Radar de los Barrios
En el segundo semestre de 2012, un total de 1.483.264 hogares se encontraban en situación de pobreza, mientras que para el mismo período de 2013 esta cifra había aumentado a 1.899.590 hogares, según la metodología de medición de la pobreza basada en el nivel de ingresos de cada hogar. El número de hogares que viven en situación de pobreza en el país aumentó de 21,2% a 27,3% en un año, de acuerdo a las cifras del Instituto Nacional de Estadística. Esto significa, en términos redondos, que del segundo semestre de 2012 al segundo semestre de 2013 la cantidad de venezolanos en situación de pobreza habría pasado en términos absolutos de 7,3 millones de personas a 9,2 millones.
En otras palabras, casi dos millones de pobres más sería el resultado del primer año de gestión del Diosdado-Madurismo. Todas las demás fábricas (las de cemento, las de cabillas, las de jugos, las de café, las de aceite, etc.) que el gobierno nacional ha “tomado”, “expropiado” o comprado, hoy producen mucho menos que antes. La única factoría oficial que ha incrementado su producción es la “fábrica de pobres”. En efecto, durante ese año que va del 2do semestre del 2012 al 2do semestre del 2013, la gubernamental fábrica de pobres, bajo la gerencia bicéfala del dúo Diosdado-Maduro, produjo a razón de 5.479 pobres DIARIOS. Todo esto, por supuesto, si tomamos por buenas las siempre maquilladas cifras de esa dependencia que alguna vez fue la oficina estadística del Estado venezolano y hoy se comporta como parte del dispositivo de propaganda del gobierno.
La realidad, lamentablemente, es mucho peor de lo que muestran las ya alarmantes cifras oficiales. La “línea de pobreza” es sólo una de las metodologías de medición de ese fenómeno. Este método asume que la pobreza es esencialmente infra-consumo, directamente relacionada con el nivel de ingreso de la persona o del grupo familiar. Pero resulta que la pobreza es un monstruo de mil cabezas. A los venezolanos la realidad nos ha enseñado que en un petro-país como el nuestro tener monedas en el bolsillo no implica necesariamente dejar de ser pobres: Si con esas monedas no puedes comprar los productos que necesitas porque no los encuentras; Si por tener esas monedas en el bolsillo te asaltan cuando llegas a tu vivienda; Si esa vivienda a la que llegas tiene deficiencias estructurales en paredes, pisos y techos; Si en esa vivienda deficiente además vives hacinado, porque los hijos que crecen y hacen pareja no tienen adonde mudarse y terminan convirtiendo el rancho en “vivienda multifamiliar”; Si esa vivienda inadecuada y superpoblada además no tiene servicio de agua potable decente, y las cloacas (si las tiene) están colapsadas, y los electrodomésticos se queman por las fluctuaciones del infame servicio eléctrico, si esos colores son los que pintan nuestra vida cotidiana, entonces los pobres sabemos que –independientemente de que ahora tengamos tres o cuatro monedas más o menos en nuestros bolsillos- no solamente vivimos en pobreza, sino que ésta además es creciente, y peligrosa.
Pobreza se escribe con "P" de Peligro
Subrayamos lo de “peligrosa” porque esa es la característica más atroz de la pobreza “a la venezolana”, la “Petro-Pobreza”. Hay muchos aspectos en que la vida de un pobre en Venezuela es muchísimo menos dura que la de un pobre en Bolivia, en Centroamérica o en Haití. En la casa de un pobre en cualquier barrio de cualquier ciudad venezolana un visitante desprevenido podría asombrarse al encontrar comodidades como equipos de aire acondicionado, electrodomésticos de última generación y -no faltaba más- televisión por cable. Es decir, en la Venezuela Petrolera (no desde el “Dakazo”, sino desde hace décadas) los pobres hemos tenido acceso a artículos de consumo e incluso a bienes y servicios culturales que en otras sociedades son privativos de las clases medias y altas. Eso es cierto...
Pero también es verdad que en nuestro país quienes habitamos en los sectores populares nos vemos expuestos a la violencia irracional del verdadero gobierno que rige en nuestros barrios: El gobierno del hampa, esa minoría violenta que tiene el poder del dinero por su control del micro-tráfico de drogas; que tiene el poder de las armas al poseer los contactos que les permiten no sólo tener armamento más poderoso que el de la policía sino además acceso generoso a las municiones, que en nuestro país por cierto sólo produce CAVIM; que tiene además el poder que le otorga una relación privilegiada con la clase política gobernante, pues esta protege al hampa con una impunidad de doble cara: por un lado dándole la certeza de que los crímenes comunes que comete no serán castigados por un sistema judicial con 97% de impunidad; por otro, haciéndolos “socios” en el ejercicio de la represión ilegal a las protestas sociales y políticas de la población disidente.
Este cuadro de complicidades es el que explica porque en nuestro país TODAS las encuestas de victimización revelan que siete de cada 10 víctimas fatales del hampa caen en los barrios, pero las políticas públicas de supuesto “combate al crimen” se concentran en un presunto “patrullaje inteligente” cuyo diseño y ejercicio es sencillamente impracticable en la compleja topografía de los barrios venezolanos, que hoy ocupan 170 mil hectáreas y donde vivimos unos 16,5 millones de personas. Dicho de otra manera, un pobre en Venezuela tiene mucho menos posibilidades de morir de hambre que un pobre en Bolivia. Pero un pobre en Bolivia tiene muchísimas menos posibilidades de morir de un balazo a manos de los “camaradas” del hampa…
[Fuente: http://radardelosbarrios-fuerzavenezuela.blogspot.com.]
