Héctor Lucena
En la conmemoración y celebración del día del Trabajador vale considerar la situación de las muchas empresas recuperadas, y la difícil e inestable situación que viven quienes ahí laboran, así como sus proveedores y destinatarios de los productos y servicios para quienes situaciones de incertidumbre también repercuten en su fuerza de trabajo, por lo que se trata de un efecto ampliado que amerita su consideración. Hay que distinguir lo particular de estas situaciones porque son empresas que en manos de sus propietarios cerraron y abandonaron o las dejaron en estado crítico de funcionamiento, con saldos rojos en producción y económicos en general.
En visita a Montevideo tuve contacto con grupo de trabajadores involucrados en la conducción de empresas recuperadas, las que llevan varios años de importantes esfuerzos por salir adelante. Hay que destacar que casi todos los gestores vienen del sindicalismo, o de la propia fuerza de trabajo de esas empresas que cayeron en bancarrota. Trabajadores que optaron entre privilegiar el reclamo de sus pasivos laborales y luego irse a buscar otros caminos, o luchar para defender la fuente de trabajo y persistir en la continuidad de la empresa.
Hay que resaltar que aquí en Venezuela son más los casos de empresas que han sido estatizadas, estando en plena normalidad o con un aceptable funcionamiento. El gobierno estatizador lo justifica como una necesidad de controlar sectores que considera estratégicos, o en otros casos se trata de estatizaciones por retaliaciones, y aquí nos encontramos las más diversas y en algunos casos con muy pocas razones económicas para tales decisiones. Con esto se destaca que hay frecuentemente más razones políticas que económicas en las estatizaciones, que estas últimas razones son más bien subalternas.
Si es de particular relevancia destacar que en la mayoría de los casos de empresas estatizadas sea por razones de las identificadas en el primer párrafo, como de las que están explicadas en el tercero, son puestas bajo la conducción de nuevos directivos y gestores, en donde no siempre son los trabajadores los que están a la cabeza, sino que los nuevos gestores son nombrados desde el gobierno y en muchos casos sin relación ni experiencia en la actividad productiva de la empresa en cuestión. Lo que amerita un esfuerzo de análisis y estudio, que muy poco se está haciendo, no obstante la relevancia que plantean estas experiencias y en particular la conducción, para contribuir a evidenciar las posibilidades de nuevas opciones de gestión y funcionamiento productivo, que trasciendan los modelos y las prácticas de la forma anterior que dio lugar a la bancarrota o las dificultades de funcionamiento. Esta distinción es importante, entender como empresa recuperada la que proviene de la bancarrota o de una situación de funcionamiento difícil y accidentado, de aquella que fue estatizada en condiciones normales de funcionamiento productivo.
Es importante destacar que el tema no es debatido suficientemente, ni el mismo forma parte de la agenda de organismos que deben velar por el buen uso de los recursos públicos, porque esa sería también la ocasión para identificar errores y enmendar e incluso llegar a plantearse ¿que tan viable puede ser llegar a normalizar la empresa?. Todo esto conlleva análisis sociales, en primer lugar por los empleos en juego, pero también análisis económicos, para que se opte por alternativas que no se constituyan finalmente en problemas mayores para las finanzas públicas, que en definitiva son los aportes de los contribuyentes para contar con los servicios que el Estado les debe prestar.
La inquietud más importante en principio en torno a las empresas recuperadas es su sobrevivencia y normalización. El tema es muy espinoso ya que son empresas que llegaron a paralizarse porque funcionaban en condiciones muy deplorables, y por tanto es un compromiso titánico regresarlas a la normalidad.
Un problema común a las empresas recuperadas es el que los trabajadores más calificados abandonan el barco al ver señales inestables, lo que deja un vacío importante a la hora de reactivarlas. Lo otro es que el hecho de la parálisis produce un enorme desasosiego e incertidumbre, que no necesariamente es respondido de igual manera por el colectivo laboral. Se conoce que aquellos que vienen de una prolongada militancia sindical tienen mayores posibilidades de cohesionarse en la búsqueda y construcción de alternativas, igualmente si tienen contactos políticos o ventajas para construirlos, ellos van a ser importantes para gestiones en instancias públicas que apunten a conseguir los apoyos y recursos para la reactivación. También ser parte de una organización colectiva es un espacio idóneo para ir monitoreando el desenvolvimiento de la empresa con anterioridad al colapso. Por supuesto que la dirección de la empresa lo vendrá haciendo incluso con las ventajas de la información confidencial privilegiada, y que no toda ella esta al alcance del sindicato, aún más cuando la organización es sólo de los operarios y al nivel de la empresa, como suele ser el modelo organizacional sindical predominante en el caso venezolano.
