Nelson
Méndez
[Nota previa de El Libertario: difundimos el guión de una charla que el autor ha
presentado en varios lugares en tiempos recientes. Luego, van dos posts (http://periodicoellibertario.blogspot.com/2014/06/anarquismo-en-america-latina-1-parte-de.html
y
http://periodicoellibertario.blogspot.com/2014/06/anarquismo-en-america-latina-2-parte-de.html) reproduciendo las láminas con texto e imágenes que acompañan a la exposición oral. Para otras referencias conexas, incluyendo el video con parte de la conferencia ofrecida en la librería Lugar Común de Caracas, ver http://periodicoellibertario.blogspot.com/search/label/Anarquismoen%20Am%C3%A9rica%20Latina.]
http://periodicoellibertario.blogspot.com/2014/06/anarquismo-en-america-latina-2-parte-de.html) reproduciendo las láminas con texto e imágenes que acompañan a la exposición oral. Para otras referencias conexas, incluyendo el video con parte de la conferencia ofrecida en la librería Lugar Común de Caracas, ver http://periodicoellibertario.blogspot.com/search/label/Anarquismoen%20Am%C3%A9rica%20Latina.]
En la línea de investigación cuyo producto más
acabado hasta hoy es el artículo publicado en el # 2 de la revista Estudios de la Confederación Nacional
del Trabajo - CNT ibérica (Méndez, 2012), ofreceré una introducción global a la
historia, rasgos y perspectivas del anarquismo continental, con un enfoque que
examina su pasado, presente y eventual porvenir en cuatro momentos históricos:
1) el siglo XIX, su etapa originaria, con el arribo desde Europa y la inserción
entre nosotros; 2) el primer tercio del siglo XX, con el auge del
anarcosindicalismo y de la presencia libertaria en las luchas sociales, la
dinámica política y el ámbito cultural e intelectual del continente; 3) el
período de eclipse y casi desaparición, entre mediados de los años de 1930 y el
comienzo de la década de 1990; y 4) el lapso entre los años finales del siglo
XX y lo que va del siglo XXI, con un retorno cierto del anarquismo a la escena
social y cultural. Esta periodización da noción aproximada en cuanto a
ubicación temporal, pero no fija lapsos exactos para lo que ha ido ocurriendo
en cada país del continente, pues las circunstancias varían entre ellos, por lo
que el enfoque propuesto debe ajustarse según cada contexto específico.
Obstáculo importante para escrutar la ruta del
anarquismo continental es el silencio que sobre este tópico imponen los
historiadores oficiales positivistas, liberales o marxistas, y del que apenas
recién parece comenzar a escaparse. Con esa traba de “invisibilidad” pesando en
la historia del anarquismo en cada país, cabe imaginar lo arduo que sería dar
cuenta de la senda libertaria en el conjunto del área, si no existiese un
antecedente de extraordinario valor como apoyo e inspiración en esta tarea: el
Prólogo ‘Anarquismo Latinoamericano’, escrito por Ángel Cappelletti para el
volumen de recopilación titulado El Anarquismo en América Latina
(Cappelletti y Rama, 1990). Bajo la discreta identificación como Prólogo,
tenemos un texto extenso donde se combinan el saber más riguroso y la pasión
por el ideal ácrata, con una panorámica de la historia del movimiento
libertario continental desde sus orígenes hasta mediados del siglo XX que, en
mi opinión, es lectura indispensable para quien se interese en este tema. Digo
esto en conocimiento de que existen otras obras que –al menos por lo que indica
su título- abordan el mismo asunto, pero que terminan ocupándose sólo de unos
pocos países (es el caso de Anarquismo y Anarcosindicalismo en América
Latina, de Alfredo Gómez); o como Anarquistas en América Latina, de
David Viñas, que se llama así pero elude en cuanto le es posible consultar o
hacer referencia a autores y a fuentes ácratas del continente; o presentan
errores patentes en la información sobre hechos y personajes, lo cual ocurre
con Contribución a una historia del anarquismo en América Latina, de
Luis Vitale.
