Por Julio César Henríquez
http://cavilacionesnomadas.blogspot.com/2014/02/por-que-julio-coco-se-volvio-viral.html
Desde el #12F en Venezuela entera han ocurrido innumerables manifestaciones de rechazo a una serie de profundos problemas en el país. Para el gobierno nacional, responsable principal de estos problemas, es preciso tapar los oídos de sus seguidores para que no se oiga un mensaje que resuena en todas las clases sociales: quienes protestan quieren que se enfrente la inseguridad, que se controle la inflación, que se acabe la escasez, que se acabe la impunidad, que se persiga la corrupción. El gobierno tiene que interrumpir ese mensaje, pues el mismo representa un canal conector para todos los venezolanos. Si opositores y oficialistas se llegasen a unir para solicitar soluciones a los problemas comunes el gobierno nacional se encontraría arrinconado, presa de un profundo descontento popular. Para evitar esa conexión es necesaria la polarización, y para lograrla el gobierno se vale de un artificio mil veces repetido pero hasta ahora infalible: satanizar al contrario. Así, vemos como argumentan que el fascismo internacional ha planificado este escenario de multitudinarias protestas través de medios de comunicación neoliberales, diplomáticos gringos, parapolíticos colombianos y oligarcas locales, los cuales han manipulado a unos grupetes de estudiantes sifrinos del este de Caracas y otras zonas pudientes de las ciudades del país para que estos, actuando cual peones, desestabilicen el orden público y persigan un golpe de estado.
Deconstruyamos un poco los pilares de este argumento para
encontrar su mayor debilidad. Para que el discurso existencial del gobierno
pueda sostenerse es preciso contar con un estudiante que encaje en la etiqueta
que ellos le colocan a los opositores. Para tal fin el gobierno ha diseñado con
sumo cuidado el arquetipo del opositor, al que llaman “odiositor”, un
energúmeno que es (1) eurodescendiente (blanquito), (2) proveniente de la clase
alta o media alta (ricachón), (3) seguidor ciego del capitalismo (pitiyanqui),
(4) repleto de prejuicios de clase (clasista/racista) y (5) defensor a ultranza
del uso de la violencia en contra del pueblo (asesino). Al final, este
personaje nefasto concuerda con la etiqueta genérica que engloba su mensaje de
satanización: fascismo. Prestemos atención al uso del lenguaje cuando se hace
con estudiados fines estratégicos, esta palabra es esencial. Mientras más se
repita más se refuerza el mensaje del gobierno. Y solo si el mensaje del
gobierno es absorbido por el pueblo oficialista tiene sentido en la cabeza de
muchos el sofisma vital de su discurso: los que protestan en Venezuela son
fascistas. Así, reprimirlos no suena reprochable, porque son unos fascistas.
Más importante aún, ¿quién va a escuchar el mensaje de un fascista? Y si no se
escucha el mensaje no se pueden tender puentes. Y sin puentes que unan a
chavistas y opositores no hay salida a este gobierno. Mientras sigamos por esta
ruta los tendremos gobernando por más tiempo que Cuba ha tenido a los Castro.
Sin embargo, de pronto se vuelve viral en las redes sociales
una serie de videos llamados el #BetaPolítico, en donde un individuo joven,
cuyo fenotipo demuestra el profundo mestizaje histórico entre negro, indio y
español que corre por las venas de nuestro pueblo, critica al gobierno y se une
con decisión a la protesta. Este sujeto, que vive en un barrio famoso por su
inseguridad en el centro de Caracas y proviene de una familia humilde en un
pueblo en el oriente del país (El Tigre), se desmarca con absoluta claridad del
uso de la violencia y la denuncia sin remilgos, venga de donde venga. Si bien
critica con pugnacidad al gobierno, también ataca a la oposición y la
corrupción en sus filas. No le jura lealtad a grupo político alguno ni pertenece
a ningún partido. Habla con propiedad sobre los colectivos chavistas, muchos de
los cuales conoce de cerca, así como de su cercana amistad con numerosos
seguidores del gobierno. Se declara de izquierda y dice que apoya gran parte de
las propuestas del Plan de la Patria, obra de Chávez, pero asegura que este
gobierno no las lleva ni las llevará a cabo, por eso no los apoya. Organiza
ideas con un lenguaje tan certero que evidencia profundidad en el análisis y
tan claro que le permite a cualquiera conectarse con el mensaje. Este individuo
no es ni blanquito, ni ricachón, ni pitiyanqui, ni clasista, ni racista, ni
asesino. Este tipo no encaja en la etiqueta del fascista. Y este señor, que no
es fascista, protesta, pacíficamente. Así, Julio “Coco” derrumba el sofisma: es
mentira que los que protestan son fascistas. Digamos esto alto y claro.
