Revista Al Margen (Valencia, península
ibérica)
[Nota de El
Libertario: la primera parte de este texto reproduce buena parte del
Editorial del # 88, invierno 2013, de Al
Margen. La segunda, es el artículo titulado "Teoría de la
estupidez", incluido en el excelente y amplio dossier sobre el tema que
constituye el cuerpo central de dicha edición.]
"La
estupidez es una enfermedad extraordinaria: no es el enfermo el que sufre por
ella, sino los demás."
Voltaire
La aguda reflexión de Voltaire nos puede ayudar
a centrar la cuestión: sufrimos la estupidez ajena pero al parecer no la
propia. El estúpido, como el culpable, siempre es el otro. Si a pesar de ello,
partimos de la hipótesis de que la estupidez es una dolencia social
generalizada, como incontables evidencias nos permiten presuponer, habremos de
concluir que, por simple cálculo de probabilidades, algo tendremos que ver en
el asunto cada uno de nosotros.
Bueno sería por tanto, dejar de mirar para otra
parte cuando se habla del tema y empezar a mirarnos el ombligo, afición por
otra parte muy arraigada en la mayoría cuando de cuestiones más placenteras se
trata.
Si pensamos plantear batalla a la estupidez,
cosa que probablemente sea una estupidez supina en sí misma, deberíamos empezar
por nuestro ámbito más cercano. Pero, dado que seguramente a poco de empezar la
lucha, contando con las pocas neuronas en buen uso que todavía nos quedan,
podememos darnos cuenta que es un despilfarro de tiempo y energías y un combate
perdido de antemano dada la magnitud de las fuerzas enemigas, no sería
descabellado reconocer nuestra derrota y conformarse con analizar su esencia,
su origen y sus efectos más visibles para, en la medida de lo posible (que no
es mucho), protegernos de sus agresiones. Veamos si es factible:
Si intentamos dilucidar su esencia, podríamos
coincidir con Cipolla en que es aquella acción u omisión que perjudica a todo
el mundo, empezando por el propio protagonista, sin que nadie obtenga el más
mínimo beneficio.
Por lo que respecta a su origen, podemos
conjeturar que es tan antiguo como el andar de pie (los animales no suelen
cometer estupideces). sus orígenes son tan remotos que se confunden en la noche
de los tiempos con leyendas y mitologías. Por ejemplo, ¿cómo calificar la
actuación de Agamenón en la Ilíada cuando se le ocurre robarle a Aquiles su
esclava Briseida sabiendo lo que venía después?. O, ¿qué decir de las historias
de Abraham e Isaac o de Job en la Biblia, una Biblia repleta de momentos de
estupidez? Claro que, bien mirado, sin estupidez probablemente no hubiera
habido literatura. Y puestos así, ni leyendas, ni mitologías ni religiones.
Por último, en cuanto a los efectos más notorios
de la estupidez, el más perverso es seguramente el hecho de su normalización y
hasta de su normativización dentro de nuestro contexto social. Se ha instalado
con tal vigor y determinación entre nuestras rutinas y hábitos cotidianos que
ya ni la percibimos, y no sólo la consideramos un elemento imprescindible de
nuestras "normopatías", sino que nos afanamos en arbitrar reglas y
usos codificados para que no se nos escape ni un átomo de su fuerza
destructiva.
Así, existen ciertos espacios de ritualización
de la estupidez que resultan paradigmáticos. Sería el caso de ciertos aspectos
de la política llamada institucional en los países autoproclamados
democráticos, donde se celebran cada tanto tiempo unas ceremonias de la
confusión a las que se designa con el ambiguo nombre de elecciones, en las que
asoman sin pausas las orejas de la estupidez, con votantes que se perjudican a
sí mismos y perjudican a la gran mayoría de sus conciudadanos, a pesar de lo
cual insisten una y otra vez en llenar de piedras su propio tejado.
En cualquier caso, la estupidez se nos presenta
como una epidemia endémica en el seno del cuerpo social. Combatirla sería un
paso previo a cualquier intento de cambiar el estado de la situación en el
largo camino hacia la anarquía.
Teoría de
la estupidez
Nunca ha habido un campo de la filosofía que
estudie la Estupidología. entre los pocos que han demostrado interés sobre el
tema se encuentran los italianos Carlo M. Cipolla y Giancarlo Livraghi. cipolla
estableció cinco leyes sobre la estupidez y Livraghi desarrollo unos
interesantes Corolarios.
_Leyes sobre la estupidez según Carlo M. Cipolla_
1. Siempre e inevitablemente cualquiera de
nosotros subestima el número de individuos estúpidos en circulación.
2. La probabilidad de que una persona dada sea
estúpida es independiente de cualquier otra característica propia de dicha
persona.
3. Una persona es estúpida si causa daño a otras
personas o grupo de personas sin obtener ella ganancia personal alguna, o,
incluso peor, provocándose daño a sí misma en el proceso.
4. Las personas no-estúpidas siempre subestiman
el potencial dañino de la gente estúpida; constantemente olvidan que, en
cualquier momento, en cualquier lugar y en cualquier circunstancia, asociarse
con individuos estúpidos constituye invariablemente un error costoso.
5. Una persona estúpida es el tipo de persona
más peligrosa que puede existir.
Creando u gráfico en el que se coloca el primer
factor en el eje X y el segundo en el eje Y, se pueden obtener cuatro grupos de
individuos:
Bondadoso: aquel que se causa un perjuicio a sí
mismo, beneficiando a los demás.