Remontándonos a la segunda mitad del siglo XIX,
múltiples publicaciones, personajes, debates y hechos dan cuenta de cómo el
anarquismo, llegado a Latinoamérica con la emigración europea y en el flujo
cultural desde el Viejo Mundo, inicia su adaptación y enraizamiento en las
realidades de esta parte del planeta, en lo cual es de tener muy en cuenta el
modo en que amplios sectores de los oprimidos identificaron sus propuestas con
tradiciones de igualitarismo colectivista que para los pueblos indígenas eran
previas al imperialismo europeo, azteca o inca, mientras que para los de origen
africano venían del momento anterior a su esclavitud. Fue pronto y fértil el
esfuerzo por “aclimatar” al anarquismo, en proceso que merece más investigación
al ser una de las razones para explicar que el ideal ácrata calase hondo en
tantas de nuestras luchas y movimientos sociales, un hecho del todo demostrable
que refuta a una repetida falacia: tacharlo como ideología de agitadores
emigrantes no asimilados que apenas influyó superficial y temporalmente en la
población nativa. Como testimonios de esa criollización temprana de la Idea,
citemos a la Escuela del Rayo y el Socialismo en México, a Enrique Roig San
Martín y el periódico El Productor en
Cuba, a Manuel González Prada en Perú, a la Colônia Cecília y otras
experiencias de comunidades socialistas en Brasil, y al fermento de activistas
y publicaciones que bullía en el área del Rio de la Plata, donde en 1872 se
fundaron las secciones uruguaya y argentina de la I Internacional, ambas con
marcada orientación libertaria. Para un recuento amplio de expresiones del
anarquismo continental en los decenios finales del siglo XIX y las cuatro
primeras décadas del siglo XX, véase la Cronología que Cappelletti incluyó como
Apéndice en el volumen citado.
Entrando a los años de 1900, el nacimiento de la
FOA, luego Federación Obrera Regional Argentina, de la FORU en Uruguay, de la
Confederação Operária Brasileira, de la Federación Obrera Regional del
Paraguay, la indomable actividad sindical libertaria en Cuba, la tesonera labor
clandestina de propaganda y organización obrera del Partido Liberal Mexicano de
Ricardo Flores Magón, son signos que indican como el anarcosindicalismo se
convierte en la tendencia mayoritaria, pero no única, del anarquismo
latinoamericano en el primer tercio del nuevo siglo. La llama libertaria prende
con fuerza entonces no sólo entre los trabajadores de los países mencionados,
sino en general en todo el resto del continente, de un modo que hace justa la
siguiente afirmación de Cappelletti: «… puede decirse sin lugar a dudas que el
anarquismo echó raíces entre los obreros autóctonos mucho más profunda y
extensamente que el marxismo (con la sola excepción, tal vez, de Chile)»
(Ibidem: XI).
Una declaración así será rechazada desde las
interpretaciones oficialmente aceptadas en la derecha y en la izquierda
autoritaria, que siempre han ignorado, minimizado y adulterado la profunda
huella anarcosindicalista en el acontecer social latinoamericano. Frente a
ello, ya Cappelletti sustentaba su juicio con una firme base de referencias
documentales para cada país, que en años subsiguientes se han ampliado en
cantidad y calidad gracias a diversas indagaciones históricas densas y valiosas
de las que apenas mencionaré algunas, a saber: Biófilo Panclasta: el eterno
prisionero del Colectivo Alas de Xue de Colombia; El Anarquismo en Cuba
de Frank Fernández; Magonismo: utopía y revolución, 1910-1913, de Rubén
Trejo; Historia do Anarquismo no Brasil en dos volúmenes de recopilación
a cargo de Rafael Deminicis, Daniel Reis y Carlos Addor; Anarquistas –
Presencia libertaria en Chile, de Felipe Del Solar y Andrés Pérez; La
choledad antiestatal. El anarcosindicalismo en el movimiento obrero boliviano
de Huáscar Rodríguez; Voces libertarias: orígenes del anarquismo en Puerto
Rico de Jorell Meléndez; La semilla que germina – Anarquismo en Costa
Rica de J. J. Llaguno; además de lo incluido en websites como los del
Archivo Histórico La Revuelta y del Grupo Gómez Rojas de Chile, del Archivo
Anarquista Peruano, de la Biblioteca Virtual Antorcha en México y de la
Biblioteca Archivo de Estudios Libertarios en Argentina.
