Mi tía Marielsa es una insensata. Su cuadra está llena de basura y a ella le da por limpiarla. Lo que pasa es que su cuadra está llena de basura porque pues esa es una de las estrategias insurgentes de los jóvenes que luchan por la democracia. Y bueno, toca cerrar la calle y hacerse escuchar por cualquier medio. Y por eso riegan basura y pestilencia por la cuadra a la vez que encienden grandes fogatas que aterrorizan a los niños. Y ni hablar de los alambres de púas y las guayas que dejan en el asfalto y matan (o casi matan, porque esos matices hay que honrarlos) a motorizados y demás transeúntes. “La calle está cerrada pues construimos democracia”, así dicen. Por eso la gente de la cuadra no alcanza a salir a trabajar o a ir la escuela…. Por eso, la lucha democrática, los negocios no han podido abrir desde hace días. Por eso también han tumbado muchos de los árboles que apenas alcanzan a limpiar el aire de esta ciudad desesperanzada, porque con ellos hacen barricadas que nos impiden salir a continuar con la vida, en nombre de la democracia. Mi tía Marielsa es una insensata porque le dio por salir a limpiar la calle por enésima vez, pues estaba terriblemente sucia a pesar de que escasas horas antes una cuadrilla del municipio la había limpiado. Y por insensata una de las jóvenes demócratas la golpeó y espantó para que le quedara claro que a nombre de la lucha por la democracia mi tía no puede vivir en una calle limpia, y mucho menos atreverse a limpiarla.
Carolina es una disociada. Resulta que a su papá toca ponerle un marcapasos a como dé lugar, quedan pocos en el país, se le agotó el seguro privado en apenas la emergencia de la clínica y no tienen como costearse la operación. Y bueno, a Carolina le da por hablar mal del gobierno porque se están acabando los marcapasos mientras ella hace lo imposible por reunir la plata para pagar uno de los últimos que quedan. En lugar de quejarse del gobierno, Carolina debería agradecer que tenemos Barrio Adentro, CDIs y todo. Lo de la escasez de marcapasos es culpa de los médicos ladrones del sector privado. Y punto. No es resultado también de la política cambiaria, ni mucho menos de la ineficiencia del sector público. Y la desesperación de Carolina por la vida de su padre no justifica su hartazgo. No, la lealtad a la revolución tiene que quedar clara e incuestionada, no hay desespero que valga, aunque sea por la vida misma, ni por el padre. Su papá se está muriendo porque vive en un país cuyo Estado lo ha abandonado, pero Carolina no puede arrecharse.
Mi primo Francisco es un idiota. Caminando a su apartamento de clase media, (compartido con su mamá, su papá, su hermana, su sobrino y el perro, dicho sea de paso) llegan dos tipos en una moto, lo tiran al suelo mientras le apuntan con una pistola, le arrancan el teléfono celular, lo insultan por sólo tener libros y se van dejándolo con sabor a impotencia y terror, junto con un estúpido agradecimiento por su vida (pudieron haberlo matado, después de todo). Pues a Francisco, después de la escena y tragando amargo le da por postear que en “este país la vida no vale nada y tal”, y dizque “por qué las fuerzas de seguridad del Estado son tan efectivas reprimiendo protestas y no protegiendo a la gente”. Es que de verdad mi primo Francisco es un idiota.
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