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domingo, 29 de junio de 2014

Anarquismo en América Latina (texto de conferencia)

























Nelson Méndez

[Nota previa de El Libertario: difundimos el guión de una charla que el autor ha presentado en varios lugares en tiempos recientes. Luego, van dos posts (http://periodicoellibertario.blogspot.com/2014/06/anarquismo-en-america-latina-1-parte-de.html y
http://periodicoellibertario.blogspot.com/2014/06/anarquismo-en-america-latina-2-parte-de.html) reproduciendo las láminas con texto e imágenes que acompañan a la exposición oral. Para otras referencias conexas, incluyendo el video con parte de la conferencia ofrecida en la librería Lugar Común de Caracas, ver http://periodicoellibertario.blogspot.com/search/label/Anarquismoen%20Am%C3%A9rica%20Latina.]

En la línea de investigación cuyo producto más acabado hasta hoy es el artículo publicado en el # 2 de la revista Estudios de la Confederación Nacional del Trabajo - CNT ibérica (Méndez, 2012), ofreceré una introducción global a la historia, rasgos y perspectivas del anarquismo continental, con un enfoque que examina su pasado, presente y eventual porvenir en cuatro momentos históricos: 1) el siglo XIX, su etapa originaria, con el arribo desde Europa y la inserción entre nosotros; 2) el primer tercio del siglo XX, con el auge del anarcosindicalismo y de la presencia libertaria en las luchas sociales, la dinámica política y el ámbito cultural e intelectual del continente; 3) el período de eclipse y casi desaparición, entre mediados de los años de 1930 y el comienzo de la década de 1990; y 4) el lapso entre los años finales del siglo XX y lo que va del siglo XXI, con un retorno cierto del anarquismo a la escena social y cultural. Esta periodización da noción aproximada en cuanto a ubicación temporal, pero no fija lapsos exactos para lo que ha ido ocurriendo en cada país del continente, pues las circunstancias varían entre ellos, por lo que el enfoque propuesto debe ajustarse según cada contexto específico.


Obstáculo importante para escrutar la ruta del anarquismo continental es el silencio que sobre este tópico imponen los historiadores oficiales positivistas, liberales o marxistas, y del que apenas recién parece comenzar a escaparse. Con esa traba de “invisibilidad” pesando en la historia del anarquismo en cada país, cabe imaginar lo arduo que sería dar cuenta de la senda libertaria en el conjunto del área, si no existiese un antecedente de extraordinario valor como apoyo e inspiración en esta tarea: el Prólogo ‘Anarquismo Latinoamericano’, escrito por Ángel Cappelletti para el volumen de recopilación titulado El Anarquismo en América Latina (Cappelletti y Rama, 1990). Bajo la discreta identificación como Prólogo, tenemos un texto extenso donde se combinan el saber más riguroso y la pasión por el ideal ácrata, con una panorámica de la historia del movimiento libertario continental desde sus orígenes hasta mediados del siglo XX que, en mi opinión, es lectura indispensable para quien se interese en este tema. Digo esto en conocimiento de que existen otras obras que –al menos por lo que indica su título- abordan el mismo asunto, pero que terminan ocupándose sólo de unos pocos países (es el caso de Anarquismo y Anarcosindicalismo en América Latina, de Alfredo Gómez); o como Anarquistas en América Latina, de David Viñas, que se llama así pero elude en cuanto le es posible consultar o hacer referencia a autores y a fuentes ácratas del continente; o presentan errores patentes en la información sobre hechos y personajes, lo cual ocurre con Contribución a una historia del anarquismo en América Latina, de Luis Vitale.

