Luis Acuña
En Venezuela la arrogancia es un valor que se mide en el tamaño de las bolas. Todos queremos ser el más arrecho, el más vivo, el que tiene la razón siempre y jamás se equivoca. Nos valoramos por el tamaño de nuestras bolas. No nos dejamos tocar la “carita” ni mentar la madre. No te dejes joder es un mantra que nos repiten en nuestras casas desde pequeños; si te vuelven a pegar dale su buen carajazo para que aprenda a respetar. El respeto, pues, se gana a golpes y patadas. Nada de andar razonando ni dialogando. Y en estos años de involución ésa ha sido la bandera en la política. Lo que aplauden de un lado y lo que anhelan del otro. Eso sí, que no se nos ocurra señalarlo, eso es de mariquitos entregados, acá todos somos pacíficos y humildes.
Mientras tanto el país se encuentra hundido en una de las peores crisis económicas de la historia contemporánea a pesar de haber coincidido con una de las mayores bonanzas vividas por el país. Escasez, inseguridad, violencia, corrupción e impunidad son el verdadero legado de Chávez. Pero la oposición no está libre de pecados. Se han cometido y se siguen cometiendo errores costosos desde la arrogancia de quien se cree dueño de la razón.
El gobierno (y sus seguidores)
Si algo ha caracterizado al chavismo es su carácter excluyente. Desde Chávez hacia abajo todos en alguna vez han expresado que o se está con el Gobierno o se es un traidor, apátrida y demás descalificativos con los que se suele atacar a la oposición y la disidencia en general. Tanto es así que si leemos cualquier artículo “crítico” al gobierno en Aporrea lo más seguro es que el primer párrafo arranque con un “yo siempre he apoyado al Comandante y amo su legado pero…” y termine con un “Los fascistas no volverán”. Siempre les queda ese miedito a ser señalados como traidores a la patria y quedarse sin sus privilegios.
Desde el famoso vamos a freír las cabezas de los adecos y copeyanos hace ya dieciséis años el lenguaje del gobierno ha sido el de la confrontación y la guerra. Todo es una batalla, una misión, un comandante, una diana militar. No sé si bipolar es el término correcto pero el lenguaje oficial al mejor estilo de la neolengua en una misma oración te puede decir que es el gobierno de la paz y el amor pero que si alguien se equivoca tenemos fusiles, tanques, aviones y gente armada para que nos defienda.
Un gobierno mastodónico al que no se puede cuestionar y mucho menos criticar. Que promueve la fe ciega entre sus seguidores e incluso usa la imagen de Chávez con fervor religioso. El oficialismo se sabe poderoso y sin embargo no tiene vergüenza en decir que se le infiltra gente que roba en Cadivi o que la oposición venezolana es capaz de hacer frente al aparato militar y económico del gobierno para producir escasez e inseguridad. Digo que no tienen vergüenza porque a pesar de alegar eso todavía no detienen a los deportistas que falsificaron la firma de la ministra o a los dueños de las famosas empresas de maletín. Un gobierno que se victimiza es el colmo del descaro. Más cuando cuentan con todo el apoyo de los países latinoamericanos y a Europa ni le va ni le viene lo que ocurre en el país.
Maduro cree que heredó la misma Venezuela de Chávez, que con poco más de 200 mil votos de dudosa procedencia tiene todo el poder para gobernar sin tener que siquiera reconocer a los que lo adversamos. Pide diálogo pero cuando Capriles va, luego dice que lo tiene encarrilado. Maduro es el típico carajito gordito que te pedía un favor en el colegio y luego te decía: “gracias jalabola” porque es incapaz de aceptar que el país no necesita más confrontación estéril ni tiene la capacidad de entender que dialogar no es ser débil.
Desde prácticamente el inicio de la mal llamada revolución se ha estado alertando de la creación de grupos violentos por parte del gobierno que eventualmente saldrían a atacar a la población civil. Ahí los tenemos. Entrando en urbanizaciones a destruir carros y vidrios, aprovechando de robar, claro. A disparar contra los manifestantes aupados por líderes como Francisco Ameliach quién llamó a los colectivos a dar una respuesta fulminante contra los manifestantes, respuesta que terminó con la muerte de Miss Turismo Carabobo o Aristóbulo que justificó la violencia contra aquellos que estén protestando.
Y con ese discurso tanto los líderes como los seguidores del oficialismo no pueden pretender seguir eximiéndose de su responsabilidad ante la violencia. Por poner un ejemplo sencillo, los chavistas se rasgan las vestiduras defendiendo a Palestina porque argumentan que Israel responde con misiles ataques con piedras. Sin embargo a una parte del chavismo le parece justo, digno de admiración y respeto que las fuerzas del orden agarren a patadas entre cinco a un joven en la calle que estará armado a lo sumo con un palo. Además utilizan la estrategia perversa de culpar a las víctimas. Si sales a protestar pues lo normal como eres un apátrida es que venga un malandro tupamaro a matarte.
Entonces, yo me pregunto, ¿qué diferencia hay entre los gobiernos de la cuarta y estos? Porque si la diferencia es solamente que ahora usted que siempre fue oprimido está del lado del opresor, es una revolución de pacotilla. Y que no le quede duda a ningún chavista, el día que el gobierno tenga que darles peinilla se las dará, no sin antes convertirlos en los enemigos número uno de la nación. A mí no me molesta tanto el chavista radical que celebra cada vez que le rompen la cara a un estudiante como el que no dice nada al respecto. Ése que con su silencio avala los abusos de los colectivos y de los cuerpos del Estado para luego decir: Yo no sé, no me consta, no sabía.