En todas partes y en todo momento la acción
anarcosindicalista se unió a la preocupación por pensar y hacer viva una
cultura libertaria que enfrentase a los soportes ideológico-culturales de la
opresión. En los primeros decenios del siglo XX y aún antes, en Latinoamérica
se multiplicaron experiencias, ensayos y propuestas en el afán por abrir la
ruta hacia el mundo libre que propone el anarquismo. Esos esfuerzos se dieron,
por mencionar algunas de sus dimensiones, a través de cooperativas
autogestionadas, fondos solidarios de socorro mutuo, escuelas libres de la
tutela eclesiástica o estatal, experimentos de vida en comunidad, promoción del
naturismo y el vegetarianismo, emprendimientos editoriales sin fines de lucro,
proyectos autónomos de creación/difusión cultural, además del florecimiento y
difusión de una prensa periódica que dio voz autónoma a los oprimidos. Siendo
tales sus miras, no es de extrañar que un sector de artistas y letrados se
sintiese atraído por un pensamiento y una práctica que de modo tan vivaz proponía
la ruptura con el asfixiante conservadurismo que entonces regía en las
sociedades del continente. Conviene
recordar que ese nexo de una parte de la intelectualidad con el anarquismo
ocurrió en términos bien distintos al proceso análogo acontecido con el
marxismo, donde la élite cultural politizada asume rol de vanguardia dirigente.
Por lo demás, en esa aurora del siglo XX se
mantiene y consolida la voluntad por desarrollar en el continente teoría
anarquista adecuada para reflexionar e intervenir sobre los rasgos específicos
de nuestra realidad. El anarquismo latinoamericano no esperó a que le llegaran
las luces desde Europa, pues por si mismo dio respuestas nuevas y coherentes
ante temas como, por ejemplo, lo relacionado con la situación de opresión, racismo
y embrutecimiento que padecían campesinos e indígenas; el avance agresivo del
capitalismo imperialista externo que se asociaba con los poderes semi-feudales
locales; la hegemonía cultural reaccionaria que ejercía la Iglesia Católica; la
lucha por la liberación de la mujer; o cómo hacer para que un movimiento
político-social decididamente racional y moderno como el anarquista, lograse
sus propósitos en la situación de tradicionalismo caudillista e ignorancia
generalizada aún imperante en nuestras tierras, para lo cual llegó a crear
respuestas organizativas tan originales como la FORA argentina o el Partido
Liberal Mexicano. Además, se reafirmaba la vocación internacionalista, en
particular hacia el ámbito latinoamericano, dando pie a constantes acciones de
enlace y campañas de solidaridad, donde el paso más ambicioso fue fundar en
1929 la Asociación Continental Americana de Trabajadores - ACAT, que unió a
agrupaciones anarcosindicalistas de 9 países de la región y adhirió a la
Asociación Internacional de Trabajadores - AIT, reavivada en Berlín desde 1922
para federar a iniciativas sindicales con raíz ácrata de todo el mundo.
De nuevo recurriré al Prólogo de Cappelletti,
pues allí hay la propuesta de tres razones, que estimo válidas, para explicar
la declinación que sufre el anarquismo latinoamericano a partir de las décadas
de 1930 y 1940. Sumo una cuarta, que las complementa. Esas causas son:
1) El auge autoritario que se padece en el área
durante esos decenios, visible en dictaduras como las de Machado y Batista en
Cuba, de Vargas en Brasil, de Uriburu en Argentina, de Terra en Uruguay, más un
siniestro etcétera en otros países. Esos regímenes fueron sistemáticos y
feroces en la persecución contra el movimiento obrero y anarquista, pues
introducen en el continente el modelo represivo del Estado totalitario moderno
que viene de la Italia fascista y la Alemania nazi, luego adaptado a las
necesidades e ideología del período de la Guerra Fría.
2) La fundación de los partidos comunistas en el
continente, cuyo relativo florecimiento, en algunos casos a costa del
anarquismo, tiene mucho que ver con el “prestigio revolucionario” del cual se
jactan por su dependencia de la Unión Soviética, que los controla y sostiene en
tanto instrumentos internacionales de su política de Estado.
3) La aparición de corrientes
nacionalistas-populistas: APRA en Perú, PRI mexicano, el peronismo, Acción
Democrática de Venezuela, battlismo en Uruguay, MNR boliviano, etc., que con el
apoyo de factores de poder emergentes son exitosas en la difusión de su
ideología de reformismo pro-estatista y de vago patriotismo, presumiendo de
realistas por su flexibilidad para sumarse al juego democrático-representativo,
con la oferta de logros más accesibles y menos subversivos a lo prometido por el
anarquismo.
