Capi Vidal
Casi con seguridad, este término nace a finales de los 80, del siglo XX, gracias a Hakim Bey; como hemos dicho anteriormente, se hace en ese momento la distinción entre el anarquismo y la anarquía, llamando a sobrepasar el primero para alcanzar a la segunda. El postanarquismo toma elementos del llamado postestructuralismo y de la inevitable posmodernidad y las referencias a esta visión se han multiplicado en los últimos años como para no tenerlo en cuenta. Como no podría ser de otro modo, se critica en este nuevo enfoque que el anarquismo ha estado muy lejos de escapar de las influencias perniciosas de la modernidad; tendríamos que darles la razón si tomamos al anarquismo clásico como una esencia previa a toda práctica libertaria, y deberíamos saber que no es así.
Repetiremos una vez más que el anarquismo nace en un momento histórico en el que, a la fuerza, se ve impregnado del proyecto ilustrado de la modernidad; al mismo tiempo, constituye la excepción dentro de ese proyecto por su condición antiautoritaria, huelga decirlo. Aunque Tomás Ibáñez no lo exprese así en su obra Anarquismo es movimiento, hay una forma de explicarlo que puede resultar satisfactoria para todo el mundo; el anarquismo representa una tensión entre modernidad y posmodernidad, ya que el proyecto emancipador continúan pendiente en una nueva época con unas circunstancias muy diferentes.
El postanarquismo, por otra parte, no supone ninguna novedad; su crítica al anarquismo clásico ya está en la visión posmoderna y en el postestructuralismo, y nos esforzaremos en buscar siempre la autocrítica, que es con seguridad en lo que estas teorías quieres incidir en aras de asegurar la pluralidad y la singularidad, tan valoradas por el anarquismo, y de combatir toda forma de dominación.
A nuestro modo de ver las cosas, algo que ya han señalado algunos autores, no hay demasiado diferencia entre el anarquismo clásico y el llamado postanarquismo, y todo intento de distanciarlos se haría por ignorancia o con alguna intención sesgada; el reproche a no conocer en profundidad el anarquismo no está tampoco de más, ya que nunca puede ser tratado como un sistema cerrado de ideas, tendencia algo habitual en los posmodernos. No obstante, toda crítica debe ser bien recibida en el seno del anarquismo, o de lo contrario traicionaríamos nuestra condición antiautoritaria, y ello contribuye seguramente al enriquecimiento.
[Párrafos tomados del ensayo "Anarquismo es movimiento", accesible en http://reflexionesdesdeanarres.blogspot.com.es/2014/06/anarquismo-es-movimiento.html.]
Casi con seguridad, este término nace a finales de los 80, del siglo XX, gracias a Hakim Bey; como hemos dicho anteriormente, se hace en ese momento la distinción entre el anarquismo y la anarquía, llamando a sobrepasar el primero para alcanzar a la segunda. El postanarquismo toma elementos del llamado postestructuralismo y de la inevitable posmodernidad y las referencias a esta visión se han multiplicado en los últimos años como para no tenerlo en cuenta. Como no podría ser de otro modo, se critica en este nuevo enfoque que el anarquismo ha estado muy lejos de escapar de las influencias perniciosas de la modernidad; tendríamos que darles la razón si tomamos al anarquismo clásico como una esencia previa a toda práctica libertaria, y deberíamos saber que no es así.
Repetiremos una vez más que el anarquismo nace en un momento histórico en el que, a la fuerza, se ve impregnado del proyecto ilustrado de la modernidad; al mismo tiempo, constituye la excepción dentro de ese proyecto por su condición antiautoritaria, huelga decirlo. Aunque Tomás Ibáñez no lo exprese así en su obra Anarquismo es movimiento, hay una forma de explicarlo que puede resultar satisfactoria para todo el mundo; el anarquismo representa una tensión entre modernidad y posmodernidad, ya que el proyecto emancipador continúan pendiente en una nueva época con unas circunstancias muy diferentes.
El postanarquismo, por otra parte, no supone ninguna novedad; su crítica al anarquismo clásico ya está en la visión posmoderna y en el postestructuralismo, y nos esforzaremos en buscar siempre la autocrítica, que es con seguridad en lo que estas teorías quieres incidir en aras de asegurar la pluralidad y la singularidad, tan valoradas por el anarquismo, y de combatir toda forma de dominación.
A nuestro modo de ver las cosas, algo que ya han señalado algunos autores, no hay demasiado diferencia entre el anarquismo clásico y el llamado postanarquismo, y todo intento de distanciarlos se haría por ignorancia o con alguna intención sesgada; el reproche a no conocer en profundidad el anarquismo no está tampoco de más, ya que nunca puede ser tratado como un sistema cerrado de ideas, tendencia algo habitual en los posmodernos. No obstante, toda crítica debe ser bien recibida en el seno del anarquismo, o de lo contrario traicionaríamos nuestra condición antiautoritaria, y ello contribuye seguramente al enriquecimiento.
[Párrafos tomados del ensayo "Anarquismo es movimiento", accesible en http://reflexionesdesdeanarres.blogspot.com.es/2014/06/anarquismo-es-movimiento.html.]
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