Humberto Decarli
El asesinato del presidente de la cámara municipal del
Municipio Libertador, oficial retirado Eliézer Otaiza, es una noticia que
impacta por la manera en la cual fue encontrado su cadáver. Fue torturado y con
varias disparos en su humanidad. No se trata de cualquier dirigente puesto que
fue uno de los participantes del 4 de febrero cuando fue herido en combate.
Además, era uno de los discípulos predilectos del fenecido profesor Luis Castro
Leiva y tuvo cargos de relevancia en la experiencia chavista: director de la
Disip, presidente del Ince y jefe del Terminal de la Bandera.
Se suma así a una inmensa lista de fallecidos que nos lleva al triste rol de ser uno de los países con mayor índice de homicidios en América Latina y en el mundo. Si las cifras oficiales señalan haber una disminución de la pobreza, consecuencia de la ingente bonanza petrolera y nada más, no es la condición social la determinante del delito. Países con mayor índice de pobreza en América del Sur, como Perú y Colombia, tienen guarismos considerablemente más bajos que Venezuela.
El problema, además de no existir políticas preventivas al respecto, es la impunidad con la cual el delito muestra una conducta válida para la gente. Además, un discurso oficial de violencia y de incentivo de grupos paramilitares, es una patente de corso para quienes emplean el ámbito delincuencial como forma de vida. La figura del pran, del malandro utilizando un neolenguaje agresivo y del revolucionarios abusivo de poder, son expresiones de estímulo a las formas de anomia reinantes. Aunado a esta circunstancia, los medios estimulan también las formas vehementes de actuar.
Seguramente aparecerán los autores materiales de este horrendo asesinato como ha ocurrido con Danilo Anderson, los hermanos Fadul, el capitán Aguilarte, el general Moreno y los ciclistas de montaña en el Ávila. Lo difícil es conseguir a los autores intelectuales debido a la dinámica de la investigación en Venezuela, caracterizada por el encubrimiento y la complicidad. Es el país al cual hay que cambiar profundamente.-
Humberto Decarli
hachedester@gmail.com
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