4) La derrota de la Revolución Española y lo que
genera en términos de crisis o reflujo para el anarquismo latinoamericano. El
1936 ibérico fue aliento de esperanza para un movimiento anarquista que ya
empezaba a percibirse en todas partes –excepto allí- en retroceso y a la
defensiva, generando por ello una solidaridad ácrata continental intensa, de
modo que el desenlace de ese proceso fue más que sombrío para quienes aún
levantaban banderas libertarias en esta parte del mundo, unida por tan amplios
lazos con la Península.
En semejante atmósfera, resultaba tarea harto
difícil hasta la mera sobrevivencia de grupos, publicaciones y actividades en
cantidad que al menos recordase algo a lo que en tantos lugares conoció la
generación anterior. Ciertamente no se extinguió el anarquismo latinoamericano
en ese período que arranca al final de los años de 1930 y se extiende hasta
después de 1990, pero en demasiados sitios pareció desaparecer sin dejar mayor
rastro, o subsistía sólo mientras estuviesen con vida los envejecidos y escasos
portavoces del Ideal. Ni siquiera el arribo del gran contingente de exiliados
libertarios ibéricos que se dispersó por el continente tras 1939 revirtió esa
tendencia, pese a los esfuerzos que no faltaron entre ellos para contribuir al
movimiento allí donde se asentaron. Sin duda hubo iniciativas para cambiar ese
curso declinante, siendo el mejor ejemplo la Comisión Continental de Relaciones
Anarquistas en la década de 1950, la cual pudo realizar la 1ª Conferencia
Anarquista Americana de Montevideo en 1957, pero muy poco se logró al respecto.
Para empeorar las cosas, la fidelidad
marxista-leninista que proclaman en 1961 los dirigentes de la insurgencia que
había derrotado dos años antes al dictador Batista, en lo que se dio en llamar
la revolución cubana, pareció ser prueba concluyente de que el dogma de la hoz
y el martillo era la única vía para animar con éxito cambios revolucionarios
progresistas en nuestro continente. Esa fe dominó incluso en las escisiones
radicales del nacionalismo populista, con muestras como los MIR de Venezuela,
Perú y Bolivia, o en el activismo católico de base, cuya Teología de la
Liberación se fusionaba con el marxismo sin mayor complicación. Así, hasta los
años de 1980, en el debate de la izquierda solo tenían cabida diversas
variantes marxistas, que ostentaban su perfil autoritario como insignia
revolucionaria de estirpe, mientras muy poco se comprendía o atendía a lo que
pudiese venir del anarquismo, que en el mejor de los casos se diluía entre lo
digerible para el llamado marxismo crítico.
Con el aislamiento, parte del muy menguado
movimiento libertario tendía a abstraerse en el pasado glorioso, lo que
dificultaba entender y tener acción real en su presente, mientras que otros
urgían por arrimarse a posturas marxistas, moderando o silenciando la prédica
anti-electoral, rehusando criticar al régimen de Fidel Castro, asumiendo el
ambiguo discurso de la “liberación nacional”, y/o ajustándose a los mitos
guevaristas-militaristas en torno a la lucha armada, en lo que resultaba más
claudicación que aproximación. Muestra penosa de ese vasallaje ante el marxismo
fue la posición de una franja del anarquismo continental -por ejemplo, la
Federación Anarquista Uruguaya- y mundial -Daniel Cohn-Bendit en el 1er.
Congreso de la Internacional de Federaciones Anarquistas (1968)- prestándose a
silenciar, y aún a justificar, la represión castrista que liquidó o lanzó al
exilio al movimiento libertario cubano.
Tales circunstancias explican en lo substancial
por qué en el lapso entre el Mayo francés de 1968 y la caída del Muro de
Berlín, cuando en otras partes del mundo hay una relativa reaparición de las
banderas negras, la declinación sigue siendo la pauta para Latinoamérica. Ni
siquiera la salida de la clandestinidad del anarquismo ibérico tras la muerte
de Franco en 1975, con el ejemplo vivo que podía significar y con la difusión
de sus publicaciones, tuvo en principio incidencia apreciable. Si acaso, se puede
recordar en los años 80 la presencia del rescoldo libertario que para los
medios juveniles significó la extensión de la cultura punk, o más concretamente
anarcopunk.
