Héctor Briceño
“Somos chavistas, hemos votado por Chávez y por el proceso en todas las elecciones, pero esto es inaguantable. Protestamos porque desde hace seis meses no nos pagan… No queremos que venga el ministro, queremos hablar con el Presidente”. La imagen es común en la Venezuela actual. Puede ser una comunidad o un grupo de trabajadores trancando una avenida o calle, protestando frente a una alcaldía, gobernación o frente a las oficinas de cualquier ministerio o empresa del Estado.
El patrón es siempre el mismo: primero, identificarse claramente como “afectos al proceso”. Después y sólo después, presentar las demandas o denuncias. Finalmente, solicitar la presencia, ya no a tal o cual funcionario, mucho menos viceministros o ministros, sino directamente al Presidente de la República.
En esos escenarios escuchamos las denuncias más inverosímiles e inimaginables, así como las críticas más agudas al actual régimen. Pero lo que no nos deja de asombrar es su común denominador: la fidelidad profesada al régimen luego de tan controversiales señalamientos.
¿Por qué las protestas de muchos sectores populares no se transforman en protestas contra el gobierno?, ¿por qué, a pesar de tener tanto en común con las protestas de los estudiantes, no logra concretarse una cadena de “equivalencias” entre unas y otras?, ¿por qué las protestas que se inician en distintos sectores no terminan de unirse en un gran estallido de unidad nacional?. En resumen, ¿por qué no se ha logrado capitalizar políticamente el descontento social que une a toda la sociedad?
La protesta en la Venezuela de hoy se define por sus lazos políticos. Esto queda completamente evidenciado en las palabras del Ministro Rodríguez cuando afirma: “no es que vamos a sacar a la gente de la pobreza para llevarlas a la clase media y que pretendan ser escuálidos”. Sus palabras muestran una cara del régimen que conocen muy bien los sectores populares: el gobierno sólo reconoce como legítimas las demandas sociales de sectores que le juran total lealtad, y a la inversa, el costo de no identificarse ideológicamente con el gobierno significa menosprecio y desconocimiento de sus problemáticas.
Esta es la razón por la cual los sectores populares antes de manifestar sus necesidades deben identificarse con el gobierno, pues saben bien que de no ser así, sus demandas, por más básicas, esenciales y evidentes que sean, no serán reconocidas, ni mucho menos solventadas. En este sentido, según la afirmación del Ministro, la demanda de superación de la pobreza sólo será reconocida si ésta es acompañada de fidelidad ideológica, de lo contrario la pobreza es el castigo merecido.
Es también ésta la razón por la que a la oposición le cuesta penetrar en los sectores sociales necesitados e insatisfechos y vincularse a sus demandas: identificarse con la oposición significa para los sectores populares prácticamente una autocondena a vivir en la miseria, a padecer maltrato y exclusión.
Hasta tanto la oposición no desmonte este perverso mecanismo de deslegitimación y de desconocimiento de los derechos del mundo no chavista que significa la elección entre “lealtad o pobreza”, las probabilidades de capitalización política del descontento popular y de construcción de ese gran movimiento de Unidad Nacional, seguirán siendo pocas. Cómo romper ese dique de contención construido por el chavismo (como mecanismo de defensa) es la gran prioridad política de los estudiantes, líderes y partidos políticos, pero también de la sociedad venezolana en su conjunto.
[Tomado de http://eltoque.com/texto/el-dilema-de-la-protesta-popular-lealtad-o-pobreza.]
“Somos chavistas, hemos votado por Chávez y por el proceso en todas las elecciones, pero esto es inaguantable. Protestamos porque desde hace seis meses no nos pagan… No queremos que venga el ministro, queremos hablar con el Presidente”. La imagen es común en la Venezuela actual. Puede ser una comunidad o un grupo de trabajadores trancando una avenida o calle, protestando frente a una alcaldía, gobernación o frente a las oficinas de cualquier ministerio o empresa del Estado.
El patrón es siempre el mismo: primero, identificarse claramente como “afectos al proceso”. Después y sólo después, presentar las demandas o denuncias. Finalmente, solicitar la presencia, ya no a tal o cual funcionario, mucho menos viceministros o ministros, sino directamente al Presidente de la República.
En esos escenarios escuchamos las denuncias más inverosímiles e inimaginables, así como las críticas más agudas al actual régimen. Pero lo que no nos deja de asombrar es su común denominador: la fidelidad profesada al régimen luego de tan controversiales señalamientos.
¿Por qué las protestas de muchos sectores populares no se transforman en protestas contra el gobierno?, ¿por qué, a pesar de tener tanto en común con las protestas de los estudiantes, no logra concretarse una cadena de “equivalencias” entre unas y otras?, ¿por qué las protestas que se inician en distintos sectores no terminan de unirse en un gran estallido de unidad nacional?. En resumen, ¿por qué no se ha logrado capitalizar políticamente el descontento social que une a toda la sociedad?
La protesta en la Venezuela de hoy se define por sus lazos políticos. Esto queda completamente evidenciado en las palabras del Ministro Rodríguez cuando afirma: “no es que vamos a sacar a la gente de la pobreza para llevarlas a la clase media y que pretendan ser escuálidos”. Sus palabras muestran una cara del régimen que conocen muy bien los sectores populares: el gobierno sólo reconoce como legítimas las demandas sociales de sectores que le juran total lealtad, y a la inversa, el costo de no identificarse ideológicamente con el gobierno significa menosprecio y desconocimiento de sus problemáticas.
Esta es la razón por la cual los sectores populares antes de manifestar sus necesidades deben identificarse con el gobierno, pues saben bien que de no ser así, sus demandas, por más básicas, esenciales y evidentes que sean, no serán reconocidas, ni mucho menos solventadas. En este sentido, según la afirmación del Ministro, la demanda de superación de la pobreza sólo será reconocida si ésta es acompañada de fidelidad ideológica, de lo contrario la pobreza es el castigo merecido.
Es también ésta la razón por la que a la oposición le cuesta penetrar en los sectores sociales necesitados e insatisfechos y vincularse a sus demandas: identificarse con la oposición significa para los sectores populares prácticamente una autocondena a vivir en la miseria, a padecer maltrato y exclusión.
Hasta tanto la oposición no desmonte este perverso mecanismo de deslegitimación y de desconocimiento de los derechos del mundo no chavista que significa la elección entre “lealtad o pobreza”, las probabilidades de capitalización política del descontento popular y de construcción de ese gran movimiento de Unidad Nacional, seguirán siendo pocas. Cómo romper ese dique de contención construido por el chavismo (como mecanismo de defensa) es la gran prioridad política de los estudiantes, líderes y partidos políticos, pero también de la sociedad venezolana en su conjunto.
[Tomado de http://eltoque.com/texto/el-dilema-de-la-protesta-popular-lealtad-o-pobreza.]
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