Eduardo Salazar
Carmen Méndez tuvo miedo cuando su hija Natalia dejó su pueblo natal (San Carlos) para irse a estudiar a una ciudad cercana: Valencia, en el centro de Venezuela. Esta chica se despidió de su madre con la idea de no volver. Dejaría todo en el lugar en el que nació para emprender una nueva vida, con la firme idea de licenciarse en Arquitectura y lograr sus sueños de ser una súper mujer en la metrópoli a la que se había mudado. Y lo logró. 25 años después mira hacia atrás y con varias maquetas en su haber, una hija y el “esposo perfecto” ve el pasado con melancolía pero con el rostro fresco, ese que refleja la paz de haber intentado lo que anhelaba.
La madre de Natalia ya no está, pero su recuerdo lo tiene intacto y latente, pues hoy le toca a ella ver partir a su "pequeña", Viviana, de 21 años edad. La diferencia es que no se muda a otra ciudad venezolana sino que se va del país, como miles de chicos y chicas más que no creen que aquí haya oportunidades “para todos”.
Según un estudio reciente, aproximadamente unos 100 mil jóvenes se han marchado de Venezuela en la búsqueda incesante, no tanto de sueños, sino de esperanzas de vida. Los destinos favoritos son Estados Unidos de América y España. Un 80 % de los jóvenes encuestados aseveran que volverán al país y albergan la esperanza de que las condiciones sean más favorables en los próximos años.
A cruzar el charco
Viviana parte a Dublín (Irlanda) como una gran cantidad de venezolanos que encuentran en este país del viejo continente una opción para estudiar inglés, e intentar trabajar …y si es posible, quedarse. Así sin tanto adorno: “me voy a Europa para probar suerte”, en su afán por explicarnos las razones que la llevaron a tomar la decisión de dejar su familia explica que “aquí no se puede vivir bien… yo acabó de graduarme y con lo que ganaba como una ingeniero en sistemas que soy no me alcanza ni siquiera para alquilar un apartamento”, pese a que admite tener miedo: “me aterra ser ilegal en otro país, definitivamente, siempre me apegaré a las leyes”.
De la misma manera nos cuenta su historia Kike, de 25 años, quien hace ya 5 recorrió el planeta hasta aterrizar en Melbourne, Australia. En la actualidad tiene automóvil propio, rentó una casa en una zona tranquila y está a punto de licenciarse como enfermero. A su juicio, haberlo dejado todo ha sido la mejor decisión: “cuando me vine pensé que todo mejoraría allá (en Venezuela) y podría volver, pero según como están las cosas ahora me quedo aquí sin planes de regresar”.
Venezuela nunca había sido un país que exportara ciudadanos, al contrario, era refugio de extranjeros y destino ideal de empresarios. Incluso con todos los problemas que existen todavía se siguen recibiendo a inmigrantes.
Un corto audiovisual hace dos años anticipó lo que se convertiría en un éxodo masivo de jóvenes venezolanos: “Caracas, ciudad de despedidas”. Ampliamente criticado en internet, este documental hecho por un grupo de chicos que veían con preocupación la partida de sus amistades todos los meses, tocó los cimientos de una sociedad eminentemente incrédula. Algunos programas de la TV oficial ridiculizaron este trabajo, que si bien no recogía las impresiones de la población en general, sí fue parte de la crónica de una fuga de talento anunciado. De pronto, es fácil volverse camarada de un extranjero – con papeles o no – sin embargo, es muy difícil asimilar que nuestros amigos se han vuelto inmigrantes, tan lejos de nosotros.
¿Qué quieren los jóvenes?
Lo que más reclaman los chicos, son mejoras en las Universidades. Y, que luego de obtener el título puedan acceder al campo laboral. Justamente, el grupo juvenil del partido opositor, Primero Justicia, anunció que “unos 500 mil jóvenes buscan su primer empleo”. Además, otros dirigentes han señalado que la situación de las casas de estudios universitarios es deplorable.
