Humberto Decarli
En estos días del circo significado por el evento del fútbol en Brasil la gente ha evadido la realidad. Vi por accidente, porque no me agrada, un programa en un canal nacional donde hubo una larga discusión y un intercambio de opiniones, razones y argumentos, sobre el penal pitado a favor de Holanda en detrimento de México. Realmente fue un análisis prolongado que proyecta, introyecta e internaliza en la gente el estímulo a convertirse en un mánager de tribuna o un director técnico, esto es, un profundo especialista en esta materia.
Julio Cabello, un gran comunicador social recientemente fallecido, en un texto suyo sobre la radio, sostenía que la política editorial de los medios tendía a la consolidación de la mentalidad de analista deportivo porque en el fondo era una actitud escapista e inocua. Viendo el espacio televisivo referido lo he confirmado rotundamente.
Sin embargo, no se puede esconder la dura realidad y menos por un período tan corto como un mes. Después del 13 de julio el pueblo del país hermano sede del campeonato, volverá a sufrir todo el desastre expresado por el modelo económico, político y social reinante en Brasilia. Recuerda claramente la letra de la canción La Fiesta de Joan Manuel Serrat al concluir la festividad. Al final vuelve todo el mundo a padecer las miserias de un modelo civilizatorio inhumano.
Sin embargo, la FIFA se embolsilla una millonada de dólares y euros en un ejercicio de práctica mercantil de lo más inicuo. El gobierno brasileño, ese entramado de corrupción presidido por Dilma Rouseff y patrocinado por Lula Da Silva y el chivo expiatorio Luis Dirceu, ha empleado este espectáculo para su beneficio pero pernicioso para los hombres y las mujeres del país de Niemeyer.. Una élite política encargada de administrar la dominación y la pobreza bajo el pretexto del desempeño más populista del país del sur.
Un deporte puede despertar, sobre todo si es con muchos protagonistas y el fútbol lo es, la mayor solidaridad pero también, si se enfoca desde otro ángulo, puede ser el vehículo de enajenación más despiadado. El caso brasileño se encaja en el último supuesto y el binomio FIFA.-Russef lo hacen tangible.
En estos días del circo significado por el evento del fútbol en Brasil la gente ha evadido la realidad. Vi por accidente, porque no me agrada, un programa en un canal nacional donde hubo una larga discusión y un intercambio de opiniones, razones y argumentos, sobre el penal pitado a favor de Holanda en detrimento de México. Realmente fue un análisis prolongado que proyecta, introyecta e internaliza en la gente el estímulo a convertirse en un mánager de tribuna o un director técnico, esto es, un profundo especialista en esta materia.
Julio Cabello, un gran comunicador social recientemente fallecido, en un texto suyo sobre la radio, sostenía que la política editorial de los medios tendía a la consolidación de la mentalidad de analista deportivo porque en el fondo era una actitud escapista e inocua. Viendo el espacio televisivo referido lo he confirmado rotundamente.
Sin embargo, no se puede esconder la dura realidad y menos por un período tan corto como un mes. Después del 13 de julio el pueblo del país hermano sede del campeonato, volverá a sufrir todo el desastre expresado por el modelo económico, político y social reinante en Brasilia. Recuerda claramente la letra de la canción La Fiesta de Joan Manuel Serrat al concluir la festividad. Al final vuelve todo el mundo a padecer las miserias de un modelo civilizatorio inhumano.
Sin embargo, la FIFA se embolsilla una millonada de dólares y euros en un ejercicio de práctica mercantil de lo más inicuo. El gobierno brasileño, ese entramado de corrupción presidido por Dilma Rouseff y patrocinado por Lula Da Silva y el chivo expiatorio Luis Dirceu, ha empleado este espectáculo para su beneficio pero pernicioso para los hombres y las mujeres del país de Niemeyer.. Una élite política encargada de administrar la dominación y la pobreza bajo el pretexto del desempeño más populista del país del sur.
Un deporte puede despertar, sobre todo si es con muchos protagonistas y el fútbol lo es, la mayor solidaridad pero también, si se enfoca desde otro ángulo, puede ser el vehículo de enajenación más despiadado. El caso brasileño se encaja en el último supuesto y el binomio FIFA.-Russef lo hacen tangible.
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