Remontándonos a la segunda mitad del siglo XIX, múltiples publicaciones, personajes, debates y hechos dan cuenta de cómo el anarquismo, llegado a Latinoamérica con la emigración europea y en el flujo cultural desde el Viejo Mundo, inicia su adaptación y enraizamiento en las realidades de esta parte del planeta, en lo cual es de tener muy en cuenta el modo en que amplios sectores de los oprimidos identificaron sus propuestas con tradiciones de igualitarismo colectivista que para los pueblos indígenas eran previas al imperialismo europeo, azteca o inca, mientras que para los de origen africano venían del momento anterior a su esclavitud. Fue pronto y fértil el esfuerzo por “aclimatar” al anarquismo, en proceso que merece más investigación al ser una de las razones para explicar que el ideal ácrata calase hondo en tantas de nuestras luchas y movimientos sociales, un hecho del todo demostrable que refuta a una repetida falacia: tacharlo como ideología de agitadores emigrantes no asimilados que apenas influyó superficial y temporalmente en la población nativa. Como testimonios de esa criollización temprana de la Idea, citemos a la Escuela del Rayo y el Socialismo en México, a Enrique Roig San Martín y el periódico El Productor en Cuba, a Manuel González Prada en Perú, a la Colônia Cecília y otras experiencias de comunidades socialistas en Brasil, y al fermento de activistas y publicaciones que bullía en el área del Rio de la Plata, donde en 1872 se fundaron las secciones uruguaya y argentina de la I Internacional, ambas con marcada orientación libertaria. Para un recuento amplio de expresiones del anarquismo continental en los decenios finales del siglo XIX y las cuatro primeras décadas del siglo XX, véase la Cronología que Cappelletti incluyó como Apéndice en el volumen citado.

Entrando a los años de 1900, el nacimiento de la FOA, luego Federación Obrera Regional Argentina, de la FORU en Uruguay, de la Confederação Operária Brasileira, de la Federación Obrera Regional del Paraguay, la indomable actividad sindical libertaria en Cuba, la tesonera labor clandestina de propaganda y organización obrera del Partido Liberal Mexicano de Ricardo Flores Magón, son signos que indican como el anarcosindicalismo se convierte en la tendencia mayoritaria, pero no única, del anarquismo latinoamericano en el primer tercio del nuevo siglo. La llama libertaria prende con fuerza entonces no sólo entre los trabajadores de los países mencionados, sino en general en todo el resto del continente, de un modo que hace justa la siguiente afirmación de Cappelletti: «… puede decirse sin lugar a dudas que el anarquismo echó raíces entre los obreros autóctonos mucho más profunda y extensamente que el marxismo (con la sola excepción, tal vez, de Chile)» (Ibidem: XI).

Una declaración así será rechazada desde las interpretaciones oficialmente aceptadas en la derecha y en la izquierda autoritaria, que siempre han ignorado, minimizado y adulterado la profunda huella anarcosindicalista en el acontecer social latinoamericano. Frente a ello, ya Cappelletti sustentaba su juicio con una firme base de referencias documentales para cada país, que en años subsiguientes se han ampliado en cantidad y calidad gracias a diversas indagaciones históricas densas y valiosas de las que apenas mencionaré algunas, a saber: Biófilo Panclasta: el eterno prisionero del Colectivo Alas de Xue de Colombia; El Anarquismo en Cuba de Frank Fernández; Magonismo: utopía y revolución, 1910-1913, de Rubén Trejo; Historia do Anarquismo no Brasil en dos volúmenes de recopilación a cargo de Rafael Deminicis, Daniel Reis y Carlos Addor; Anarquistas – Presencia libertaria en Chile, de Felipe Del Solar y Andrés Pérez; La choledad antiestatal. El anarcosindicalismo en el movimiento obrero boliviano de Huáscar Rodríguez; Voces libertarias: orígenes del anarquismo en Puerto Rico de Jorell Meléndez; La semilla que germina – Anarquismo en Costa Rica de J. J. Llaguno; además de lo incluido en websites como los del Archivo Histórico La Revuelta y del Grupo Gómez Rojas de Chile, del Archivo Anarquista Peruano, de la Biblioteca Virtual Antorcha en México y de la Biblioteca Archivo de Estudios Libertarios en Argentina.

