Nelson Méndez
[Texto tomado del libro Bitácora
de la Utopía, UCV, Caracas, 2001.]
Condensar en pocas líneas la
biografía de quien fue expresión cabal de la rebeldía y la utopía anarquista es
tarea complicada pero necesaria, porque el testimonio de libertad en lucha que
fue la vida de Buenaventura Durruti debe divulgarse ayer, ahora y siempre.
Nació segundo de 8 hermanos el 14 de julio de 1896 en León, capital de la
provincia española del mismo nombre. Se inicia de adolescente en la misma senda
de su padre, obrero afiliado al sindicato socialista UGT. Como miembro de su
sección ferroviaria, participa con ardor en la huelga general revolucionaria de
agosto de 1917, impulsada en conjunto con la Confederación Nacional del Trabajo
(CNT, anarcosindicalista); eso le costó la expulsión de la UGT por radical, la
persecución policial y la huida a Francia, donde se relaciona con exilados
anarquistas, afiliándose a la CNT de Asturias al retornar a España en enero de
1919.
Se une a la pelea frontal contra
la agresiva patronal de las minas asturianas y cae preso por primera vez en
marzo de 1919; se fuga y en diciembre está en San Sebastián, ciudad industrial
del país vasco, trabajando como metalúrgico. La burguesía impulsaba entonces
una ola de asesinatos de sindicalistas y Durruti se integra a un grupo de
autodefensa - Los Justicieros - que en represalia planea un golpe sensacional:
atentar contra el rey Alfonso XIII que visitaría la ciudad en agosto de 1920,
pero son descubiertos y deben escapar. Durruti prosigue en la labor ilegal más
arriesgada por toda la península; así conoce a Francisco Ascaso, quien sería
fraterno amigo y camarada. En agosto de 1922 van a Barcelona y con gente afín
fundan el grupo Crisol, que luego tomará un nombre que se hará celebre en la
historia libertaria: Los Solidarios. El grupo reunió a lo más valioso del
proletariado catalán golpeando a la reacción donde le dolía, hasta que la
crisis política hispana trajo la dictadura del general Primo de Rivera,
instaurada en septiembre de 1923 con pleno apoyo del rey. De Los Solidarios
nunca se resaltará bastante la valiente defensa que hicieron de la CNT en hora
tan desesperada, cuando cientos de militantes cayeron y sólo pudo sobrevivir y
recuperarse por sus nexos profundos con los trabajadores, pero el costo para
ese colectivo combatiente y decidido fue alto: casi todos Los Solidarios
murieron o purgaron largas condenas, mientras que Durruti y Ascaso tuvieron que
refugiarse en París.
El fracaso de los planes
insurreccionales cocinados en el exilio les impulsa a viajar a Latinoamérica en
diciembre de 1924, acompañados por Gregorio Jover, en procura de fondos para el
proscrito y agobiado anarcosindicalismo ibérico. Siguieron 15 meses de andanzas
increíbles con acciones de guerrilla urbana para agenciarse recursos inéditas
por estos lares, persecuciones y fugas escalofriantes, la ayuda solidaria de un
sinfín de compañeros, las burladas furias policiales, la frugal supervivencia
como asalariados en los momentos de calma, el trabajo sindical de base
desarrollado en varios países y, por supuesto, la creciente leyenda en torno a
la figura de aquellos hombres. En abril de 1926 regresan a Europa y les seduce
una idea espectacular: secuestrar al monarca y al dictador españoles cuando
visiten París el 14 de julio; antes de eso la policía los captura y, luego de
un agitado proceso, son expulsados de Francia en julio de 1927, prosiguiendo
como militantes semi-clandestinos en el exterior hasta la caída de Primo de
Rivera y la proclamación de la República en abril de 1931.
La vuelta a Barcelona es de
efervescente actividad para Durruti, ahora con su compañera Emilienne
embarazada de Colette, que nacerá en diciembre de 1931. Se integra a la
Federación Anarquista Ibérica - FAI,
organización específica anarquista creada secretamente en julio de 1927 - y con
militantes allegados forma el grupo Nosotros, animadores en la CNT de una
tendencia radical que no se hacía ilusiones tácticas con el recién proclamado
régimen político, pues afirmaban que el momento era para seguir avanzando. El
enfrentamiento interno en la Confederación fue agriándose hasta la escisión,
mientras arreciaba la represión y las provocaciones gubernamentales contra esos
sencillos obreros - cuando no estaban presos, Durruti y Ascaso laboraban como
mecánicos en una empresa mediana de Barcelona - que eran vistos por los
bienpensantes de toda laya como el aterrador puño de la Revolución Social. La
histeria represiva cayó sobre Durruti y otros anarquistas en enero de 1932,
deportándolos a Canarias y al Sahara “español”. La presión popular los liberó
en septiembre, pero Durruti fue arrestado de inmediato por dos meses más.
