Vladimir Aguilar Castro
Universidad de Los Andes
Centro de Estudios Políticos y Sociales de América Latina
(CEPSAL)
Mérida-Venezuela
La agonía de un orden extenuado favorece la aparición de
delirios sociales,
de grandes miedos, de charlatanes y magos (...)
Daniel Bensaïd. Eloge a la politique profanne. 2008.
Introito
Hace menos de un mes, el Presidente de la República Nicolás
Maduro se sentaba en Miraflores, con los gobernadores y alcaldes de la
oposición. Se proponía un diálogo nacional. De un momento a otro se soltaron
los diablos. A decir de Daniel Bensaid, nuestros demonios son plenamente
contemporáneos. Es así como en los tiempos actuales, la deliberación
democrática se ha reducido prácticamente a un juego sin apuesta.
En un artículo de nuestra autoría (2011) intitulado “Las
rebeliones “desde abajo”” (http://www.aporrea.org/actualidad/a125371.html)
señalábamos que, “las rebeliones que han caracterizado los eventos sociales en
lo que va de año 2011 (en el norte de África), son expresión de respuestas
populares cuya característica común a cada una de ellas, es la condición
anti-sistema y anti estatus quo que las han hecho emerger”. Además señalábamos
que, “independientemente del carácter y sentido que ellas van teniendo, por
ejemplo en países como Egipto, Libia y Túnez, sus manifestaciones originarias
eran de rechazo a todo lo estatuido”. Advertíamos que “un aspecto debe de
llamar la atención de estos movimientos espontáneos: el peligro de las derivas
cuando son secuestradas por intereses foráneos (caso Libia y Egipto), o cuando
adolecen de consignas políticas que pueden conllevar a votos castigo (caso
España). Decíamos que “algunas rebeliones, expresión de grandes descontentos
populares, han sido cooptadas en su contenido por fuerzas exógenas en aquellas
regiones donde se iniciaron como movimientos anti sistema, o por grandes
abstenciones que han favorecido a sectores retrógrados en elecciones
parlamentarias. Cualquiera sea el caso, el déficit político sigue siendo un
asunto pendiente en la mayoría de los regímenes políticos actuales a escala
global”.
En virtud de lo antes expuesto, agregábamos que:
La corrección de los déficits políticos, la forma eficiente
y eficaz de la gestión de gobierno, la necesidad de propiciar saltos
cualitativos hacia adelante y no hacia el vacío en periodos de transición, se
convierte cada vez más en una exigencia para quienes pretendan gobernar como
alternativa progresista. Siempre los tiempos de la izquierda son más cortos que
los de la derecha. Las razones son múltiples: las reglas del juego democrático
han sido inventadas y traicionadas por la última, y en consecuencia, los
tiempos para el impulso de los cambios deben de realizarse en el ámbito de la
propia transición. Transición y regresión van de la mano. Si el salto no se
produce en la primera, cualquier intento estará condenado al fracaso
apareciendo la segunda como negación. La historia nos muestra como dato que los
procesos políticos que han intentado dar un salto hacia formas societales más
justas, han sucumbido en la transición. Lo anterior es lo que se juega la
izquierda en los tiempos por venir. Las lecturas adecuadas de las rebeliones
deben de servir de aprendizaje para los próximos procesos políticos, los cuales
seguirán develándose también como definitorios de las resistencias por
construir.
El anverso y reverso de la cuestión
Cada vez más es evidente la desidia institucional y la falta
de cálculo político de las desmedidas que se toman. El problema es que si el
cálculo que se hace es en función del tiempo electoral hay que reconocer que el
tiempo político da cuenta de una discordancia entre uno y otro. De lo que no se
da cuenta, es que gran número de la gente que no protesta es parte de un
contingente inconforme que no marcha ni vota pero que padece de la desafección
política institucional y social existente. Da la impresión de la configuración
de un movimiento espontáneo al estilo de Ecuador (2005), cuando Lucio Gutiérrez
fue expulsado del poder y desde donde emergió un nuevo liderazgo político.
Tendencialmente hay el peligro de una espiral de violencia
cuyas consecuencias no están en ninguna aritmética política de los factores
encontrados. Las manifestaciones dan cuenta también de un conjunto de protestas
desde la clase media situada fundamentalmente en sectores urbanos. Lo anterior
significa de nuevo la ausencia de una política de clase hacia estos sectores
medios, lo cual genera respuestas de esta naturaleza con expresiones, algunas
de ellas, de antipolítica y parapolítica. En este sentido, la antipolítica y
parapolítica oscila entre la anomia política y la resignación de clase. Nadie
puede asumir que la protesta es un asunto exclusivo de los sectores populares.
La historia también da cuenta del papel cualitativo pero también regresivo de
la clase media. Lo anterior es parte de la no contemporaneidad de la conciencia
de las masas (1).