En la década de 1990 hay un cambio en la escena
y las referencias que definían a la izquierda continental. Retumban los ecos
del colapso del imperio soviético, que deja en orfandad político-ideológica a
los adictos al marxismo, inclusive a aquellos que habían ensayado mesuradas
críticas a ese esperpento de capitalismo de Estado púdicamente denominado
socialismo real. Por si fuera poco, los regímenes de similar catadura que
sobrevivieron, como el de China, aceleraron su entusiasta “Larga Marcha” a la
globalización neoliberal, menos Corea del Norte, perdida en una autarquía
stalinista y dinástica. La expresión de dicho hundimiento en el Nuevo Mundo fue
ver deshacerse el espejismo de la revolución cubana, que había servido de
narcótico consuelo al marxismo-leninismo continental a lo largo de 30 años de
derrotas a cual más dolorosa para sus devotos, como la insurgencia guerrillera
en los 60, el Chile de Allende, el desplazamiento de los sandinistas en
Nicaragua, por citar algunas.
Además, las sinuosas mañas tácticas del
leninismo fueron la mejor escuela para que muchos políticos y organizaciones nacidas
de esa matriz se instruyesen en el más descarado oportunismo, llegando a
renegar de cualquier discurso o intención revolucionaria. El descalabro del
bloque soviético y los sonados fracasos de la línea autoritaria marxista en
nuestros países, dieron coartadas “políticamente correctas” para que estos
conversos a la santidad de la democracia burguesa emprendiesen un camino que en
adelante les daría muchos frutos en cuanto a escalar posiciones de poder, que
han ejercido con pulcro apego a los intereses del Estado y el Capital.
Con la quiebra de las certezas estáticas que
rigieron en décadas anteriores, la teoría y praxis ácrata va a tener una
audiencia que hacía tiempo le era desconocida, aunque ello no generase un auge
inmediato o sin mayores trámites. Así mismo, operaron influencias de fuera del
área continental, cuando fue claro que el pensamiento y acción de lo más
llamativo en el resto del mundo referido a reactivación de las luchas sociales,
organización colectiva que superase los fallidos modelos leninistas, o
definición de propuestas revolucionarias consecuentes, venía en medida
creciente del campo libertario. A esto se une el descubrimiento que distintos
actores sociales, en contextos diferentes, hacían ahora tanto de las ideas y
experiencias del anarquismo como de su historia en nuestros países, pues en la
izquierda se estaba debilitando la excluyente hegemonía doctrinal del marxismo
y sus parciales. Así, a lo largo de un lapso que llega hasta hoy y cubre todos
los confines de América Latina, un ascendente número de activistas, de jóvenes
con preguntas e inquietudes, de mujeres, de indígenas, de estudiantes, de
trabajadores, de personas con curiosidad intelectual y ánimo rebelde, se
acercan al ideal anarquista con interés que solo tiene precedentes en el que
despertó a comienzos del siglo XX.
Hacia 1995-1996, cuando Internet era novedad
solo al alcance de una minoría en Latinoamérica, empieza a usarse como vía de
circulación, contacto y difusión del anarquismo. Resultó medio muy adecuado
para esos fines, así que cuando en los años siguientes la red de redes se abre
paulatinamente hasta llegar a un uso bastante extendido entre la población, fue
herramienta muy valiosa en este resurgir libertario. Ello no solo por las
posibilidades de comunicación veloz, o de intercambiar información en amplios
volúmenes y a costos cada vez más bajos, sino porque ha fomentado modos de
relación horizontal, coordinación no jerárquica y acción en red que son
prácticas anarquistas de siempre.
