de ‘anarquismo real’ presente en estos grupos, la actitud violenta de algunos
de sus miembros sirvió a las autoridades para recuperar la ya clásica
identificación entre anarquistas y “terroristas”, una interesada generalización
a la que sigue recurriendo el poder (a menudo, con la complicidad de los medios
de comunicación), no solo en Egipto, sino en medio mundo.
En Palestina opera, desde el año 2003, el grupo de origen
israelí Anarquistas Contra el Muro, que nació en respuesta al muro de
separación construido por Israel en la Cisjordania ocupada. El grupo trabaja en
cooperación con activistas palestinos y, desde su formación, ha participado en
cientos de manifestaciones y acciones directas contra el muro en particular y
la ocupación en general. Todo su trabajo es coordinado a través de comités
populares locales de comunidades palestinas.
Pero la propagación de un ideario libertario y contrario al
concepto mismo de Estado no es una tarea fácil en un territorio ocupado, o
entre una población que sigue teniendo la consecución de un estado propio entre
sus aspiraciones y reivindicaciones históricas esenciales. Joshua Stephens lo
refleja con claridad en un artículo publicado en la web del Institute For
Anarchist Studies, donde reseña una conversación mantenida con un anarquista
palestino:
“Sinceramente, todavía estoy intentando desprenderme del
hábito nacionalista”, bromea Ahmad Nimer, mientras hablamos en un café de
Ramala. Nuestro tema de conversación parece bastante poco común: vivir como un
anarquista en Palestina. “En un país colonizado resulta bastante difícil
convencer a la gente con ideas antiautoritarias y soluciones sin estados. Lo
que te encuentras, básicamente, es una mentalidad estrictamente anticolonial y,
a menudo, basada en un nacionalismo estrecho”, lamenta Nimer. Realmente, los
anarquistas de Palestina tienen hoy en día un problema de visibilidad. El alto
perfil internacional de la actividad anarquista israelí no parece encontrar
mucho reflejo entre los propios palestinos.
El problema es similar, salvando todas las distancias y las
grandes diferencias, tanto históricas como sociales, en el Kurdistán. Y lo es
especialmente ahora, cuando, debido al avance del yihadismo extremista en Irak
y a la amenaza de desintegración que se cierne sobre este país, el nacionalismo
independentista kurdo parece estar más cerca que nunca de lograr avances
importantes (aunque ya ha recibido el rechazo frontal de Estados Unidos, el
presidente de la región autónoma del Kurdistán iraquí, Masud Barzani, pidió
esta semana al Parlamento que fije una fecha para celebrar un referéndum en las
zonas en disputa con Bagdad, como primer paso para una futura consulta de
independencia).
Y, sin embargo, incluso entre los kurdos, “el mayor pueblo
del mundo sin un estado propio“, existe una historia anarquista que, con todo
su necesario idealismo y su inevitable candor, resulta interesante recordar,
precisamente ahora.
Lo que sigue es, traducido del inglés, un extracto del
segundo volumen de la obra de Michael Schmidt y Lucien Van Der Walt Global
Fire: 150 Fighting Years of International Anarchism and Syndicalism (AK Press,
2008), publicado en The Anarchist Library:
El anarquismo en Turquía, que llegó a ser una importante
fuerza radical en la lucha contra el poder del imperialismo otomano sobre los
pueblos búlgaros, macedonios, griegos, árabes, africanos y judíos, empezó a
renacer a finales de los años setenta. Sin embargo, este florecimiento se vio
obligado a echar raíces en suelo hostil, ya que, desde la formación del Estado
turco en 1923, la izquierda política turca estuvo dominada por la tradición
comunista y por grupos nacionalistas y socialistas que buscaban la
independencia del Kurdistán, un territorio dividido entre Irán, Irak, Siria y
la propia Turquía. Los más importantes entre estos grupos eran el Partido de
los Trabajadores Kurdos, o PKK, fundado a mediados de los setenta, y el Partido
Comunista Marxista-Leninista Turco, TKP-ML, ambos de tendencia básicamente
maoísta. Los separatistas kurdos eran también un factor en Irán y en Irak.