Como ya lo advirtiéramos y con fundamento en la teoría de
Marx del grado desigual de desarrollo, podemos afirmar que es en las sociedades
con altas formas desiguales y combinadas de desarrollo donde es más susceptible
de manifestarse con mayor vehemencia la no-contemporaneidad de la conciencia de
masas. Igualmente, la no-contemporaneidad constituye también la tergiversación
de la lucha de clases con fines puramente demagógicos y fortuitos. Según Bloch,
“el capitalismo tiene necesidad del antagonismo no contemporáneo por no decir
de la heterogeneidad no contemporánea, para desviarse de sus propias
contradicciones actuales, e insistentemente tiende a utilizar el antagonismo de
un pasado todavía vivo como medio de división y de lucha para un devenir que se
engendra dialécticamente en los antagonismos capitalistas”. De nuevo con Bloch,
dicha especificidad se expresa en el hecho que ellas (las contradicciones no
contemporáneas) no aparecen sino en la periferia de los antagonismos sociales
reales, las cuales representan en esos antagonismos una aberración fortuita y
circunstancial.
En el país, la base material de esa especificidad seguiría
siendo la mentalidad rentista que ha girado en torno al petróleo, la sensación,
el mito y la simbología de que dicho recurso todo lo puede resolver, como forma
de solapamiento, de amortiguamiento y de sustitución de las contradicciones
esenciales de la sociedad venezolana. En conclusión, son no contemporáneas,
todas las formas de pensamiento, de actuar o de sentir que no se adecuan al
nivel de contradicciones objetivas de la época vivida, es decir, todas las
formas de conciencia desfasadas de las formas de conciencia normales y
ordinarias, producidas por la sociedad en un momento determinado de su
desarrollo.
Polarización y politización en Venezuela
La polarización en Venezuela es más un estado de ánimo que
una posición de clase diferenciada. En cambio, la politización se expresa en la
participación independientemente de la posición que se tiene sobre la situación
del país. No obstante lo anterior, el país se bate en un aumento del consumo,
en un costo de vida mayor que a su vez está determinado por una ampliación del
circulante monetario inorgánico. La cuestión de fondo es que la renta petrolera
ha profundizado la disyuntiva cultural y política del país, constituyendo el
consumo la línea transversal que une a uno u otro sector social. Las
diferencias sociales - y en algunos casos hasta políticas – se disipan en la
materialización del consumo.
Para no terminar: Elogio a lo profano
La política al igual que la sociedad es cada vez más profana
(Bensaid). En Venezuela, a la Sociedad Mara se le opone cada vez más un Estado
Mara (2). La violencia opera como elemento vertebrador de la polarización
disolviéndose la primera en la segunda. El mismo esquema delincuencial (de
inseguridad) que permanentemente se denuncia y opera en el país, se activa en
tiempos de disturbios. En virtud de lo anterior, de una histeria colectiva se
pasa a una suerte de estado de delincuencia colectiva.
Es muy complejo lo que ocurre en el país y hay escenarios de
mucha violencia social. Seguir polarizando la situación política y avanzar en
su banalización, lo que puede arrojar como resultado es una guerra civil. De
hecho, ya estamos en presencia de micro escenarios de guerra civil. Lo peor de
todo, es que para el gobierno todo lo que acontece en el otro lado es fascismo,
y en la oposición, hay actores que pareciera quieren echar el resto para que
hayan mas muertos.
A decir de Walter Benjamín, “la tradición de los oprimidos
nos enseña que “el estado de excepción” en que vivimos es la regla”. Todavía
estamos a tiempo de evitar lo peor. No vaya a ser que tal como lo sentencia
Carl Schmitt, “a diferencia de las guerras de religión, las guerras civiles o las
guerras de guerrilla, en un sistema interestatal la guerra no puede medirse
según el rasero de los criterios de verdad o justicia. La guerra interestatal
no es ni justa ni injusta. Es un asunto de Estado”.
1 Como lo dijéramos en nuestro libro intitulado Aguilar
Castro, Vladimir. Venezuela. Balance y perspectivas. Tendencias políticas
después del 27 de febrero de 1989. Mérida, ULA-Consejo de Publicaciones, 2009,
ha sido el filósofo alemán Ernst Bloch, en su obra “Héritage de ce temps”,
quien planteara la teoría de la no-contemporaneidad de la conciencia de las
masas, como explicación de los cambios operados en Alemania a partir de los
años 20 y 30, y su posterior degeneración hasta la segunda guerra mundial. Los
postulados contenidos en esta teoría dan cuenta de una explicación de la
génesis del fenómeno fascista antisemita, en el que se produce un choque entre
las fuerzas de una conciencia atrasada, arcaica y desadaptada de la sociedad
industrial moderna, con formas de conciencia típicas de la sociedad moderna
masificada y de la conciencia reificada.
2 La idea de Estado Mara corresponde al politólogo
nicaragüense Andrés Pérez Baltodano. Al mismo le oponemos el de Sociedad Mara,
es decir, el de aquel colectivo donde hay un proceso recurrente de desafección
política por una pérdida de sentido hacia la política y de lo político.
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