Agencias
Un grupo de activistas realizó ayer [sábado 7/6] una nueva manifestación simbólica contra el Mundial 2014 frente al domicilio de José Maria Marin, presidente de la Confederación de Fútbol Brasileña (CBF) a días del inicio de la cita. Los nueve manifestantes simularon un funeral frente a la casa de Marin en el elegante distrito Jardines de la ciudad de San Pablo, sede del duelo inaugural de la Copa del Mundo que Brasil disputará ante Croacia en el estadio Itaquerao.
"El Mundial de la muerte", se leía en el cartel exhibido por los manifestantes, que se arrojaron al suelo para recordar a los obreros fallecidos durante la construcción de los estadios para la cita. Al lado de los manifestantes se podía ver las fotos de los obreros fallecidos. Sin embargo, la simbólica protesta es el menor de los problemas que enfrentan las autoridades del fútbol y, más en particular, el gobierno de Dilma Rousseff.
La huelga de trabajadores del metro de San Pablo amenaza con extenderse hasta la inauguración del Mundial, mientras la presidenta Dilma Rousseff denunció una "campaña sistemática" contra su gobierno y el torneo. La paralización -que persigue un aumento de salario del 12,2%- entró en su tercer día seguido ayer, cuando el número de usuarios es exponencialmente inferior al flujo en la semana de unos 4,5 millones.
"Mientras tenga fuerza, el movimiento va a continuar y puede que llegue hasta la Copa del Mundo", dijo Rogerio Malaquías, portavoz del sindicato de los "metroviarios". Tres de las cinco líneas del metro de esta megalópolis de 20 millones de habitantes operaban parcialmente y 34 de 65 estaciones están abiertas.
El metro es uno de los principales medios para llegar al estadio mundialista Arena Corinthians, sede del partido inaugural Brasil-Croacia, por lo que la paralización supone una fuerte presión sobre las autoridades, que sin embargo no ceden a las demandas de los trabajadores. Entre 90 % y 95 % de los 9.500 empleados -incluidos operadores de tren, seguridad y mantenimiento- apoya la huelga y que un plan de contingencia consigue operar el sistema "de forma precaria".
"Quien opera los trenes son supervisores, jefes, funcionarios administrativos (...), es extremadamente peligroso porque no tienen el entrenamiento, abren la puerta del lugar equivocado o paran el tren mal. Eso puede causar un accidente, una persona caer", explicó Malaquías. Una asamblea de trabajadores se reunirá la tarde del sábado para decidir el futuro de la huelga.
En las terminales de ómnibus había aún largas filas, pero lejos de la imagen de jueves y viernes, en que los pasajeros se apiñaban como ganado para entrar a las unidades. La policía dispersó inclusive el viernes a golpes y con gases lacrimógenos a parte de los huelguistas.
Los periodistas y trabajadores que acudieron masivamente al estadio para recoger sus acreditaciones se vieron obligados a caminar cerca de un kilómetro, sin indicaciones visuales, hasta acceder al que será el palco inaugural del Mundial el próximo 12 de junio.
Preocupada
La presidenta Dilma Rousseff denunció el pasado viernes de noche una "campaña sistemática" que busca debilitar la imagen de su gobierno a cuatro meses de las elecciones generales en las que buscará la reelección.
"Hoy hay una campaña sistemática contra la Copa del Mundo. Es de hecho no contra la Copa del Mundo, es más una campaña sistemática contra nosotros", dijo la presidenta Dilma Rousseff, que busca la reelección en octubre, en un acto de su Partido de los Trabajadores (PT). Aseguró que las críticas sobre su gobierno gastando millonarias sumas de dinero en el torneo -principalmente en la construcción de estadios en ciudades sedes sin tradición de fútbol- forma parte de la "desinformación".
La presidenta brasileña no dijo quién estaba detrás de esta campaña pero hizo referencia a una edición de la revista conservadora Veja, en 2011, en la que sugería sarcásticamente que los 12 estadios no estarían listos en décadas. Rousseff, una exguerrillera presa y torturada en la dictadura militar (1964-1985), pidió además que "no confundamos la Copa del Mundo con la política". La mandataria ha insistido en que el dinero público invertido se traducirá en un importante legado de aeropuertos e infraestructura urbana que beneficiará a Brasil en los próximos años.
