Por Sebastiana Barráez Pérez
Es el del Interior, Justicia y Paz, general Miguel
Rodríguez Torres. Debo confesar que lo conocí y le tome estima desde hace años.
Es trabajador. Y aunque no lo crean es un hombre conciliador y considerado. Ha
hecho esfuerzos por demostrar su eficiencia en ese mundo policial y de
inteligencia, tan lleno de intrigas. Las protestas estudiantiles sacaron lo peor de él como ser
humano. Está convencido que trata con terroristas. Su desempeño, desde que fue
director por primera vez de la entonces Disip, ha sufrido conspiraciones,
traiciones y ataques incluso desde el interior del gobierno y del chavismo. Uno
lo ve con su cara de niño bueno declarar, con pasmosa tranquilidad, que
jovencitos, acabados de salir de la adolescencia, son los culpables de lo que
le pasa al país. Y con esos ojos que entorna, casi buscando comprensión, este
hombre es capaz de llamar terroristas a esos jóvenes que persiguen una quimera.
Mi estimado ministro, y lo digo sin un ápice de ironía, usted está sentenciando
como delincuentes a unos muchachos que apenas empiezan la vida. ¿Que hay en el país
unos cuantos extremistas que quieren tumbar el gobierno? Ah, no me cabe la
menor duda, pero no los busque entre esos jóvenes estudiantes. Usted fue a la
academia muy joven, y le formaron con el espíritu y la mente del militar, por
eso no sabe lo que es pensar en absoluta libertad, en dejarse envolver por la
natural rebeldía de quien se quiere comer el mundo. Hace unos días, ministro,
yo fui por los campamentos de los jóvenes en la avenida Francisco de Miranda.
Caminé entre ellos como una turista, pero con la mirada de la reportera que
siempre he sido. ¿Que entre ellos haya consumidores de droga? No lo dudo,
ministro. Igual que en las universidades, en los liceos, incluso en las
escuelas. ¿O es que usted cree que en los cuarteles no hay consumidores? Que haya
entre esos muchachos algunas relaciones promiscuas, no lo dudo. ¿Pero es que
alguno de nosotros, mi estimado ministro, puede hablar de pureza en cuerpo y
alma? Peor aún, nos hemos convertido en una sociedad de hipócritas que tratamos
de ocultar bajo la alfombra todo aquello que sobre el sexo no queremos admitir.
¿Terroristas? Eso es lo que más terrible de lo que usted ha dicho y de lo que
repiten algunos gobernadores inmorales. Cuando era chica yo también lancé
piedras, yo también tranque calles, yo también corrí con un guardia a mis espaldas,
yo también recibí un peinillazo y tragué lacrimógenas, yo también protesté ante
la injusticia y por la impotencia de gobiernos de turno que sólo defienden el
poder que ocupan. A los adecos y copeyanos de entonces no se les ocurrió
levantarnos expedientes ni mandarnos para las peores cárceles del país. Este
gobierno, que habla de revolución, de justicia y de humanidad, ha mandado para
las penales a jóvenes golpeados y vejados. ¿Y usted, ministro, señala con de
delincuentes a los chicos que hoy protestan contra el gobierno? Su señalamiento
es coreado por el ministerio Público, por los tribunales, por los militares,
por los policías.
Permítame decirle, con el debido respeto, que en la frontera
sí sabemos dónde están los terroristas y dónde están los campamentos. La
guerrilla colombiana (ELN, FARC) y la venezolana (FBL, FPLN), los paramilitares
(Los Urabeños, Los Rastrojos) sí usan armas, también drogas, explosivos,
aplican el sicariato, el secuestro y la extorsión. Y ni usted ni la Fuerza
Armada les tiran un triquitraqui. Esos sí son violentos y le aseguro que si
usted le llega a uno de esos campamentos, como le llegó a los estudiantes
desnudos y dormidos en Altamira, la respuesta sería otra y el desenlace
también. Por favor, señor ministro, no siga asesinando el futuro de esos
jóvenes cuyo único delito es responder a la natural rebeldía de su edad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nos interesa el debate, la confrontación de ideas y el disenso. Pero si tu comentario es sólo para descalificaciones sin argumentos, o mentiras falaces, no será publicado. Hay muchos sitios del gobierno venezolano donde gustosa y rápidamente publican ese tipo de comunicaciones.