[...] El anarquista estadounidense Sam Dolgoff menciona en
sus memorias que en 1979 conoció a un anarquista turco en los Estados Unidos,
y, según se indica en Anarquismo en Turquía (publicado por el grupo anarquista
turco Karambol Publications), grupos y publicaciones anarquistas comenzaron a
surgir en los años ochenta, expandiéndose durante los noventa: “En 1993, los
anarquistas, con sus banderas negras, participaron por primera vez en las
celebraciones del Primero de Mayo en Estambul, y lo harían también al año
siguiente en Ankara y otras ciudades, creando mucho interés en los medios, que
les dieron una gran cobertura y anunciaron que «al fin tenemos nuestros propios
anarquistas»”. Entre esta nueva generación de grupos anarquistas turcos se encuentra
Firestarter, fundado alrededor de 1991, una Federación de Jóvenes Anarquistas
(AGF), los Anarquistas Anatolios (AA), el Grupo Anarquista Karasin (KAG) y, ya
en los años 2000, el grupo majnovista KaraKizil (NegroRojo) y sus afiliados de
la Iniciativa Anarco Comunista (AKi), esta última, uno de los colectivos
fundadores de anarkismo.net.
En los años ochenta surgió también una corriente anarquista
entre los kurdos de Turquía, con movimientos como el Grupo 5 de Mayo, formado
por turcos y kurdos exiliados en Londres. Estos grupos planteaban la cuestión
de la independencia kurda en términos inequívocamente libertarios, y se oponían
tanto al fundamentalismo islámico como al nacionalismo. En el manifiesto Hemos
venido a enterrar la República de Turquía, no a alabarla, el grupo 5 de Mayo
argumentaba que el enfrentamiento entre los nacionalistas modernizadores –los
kemalistas que tomaron el poder tras el fin del Imperio Otomano– y los grupos
islamistas es, más que un conflicto entre dos sistemas distintos, “una lucha
por el poder entre dos fuerzas que en realidad no son tan diferentes la una de
la otra”. Este grupo condenaba asimismo el autoritarismo de las izquierdas
turca y kurda, y ponía como ejemplo la tendencia del PKK a utilizar la fuerza
para “eliminar a las organizaciones rivales, tanto turcas como kurdas”. Del
mismo modo, se oponían a las ambiciones imperiales de la propia Turquía,
indicando que “estamos en contra de la política colonialista del Estado turco,
y de sus políticas de asimilación, asentamientos e inmigraciones forzosas en la
parte norte de Chipre”. En el mismo artículo el grupo añade:
“El concepto de nación es un concepto imaginario empleado
frecuentemente por las élites dominantes como base para su estructura de poder,
así como por las camarillas aspirantes para engañar a las minorías oprimidas.
Por esta razón, nosotros no creemos en la llamada auotodeterminación de una
‘nación’ imaginaria, sino en el autogobierno de individuos voluntarios, grupos
y comunidades, trabajadores y no asalariados, etc”.
Otro texto clave es ¿Necesitan los kurdos un estado?,
publicado en 1996 por los Anarquistas Kurdos. En él se condena al PKK y a los
grupos separatistas que, “en el nombre de un Kurdistán libre, y apoyados por
terratenientes y comerciantes [...] se han autoproclamado nuevos jefes del
Kurdistán, aplastando con mano de hierro cualquier descontento y cualquier
desafío a su poder y a sus propiedades, como cualquier otra autoridad en el
mundo”. El texto rechaza una solución basada en un estado: “Es una gran mentira,
una mentira imperdonable, contarle al mundo, a través de sus medios masivos de
comunicación, que el sufrimiento en las vidas de la mayoría del pueblo kurdo
está provocado por la falta de un poderoso estado kurdo. La verdad es que la
población pobre del Kurdistán está sufriendo, como, en muchos sentidos, la
población trabajadora del resto del mundo, debido a las brutales fuerzas del
sistema capitalista y sus propias autoridades”.
La solución, argumentan los Anarquistas Kurdos, es “decirles
a los trabajadores, a los profesores, a los estudiantes del Kurdistán, en las
granjas, en las escuelas, en los lugares de trabajo, que no se dejen engañar
por un simple cambio de jefes, de turcos a kurdos, de persas a kurdos, de
árabes a kurdos; que aprendan de su propia historia y del conjunto de la
historia de la clase obrera. La solución es una revolución anarco-comunista,
una tarea enorme y que costará sangre, a una escala internacional, que
encenderá la llama de la revuelta y de los corazones y las conciencias de
turcos, persas y árabes, trabajadores, estudiantes y soldados, para acabar con
el poder de la pobreza y con el poder del dinero”. “Nuestro objetivo”,
concluyen, “es eliminar la religión, el estado, el racismo y el dinero”.
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