Inteligente: aquel que se beneficia a sí mismo,
beneficiando a los demás.
Malvado: aquel que obtiene beneficios para sí
mismo, perjudicando a los demás.
Estúpido: aquel que causa pérdidas a otros,
perjudicándose a la vez a sí mismo.
En cualquier caso, los estúpidos son peligrosos
y nefastos porque a las personas razonables les resulta difícil imaginar y
entender un comportamiento estúpido. Una persona inteligente puede entender la
lógica del malvado, pues sus acciones pueden seguir un modelo de racionalidad
en busca de beneficios. Puesto que no es suficientemente inteligente como para
imaginar métodos con que obtener beneficios para sí procurando también
beneficios a los demás, deberá obtener su beneficio causando pérdidas a su
prójimo. Esto no es justo, pero es racional, y por ser racional, puede
preverse.
Con una persona estúpida todo esto es
absolutamente imposible. No existe modo racional de prever cuándo, cómo y por
qué un estúpido llevará a cabo su perverso ataque. Frente a un individuo
estúpido, todos quedan completamente desarmados.
_Corolarios a estas cinco leyes según Livraghi_
Primer Corolario: En cada uno de nosotros hay un
factor de estupidez, el cual siempre es más grande de lo que suponemos.
Segundo Corolario: Cuando la estupidez de una
persona se combina con la estupidez de otras, el impacto crece de manera
geométrica, es decir, por multiplicación, no adición, de los factores
individuales de estupidez.
Tercer Corolario: La combinación de la inteligencia
en diferentes personas tiene menos impacto que la combinación de la estupidez,
porque (Cuarta Ley de Cipolla) " la gente no-estúpida tiende siempre a
subestimar el poder de daño que tiene la gente estúpida".
Esto se debe a que la estupidez no razona, no
necesita pensar, organizarse o planear para generar un efecto combinado,
mientras que la transferencia y combinación de la inteligencia es un proceso
mucho más complejo.
Otro elemento peligroso de la ecuación (tal como
lo señalaba Cipolla) estriba en que aunque el aparato del poder tiende a
colocar a "malvados inteligentes" en la punta de la pirámide, éstos,
demasiado a menudo resultan ser -o se van transformando en- "malvados
estúpidos"; y ellos, a su vez, tienden a favorecer y proteger la estupidez
y mantener fuera de su camino, por pura supervivencia, a la genuina
inteligencia.
Por otra parte, son muchas las personas que no
desean una verdadera libertad. La responsabilidad es un peso. Es más cómodo ser
un seguidor pasivo de las decisiones de otros ya que es más fácil culparlos en
caso de fracaso y, como por otro lado, demasiadas personas aman el poder por
cuanto, al parecer, les proporciona un placer inefable... ¡Ya tenemos la
estupidez entronizada en el poder!
Ahora bien, supongamos que en el poder hay
tantos estúpidos como en el resto de la sociedad. Surge una diferencia
fundamental. Queda claro que las personas en el poder tienen más poder que las
otras personas (¡vaya perogrullada!). Por otro lado en el método de Cipolla se
establece que los resultados de un comportamiento no deben ser medidos desde el
punto de vista de quien hace las cosas (o deja de hacer aquellas que debiera),
sino desde el punto de vista de quien sufre sus efectos. Así pues, el daño -o
el beneficio- generado será diferente, según el número de personas afectadas y
a la intensidad de las consecuencias de una decisión.
Cuando esas personas obtienen un determinado
poder, tienden a pensar que están en él porque son mejores, más capaces, más
inteligentes, más sabias que el resto de la sociedad, cuando simplemente sólo
suelen ser más hábiles y astutas. Sin embargo, siguiendo las ideas de Cipolla,
debemos recordar que la estupidez y la inteligencia se miden sobre la base de
sus efectos. así pues se podría concluir que el poder, como sistema, es mucho
más estúpido de cuanto puede serlo una persona y lamentablemente, debemos
concluir que la estupidez es inherente al poder.
Por último, las observaciones de Cipolla (como
las de Walter Pitkin y de casi todos cuando se ocupan de este argumento) se
basan en una hipótesis de separación neta: algunas personas son inteligentes y
otras son estúpidas. Pero casi nadie es totalmente estúpido y (sobre todo)
nadie puede ufanarse de ser siempre inteligente, por ello es necesario tener en
cuenta la componente variable de estupidez -como de otras categorías de
comportamiento- que está presente en cada uno de nosotros.
Referencias
Carlo M. Cipolla: Allegro ma non troppo,
en xa.yimg.com/kq/groups/9509988/171632646/name/cipolla+carlo.pdf?
Giancarlo Livraghi: El poder de la estupidez,
en http://biblioweb.sindominio.net/memetica/estupid.htm
Aparte de numerosos artículos sobre el tema,
desconocemos que haya otros textos que los de Cipolla y Livraghi excepto estos
tres vetustos estudios probablemente inhallables:
A
Short Introduction to the History of Human Stupidity de Walter B. Pitkin, Universidad de Columbia, (1934). [La Wikipedia en inglés
menciona que el libro se tradujo a 15 idiomas.]
Über
Dummheit de Leopold Loewenfeld (1909).
Aus der Geschite der menschlichen Dumheit de Max Kemmerich
(1912).
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