Hay en los 20 años recientes un retorno cierto
del anarquismo latinoamericano, con precisos y comprobables indicadores:
multiplicación de publicaciones periódicas impresas y virtuales, junto a
reanimados esfuerzos para difundir libros y folletos libertarios clásicos o de
reciente escritura; el continuo brote de colectivos y espacios de inspiración
ácrata aún en lugares sin antecedentes anarquistas; plurales y creativas
expresiones de ciberactivismo; notoria reaparición de la militancia, las
propuestas y los símbolos del anarquismo en distintas situaciones concretas de
la lucha social; manifestaciones vivaces y reconocibles en los más diversos
ámbitos de la cultura, sea en las artes figurativas, en los escenarios, en los
medios audiovisuales, en la música, en la literatura, en la investigación y
reflexión socio-histórica; sin olvidar el aumento del intercambio y la
coordinación internacional, donde un hito fue el Encuentro Libertario de
Caracas en 2006. Por si fuese necesario hay también una confirmación “en
negativo”, promovida por los medios de difusión masiva y los aparatos
represivos del Estado, quienes cada vez con más fuerza y en más lugares claman
contra la renovada presencia subversiva del “anarquismo terrorista”, como
excusa adicional para la criminalización de las protestas y movilizaciones
sociales. Todo lo dicho evoca de alguna manera al panorama libertario
continental de hace un siglo, pero resalta una diferencia cardinal: falta la
primacía del enfoque y la acción anarcosindicalista que hubo en ese entonces.
No cesan hoy los esfuerzos por recuperar en algo una presencia antaño tan
visible, pero contrasta lo lento de esa recuperación en el medio laboral con la
alentadora perspectiva en otros campos.
El cuadro del anarquismo en el Nuevo Mundo se
completa reconociendo las tensiones y retos con que debe lidiar hoy, señalando
antes tres fuentes muy útiles para este sondeo. En primer lugar, el libro
póstumo de Daniel Barret: Los sediciosos despertares de la anarquía
(2011), que en mi opinión contiene el examen más acabado que se ha hecho sobre
las realidades y tareas a afrontar por el anarquismo continental, recomendando
su difusión y lectura como hice respecto al Prólogo de Cappelletti. La segunda
referencia es la lista de correo electrónico Anarqlat, que desde 1997 es foro
virtual de intercambio para el movimiento ácrata latinoamericano, por lo que
allí se ha manifestado en modo apreciable su evolución reciente. El tercer
soporte es el acervo de materiales disponibles en el blog, en la web y las
ediciones impresas del periódico venezolano El
Libertario, vocero que circula desde 1995.
La reciente publicación de obras históricas que
rescatan y reconstruyen la memoria libertaria latinoamericana, sin duda
contribuye al avance del conocimiento y al esclarecimiento de debates entre
eruditos, pero al movimiento ácrata le resulta de suma importancia para su
intención de recuperar capacidad de exponer visiones propias y pertinentes
sobre la sociedad, la política y la cultura de nuestros países. El anarquismo
requiere una comprensión cabal de lo que ha sido, lo que es y lo que aspira
ser, necesitando por tanto de una historia rescatada de las trampas
positivistas, liberales o marxistas, como requisito para el conocimiento y
profundización re-creadora del ideal libertario. Esto viene muy al caso para el
presente y futuro del anarquismo latinoamericano, que debe renovar y hacer
avanzar un pensamiento/acción propio, diferente no sólo a lo que plantean los
obvios adversarios de la derecha, sino de lo que propone un marxismo que en
distintos lugares del continente funge ahora de gestor del Estado y garante de
los intereses del capitalismo globalizado, rol que sus variopintos exponentes
cumplen por igual pese a diferencias en el maquillaje.
Definir un curso autónomo fue una de las
fortalezas del anarquismo en el pasado, lo que de ningún modo significa
aislarse sino mantener el propio perfil y no diluir sus objetivos específicos.
Es obligación del ideal ácrata re-crearse para enfrentar las nuevas
circunstancias, pero desnaturalizaría su identidad si lo hace buscando eficacia
en las marchitas plataformas organizacionales del leninismo, si promueve un
anti-imperialismo donde la denuncia contra el agresivo intervencionismo yanqui
calla frente a otras potencias imperiales de similar talante, si cuestiona al capitalismo
privado para excusar al capitalismo estatal, si acepta que precarios avances en
la conquista del pan disculpan retrocesos graves en la conquista de la
libertad, si propone que con la tolerancia y aun patrocinio de “Estados
progresistas” es posible construir “poder popular”. En fin, si el anarquismo
recae en fórmulas que condujeron al marxismo a fracasar como opción de cambio
revolucionario positivo, paradójicamente daría razón a los augurios del
autoritarismo rojo sobre la imposibilidad del socialismo libertario.