Llegado ya al momento del colapso de la empresa, digamos la parálisis productiva, uno de los principales riesgos que obliga a poner en práctica una extrema vigilancia es la amenaza de vaciamiento y la vandalización de la empresa, de sus instalaciones y equipos. Lo primero como opción consciente y ventajosa de sus dueños, y lo segundo como dramática realidad social del entorno que ve en el abandono de un sede productiva la oportunidad para hacerse de bienes vendibles e incluso para contar con un techo y vivir. Contrarrestar estas dos situaciones es normalmente una opción de los propios trabajadores y sus organizaciones sindicales, por entender la importancia de preservar el centro productivo como garantía de sus reclamos laborales, y lo más importante como alternativa para lograr la continuidad de la fuente de trabajo.
Esta etapa de vigilancia y protección de las instalaciones productivas es de duración indefinida, sin horarios, sin descansos, sin feriados, es un sacrificio auto impuesto por los trabajadores organizados para la defensa de las instalaciones. En este lapso la fuerza laboral se integra y homogeneiza en un sólo cuerpo, que gradualmente clarifica sus objetivos de alcanzar los medios para que la fuente de trabajo no se pierda.
Este punto de partida en la transición de empresa de propietarios capitalistas a propietarios trabajadores, abona a favor de que la reapertura se logre en condiciones de homogeneidad de intereses, lo que teóricamente abona a favor de contar con una mística y férrea voluntad para superar complejos obstáculos de la reactivación productiva. Por ello es un contrasentido que a estas experiencias el estado o el gobierno las condicione al imponerle una dirección con personas advenedizas, ajenas al natural proceso de construcción del proyecto socio productivo y sus propias identidades.
[Tomado de http://hectorlucena.blogspot.com.]
En la conmemoración y celebración del día del Trabajador vale considerar la situación de las muchas empresas recuperadas, y la difícil e inestable situación que viven quienes ahí laboran, así como sus proveedores y destinatarios de los productos y servicios para quienes situaciones de incertidumbre también repercuten en su fuerza de trabajo, por lo que se trata de un efecto ampliado que amerita su consideración. Hay que distinguir lo particular de estas situaciones porque son empresas que en manos de sus propietarios cerraron y abandonaron o las dejaron en estado crítico de funcionamiento, con saldos rojos en producción y económicos en general.
En visita a Montevideo tuve contacto con grupo de trabajadores involucrados en la conducción de empresas recuperadas, las que llevan varios años de importantes esfuerzos por salir adelante. Hay que destacar que casi todos los gestores vienen del sindicalismo, o de la propia fuerza de trabajo de esas empresas que cayeron en bancarrota. Trabajadores que optaron entre privilegiar el reclamo de sus pasivos laborales y luego irse a buscar otros caminos, o luchar para defender la fuente de trabajo y persistir en la continuidad de la empresa.
Hay que resaltar que aquí en Venezuela son más los casos de empresas que han sido estatizadas, estando en plena normalidad o con un aceptable funcionamiento. El gobierno estatizador lo justifica como una necesidad de controlar sectores que considera estratégicos, o en otros casos se trata de estatizaciones por retaliaciones, y aquí nos encontramos las más diversas y en algunos casos con muy pocas razones económicas para tales decisiones. Con esto se destaca que hay frecuentemente más razones políticas que económicas en las estatizaciones, que estas últimas razones son más bien subalternas.