En el segundo semestre de 2012, un total de 1.483.264 hogares se encontraban en situación de pobreza, mientras que para el mismo período de 2013 esta cifra había aumentado a 1.899.590 hogares, según la metodología de medición de la pobreza basada en el nivel de ingresos de cada hogar. El número de hogares que viven en situación de pobreza en el país aumentó de 21,2% a 27,3% en un año, de acuerdo a las cifras del Instituto Nacional de Estadística. Esto significa, en términos redondos, que del segundo semestre de 2012 al segundo semestre de 2013 la cantidad de venezolanos en situación de pobreza habría pasado en términos absolutos de 7,3 millones de personas a 9,2 millones.
En otras palabras, casi dos millones de pobres más sería el resultado del primer año de gestión del Diosdado-Madurismo. Todas las demás fábricas (las de cemento, las de cabillas, las de jugos, las de café, las de aceite, etc.) que el gobierno nacional ha “tomado”, “expropiado” o comprado, hoy producen mucho menos que antes. La única factoría oficial que ha incrementado su producción es la “fábrica de pobres”. En efecto, durante ese año que va del 2do semestre del 2012 al 2do semestre del 2013, la gubernamental fábrica de pobres, bajo la gerencia bicéfala del dúo Diosdado-Maduro, produjo a razón de 5.479 pobres DIARIOS. Todo esto, por supuesto, si tomamos por buenas las siempre maquilladas cifras de esa dependencia que alguna vez fue la oficina estadística del Estado venezolano y hoy se comporta como parte del dispositivo de propaganda del gobierno.
La realidad, lamentablemente, es mucho peor de lo que muestran las ya alarmantes cifras oficiales. La “línea de pobreza” es sólo una de las metodologías de medición de ese fenómeno. Este método asume que la pobreza es esencialmente infra-consumo, directamente relacionada con el nivel de ingreso de la persona o del grupo familiar. Pero resulta que la pobreza es un monstruo de mil cabezas. A los venezolanos la realidad nos ha enseñado que en un petro-país como el nuestro tener monedas en el bolsillo no implica necesariamente dejar de ser pobres: Si con esas monedas no puedes comprar los productos que necesitas porque no los encuentras; Si por tener esas monedas en el bolsillo te asaltan cuando llegas a tu vivienda; Si esa vivienda a la que llegas tiene deficiencias estructurales en paredes, pisos y techos; Si en esa vivienda deficiente además vives hacinado, porque los hijos que crecen y hacen pareja no tienen adonde mudarse y terminan convirtiendo el rancho en “vivienda multifamiliar”; Si esa vivienda inadecuada y superpoblada además no tiene servicio de agua potable decente, y las cloacas (si las tiene) están colapsadas, y los electrodomésticos se queman por las fluctuaciones del infame servicio eléctrico, si esos colores son los que pintan nuestra vida cotidiana, entonces los pobres sabemos que –independientemente de que ahora tengamos tres o cuatro monedas más o menos en nuestros bolsillos- no solamente vivimos en pobreza, sino que ésta además es creciente, y peligrosa.
Pobreza se escribe con "P" de Peligro
Subrayamos lo de “peligrosa” porque esa es la característica más atroz de la pobreza “a la venezolana”, la “Petro-Pobreza”. Hay muchos aspectos en que la vida de un pobre en Venezuela es muchísimo menos dura que la de un pobre en Bolivia, en Centroamérica o en Haití. En la casa de un pobre en cualquier barrio de cualquier ciudad venezolana un visitante desprevenido podría asombrarse al encontrar comodidades como equipos de aire acondicionado, electrodomésticos de última generación y -no faltaba más- televisión por cable. Es decir, en la Venezuela Petrolera (no desde el “Dakazo”, sino desde hace décadas) los pobres hemos tenido acceso a artículos de consumo e incluso a bienes y servicios culturales que en otras sociedades son privativos de las clases medias y altas. Eso es cierto...
Pero también es verdad que en nuestro país quienes habitamos en los sectores populares nos vemos expuestos a la violencia irracional del verdadero gobierno que rige en nuestros barrios: El gobierno del hampa, esa minoría violenta que tiene el poder del dinero por su control del micro-tráfico de drogas; que tiene el poder de las armas al poseer los contactos que les permiten no sólo tener armamento más poderoso que el de la policía sino además acceso generoso a las municiones, que en nuestro país por cierto sólo produce CAVIM; que tiene además el poder que le otorga una relación privilegiada con la clase política gobernante, pues esta protege al hampa con una impunidad de doble cara: por un lado dándole la certeza de que los crímenes comunes que comete no serán castigados por un sistema judicial con 97% de impunidad; por otro, haciéndolos “socios” en el ejercicio de la represión ilegal a las protestas sociales y políticas de la población disidente.
Este cuadro de complicidades es el que explica porque en nuestro país TODAS las encuestas de victimización revelan que siete de cada 10 víctimas fatales del hampa caen en los barrios, pero las políticas públicas de supuesto “combate al crimen” se concentran en un presunto “patrullaje inteligente” cuyo diseño y ejercicio es sencillamente impracticable en la compleja topografía de los barrios venezolanos, que hoy ocupan 170 mil hectáreas y donde vivimos unos 16,5 millones de personas. Dicho de otra manera, un pobre en Venezuela tiene mucho menos posibilidades de morir de hambre que un pobre en Bolivia. Pero un pobre en Bolivia tiene muchísimas menos posibilidades de morir de un balazo a manos de los “camaradas” del hampa…
[Fuente: http://radardelosbarrios-fuerzavenezuela.blogspot.com.]
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