Rafael Uzcátegui
A raíz de los
recientes acontecimientos, el presidente Nicolás Maduro ha asegurado que se
encontraría en marcha un “golpe de Estado” que estaría repitiendo “el guión de
abril de 2002. Si bien en un país de realismo mágico-voluntarista como
Venezuela nada es imposible, si creemos que las condiciones de este 2014 son
tan diferentes que harían casi imposible la realización de una interrupción del
hilo constitucional, por lo menos en los términos que fuimos testigos 12 años
atrás. En primer lugar el liderazgo frágil de Maduro contrasta con la
ascendencia que tenía Hugo Chávez en sus seguidores. Ante la ausencia de la
figura sobre la que giraba el quehacer en el 2002, hoy tanto el gobierno como
la oposición experimentan crisis de representatividad y disputas entre las
tendencias enfrentadas por el predominio político a lo interno de cada uno de
los bandos.
En segundo lugar, si algo ha sido efectivo el gobierno después de
aquel episodio es en la depuración de los cuadros medios y altos de las Fuerzas
Armadas, con lo que ha logrado cohesionar y fortalecer el apoyo castrense al
proyecto bolivariano. Comparativamente, es abrumadoramente menor la incidencia
que los partidos opositores puedan tener sobre los uniformados.
En tercer
lugar, la correlación entre medios de línea editorial pro-gobierno y
opositores, que en aquel episodio era parejo con inclinación a la disidencia,
hoy es distinto. El Estado ha logrado eficacia en su proyecto de hegemonía
comunicacional, controlando el espacio televisivo, neutralizando a sectores de
radio y arrinconando a los medios impresos, único espacio donde no es
preponderante, vía control del acceso a divisas para la importación de insumos.
Cuarto término, cuando en el 2002 hubo uso de armas de fuego desde ambos
bandos, hoy los disparos son adjudicables a un sector, el estatal, que además
del uso de los cuerpos represivos hoy ha incorporado la actuación de grupos
parapoliciales para la dispersión y contención de los manifestantes. Si bien
hubo un nivel de participación de estos actores en los hechos que derivaron en
el “Carmonazo”, su actuación hoy es mucho más estructurada y evidente, con
diferentes niveles de participación y menos capacidad de control por parte de
la autoridad central del Ejecutivo. La victimización del gobierno tras abril de
2002 le ha sido efectiva como estrategia comunicacional a lo interno y externo
del país para criminalizar la disidencia. ¿Continuará siendo efectivo?
@fanzinero
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