Desde los años de 1930 y 40 el anarquismo
latinoamericano tiene un reto pendiente: cómo enfrentar con éxito a la
demagogia del populismo nacionalista, que en sus mudables variantes es aún
figura dominante de la escena política continental. La actual oleada de
“gobiernos progres” es la nueva máscara de ese oponente, ante lo cual es vital
contestar con respuestas específicas en lo práctico y bien articuladas en lo
teórico, que evidencien a ojos del colectivo el fraude de pretendidos logros
estatales y supuestas buenas intenciones de los gobernantes, promoviendo y
actuando para construir desde abajo salidas realistas de acción autónoma,
ajenas a las disputas por el manejo del Estado e independientes de las
instituciones de poder. Estas ideas generales (y su ejecución práctica)
requieren aún de mucha reflexión y trabajo por parte del movimiento ácrata
continental, donde no hay lugar para repetir pifias marxistas, tampoco de
ignorar por ahora y dejar para después, ni para optar por la tolerancia
cómplice o por apoyar en rol de aliados menores a populistas “menos malos”,
aquellos que se dicen de izquierda o socialistas. Evidencia de lo urgente de
tal desafío y del persistente daño que el anarquismo ha sufrido por las
confusiones que se generan en este tema, es que ahora se tenga que lidiar con
“anarco-chavistas” en Venezuela, como si no bastasen las parodias pretéritas
del “anarco-battlismo” en Uruguay, el “anarco-peronismo”, y el
“anarco-castrismo” cubano.
Insisto en algo que juzgo esencial para que el
esperanzador retorno ácrata termine de arraigar: hay que consolidar al
anarquismo como herramienta valedera y constructiva ligada a las luchas
sociales autónomas de hoy, que además las oriente hacia la perspectiva de
revolución inherente al ideal libertario. Sin duda que los impulsos del vigente
renacimiento en América Latina tuvieron su raíz coyuntural en procesos de la
cultura de masas como la difusión del punk, intelectuales como la
revitalización del interés por las ideas ácratas, y políticos como la irrupción
neozapatista desde 1994 y el auge del movimiento antiglobalización a partir de
Seattle 1999, pero si luego han podido mantenerse es porque en diversos modos
se conectan con demandas y conflictos colectivos, como se verifica al recorrer
el panorama contemporáneo del activismo y la lucha social continental. Aun
cuando no sean todo lo densas e ideológicamente firmes que se quisiera, esas
conexiones existen, ofreciendo una posibilidad que es imperdonable dejar pasar.
Es justo afirmar que el anarquismo será acción social o no será. Postergar o
subordinar esa acción en favor de hechos ejemplarizantes, de la profecía y
ensayo de “días de furia”, de un personal “estilo de vida libre” que llega a
ser pretexto contra la solidaridad, de aislarse en un anarquismo para cultivo
intelectual o goce estético, condenaría al ideal libertario a la esterilidad e
inercia.
Finalizo presentando varios inventarios de la
huella del anarquismo en América Latina, que espero sean útiles como guías de
entrada y posterior profundización en este tema.
En primer lugar, va una lista con algunos
autores anarquistas continentales ‘clásicos’, por llamar así a quienes
escribieron su obra básica antes de 1950:
Enrique Roig San Martín (cubano; 1843-1889).
Manuel González Prada (peruano; 1844-1918). Ricardo Flores Magón (mexicano;
1873-1922). Rafael Barrett (hispano-paraguayo; 1876-1910). Luisa Capetillo
(puertorriqueña; 1879-1922). Edgard Leuenroth (brasileño; 1881-1968). José
Oiticica (brasileño; 1882-1957). Juan Lazarte (argentino; 1891-1963). Sinesio
García Fernández (a) “Diego Abad de Santillán” (España-Argentina, 1897-1983).
Luego tenemos a los ‘contemporáneos’, que
destacan a partir de la 2ª mitad del S. XX:
Jacobo Maguid (a) “Jacinto Cimazo” (argentino;
1907-1997). Luce Fabbri (ítalo-uruguaya; 1908-2000). Abraham Guillén
(España-Uruguay; 1913-1993). Edgar Rodrigues (luso-brasileño; 1921-2009). Ángel
Cappelletti (Argentina-Venezuela; 1927-1995), Roberto Freire (brasileño;
1927-2008). Rubén Prieto (uruguayo; 1930-2008). Alfredo Errandonea (uruguayo;
1935-2001). Rafael Spósito (a) “Daniel Barret” (uruguayo; 1952-2009).