Aún encarcelando a sus supuestos
“líderes”, las posiciones más ofensivas crecían en el seno de la CNT y del
proletariado, lo que llevó al fallido intento insurreccional anarquista de
enero de 1933, tras el cual Durruti debe ocultarse hasta caer preso a fines de
marzo. En julio ya está en la calle, con la CNT y la FAI encarando las
variaciones de la escena política, pues la derecha se aprestaba a asumir las
riendas del gobierno ante el fiasco de republicanos y socialistas, lo que ocurre
tras los comicios de noviembre. En diciembre hay otra tentativa fracasada de
huelga general insurreccional; Durruti y cientos de anarquistas van a los
calabozos, pero una amnistía les permitió salir en mayo de 1934, a tiempo para
que Durruti tenga papel decisivo en el traslado por carretera de 13.000 hijos
de huelguistas aragoneses a Barcelona, para acogerse a la solidaridad de las
familias obreras.
En octubre del 34 es la
insurrección de Asturias, 14 días de heroica y desigual batalla de los trabajadores
unidos contra el ejército, mientras que la represión y la indecisa conducta de
la UGT y otros sectores dejaron a los anarquistas aislados en su afán de
extender la flama revolucionaria. De nuevo Durruti pasa por el vaivén de meses
de cárcel alternando con semanas de febril militancia pública, hasta que el
triunfo electoral del Frente Popular en febrero de 1936, con el crucial voto de
muchos afiliados de la CNT (que esta vez no hizo campaña notoria por la
abstención), marcó otro vuelco a la situación. En medio de un explosivo clima
político-social, se reúne en Zaragoza el IV Congreso de la CNT del 1 al 15 de
mayo, donde parte esencial de los debates y el ambiente de pletórico fervor
anarquista que allí se vivió fue el grupo Nosotros, entregado en esos días a
prepararse junto a los trabajadores para el tremendo reto que se aproximaba.
Derechas e izquierdas iban al choque inevitable, iniciado más temprano que
tarde con el alzamiento militar del 19 de julio de 1936.
La CNT y la FAI enfrentaron con
coraje, organización y movilización de masas la superioridad fascista en armas
y recursos; su contribución fue decisiva para resistir el zarpazo en toda la
península y casi a solas derrotaron a los alzados en Cataluña, con Durruti como
una de las figuras más arrojadas de esta victoria popular y sufriendo la
dolorosa baja de Francisco Ascaso. El 24 de julio, desde una Barcelona donde el
comunismo libertario empezaba a ser una realidad, Durruti partió con una
columna armada a Zaragoza, ocupada por los golpistas. Luego de duros combates
aquella milicia igualitaria, sin oficiales ni demás tramoya castrense, avanzó y
estabilizó el frente de Aragón contra tropas regulares mejor equipadas, aun
cuando no pudieron recuperar la ciudad. Paralelamente, las fuerzas anarquistas apoyaron
la transformación social que significo el establecimiento de las colectividades
agrarias aragonesas, para escándalo de comunistas, socialistas y demás acólitos
del credo según el cual no se podía ganar la guerra si al mismo tiempo se hacía
la Revolución. En su persona, Durruti encarnaba lo que eran los sentimientos y
metas de los trabajadores en armas, siendo un peculiar “jefe” cuyo privilegio
principal era combatir en primera fila, con la única jerarquía de la estima con
que lo distinguían sus iguales.
Esa vida radiante y corajuda -
“El Corto Verano de la Anarquía” la llamó su cronista Enzensberger - terminaría
en noviembre de ese mismo año. El día 15, Durruti llegó a reforzar la defensa
de Madrid con una columna de 1800 hombres, de inmediato van a lo más duro del
combate y el 19 lo alcanza una bala,
cuando transitaba en área supuestamente segura. Murió en la madrugada del 20,
siendo sepultado 2 días después en el cementerio de Montjuich en Barcelona,
acompañado del duelo más multitudinario visto en la urbe. Como con Zamora, el
Che o Zapata, su muerte tiene estigmas de traición y el principal sospechoso,
el PCE stalinista, desatará pocos meses más tarde una brutal persecución contra
anarquistas y demás radicales que no sólo liquidó la Revolución Social
amenazante, sino que fue el comienzo del fin de la propia República que decían
salvaguardar.
40 años de existencia intensa
tuvo este hombre que luchó por sus ideales sin treguas ni fanatismos; que nunca
dejó de vivir de su trabajo; que actuaba tanto como leía y pensaba; que amó,
soñó y tuvo amigos entrañables. En fin, Buenaventura Durruti fue lo que fue, y
también lo que de mejor queda en nosotros cuando compartimos su trayectoria
luminosa.
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