Desenmascarar el sofisma es preciso pues genera la pregunta
que necesitamos que cale con profundidad en el pueblo chavista: ¿por qué
protestan? Ahí entramos en terrenos ontológicos, la razón de ser de las
protestas, el único plano en el que se producen puentes que conectan a los
venezolanos de todas las clases, el de los verdaderos problemas del país:
inseguridad, escasez, inflación, corrupción, impunidad. Por eso se protesta. El
pueblo chavista sufre, como el que más, los problemas del país, y lo resienten.
Este sufrimiento genera críticas naturales al gobierno dentro de sus mismos
simpatizantes. Cuando estas críticas pesan lo suficiente para considerar que
deben buscarse alternativas al status quo se genera algo distinto lo que se
llama disidencia, la cual el mismo Julio “Coco” ha identificado. Importante es
diferenciarlos de los opositores, que no simpatizan con el gobierno, los
disidentes nacen de las filas del gobierno. Millones de simpatizantes del
gobierno están ahora mismo descontentos, pero en su mayoría no consideran que
existan alternativas viables a las del gobierno para resolver los problemas. Es
decir, pese a su descontento aun no están dispuestos a cambiar el status quo,
pues no encuentran cómo cambiarlo por algo que les parezca mejor. Debemos
entender algo, los líderes de la oposición ya han sido fijados en el imaginario
popular chavista como seres que encajan de forma certera en el arquetipo del
opositor generado por la maquinaria de propaganda del gobierno. Ni Capriles, ni
Leopoldo, ni María Corina, ni Ledezma puede escapar a esa etiqueta en la que
les han encasillado frente a los ojos de millones de personas que alguna vez
creyeron en Hugo Chávez. Estos líderes son demasiado opositores y el pueblo
chavista no va a confiar en uno de ellos, por muy descontento que esté. Por lo
tanto, las protestas que se identifican con estos líderes son, para los
chavistas descontentos, las protestas de la oposición, no las suyas.
Hasta tanto los simpatizantes del gobierno no reconozcan que
esas protestas son por los mismos problemas que ellos sufren y no las asuman
como suyas no habrá una salida a la crisis política del país. Alternativamente,
si se logra que los chavistas descontentos se unan a la protesta, tornándose
por fin en verdadera disidencia, y se hace hombro con hombro con unos
opositores que a su vez les reconozcan y les den la bienvenida, nos
encontraríamos ciertamente frente a la estocada final al poder popular del gobierno.
Démosle un enfoque teórico más profundo a esta hipótesis. Ya
en 2010 un politólogo chileno dado a estudiar el escenario venezolano, Fernando
Mires, lo explicó en un artículo que tituló “Venezuela: la salida será por el
centro”. Expone Mires, con erudición, que el hecho de que “tenga lugar una
relación dialéctica entre oposición y disidencia (…) es (…) el preámbulo del
descenso de toda dictadura”. Identificó el autor a Henri Falcón como un posible
catalizador para esta relación dialéctica, pero advirtió también que la falta
de olfato político le podía convertir en un socialdemócrata opositor más, como
tristemente vemos hoy que ocurrió. Mires se lanza a revelar las claves del
descenso dictatorial con teoría política y ejemplos históricos. Establece –basado
en Poulantzas- tres condiciones para la democratización de una dictadura: que
se genere una disidencia dentro de los seguidores del régimen, que esta
disidencia se articule con la oposición democrática y que la democratización pase por una modernización
económica a nivel internacional.