En todas partes y en todo momento la acción anarcosindicalista se unió a la preocupación por pensar y hacer viva una cultura libertaria que enfrentase a los soportes ideológico-culturales de la opresión. En los primeros decenios del siglo XX y aún antes, en Latinoamérica se multiplicaron experiencias, ensayos y propuestas en el afán por abrir la ruta hacia el mundo libre que propone el anarquismo. Esos esfuerzos se dieron, por mencionar algunas de sus dimensiones, a través de cooperativas autogestionadas, fondos solidarios de socorro mutuo, escuelas libres de la tutela eclesiástica o estatal, experimentos de vida en comunidad, promoción del naturismo y el vegetarianismo, emprendimientos editoriales sin fines de lucro, proyectos autónomos de creación/difusión cultural, además del florecimiento y difusión de una prensa periódica que dio voz autónoma a los oprimidos. Siendo tales sus miras, no es de extrañar que un sector de artistas y letrados se sintiese atraído por un pensamiento y una práctica que de modo tan vivaz proponía la ruptura con el asfixiante conservadurismo que entonces regía en las sociedades del  continente. Conviene recordar que ese nexo de una parte de la intelectualidad con el anarquismo ocurrió en términos bien distintos al proceso análogo acontecido con el marxismo, donde la élite cultural politizada asume rol de vanguardia dirigente.

Por lo demás, en esa aurora del siglo XX se mantiene y consolida la voluntad por desarrollar en el continente teoría anarquista adecuada para reflexionar e intervenir sobre los rasgos específicos de nuestra realidad. El anarquismo latinoamericano no esperó a que le llegaran las luces desde Europa, pues por si mismo dio respuestas nuevas y coherentes ante temas como, por ejemplo, lo relacionado con la situación de opresión, racismo y embrutecimiento que padecían campesinos e indígenas; el avance agresivo del capitalismo imperialista externo que se asociaba con los poderes semi-feudales locales; la hegemonía cultural reaccionaria que ejercía la Iglesia Católica; la lucha por la liberación de la mujer; o cómo hacer para que un movimiento político-social decididamente racional y moderno como el anarquista, lograse sus propósitos en la situación de tradicionalismo caudillista e ignorancia generalizada aún imperante en nuestras tierras, para lo cual llegó a crear respuestas organizativas tan originales como la FORA argentina o el Partido Liberal Mexicano. Además, se reafirmaba la vocación internacionalista, en particular hacia el ámbito latinoamericano, dando pie a constantes acciones de enlace y campañas de solidaridad, donde el paso más ambicioso fue fundar en 1929 la Asociación Continental Americana de Trabajadores - ACAT, que unió a agrupaciones anarcosindicalistas de 9 países de la región y adhirió a la Asociación Internacional de Trabajadores - AIT, reavivada en Berlín desde 1922 para federar a iniciativas sindicales con raíz ácrata de todo el mundo.

De nuevo recurriré al Prólogo de Cappelletti, pues allí hay la propuesta de tres razones, que estimo válidas, para explicar la declinación que sufre el anarquismo latinoamericano a partir de las décadas de 1930 y 1940. Sumo una cuarta, que las complementa. Esas causas son:

1) El auge autoritario que se padece en el área durante esos decenios, visible en dictaduras como las de Machado y Batista en Cuba, de Vargas en Brasil, de Uriburu en Argentina, de Terra en Uruguay, más un siniestro etcétera en otros países. Esos regímenes fueron sistemáticos y feroces en la persecución contra el movimiento obrero y anarquista, pues introducen en el continente el modelo represivo del Estado totalitario moderno que viene de la Italia fascista y la Alemania nazi, luego adaptado a las necesidades e ideología del período de la Guerra Fría.

2) La fundación de los partidos comunistas en el continente, cuyo relativo florecimiento, en algunos casos a costa del anarquismo, tiene mucho que ver con el “prestigio revolucionario” del cual se jactan por su dependencia de la Unión Soviética, que los controla y sostiene en tanto instrumentos internacionales de su política de Estado.

3) La aparición de corrientes nacionalistas-populistas: APRA en Perú, PRI mexicano, el peronismo, Acción Democrática de Venezuela, battlismo en Uruguay, MNR boliviano, etc., que con el apoyo de factores de poder emergentes son exitosas en la difusión de su ideología de reformismo pro-estatista y de vago patriotismo, presumiendo de realistas por su flexibilidad para sumarse al juego democrático-representativo, con la oferta de logros más accesibles y menos subversivos a lo prometido por el anarquismo.