Es imperativo mencionar también a agrupaciones y
propuestas colectivas descollantes:
Asociación Continental Americana de Trabajadores
– ACAT/AIT. Casa del Obrero Mundial (México). Centro de Cultura Social (São
Paulo, Brasil). Centro de Estudios Sociales Germinal (Costa Rica). Colônia
Cecília (Brasil). Comisión Continental de Relaciones Anarquistas. Comunidad del
Sur (Uruguay). Confederação Operária Brasileira. Confederación General de
Trabajadores (México). Diario La Protesta
(Argentina). Federación Anarquista Mexicana. Federación Anarquista Uruguaya.
Federación Libertaria Argentina. Federación Obrera de La Habana (Cuba).
Federación Obrera Local (La Paz, Bolivia). Federación Obrera Regional
Argentina. Federación Obrera Regional Peruana. Federación Obrera Regional
Uruguaya. Industrial Workers of the World – IWW (Chile; otros países del
continente). Partido Liberal Mexicano. Periódico La Protesta (Perú). Revista Guángara
Libertaria (Cuba en el exilio).
Igualmente, va una muestra de la diversidad que
existe hoy entre las centenares de presencias del Internet ácrata de América
Latina: (en 16 países)
Aktitud Koherente – Costa Rica
<aktitudkoherente.blogspot.com>
Archivo Anarquista Peruano
<anarquismoperu.noblogs.org>
Ativismo ABC e Casa da Lagartixa Preta – Brasil
<www.ativismoabc.org>
Centro Social y Cultural Libertario – Colombia
<centrosocialyculturallibertario.wordpress.com>
Cuba
Libertaria
<issuu.com/search?q=cuba%20libertaria>
Desobedece – Guatemala
<desobedientes.noblogs.org>
El (A)nticristo – Ecuador
<elanticristodistro.blogspot.com>
Federación Anarquista de México
<federacionanarquistademexico.com>
Federación Libertaria Argentina
<www.federacionlibertaria.org>
Federación Obrera Regional Argentina
<fora-ait.com.ar>
Grupo José Domingo Gómez Rojas - Chile
<grupogomezrojas.org>
Hommodolars
Contrainfo - Chile <hommodolars.org/web>
Joaquín Cienfuegos – anarquista “latino” en U$A
<joaquincienfuegos.blogspot.com>
Kolectivo Autonomía y Solidaridad - El Salvador
<www.kasanarquistas.tk>
La Turba Ediciones – Uruguay
<laturbaediciones.wordpress.com>
Mujeres Creando – Bolivia
<www.mujerescreando.org>
Nu-Sol – Brasil <www.nu-sol.org>
Red Anarquista – Venezuela
<redanarquista.blogspot.com>
Semillas Libertarias – Puerto Rico
<semillaslibertarias.blogspot.com>
Soma, uma terapia anarquista – Brasil
<www.somaterapia.com.br>
En cuanto a prensa contemporánea, remitiré al
catálogo preliminar de publicaciones periódicas anarquistas del continente para
el año 2012
http://periodicoellibertario.blogspot.com/2012/12/el-retorno-de-la-prensa-en-america.html,
y al catálogo 2012 de prensa libertaria en castellano
http://periodicoellibertario.blogspot.com/2013/01/directorio-2012-de-publicaciones.html.
Referencias
- ANARQLAT - foro vía e-mail
<https://lists.riseup.net/www/info/anarqlat>
- BARRET, Daniel: Los Sediciosos Despertares
de la Anarquía, Anarres, Buenos Aires, 2011.
- CAPPELLETTI, Ángel y Carlos RAMA
(Compiladores): El Anarquismo en América Latina, Biblioteca Ayacucho,
Caracas, 1990.
- El
Libertario periódico anarquista
venezolano; accesible en <www.nodo50.org/ellibertario> <periodicoellibertario.blogspot.com>
- MÉNDEZ, Nelson: “Anarquismo en América Latina:
consideraciones en torno a su historia, rasgos y perspectivas”, Estudios, # 2, Córdoba (Esp.), 2012.
<dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/4147831.pdf>.
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