Armando Vergueiro
Un modelo clásico para dar a entender la teoría de conjuntos es el diagrama de Venn. Cualquiera que pasó por secundaria tal vez recuerde aquel rectángulo que incluía dos círculos: el A y el B. Los círculos se superponían y la zona en común era conocida como " intersección del conjunto A con el conjunto B". El rectángulo que contenía a los círculos era el todo; y los círculos, los entes matemáticos abstractos.
Empleemos este modelo entendiendo que el rectángulo U que contiene a los círculos ejemplifica la actual economía de Venezuela. El conjunto A representa al capitalismo privado, engendro del rentismo petrolero criollo previamente existente, al que se ha superpuesto el conjunto B, sistema económico también rentista, construido por el autoritarismo burocrático al mando, basado en subsidios, dólares baratos y controlados, regulaciones, empresas dizque socialistas, núcleos endógenos, etc.
El conjunto A implica vérselas con un Estado regulador, otrora más amistoso con el capitalismo privado, que actualmente impone a quienes no son afines políticamente infinidad de normas, reglamentos, impuestos, colaboraciones a empresas asfixiadas por la falta de materias primas, de divisas seguras y de posibilidades para obtener insumos fabriles necesarios; y por si fuera poco, exponiéndose a un conjunto de leyes, interpretables por los burócratas de turno, que pueden convertir un problema de carácter netamente mercantil en un caso penal, si no hay “arreglo” o “bajada de mula” para evitarlo.
En B tenemos, según nos enseña la historia reciente y la experiencia visible: necesidad permanente de subsidios por parte del petro-Estado, ineficiencia burocrática extrema, alta dependencia de importaciones, baja productividad y consumo sin producción.
Ambos esquemas son de pobre futuro en cuanto a su éxito. Los dos han colmado al país de proyectos fracasados. Por sólo citar algunos casos del conjunto A: empresas cerradas, caída de oferta de viviendas en alquiler, antiguos capitalistas industriales retirándose del país, mientras otros se refugian en sectores rentables de la banca, servicios y comercio, etc.; y para el conjunto B tenemos: areperas socialistas, núcleos agrícolas zamoranos, endeudamiento de PDVSA, crisis permanentes en las empresas básicas de Guayana, carencia de cemento y cabillas, entre otros muchos ejemplos.
No obstante, se ven ciertas empresas exitosas, desbordantes en su bienestar económico; lo curioso es que estos emporios no se ubican plenamente ni en el conjunto A, ni en B; están en la intersección de A con B.
El mejor ejemplo de tales negocios radiantes son los importadores (importadores, dicho sea de paso, de lo que sea) que obtienen dólares baratos del sistema proteccionista del Estado (B) y venden sus productos al mejor postor, en un mercado capitalista (A).
No hay duda que lo máximo de esos chanchullos en la intersección de ambos sistemas, implicando fantásticas ganancias en cuestión de semanas, fue la adquisición de certificados de deuda de PDVSA, de bonos argentinos, y de deuda pública nominada en dólares americanos, comprados al cambio oficial, según lo pautado en el sistema autocalificado de socialista (conjunto B), y de inmediato revendidos a descuento en el Vaticano del capitalismo especulador: la Bolsa de Valores de Nueva York (ciertamente un afín en el exterior del conjunto A), obteniendo de manera inmediata dólares libres, los cuales luego pueden ser vendidos en el mercado negro venezolano, a pesar de las aparentes restricciones y leyes que proclaman a dicha venta como ilícito cambiario. Esa operación dio cuantioso botín a un grupo importante de boliburgueses y dejó una carga financiera descomunal en las espaldas de PDVSA y del Banco Central de Venezuela, que en última instancia pesará en el futuro de toda la población del país.
De semejante clase de tramoyas hay más ejemplos: los cupos para importación de leche en polvo, azúcar y alimentos en general; o los contratos oscuros con China, Belarús, Irán, Cuba, Argentina y otros, los cuales se estipulan en dólares al cambio oficial (B) y luego la parte líquida del trato se convierte a tasa de mercado negro (A).
Cabe concluir que todos los negocios planteados en la intersección de A con B despojan al patrimonio colectivo y enriquecen a un pequeño grupo de afectos al gobierno, integrado tanto por supuestos “revolucionarios socialistas” de (B) como por ávidos capitalistas de (A). Son esos actos de corrupción los que en estos 15 años han transferido la mayor cantidad de riquezas a una élite de picaros en la historia de Venezuela, donde tuvimos muchísimos bellacos pero nunca a tal escala. Además, se han cuidado bien las espaldas, porque las operaciones han sido y son legales, así que saquearon, saquean y saquearán hasta que desde abajo no les demos un alto.