4) La derrota de la Revolución Española y lo que genera en términos de crisis o reflujo para el anarquismo latinoamericano. El 1936 ibérico fue aliento de esperanza para un movimiento anarquista que ya empezaba a percibirse en todas partes –excepto allí- en retroceso y a la defensiva, generando por ello una solidaridad ácrata continental intensa, de modo que el desenlace de ese proceso fue más que sombrío para quienes aún levantaban banderas libertarias en esta parte del mundo, unida por tan amplios lazos con la Península.

En semejante atmósfera, resultaba tarea harto difícil hasta la mera sobrevivencia de grupos, publicaciones y actividades en cantidad que al menos recordase algo a lo que en tantos lugares conoció la generación anterior. Ciertamente no se extinguió el anarquismo latinoamericano en ese período que arranca al final de los años de 1930 y se extiende hasta después de 1990, pero en demasiados sitios pareció desaparecer sin dejar mayor rastro, o subsistía sólo mientras estuviesen con vida los envejecidos y escasos portavoces del Ideal. Ni siquiera el arribo del gran contingente de exiliados libertarios ibéricos que se dispersó por el continente tras 1939 revirtió esa tendencia, pese a los esfuerzos que no faltaron entre ellos para contribuir al movimiento allí donde se asentaron. Sin duda hubo iniciativas para cambiar ese curso declinante, siendo el mejor ejemplo la Comisión Continental de Relaciones Anarquistas en la década de 1950, la cual pudo realizar la 1ª Conferencia Anarquista Americana de Montevideo en 1957, pero muy poco se logró al respecto.

Para empeorar las cosas, la fidelidad marxista-leninista que proclaman en 1961 los dirigentes de la insurgencia que había derrotado dos años antes al dictador Batista, en lo que se dio en llamar la revolución cubana, pareció ser prueba concluyente de que el dogma de la hoz y el martillo era la única vía para animar con éxito cambios revolucionarios progresistas en nuestro continente. Esa fe dominó incluso en las escisiones radicales del nacionalismo populista, con muestras como los MIR de Venezuela, Perú y Bolivia, o en el activismo católico de base, cuya Teología de la Liberación se fusionaba con el marxismo sin mayor complicación. Así, hasta los años de 1980, en el debate de la izquierda solo tenían cabida diversas variantes marxistas, que ostentaban su perfil autoritario como insignia revolucionaria de estirpe, mientras muy poco se comprendía o atendía a lo que pudiese venir del anarquismo, que en el mejor de los casos se diluía entre lo digerible para el llamado marxismo crítico.

Con el aislamiento, parte del muy menguado movimiento libertario tendía a abstraerse en el pasado glorioso, lo que dificultaba entender y tener acción real en su presente, mientras que otros urgían por arrimarse a posturas marxistas, moderando o silenciando la prédica anti-electoral, rehusando criticar al régimen de Fidel Castro, asumiendo el ambiguo discurso de la “liberación nacional”, y/o ajustándose a los mitos guevaristas-militaristas en torno a la lucha armada, en lo que resultaba más claudicación que aproximación. Muestra penosa de ese vasallaje ante el marxismo fue la posición de una franja del anarquismo continental -por ejemplo, la Federación Anarquista Uruguaya- y mundial -Daniel Cohn-Bendit en el 1er. Congreso de la Internacional de Federaciones Anarquistas (1968)- prestándose a silenciar, y aún a justificar, la represión castrista que liquidó o lanzó al exilio al movimiento libertario cubano.

Tales circunstancias explican en lo substancial por qué en el lapso entre el Mayo francés de 1968 y la caída del Muro de Berlín, cuando en otras partes del mundo hay una relativa reaparición de las banderas negras, la declinación sigue siendo la pauta para Latinoamérica. Ni siquiera la salida de la clandestinidad del anarquismo ibérico tras la muerte de Franco en 1975, con el ejemplo vivo que podía significar y con la difusión de sus publicaciones, tuvo en principio incidencia apreciable. Si acaso, se puede recordar en los años 80 la presencia del rescoldo libertario que para los medios juveniles significó la extensión de la cultura punk, o más concretamente anarcopunk.