Pero, la apertura universitaria tiene sus defensores, recientemente en un portal web Zonia Linares, indicó que “Desde que Hugo Chávez, puso la educación como una de las grandes prioridades en el país, esos mitos de los genios que eran los que tenían el derecho a la educación quedaron atrás…”. De la misma forma, el Gobierno señaló hace poco que se ha incrementado en 50 % las becas universitarias, además rescatan que la oferta académica es mayor en el 2014, que hace 10 años.
El líder juvenil de Un Nuevo Tiempo, Diego Scharifker, muestra preocupación por el tema y resume en que se “ha convertido en una constante de mi generación”, y tal como lo narra la joven Castro, “hay que arriesgar ahora que puedo, mejor morir en el intento que frustrarse por no hacerlo”. Y eso, parece que hacen cada día más “chamos” que ven en Londres, Atlanta, Buenos Aires, Sidney y Toronto las posibilidades para tener una vida con seguridad, y un trabajo que les permita vivir “decentemente”: “pese a todas las trabas que nos ponen para salir, como Cadivi (ahora Cencoex) o los altos costos de los pasajes”, replica Kike vía Skype.
La fuga de cerebros resta posibilidades de producción y crecimiento económico
También hay quienes se quedan como el estudiante de turismo Esteban Martínez, de 20 años: “Si nos vamos todos, ¿quién salva a Venezuela?”. Una pregunta bastante interesante. Hay millones de personas que siguen apostando a estas tierras bañadas por el Caribe, mientras algunos se aventuran a respirar nuevos aires, darse el chance de ver otras cosas, adaptarse a climas y menús gastronómicos diferentes, aprender nuevos idiomas o cambiar el acento. Lo que también es válido. Dios quiera que logren sus sueños, y cuando los consigan regresen a estas tierras a contárnoslos, y poner en práctica lo que han aprendido. Y así no esté Natalia esperando en la ventana que vuelva su hija.
A los que se van “suerte”, los que vuelvan serán siempre “bienvenidos”. Y, aquellos quienes se quedan no olvidar que tienen el futuro de la nación en sus manos. En síntesis, esperemos que los jóvenes, tal como han confesado la mayoría, estén en tránsito tanto como Venezuela entera.
[Fuente: http://eltoque.com/content/mi-amigo-el-inmigrante.]
Carmen Méndez tuvo miedo cuando su hija Natalia dejó su pueblo natal (San Carlos) para irse a estudiar a una ciudad cercana: Valencia, en el centro de Venezuela. Esta chica se despidió de su madre con la idea de no volver. Dejaría todo en el lugar en el que nació para emprender una nueva vida, con la firme idea de licenciarse en Arquitectura y lograr sus sueños de ser una súper mujer en la metrópoli a la que se había mudado. Y lo logró. 25 años después mira hacia atrás y con varias maquetas en su haber, una hija y el “esposo perfecto” ve el pasado con melancolía pero con el rostro fresco, ese que refleja la paz de haber intentado lo que anhelaba.
La madre de Natalia ya no está, pero su recuerdo lo tiene intacto y latente, pues hoy le toca a ella ver partir a su "pequeña", Viviana, de 21 años edad. La diferencia es que no se muda a otra ciudad venezolana sino que se va del país, como miles de chicos y chicas más que no creen que aquí haya oportunidades “para todos”.
Según un estudio reciente, aproximadamente unos 100 mil jóvenes se han marchado de Venezuela en la búsqueda incesante, no tanto de sueños, sino de esperanzas de vida. Los destinos favoritos son Estados Unidos de América y España. Un 80 % de los jóvenes encuestados aseveran que volverán al país y albergan la esperanza de que las condiciones sean más favorables en los próximos años.
A cruzar el charco
Viviana parte a Dublín (Irlanda) como una gran cantidad de venezolanos que encuentran en este país del viejo continente una opción para estudiar inglés, e intentar trabajar …y si es posible, quedarse. Así sin tanto adorno: “me voy a Europa para probar suerte”, en su afán por explicarnos las razones que la llevaron a tomar la decisión de dejar su familia explica que “aquí no se puede vivir bien… yo acabó de graduarme y con lo que ganaba como una ingeniero en sistemas que soy no me alcanza ni siquiera para alquilar un apartamento”, pese a que admite tener miedo: “me aterra ser ilegal en otro país, definitivamente, siempre me apegaré a las leyes”.