Pero muchos de los proyectos prometidos, entre ellos sistemas de trenes y nuevas carreteras, se han quedado en el papel, mientras que cuatro de los 12 estadios aún no fueron terminados en su totalidad, incluido el de San Pablo.
La popularidad de Rousseff cayó a 34 % en junio -de 37 % en abril- según una encuesta difundida esta semana. De todos modos, la mandataria se mostró firme tanto ante las medidas sindicales como las de los trabajadores del metro, como con las protestas en algunos casos violentas.
"No voy a admitir que haya ningún tipo de desmanes con la intención de impedir que la gente tenga acceso a la Copa. No es democrático destruir la propiedad privada y pública, y mucho menos que las manifestaciones tengan costos humanos", aseveró Rousseff. La mandataria, además, le restó crédito a la versión publicada por un diario paulista según la cual la agrupación anarquista "Black Bloc" habría acordado con la banda narcotraficantes Primer Comando de la Capital, realizar ataques durante el Mundial.
"No tenemos ningún indicio de que esto pueda ocurrir, ni nuestro servicio de inteligencia detectó nada al respecto", aclaró Rousseff. No obstante, hace un par de meses autoridades de la comunidad de inteligencia brasileña reconocieron que una de sus prioridades y alertas máximas era la de evitar ataques terroristas, tanto por parte de grupos internos como los mencionados, como por parte de extremistas musulmanes. Esto último se basa en la fuerte presencia que las comunidades árabes tienen en el país.
Pero, más allá de estos extremos, la protesta social se ha vuelto un gran dolor de cabeza para el gobierno. El movimiento indígena -que reúne a más de 100 etnias autóctonas- llevó con arcos, flechas y lanzas sus protestas hasta el corazón del poder en Brasilia. Otro tanto han hecho los miembros del Movimiento de los Sin Techo, en tanto varias corporaciones y sindicatos -entre ellos el de las fuerzas policiales- han tomado la bandera de la protesta contra la multimillonaria inversión en la preparación de la Copa del Mundo.
[Fuente: http://www.elpais.com.uy/mundo/protestas-enfurecen-dilma-rousseff.html.]
Un grupo de activistas realizó ayer [sábado 7/6] una nueva manifestación simbólica contra el Mundial 2014 frente al domicilio de José Maria Marin, presidente de la Confederación de Fútbol Brasileña (CBF) a días del inicio de la cita. Los nueve manifestantes simularon un funeral frente a la casa de Marin en el elegante distrito Jardines de la ciudad de San Pablo, sede del duelo inaugural de la Copa del Mundo que Brasil disputará ante Croacia en el estadio Itaquerao.
"El Mundial de la muerte", se leía en el cartel exhibido por los manifestantes, que se arrojaron al suelo para recordar a los obreros fallecidos durante la construcción de los estadios para la cita. Al lado de los manifestantes se podía ver las fotos de los obreros fallecidos. Sin embargo, la simbólica protesta es el menor de los problemas que enfrentan las autoridades del fútbol y, más en particular, el gobierno de Dilma Rousseff.
La huelga de trabajadores del metro de San Pablo amenaza con extenderse hasta la inauguración del Mundial, mientras la presidenta Dilma Rousseff denunció una "campaña sistemática" contra su gobierno y el torneo. La paralización -que persigue un aumento de salario del 12,2%- entró en su tercer día seguido ayer, cuando el número de usuarios es exponencialmente inferior al flujo en la semana de unos 4,5 millones.
"Mientras tenga fuerza, el movimiento va a continuar y puede que llegue hasta la Copa del Mundo", dijo Rogerio Malaquías, portavoz del sindicato de los "metroviarios". Tres de las cinco líneas del metro de esta megalópolis de 20 millones de habitantes operaban parcialmente y 34 de 65 estaciones están abiertas.
El metro es uno de los principales medios para llegar al estadio mundialista Arena Corinthians, sede del partido inaugural Brasil-Croacia, por lo que la paralización supone una fuerte presión sobre las autoridades, que sin embargo no ceden a las demandas de los trabajadores. Entre 90 % y 95 % de los 9.500 empleados -incluidos operadores de tren, seguridad y mantenimiento- apoya la huelga y que un plan de contingencia consigue operar el sistema "de forma precaria".