En la década de 1990 hay un cambio en la escena y las referencias que definían a la izquierda continental. Retumban los ecos del colapso del imperio soviético, que deja en orfandad político-ideológica a los adictos al marxismo, inclusive a aquellos que habían ensayado mesuradas críticas a ese esperpento de capitalismo de Estado púdicamente denominado socialismo real. Por si fuera poco, los regímenes de similar catadura que sobrevivieron, como el de China, aceleraron su entusiasta “Larga Marcha” a la globalización neoliberal, menos Corea del Norte, perdida en una autarquía stalinista y dinástica. La expresión de dicho hundimiento en el Nuevo Mundo fue ver deshacerse el espejismo de la revolución cubana, que había servido de narcótico consuelo al marxismo-leninismo continental a lo largo de 30 años de derrotas a cual más dolorosa para sus devotos, como la insurgencia guerrillera en los 60, el Chile de Allende, el desplazamiento de los sandinistas en Nicaragua, por citar algunas.

Además, las sinuosas mañas tácticas del leninismo fueron la mejor escuela para que muchos políticos y organizaciones nacidas de esa matriz se instruyesen en el más descarado oportunismo, llegando a renegar de cualquier discurso o intención revolucionaria. El descalabro del bloque soviético y los sonados fracasos de la línea autoritaria marxista en nuestros países, dieron coartadas “políticamente correctas” para que estos conversos a la santidad de la democracia burguesa emprendiesen un camino que en adelante les daría muchos frutos en cuanto a escalar posiciones de poder, que han ejercido con pulcro apego a los intereses del Estado y el Capital.

Con la quiebra de las certezas estáticas que rigieron en décadas anteriores, la teoría y praxis ácrata va a tener una audiencia que hacía tiempo le era desconocida, aunque ello no generase un auge inmediato o sin mayores trámites. Así mismo, operaron influencias de fuera del área continental, cuando fue claro que el pensamiento y acción de lo más llamativo en el resto del mundo referido a reactivación de las luchas sociales, organización colectiva que superase los fallidos modelos leninistas, o definición de propuestas revolucionarias consecuentes, venía en medida creciente del campo libertario. A esto se une el descubrimiento que distintos actores sociales, en contextos diferentes, hacían ahora tanto de las ideas y experiencias del anarquismo como de su historia en nuestros países, pues en la izquierda se estaba debilitando la excluyente hegemonía doctrinal del marxismo y sus parciales. Así, a lo largo de un lapso que llega hasta hoy y cubre todos los confines de América Latina, un ascendente número de activistas, de jóvenes con preguntas e inquietudes, de mujeres, de indígenas, de estudiantes, de trabajadores, de personas con curiosidad intelectual y ánimo rebelde, se acercan al ideal anarquista con interés que solo tiene precedentes en el que despertó a comienzos del siglo XX.

Hacia 1995-1996, cuando Internet era novedad solo al alcance de una minoría en Latinoamérica, empieza a usarse como vía de circulación, contacto y difusión del anarquismo. Resultó medio muy adecuado para esos fines, así que cuando en los años siguientes la red de redes se abre paulatinamente hasta llegar a un uso bastante extendido entre la población, fue herramienta muy valiosa en este resurgir libertario. Ello no solo por las posibilidades de comunicación veloz, o de intercambiar información en amplios volúmenes y a costos cada vez más bajos, sino porque ha fomentado modos de relación horizontal, coordinación no jerárquica y acción en red que son prácticas anarquistas de siempre.