Si es de particular relevancia destacar que en la mayoría de los casos de empresas estatizadas sea por razones de las identificadas en el primer párrafo, como de las que están explicadas en el tercero, son puestas bajo la conducción de nuevos directivos y gestores, en donde no siempre son los trabajadores los que están a la cabeza, sino que los nuevos gestores son nombrados desde el gobierno y en muchos casos sin relación ni experiencia en la actividad productiva de la empresa en cuestión. Lo que amerita un esfuerzo de análisis y estudio, que muy poco se está haciendo, no obstante la relevancia que plantean estas experiencias y en particular la conducción, para contribuir a evidenciar las posibilidades de nuevas opciones de gestión y funcionamiento productivo, que trasciendan los modelos y las prácticas de la forma anterior que dio lugar a la bancarrota o las dificultades de funcionamiento. Esta distinción es importante, entender como empresa recuperada la que proviene de la bancarrota o de una situación de funcionamiento difícil y accidentado, de aquella que fue estatizada en condiciones normales de funcionamiento productivo.
Es importante destacar que el tema no es debatido suficientemente, ni el mismo forma parte de la agenda de organismos que deben velar por el buen uso de los recursos públicos, porque esa sería también la ocasión para identificar errores y enmendar e incluso llegar a plantearse ¿que tan viable puede ser llegar a normalizar la empresa?. Todo esto conlleva análisis sociales, en primer lugar por los empleos en juego, pero también análisis económicos, para que se opte por alternativas que no se constituyan finalmente en problemas mayores para las finanzas públicas, que en definitiva son los aportes de los contribuyentes para contar con los servicios que el Estado les debe prestar.
La inquietud más importante en principio en torno a las empresas recuperadas es su sobrevivencia y normalización. El tema es muy espinoso ya que son empresas que llegaron a paralizarse porque funcionaban en condiciones muy deplorables, y por tanto es un compromiso titánico regresarlas a la normalidad.
Un problema común a las empresas recuperadas es el que los trabajadores más calificados abandonan el barco al ver señales inestables, lo que deja un vacío importante a la hora de reactivarlas. Lo otro es que el hecho de la parálisis produce un enorme desasosiego e incertidumbre, que no necesariamente es respondido de igual manera por el colectivo laboral. Se conoce que aquellos que vienen de una prolongada militancia sindical tienen mayores posibilidades de cohesionarse en la búsqueda y construcción de alternativas, igualmente si tienen contactos políticos o ventajas para construirlos, ellos van a ser importantes para gestiones en instancias públicas que apunten a conseguir los apoyos y recursos para la reactivación. También ser parte de una organización colectiva es un espacio idóneo para ir monitoreando el desenvolvimiento de la empresa con anterioridad al colapso. Por supuesto que la dirección de la empresa lo vendrá haciendo incluso con las ventajas de la información confidencial privilegiada, y que no toda ella esta al alcance del sindicato, aún más cuando la organización es sólo de los operarios y al nivel de la empresa, como suele ser el modelo organizacional sindical predominante en el caso venezolano.
Llegado ya al momento del colapso de la empresa, digamos la parálisis productiva, uno de los principales riesgos que obliga a poner en práctica una extrema vigilancia es la amenaza de vaciamiento y la vandalización de la empresa, de sus instalaciones y equipos. Lo primero como opción consciente y ventajosa de sus dueños, y lo segundo como dramática realidad social del entorno que ve en el abandono de un sede productiva la oportunidad para hacerse de bienes vendibles e incluso para contar con un techo y vivir. Contrarrestar estas dos situaciones es normalmente una opción de los propios trabajadores y sus organizaciones sindicales, por entender la importancia de preservar el centro productivo como garantía de sus reclamos laborales, y lo más importante como alternativa para lograr la continuidad de la fuente de trabajo.
Esta etapa de vigilancia y protección de las instalaciones productivas es de duración indefinida, sin horarios, sin descansos, sin feriados, es un sacrificio auto impuesto por los trabajadores organizados para la defensa de las instalaciones. En este lapso la fuerza laboral se integra y homogeneiza en un sólo cuerpo, que gradualmente clarifica sus objetivos de alcanzar los medios para que la fuente de trabajo no se pierda.
Este punto de partida en la transición de empresa de propietarios capitalistas a propietarios trabajadores, abona a favor de que la reapertura se logre en condiciones de homogeneidad de intereses, lo que teóricamente abona a favor de contar con una mística y férrea voluntad para superar complejos obstáculos de la reactivación productiva. Por ello es un contrasentido que a estas experiencias el estado o el gobierno las condicione al imponerle una dirección con personas advenedizas, ajenas al natural proceso de construcción del proyecto socio productivo y sus propias identidades.
[Tomado de http://hectorlucena.blogspot.com.]
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