De la misma manera nos cuenta su historia Kike, de 25 años, quien hace ya 5 recorrió el planeta hasta aterrizar en Melbourne, Australia. En la actualidad tiene automóvil propio, rentó una casa en una zona tranquila y está a punto de licenciarse como enfermero. A su juicio, haberlo dejado todo ha sido la mejor decisión: “cuando me vine pensé que todo mejoraría allá (en Venezuela) y podría volver, pero según como están las cosas ahora me quedo aquí sin planes de regresar”.
Venezuela nunca había sido un país que exportara ciudadanos, al contrario, era refugio de extranjeros y destino ideal de empresarios. Incluso con todos los problemas que existen todavía se siguen recibiendo a inmigrantes.
Un corto audiovisual hace dos años anticipó lo que se convertiría en un éxodo masivo de jóvenes venezolanos: “Caracas, ciudad de despedidas”. Ampliamente criticado en internet, este documental hecho por un grupo de chicos que veían con preocupación la partida de sus amistades todos los meses, tocó los cimientos de una sociedad eminentemente incrédula. Algunos programas de la TV oficial ridiculizaron este trabajo, que si bien no recogía las impresiones de la población en general, sí fue parte de la crónica de una fuga de talento anunciado. De pronto, es fácil volverse camarada de un extranjero – con papeles o no – sin embargo, es muy difícil asimilar que nuestros amigos se han vuelto inmigrantes, tan lejos de nosotros.
¿Qué quieren los jóvenes?
Lo que más reclaman los chicos, son mejoras en las Universidades. Y, que luego de obtener el título puedan acceder al campo laboral. Justamente, el grupo juvenil del partido opositor, Primero Justicia, anunció que “unos 500 mil jóvenes buscan su primer empleo”. Además, otros dirigentes han señalado que la situación de las casas de estudios universitarios es deplorable.
Pero, la apertura universitaria tiene sus defensores, recientemente en un portal web Zonia Linares, indicó que “Desde que Hugo Chávez, puso la educación como una de las grandes prioridades en el país, esos mitos de los genios que eran los que tenían el derecho a la educación quedaron atrás…”. De la misma forma, el Gobierno señaló hace poco que se ha incrementado en 50 % las becas universitarias, además rescatan que la oferta académica es mayor en el 2014, que hace 10 años.
El líder juvenil de Un Nuevo Tiempo, Diego Scharifker, muestra preocupación por el tema y resume en que se “ha convertido en una constante de mi generación”, y tal como lo narra la joven Castro, “hay que arriesgar ahora que puedo, mejor morir en el intento que frustrarse por no hacerlo”. Y eso, parece que hacen cada día más “chamos” que ven en Londres, Atlanta, Buenos Aires, Sidney y Toronto las posibilidades para tener una vida con seguridad, y un trabajo que les permita vivir “decentemente”: “pese a todas las trabas que nos ponen para salir, como Cadivi (ahora Cencoex) o los altos costos de los pasajes”, replica Kike vía Skype.
La fuga de cerebros resta posibilidades de producción y crecimiento económico
También hay quienes se quedan como el estudiante de turismo Esteban Martínez, de 20 años: “Si nos vamos todos, ¿quién salva a Venezuela?”. Una pregunta bastante interesante. Hay millones de personas que siguen apostando a estas tierras bañadas por el Caribe, mientras algunos se aventuran a respirar nuevos aires, darse el chance de ver otras cosas, adaptarse a climas y menús gastronómicos diferentes, aprender nuevos idiomas o cambiar el acento. Lo que también es válido. Dios quiera que logren sus sueños, y cuando los consigan regresen a estas tierras a contárnoslos, y poner en práctica lo que han aprendido. Y así no esté Natalia esperando en la ventana que vuelva su hija.
A los que se van “suerte”, los que vuelvan serán siempre “bienvenidos”. Y, aquellos quienes se quedan no olvidar que tienen el futuro de la nación en sus manos. En síntesis, esperemos que los jóvenes, tal como han confesado la mayoría, estén en tránsito tanto como Venezuela entera.
[Fuente: http://eltoque.com/content/mi-amigo-el-inmigrante.]
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