Hay en los 20 años recientes un retorno cierto del anarquismo latinoamericano, con precisos y comprobables indicadores: multiplicación de publicaciones periódicas impresas y virtuales, junto a reanimados esfuerzos para difundir libros y folletos libertarios clásicos o de reciente escritura; el continuo brote de colectivos y espacios de inspiración ácrata aún en lugares sin antecedentes anarquistas; plurales y creativas expresiones de ciberactivismo; notoria reaparición de la militancia, las propuestas y los símbolos del anarquismo en distintas situaciones concretas de la lucha social; manifestaciones vivaces y reconocibles en los más diversos ámbitos de la cultura, sea en las artes figurativas, en los escenarios, en los medios audiovisuales, en la música, en la literatura, en la investigación y reflexión socio-histórica; sin olvidar el aumento del intercambio y la coordinación internacional, donde un hito fue el Encuentro Libertario de Caracas en 2006. Por si fuese necesario hay también una confirmación “en negativo”, promovida por los medios de difusión masiva y los aparatos represivos del Estado, quienes cada vez con más fuerza y en más lugares claman contra la renovada presencia subversiva del “anarquismo terrorista”, como excusa adicional para la criminalización de las protestas y movilizaciones sociales. Todo lo dicho evoca de alguna manera al panorama libertario continental de hace un siglo, pero resalta una diferencia cardinal: falta la primacía del enfoque y la acción anarcosindicalista que hubo en ese entonces. No cesan hoy los esfuerzos por recuperar en algo una presencia antaño tan visible, pero contrasta lo lento de esa recuperación en el medio laboral con la alentadora perspectiva en otros campos.

El cuadro del anarquismo en el Nuevo Mundo se completa reconociendo las tensiones y retos con que debe lidiar hoy, señalando antes tres fuentes muy útiles para este sondeo. En primer lugar, el libro póstumo de Daniel Barret: Los sediciosos despertares de la anarquía (2011), que en mi opinión contiene el examen más acabado que se ha hecho sobre las realidades y tareas a afrontar por el anarquismo continental, recomendando su difusión y lectura como hice respecto al Prólogo de Cappelletti. La segunda referencia es la lista de correo electrónico Anarqlat, que desde 1997 es foro virtual de intercambio para el movimiento ácrata latinoamericano, por lo que allí se ha manifestado en modo apreciable su evolución reciente. El tercer soporte es el acervo de materiales disponibles en el blog, en la web y las ediciones impresas del periódico venezolano El Libertario, vocero que circula desde 1995.

La reciente publicación de obras históricas que rescatan y reconstruyen la memoria libertaria latinoamericana, sin duda contribuye al avance del conocimiento y al esclarecimiento de debates entre eruditos, pero al movimiento ácrata le resulta de suma importancia para su intención de recuperar capacidad de exponer visiones propias y pertinentes sobre la sociedad, la política y la cultura de nuestros países. El anarquismo requiere una comprensión cabal de lo que ha sido, lo que es y lo que aspira ser, necesitando por tanto de una historia rescatada de las trampas positivistas, liberales o marxistas, como requisito para el conocimiento y profundización re-creadora del ideal libertario. Esto viene muy al caso para el presente y futuro del anarquismo latinoamericano, que debe renovar y hacer avanzar un pensamiento/acción propio, diferente no sólo a lo que plantean los obvios adversarios de la derecha, sino de lo que propone un marxismo que en distintos lugares del continente funge ahora de gestor del Estado y garante de los intereses del capitalismo globalizado, rol que sus variopintos exponentes cumplen por igual pese a diferencias en el maquillaje.

Definir un curso autónomo fue una de las fortalezas del anarquismo en el pasado, lo que de ningún modo significa aislarse sino mantener el propio perfil y no diluir sus objetivos específicos. Es obligación del ideal ácrata re-crearse para enfrentar las nuevas circunstancias, pero desnaturalizaría su identidad si lo hace buscando eficacia en las marchitas plataformas organizacionales del leninismo, si promueve un anti-imperialismo donde la denuncia contra el agresivo intervencionismo yanqui calla frente a otras potencias imperiales de similar talante, si cuestiona al capitalismo privado para excusar al capitalismo estatal, si acepta que precarios avances en la conquista del pan disculpan retrocesos graves en la conquista de la libertad, si propone que con la tolerancia y aun patrocinio de “Estados progresistas” es posible construir “poder popular”. En fin, si el anarquismo recae en fórmulas que condujeron al marxismo a fracasar como opción de cambio revolucionario positivo, paradójicamente daría razón a los augurios del autoritarismo rojo sobre la imposibilidad del socialismo libertario.

