Humberto Decarli
La cadena televisiva del día de ayer 10 de abril presentando
un supuesto diálogo entre el gobierno y la Mesa de la Unidad Democrática ha
sido un esfuerzo del oficialismo y la oposición para la búsqueda de acuerdos en
ciertos aspectos donde hay la necesidad de transar. Se dijeron algunas cosas
ciertas de parte y parte en la vía de romper efímeramente la hegemonía
comunicacional impuesta por esta gestión.
Esta actuación se fundamenta en el requerimiento del
oficialismo para remozar ciertos nombramientos orientados a dar la sensación de
institucionalidad. Me refiero a los votos en el parlamento nacional para
designar al Contralor de la nación con acefalía desde el fallecimiento de
Clodobaldo Russian hace tres o cuatro años, a tres rectores del C.N.E. cuyo mandato
se venció hace aproximadamente un año y los 11 magistrados del máximo tribunal
también expirados desde diciembre de 2012. Esta mora delata la ausencia de
formalismos elementales de cualquier modelo que se repute democrático.
Este llamado al diálogo no tiene iniciativas oficialistas
para dar un paso orientado al intercambio. Me refiero a no dar la libertad a
los presos políticos, los estudiantes, los sindicalistas, los obreros y vecinos
inicuamente detenidos al criminalizarse la protesta. Tampoco hay una tentativa
de desarmar a los paramilitares del régimen quienes actúan descabelladamente a
sus anchas en la represión de las manifestaciones. Mucho menos pensar en colocar expresiones de combate a la
corrupción y a la impunidad ni tampoco en una política eficaz contra el delito.
Simplemente se trata de hacer las designaciones atrasadas
para dar la sensación de apertura y amplitud. Para ello van a ofrecer algunos
señuelos para que la oposición acepte un pacto patriótico destinado a reforzar
la institucionalidad chavista. Concretamente se ofrecen algunos magistrados y
un rector del poder electoral para satisfacer las apetencias clientelares de la
M.U.D., quienes se conforman con algunas cuotas de poder para seguir y oxigenar
su política populista.
Es importante hacer notar la ausencia de los estudiantes,
protagonistas de la resistencia ante un militarismo desbordado, de los vecinos,
partícipes de las barricadas y las movilizaciones; de los sindicalistas
perseguidos por los juicios penales ordenados por el gobierno ni de la gente en
general opositores reales a la experiencia peronista.
Mientras tanto, continúan las calles testigos de la
actividad de la gente en rebelión pacífica y se profundiza la lucha con
modalidades diferentes. Los que actúan en los espacios públicos tienen una
agenda y una dinámica propias sin la supeditación a los ucases partidistas ni a
los arreglos a trastiendas característicos del esquema político vigente en
Venezuela.
La solución pasa porque el gobierno abra las puertas a la
concordia y abandono del combate violento a las justas protestas de los hombres
y mujeres cansados de la opresión de un cartabón rígido típico del estalinismo
y las penurias causadas por la inflación, la inseguridad, la escasez y el
desabastecimiento, diademas de las desacertadas políticas de esta aciaga
administración.
No obstante, hay que reconocer la imposibilidad de tales
esfuerzos porque estamos en presencia de un gobierno militarista cuya
naturaleza se expresa y fundamenta en el monopolio del poder. Es muy poco
probable que haya concesiones maduristas por el espíritu cubano inherente al
socialismo autoritario simbolizado por el comité político militar
gubernamental.
La lucha continuará con seguridad hasta haber un desenlace
apto para buscar una solución con el saldo lamentable de muertos, heridos,
presos, torturados y desaparecidos por los administradores de la violencia del
Estado, los escuadrones parapoliciales y las policías. Además, la crisis
económica y social se incrementa ante la horcas caudinas del racionamiento,
ausencia de alimentos y medicinas y los homicidios, secuestrados y lesionados
por el hampa cuyos valores están en boga por la conducta de los cuadros
superiores del poder.
La participación por la base es una de las respuestas ante
las ruinas del país provocadas por el desastre significado por el camino de la
destrucción asumido por el Estado venezolano. Solamente de esa manera habrá un
cauce óptimo para responder a la gente.
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