El pueblo venezolano que está menos polarizado entiende
instintivamente lo que Mires enuncia, aunque no pueda articularlo con tal
ilustración. Sin embargo, el diálogo entre disidencia y oposición no ha
ocurrido por la evidente polarización. No hay lugar en el chavismo para
críticas, los disidentes son aplastados y vilipendiados. No hay espacio en la
oposición para gente que no milite en los partidos políticos, los cuales
carecen de credibilidad popular. No existían, hasta ahora, condiciones para que
individuos ajenos a la polarización tuvieran una plataforma a través de la cual
llegar al resto del país. Sin embargo, el gobierno ha pecado de soberbio y
ambicioso y ha generado esas condiciones. En un intento por demostrar su
poderío se dedicó a extirpar los espacios de difusión de mensajes y proyección
de líderes opositores. Globovisión fue comprado y su línea editorial le hizo
perder casi toda su audiencia y sus reporteros. Allí se daba cabida a los
opositores radicales o previamente etiquetados, las voces que la disidencia
hubiese podido reconocer no resonaban en sus pantallas. Bajo el esquema de unos
niveles alarmantes de autocensura a los que el gobierno condujo a todos los
canales de televisión se presenta un escenario de manifestaciones en múltiples
focos del país que están ocurriendo desde que unos estudiantes tachirenses
fuesen arrestados por lanzar piedras a la casa del gobernador Vielma Mora. Le
sigue una horrenda represión, guarimbas omnipresentes y un auto de detención y
posterior entrega de Leopoldo López. Hay muertos, heridos, torturados, calles
cerradas, una interrupción de la vida cotidiana. Y no sale nada por televisión,
salvo las condenas ciegas del gobierno con su repetitivo discurso. El
venezolano, aun el chavista, no se puede quedar sólo con el discurso de Maduro
en VTV y el saludo a la bandera en todos los demás canales.
Y aquí llegamos al tema central de este documento: ¿por qué se han hecho virales los videos y
memes de Julio “Coco”? Como dijimos, su imagen de mestizo que vive en un barrio
de Caracas, que se identifica con la izquierda y muchas ideas de Chávez, que
habla con respeto hacia el pueblo chavista con el cual se identifica y que
denuncia la violencia de cualquier bando, derrumba el sofisma de que quien
protesta es un fascista. Pero mucho más allá de esto, el venezolano siente una
necesidad imperiosa por informarse y lo único que suple el espacio vacío dejado
por las televisoras son las redes sociales. Y allí hay tantas líneas
editoriales como usuarios. Con millones de venezolanos volcados a las
computadoras y teléfonos inteligentes, con una sed insaciable de obtener
información y escuchar algún análisis, por primera vez desde que Chávez llegó
al poder en 1998 se encontró una plataforma con la masa crítica requerida para
darle espacio al elusivo y paradójicamente ordinario sujeto que permita la
articulación de la disidencia con la oposición. Y nos encontramos con una
paradoja: tenemos años buscando un individuo que pueda unir la disidencia con
la oposición y nos lo encontramos parado por todo este tiempo allí, diciendo
por todo este tiempo lo mismo, pensando por años de la misma forma. Julio
“Coco” no es un individuo excepcional, es un ciudadano ordinario que cumple,
como tantos otros millares de venezolanos, con unas características que lo
arrojan en el medio entre disidentes y opositores. No propongo que sigamos a
Julio ‘’Coco” como a un mesías, nada más lejos de mi intención. No es él como
individuo, es él como arquetipo. Así como el chavismo diseñó la imagen del
opositor fascita para polarizar, Julio “Coco” es la articulada representación
del venezolano puente entre disidencia y opositor, el antídoto a la
polarización. Debemos reconocerlo y darle los espacios para que podamos tender
los puentes entre oposición y disidencia. Y generar espacios y condiciones para
tantos otros como él.
Por muchos años no hemos detenido la vista en ninguno de los
millares de Julio Cocos que hacen vida política, hasta ahora nos habían sido
elusivos bajo las sombras de la polarización. Necesario es reparar en ellos
ahora. Es nuestra única alternativa a la dictadura. Por eso no podemos dejar de
verlo, porque en él reconocemos el canal de conexión entre chavistas y
opositores que habíamos estado buscando todo este tiempo. En él reconocemos el camino de salida de esta
dictadura.
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