Desde los años de 1930 y 40 el anarquismo latinoamericano tiene un reto pendiente: cómo enfrentar con éxito a la demagogia del populismo nacionalista, que en sus mudables variantes es aún figura dominante de la escena política continental. La actual oleada de “gobiernos progres” es la nueva máscara de ese oponente, ante lo cual es vital contestar con respuestas específicas en lo práctico y bien articuladas en lo teórico, que evidencien a ojos del colectivo el fraude de pretendidos logros estatales y supuestas buenas intenciones de los gobernantes, promoviendo y actuando para construir desde abajo salidas realistas de acción autónoma, ajenas a las disputas por el manejo del Estado e independientes de las instituciones de poder. Estas ideas generales (y su ejecución práctica) requieren aún de mucha reflexión y trabajo por parte del movimiento ácrata continental, donde no hay lugar para repetir pifias marxistas, tampoco de ignorar por ahora y dejar para después, ni para optar por la tolerancia cómplice o por apoyar en rol de aliados menores a populistas “menos malos”, aquellos que se dicen de izquierda o socialistas. Evidencia de lo urgente de tal desafío y del persistente daño que el anarquismo ha sufrido por las confusiones que se generan en este tema, es que ahora se tenga que lidiar con “anarco-chavistas” en Venezuela, como si no bastasen las parodias pretéritas del “anarco-battlismo” en Uruguay, el “anarco-peronismo”, y el “anarco-castrismo” cubano.

Insisto en algo que juzgo esencial para que el esperanzador retorno ácrata termine de arraigar: hay que consolidar al anarquismo como herramienta valedera y constructiva ligada a las luchas sociales autónomas de hoy, que además las oriente hacia la perspectiva de revolución inherente al ideal libertario. Sin duda que los impulsos del vigente renacimiento en América Latina tuvieron su raíz coyuntural en procesos de la cultura de masas como la difusión del punk, intelectuales como la revitalización del interés por las ideas ácratas, y políticos como la irrupción neozapatista desde 1994 y el auge del movimiento antiglobalización a partir de Seattle 1999, pero si luego han podido mantenerse es porque en diversos modos se conectan con demandas y conflictos colectivos, como se verifica al recorrer el panorama contemporáneo del activismo y la lucha social continental. Aun cuando no sean todo lo densas e ideológicamente firmes que se quisiera, esas conexiones existen, ofreciendo una posibilidad que es imperdonable dejar pasar. Es justo afirmar que el anarquismo será acción social o no será. Postergar o subordinar esa acción en favor de hechos ejemplarizantes, de la profecía y ensayo de “días de furia”, de un personal “estilo de vida libre” que llega a ser pretexto contra la solidaridad, de aislarse en un anarquismo para cultivo intelectual o goce estético, condenaría al ideal libertario a la esterilidad e inercia.

Finalizo presentando varios inventarios de la huella del anarquismo en América Latina, que espero sean útiles como guías de entrada y posterior profundización en este tema.

En primer lugar, va una lista con algunos autores anarquistas continentales ‘clásicos’, por llamar así a quienes escribieron su obra básica antes de 1950:

Enrique Roig San Martín (cubano; 1843-1889). Manuel González Prada (peruano; 1844-1918). Ricardo Flores Magón (mexicano; 1873-1922). Rafael Barrett (hispano-paraguayo; 1876-1910). Luisa Capetillo (puertorriqueña; 1879-1922). Edgard Leuenroth (brasileño; 1881-1968). José Oiticica (brasileño; 1882-1957). Juan Lazarte (argentino; 1891-1963). Sinesio García Fernández (a) “Diego Abad de Santillán” (España-Argentina, 1897-1983).

Luego tenemos a los ‘contemporáneos’, que destacan a partir de la 2ª mitad del S. XX:

Jacobo Maguid (a) “Jacinto Cimazo” (argentino; 1907-1997). Luce Fabbri (ítalo-uruguaya; 1908-2000). Abraham Guillén (España-Uruguay; 1913-1993). Edgar Rodrigues (luso-brasileño; 1921-2009). Ángel Cappelletti (Argentina-Venezuela; 1927-1995), Roberto Freire (brasileño; 1927-2008). Rubén Prieto (uruguayo; 1930-2008). Alfredo Errandonea (uruguayo; 1935-2001). Rafael Spósito (a) “Daniel Barret” (uruguayo; 1952-2009).