Un modelo clásico para dar a entender la teoría de conjuntos es el diagrama de Venn. Cualquiera que pasó por secundaria tal vez recuerde aquel rectángulo que incluía dos círculos: el A y el B. Los círculos se superponían y la zona en común era conocida como " intersección del conjunto A con el conjunto B". El rectángulo que contenía a los círculos era el todo; y los círculos, los entes matemáticos abstractos.
Empleemos este modelo entendiendo que el rectángulo U que contiene a los círculos ejemplifica la actual economía de Venezuela. El conjunto A representa al capitalismo privado, engendro del rentismo petrolero criollo previamente existente, al que se ha superpuesto el conjunto B, sistema económico también rentista, construido por el autoritarismo burocrático al mando, basado en subsidios, dólares baratos y controlados, regulaciones, empresas dizque socialistas, núcleos endógenos, etc.
El conjunto A implica vérselas con un Estado regulador, otrora más amistoso con el capitalismo privado, que actualmente impone a quienes no son afines políticamente infinidad de normas, reglamentos, impuestos, colaboraciones a empresas asfixiadas por la falta de materias primas, de divisas seguras y de posibilidades para obtener insumos fabriles necesarios; y por si fuera poco, exponiéndose a un conjunto de leyes, interpretables por los burócratas de turno, que pueden convertir un problema de carácter netamente mercantil en un caso penal, si no hay “arreglo” o “bajada de mula” para evitarlo.
En B tenemos, según nos enseña la historia reciente y la experiencia visible: necesidad permanente de subsidios por parte del petro-Estado, ineficiencia burocrática extrema, alta dependencia de importaciones, baja productividad y consumo sin producción.
Ambos esquemas son de pobre futuro en cuanto a su éxito. Los dos han colmado al país de proyectos fracasados. Por sólo citar algunos casos del conjunto A: empresas cerradas, caída de oferta de viviendas en alquiler, antiguos capitalistas industriales retirándose del país, mientras otros se refugian en sectores rentables de la banca, servicios y comercio, etc.; y para el conjunto B tenemos: areperas socialistas, núcleos agrícolas zamoranos, endeudamiento de PDVSA, crisis permanentes en las empresas básicas de Guayana, carencia de cemento y cabillas, entre otros muchos ejemplos.
No obstante, se ven ciertas empresas exitosas, desbordantes en su bienestar económico; lo curioso es que estos emporios no se ubican plenamente ni en el conjunto A, ni en B; están en la intersección de A con B.
El mejor ejemplo de tales negocios radiantes son los importadores (importadores, dicho sea de paso, de lo que sea) que obtienen dólares baratos del sistema proteccionista del Estado (B) y venden sus productos al mejor postor, en un mercado capitalista (A).
No hay duda que lo máximo de esos chanchullos en la intersección de ambos sistemas, implicando fantásticas ganancias en cuestión de semanas, fue la adquisición de certificados de deuda de PDVSA, de bonos argentinos, y de deuda pública nominada en dólares americanos, comprados al cambio oficial, según lo pautado en el sistema autocalificado de socialista (conjunto B), y de inmediato revendidos a descuento en el Vaticano del capitalismo especulador: la Bolsa de Valores de Nueva York (ciertamente un afín en el exterior del conjunto A), obteniendo de manera inmediata dólares libres, los cuales luego pueden ser vendidos en el mercado negro venezolano, a pesar de las aparentes restricciones y leyes que proclaman a dicha venta como ilícito cambiario. Esa operación dio cuantioso botín a un grupo importante de boliburgueses y dejó una carga financiera descomunal en las espaldas de PDVSA y del Banco Central de Venezuela, que en última instancia pesará en el futuro de toda la población del país.
De semejante clase de tramoyas hay más ejemplos: los cupos para importación de leche en polvo, azúcar y alimentos en general; o los contratos oscuros con China, Belarús, Irán, Cuba, Argentina y otros, los cuales se estipulan en dólares al cambio oficial (B) y luego la parte líquida del trato se convierte a tasa de mercado negro (A).
Cabe concluir que todos los negocios planteados en la intersección de A con B despojan al patrimonio colectivo y enriquecen a un pequeño grupo de afectos al gobierno, integrado tanto por supuestos “revolucionarios socialistas” de (B) como por ávidos capitalistas de (A). Son esos actos de corrupción los que en estos 15 años han transferido la mayor cantidad de riquezas a una élite de picaros en la historia de Venezuela, donde tuvimos muchísimos bellacos pero nunca a tal escala. Además, se han cuidado bien las espaldas, porque las operaciones han sido y son legales, así que saquearon, saquean y saquearán hasta que desde abajo no les demos un alto.
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