Por Adriana
(esto lo escribí el 05 de marzo de 2014, pero solo hoy logré publicarlo)
Querido Chávez, hoy se cumple un año de tu muerte y quiero escribirte
esta cartica porque te fuiste y me quedé con esto atragantado y creo que llegó
la hora de decírtelo.
Hugo,
desde que tengo uso de razón he creído y he trabajado por una sociedad
más justa, equitativa, respetuosa de la diferencia y reivindicativa para
quienes han padecido violaciones y vejámenes. Una sociedad que no discrimine. Y
trabajo formalmente desde los 16 años. No quiero llenar esto de anécdotas
personales pero no me queda más remedio.
Como introducción, te diré que en el año 1983, después del viernes
negro, mi madre embarazada, con mi abuelo de 70 años y dos niños de 12 y 8 años
(la de 8 era yo) fue expulsada del apartamento donde vivíamos alquilados en la
Avenida Victoria y botada de su trabajo por quiebre (embarazada sí) sin que
nadie lograra ayudarla. El Estado era un
ente vil, chapuceado por funcionarios que se rebuscaban y que terminaron por
sacarle a mi mamá lo poco que le dieron de liquidación, sin que se hiciera
justicia en ningún caso. Mi abuelo (que era mi padre en términos prácticos)
murió de un infarto por stress en diciembre de 1983, mi padrastro perdió su
trabajo, nació mi hermana menor en la Maternidad Concepción Palacios, mi
hermano tuvo que irse a vivir lejos con parientes que lo ayudarían a echar para
adelante, yo perdí el año escolar después de ser la mejor alumna DE TODO EL
COLEGIO porque nunca me entregaron mis documentos por “falta de pago” y tuve
que repetir y seguir mis estudios en una escuela pública donde se condolieron
de mi madre porque lloró amargamente frente a la directora para que me dieran
un cupo. ¿Por qué sacaron a mi madre de aquél apartamento de esa manera? Nadie
se lo explicaba, pero un vecino dio en el clavo: es la más débil. Es decir, ser
indefenso no era una condición para ayudarte sino para joderte. En esa
Venezuela, crecí. Lo que vino después, te imaginarás, es la suma de todos los problemas que puede
tener una familia en esa circunstancia y que dan para escribir un best seller
muchísimo más dramático que Flores en el Ático: no éramos una familia, sino los
restos de una familia, sin casa, sin trabajo, en un país con una crisis
efervescente, una bebé y una pre adolescente. Relato esto para que no me vengas
a decir que soy una “sifrinita” del Este. Viví la pobreza real, la injusticia
real, la falta de respaldo institucional, la pereza de un Estado rico pero
indiferente que me obligó a trabajar y a estudiar mucho desde pequeña, mientras
mi madre cosía, hacia tortas, cuidaba niños y poco a poco, volvió la cordura a
mi casa pero bajo el signo férreo de la carencia y la disciplina para el
estudio y para el trabajo. Así saqué mi bachillerato y entré a la Universidad,
tengo 2 carreras universitarias y una Maestría, echándole pichoncito a la
vida. Quiero decirte con esto Hugo: no
me vengas con cuentos, que me los sé todos.
Quizás por esa circunstancia de vida (no lo sé aun porque no tengo real
para hacer terapia) todo el Poder y todo aquél que lo representa, me genera
desconfianza. Muy temprano, gracias al don de la avidez por leer, aprendí algo
de política y de marxismo-leninismo, liberalismo y anarquía. En mis entrañas se
quedó el anarquismo y el grito de libertad permanente. Por eso, en el año 1992
al verte (militar) haciéndote responsable de aquél golpe de Estado no me
resultaste tan simpático como al resto.
Tampoco lo fuiste en el 98 como candidato presidencial y mucho menos en
las siguientes elecciones ni en los muchos procesos de legitimación de tu
gobierno a través del voto. Sin embargo, encontré en el chavismo y en ti, te
confieso, una esperanza que por anti-militar, miré siempre desde lejos sin
comprometerme en lo absoluto pero que me llenó de fe. ¿Por qué? Porque la
justicia social y la equidad bien valen
un voto de confianza.
Me maravilló la mirada que diste hacia los pobres, para tenderles la
mano y reconocerlos como ciudadanos y no como estorbos, la reivindicación a
través de las Misiones Sociales después de años de exclusión, la “limpieza
burocrática” del Seguro Social para
convertirlo en un ente eficiente, la Red de distribución de alimentos llamada
Mercal que llevó comida a lugares a los que el suministro de alimentos era
precario, la sistematización del proceso de cedulación de ciudadanos en el que
una cédula no significaba un día menos de tu vida encerrado en la burocracia,
la amplia Red de Salud de Barrio Adentro que fue despreciada y estigmatizada
por muchos médicos nacionales, pero que llevó atención primaria y presencia de
médicos cubanos en muchas zonas rurales y en barrios de mi país, la bandera de
la organización popular y del poder comunal en el cual había trabajado por años
y que ahora estaba avalada y no parecía ya de esas “vainas de comunistas y ñángaras”
y, como todas éstas, muchas cosas más me hicieron mirar con simpatía las
políticas gubernamentales, a pesar de que tú, el máximo líder, el Gigante, el
Comandante (y me perdonas tanta franqueza) eras demasiado para mi espíritu
libertario: demasiada derecha con barniz de izquierda, demasiada prepotencia,
demasiado bolivarianismo, demasiado miriñaque militar. Lo siento Chávez pero, a
pesar de tu extraordinario carisma, de tu férrea convicción de justicia, de tu
verbo incendiario, de tu compromiso con los más pobres, de tu trabajo
incansable, siempre me resultaste lejano. Cuando algún amigo chavista me decía
que no entendía como yo no estaba "con el proceso" le respondía:
"Yo quiero ser chavista pero Chávez no me deja".