Es imperativo mencionar también a agrupaciones y propuestas colectivas descollantes:

Asociación Continental Americana de Trabajadores – ACAT/AIT. Casa del Obrero Mundial (México). Centro de Cultura Social (São Paulo, Brasil). Centro de Estudios Sociales Germinal (Costa Rica). Colônia Cecília (Brasil). Comisión Continental de Relaciones Anarquistas. Comunidad del Sur (Uruguay). Confederação Operária Brasileira. Confederación General de Trabajadores (México). Diario La Protesta (Argentina). Federación Anarquista Mexicana. Federación Anarquista Uruguaya. Federación Libertaria Argentina. Federación Obrera de La Habana (Cuba). Federación Obrera Local (La Paz, Bolivia). Federación Obrera Regional Argentina. Federación Obrera Regional Peruana. Federación Obrera Regional Uruguaya. Industrial Workers of the World – IWW (Chile; otros países del continente). Partido Liberal Mexicano. Periódico La Protesta (Perú). Revista Guángara Libertaria (Cuba en el exilio).

Igualmente, va una muestra de la diversidad que existe hoy entre las centenares de presencias del Internet ácrata de América Latina: (en 16 países)

Aktitud Koherente – Costa Rica <aktitudkoherente.blogspot.com>
Archivo Anarquista Peruano <anarquismoperu.noblogs.org>
Ativismo ABC e Casa da Lagartixa Preta – Brasil <www.ativismoabc.org>
Centro Social y Cultural Libertario – Colombia <centrosocialyculturallibertario.wordpress.com>
Cuba Libertaria <issuu.com/search?q=cuba%20libertaria>
Desobedece – Guatemala <desobedientes.noblogs.org>
El (A)nticristo – Ecuador <elanticristodistro.blogspot.com>
Federación Anarquista de México <federacionanarquistademexico.com>
Federación Libertaria Argentina <www.federacionlibertaria.org>
Federación Obrera Regional Argentina <fora-ait.com.ar>
Grupo José Domingo Gómez Rojas - Chile <grupogomezrojas.org>
Hommodolars Contrainfo - Chile <hommodolars.org/web>
Joaquín Cienfuegos – anarquista “latino” en U$A <joaquincienfuegos.blogspot.com>
Kolectivo Autonomía y Solidaridad - El Salvador <www.kasanarquistas.tk>
La Turba Ediciones – Uruguay <laturbaediciones.wordpress.com>
Mujeres Creando – Bolivia <www.mujerescreando.org>
Nu-Sol – Brasil <www.nu-sol.org>
Red Anarquista – Venezuela <redanarquista.blogspot.com>
Semillas Libertarias – Puerto Rico <semillaslibertarias.blogspot.com>
Soma, uma terapia anarquista – Brasil <www.somaterapia.com.br>

En cuanto a prensa contemporánea, remitiré al catálogo preliminar de publicaciones periódicas anarquistas del continente para el año 2012 http://periodicoellibertario.blogspot.com/2012/12/el-retorno-de-la-prensa-en-america.html, y al catálogo 2012 de prensa libertaria en castellano http://periodicoellibertario.blogspot.com/2013/01/directorio-2012-de-publicaciones.html.

Referencias

- ANARQLAT - foro vía e-mail <https://lists.riseup.net/www/info/anarqlat>
- BARRET, Daniel: Los Sediciosos Despertares de la Anarquía, Anarres, Buenos Aires, 2011.
- CAPPELLETTI, Ángel y Carlos RAMA (Compiladores): El Anarquismo en América Latina, Biblioteca Ayacucho, Caracas, 1990.
- El Libertario  periódico anarquista venezolano; accesible en <www.nodo50.org/ellibertario> <periodicoellibertario.blogspot.com>
- MÉNDEZ, Nelson: “Anarquismo en América Latina: consideraciones en torno a su historia, rasgos y perspectivas”, Estudios, # 2, Córdoba (Esp.), 2012. <dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/4147831.pdf>.


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