"Quien opera los trenes son supervisores, jefes, funcionarios administrativos (...), es extremadamente peligroso porque no tienen el entrenamiento, abren la puerta del lugar equivocado o paran el tren mal. Eso puede causar un accidente, una persona caer", explicó Malaquías. Una asamblea de trabajadores se reunirá la tarde del sábado para decidir el futuro de la huelga.
En las terminales de ómnibus había aún largas filas, pero lejos de la imagen de jueves y viernes, en que los pasajeros se apiñaban como ganado para entrar a las unidades. La policía dispersó inclusive el viernes a golpes y con gases lacrimógenos a parte de los huelguistas.
Los periodistas y trabajadores que acudieron masivamente al estadio para recoger sus acreditaciones se vieron obligados a caminar cerca de un kilómetro, sin indicaciones visuales, hasta acceder al que será el palco inaugural del Mundial el próximo 12 de junio.
Preocupada
La presidenta Dilma Rousseff denunció el pasado viernes de noche una "campaña sistemática" que busca debilitar la imagen de su gobierno a cuatro meses de las elecciones generales en las que buscará la reelección.
"Hoy hay una campaña sistemática contra la Copa del Mundo. Es de hecho no contra la Copa del Mundo, es más una campaña sistemática contra nosotros", dijo la presidenta Dilma Rousseff, que busca la reelección en octubre, en un acto de su Partido de los Trabajadores (PT). Aseguró que las críticas sobre su gobierno gastando millonarias sumas de dinero en el torneo -principalmente en la construcción de estadios en ciudades sedes sin tradición de fútbol- forma parte de la "desinformación".
La presidenta brasileña no dijo quién estaba detrás de esta campaña pero hizo referencia a una edición de la revista conservadora Veja, en 2011, en la que sugería sarcásticamente que los 12 estadios no estarían listos en décadas. Rousseff, una exguerrillera presa y torturada en la dictadura militar (1964-1985), pidió además que "no confundamos la Copa del Mundo con la política". La mandataria ha insistido en que el dinero público invertido se traducirá en un importante legado de aeropuertos e infraestructura urbana que beneficiará a Brasil en los próximos años.
Pero muchos de los proyectos prometidos, entre ellos sistemas de trenes y nuevas carreteras, se han quedado en el papel, mientras que cuatro de los 12 estadios aún no fueron terminados en su totalidad, incluido el de San Pablo.
La popularidad de Rousseff cayó a 34 % en junio -de 37 % en abril- según una encuesta difundida esta semana. De todos modos, la mandataria se mostró firme tanto ante las medidas sindicales como las de los trabajadores del metro, como con las protestas en algunos casos violentas.
"No voy a admitir que haya ningún tipo de desmanes con la intención de impedir que la gente tenga acceso a la Copa. No es democrático destruir la propiedad privada y pública, y mucho menos que las manifestaciones tengan costos humanos", aseveró Rousseff. La mandataria, además, le restó crédito a la versión publicada por un diario paulista según la cual la agrupación anarquista "Black Bloc" habría acordado con la banda narcotraficantes Primer Comando de la Capital, realizar ataques durante el Mundial.
"No tenemos ningún indicio de que esto pueda ocurrir, ni nuestro servicio de inteligencia detectó nada al respecto", aclaró Rousseff. No obstante, hace un par de meses autoridades de la comunidad de inteligencia brasileña reconocieron que una de sus prioridades y alertas máximas era la de evitar ataques terroristas, tanto por parte de grupos internos como los mencionados, como por parte de extremistas musulmanes. Esto último se basa en la fuerte presencia que las comunidades árabes tienen en el país.
Pero, más allá de estos extremos, la protesta social se ha vuelto un gran dolor de cabeza para el gobierno. El movimiento indígena -que reúne a más de 100 etnias autóctonas- llevó con arcos, flechas y lanzas sus protestas hasta el corazón del poder en Brasilia. Otro tanto han hecho los miembros del Movimiento de los Sin Techo, en tanto varias corporaciones y sindicatos -entre ellos el de las fuerzas policiales- han tomado la bandera de la protesta contra la multimillonaria inversión en la preparación de la Copa del Mundo.
[Fuente: http://www.elpais.com.uy/mundo/protestas-enfurecen-dilma-rousseff.html.]
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