De esa simpatía inicial por tu programa de gobierno, hoy queda muy poco.
Tu "socialismo" está lleno de contradicciones, que te podías haber
ahorrado: mientras conocía la maravillosa historia de un anciano que sacó su
primaria en la Misión Robinson, me llegaba el cuento de un amigo que habían
botado de trabajo por opositor. Mientras conocía la formidable labor de los
médicos cubanos en zonas rurales de Venezuela, me pidieron que firmara en
contra de unos compañeros por ser “escuálidos” para botarlos y me negué,
gracias a lo cual lograron botarlos a ellos e incluirme a mí en el combo,
negándome mis prestaciones sociales, las cuales aún hoy me adeuda el Estado
venezolano; y así detrás de cada maravilla, había un atropello. Parece que se
te confundió en algún momento la justicia con la venganza. A pesar de todo eso,
adversé a esa oposición floja que no salía de un discurso bobalicón y pequeño
burgués con el que nunca logré ni logro conectarme. Luego, vino el Golpe de Estado del 11 de
abril, a mostrarme que sin lugar a dudas
era mejor tenerte a ti en el poder que a esos infames opositores, que en menos
de 3 horas volvieron añicos mi país y
sus alternativas políticas. El 13 de abril me escuché decir: “menos mal que
volvió Chávez” y me conmoví al verte pedir perdón, pues pensé que este escarmiento
borraría las máculas de la política agresiva y sectaria que hasta ese momento
te había caracterizado. Pero, me equivoqué.
Volviste enloquecido. No supiste calcular la dimensión de tu poder para
hacer un gobierno contundente, eficiente, realmente equitativo, realmente
socialista. Te enloqueciste Hugo. Cada vez más la administración gubernamental
se hizo sectaria, agresiva con el adversario y se comenzó a privilegiar el
compromiso político sobre la capacidad
técnica. Así salí de nuevo de la administración pública, me vi obligada a
renunciar porque me acusaron de “traición a la Patria”, me chantajearon con mi
cargo y me dijeron “piensa en el futuro de tu hijo, la puedes pasar muy mal sin
trabajo sino haces esto o aquello”. Volví a pensar que de nada serviría tu
esfuerzo si no eras realmente inclusivo. Y aun hoy estoy convencida de eso.
Era tan fácil incluir a todos, era tan fácil escuchar las críticas y
comprometerse con todo el país, era tan
fácil ganar cada día más gente para la causa de una Venezuela libre y soberana,
era tan fácil dejar a un lado tu pasión personal por el poder para realmente
darle “todo el poder al pueblo”. Admiré sin embargo y a pesar de adversarte,
muchos de los programas y logros del gobierno. Critiqué también muchos otros.
Pero lo que más lamento es que te dejaste cegar por la prepotencia. Te atrapó
la idea de que eras invencible y te enfermaste. No contabas con eso: eras
humano y los humanos se equivocan y se enferman. Te equivocaste muchas veces
Chávez y créeme que yo más que nadie hubiese querido que eso no fuera así. Me
gusta cambiar de opinión y siempre estuve tentada a ser chavista, tentada a
defenderte, a creer en el proceso, a perdonarte lo militar, pero no me dejaste.
Nunca pude, queriendo quererte, siempre fui oposición.
Como siempre estoy del lado del débil, estoy en este lado que adversa el
inmenso poder con el que nos has
aplastado. Después de tu muerte, quizás pensé que con un presidente civil
podría acercarme al chavismo, pero nos la pusiste muy difícil. Sembraste demasiado
odio, insultaste demasiado, centralizaste y
a la vez perdiste el control de todo, avergonzaste a mucha gente, nos
dejaste, además, un pésimo sucesor.
Hoy trato de hacer algo por el país: sacarnos del laberinto en el cual
nos metiste. Hoy estamos tentando paredes, ciegos de furia a tu favor y en tu
contra. Trato de hacer que nos encontremos en ese laberinto y así, chavistas y
opositores, seamos juntos, el hilo de Ariadna que nos conduzca de nuevo hacia
fuera, donde nos espera Venezuela.
Espero que estés bien, a pesar de todo, en donde sea que estés.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nos interesa el debate, la confrontación de ideas y el disenso. Pero si tu comentario es sólo para descalificaciones sin argumentos, o mentiras falaces, no será publicado. Hay muchos sitios del gobierno venezolano donde gustosa y rápidamente publican ese tipo de comunicaciones.