Ante la violencia y las muertes no se puede simplemente callar. Hay que condenar y exigir que cese. Una ideología no puede ser excusa para ser cómplice de los abusos y los atropellos de los poderosos. Entiendo el miedo pero en algún punto habrá que decir basta: Así no.
Sepan algo, chavistas, lo que hizo el SEBIN con Bassil Da Costa está perfectamente documentado y es exactamente lo mismo que se supone que hicieron Simonovis, Forero y Vivas el 11A con la minúscula diferencia que acá nadie estaba disparando del otro lado como sí lo estaban los de Puente Llaguno. Si no pueden hacer esa simple asociación, el daño es más hondo de lo que creía.
La oposición (y sus seguidores)
Como ya dije antes, la oposición no está libre de pecados. El error de donde salen todo el resto de los errores es pensar que para cada venezolano el problema es el mismo: salir del chavismo a como dé lugar. Este pensamiento no admite dudas, es una verdad tan evidente que no necesita explicaciones. Lo que no terminamos de entender es que si fuera tan obvio hace rato habríamos salido de esto.
Cada año desde que Chávez llegó al poder salen opositores a decir que el país no puede más y el gobierno no llega a marzo. En ese plan se nos han ido quince años. Pareció que después de la derrota de Rosales en 2006 se nos quitaron las ganas de ir a la aventura del golpismo y las salidas rápidas. Se entendió la necesidad de la Unidad y del civismo como bandera. Entendimos que para superar al chavismo debíamos ser mejores.
Así llegamos a 2012 con los mejores resultados que ha tenido la oposición en la era Chávez, en 2013 después de la muerte del Supremo los mejoramos aún más en unas elecciones bastante cuestionables. Y ahí se empezó a cuestionar el tamaño de las bolas de Capriles por no mandar a incendiar el país. No tiene bolas, decían los más radicales de la oposición. Hay es que salir a la calle y romperlo todo hasta que caiga.
Llegamos al día de hoy y ahora admiramos a Leopoldo porque hizo lo que no hizo Capriles. Ofrecer una salida a corto plazo. Eso sí, sin decir cuál será, ni cómo se logrará ni en cuánto tiempo ni nada concreto más allá de salir del gobierno. Olvidando que existe una cantidad enorme de venezolanos que lo apoyan. De nuevo las tácticas fracasadas: las asambleas en el este de Caracas, el desconocimiento del otro y el desprecio por el que piensa distinto.
Hay miles de problemas por los cuales protestar y exigir. Pero no podemos andar exigiendo la renuncia de Maduro porque eso no tiene sentido. Ningún chavista se va a unir a ese reclamo y quieras o no, sin los chavistas no vamos a ningún lado. Habría de una buena vez entender que el chavismo no va a desaparecer así haya un cambio de gobierno. Lo de Leopoldo fue una irresponsabilidad porque creó expectativas irreales que sólo conectan con los sectores más radicales de la oposición. De la misma manera digo que admiro el coraje que tuvo al entregarse a un sistema de justicia sesgado y descaradamente partidista. Otros líderes que hemos tenido han huido a la primera de cambio.
Protestar es un derecho y en momentos como éste es un deber. Pero el que sale de su casa pensando en tumbar el gobierno se va a llevar un gran chasco y terminará por desilusionarse. No sólo eso, el opositor que sale con toda su rabia y todo su desespero legítimo a quemar cauchos luego de pasar un par de semanas se frustrará como ya ha pasado en otras ocasiones y lo peor: se sentará en su casa tan satisfecho por haber hecho algo por el país, creyendo que ya hizo su trabajo, que la culpa es de todos los que no salieron como él a dar la batalla por la libertad y demás sentencias épicas que tanto nos gustan a los venezolanos.
Este mismo señor se molesta además con aquellos que le reclaman por no poder pasar por las calles trancadas, sin jamás preguntarse por un segundo si estas personas no se pueden dar el lujo de no llegar al trabajo. Eso es lo que genera la desconexión, no entender los problemas del otro que no serán los mismos o tendrán otras prioridades. Una persona que trabaja por hora quizá se puede permitir faltar un día o dos pero no mucho más. No sé qué tan complicado es entender esto.
Me sorprendo a mí mismo viendo en twitter y facebook las opiniones de gente que respeto clamando por “un militar con bolas que resuelva”. O repitiendo consignas caducas de abril del 2002. Algunos se empeñan en repetir el fracaso. ¿Cómo alguien va a pedir por los militares cuando estos son los primeros que violan los derechos humanos, cuando son narcos y contrabandistas, cuando son los que roban en las aduanas? Yo no quiero una solución militar a un problema civil. Y no se me ocurre clamar por una intervención militar cuando este gobierno ha sido la apoteosis del militarismo. Para no hablar de los que están llamando al paro.
Lo mismo que digo a los chavistas más arriba se los digo a los opositores. Entiendo que no es igual quemar un caucho que disparar contra una manifestación. Pero hay que condenar y aislar a los que promueven la violencia. Negarse a repetir consignas fracasadas. No participar de guarimbas ni nada que se les parezca. De un lado y otro los violentos son menos. Entenderlo es clave.
“No volverán” es la consigna chavista que define el miedo de la base. Que regrese la cuarta república de adecos y copeyanos donde la nueva clase media simplemente decidió convertir a los barrios en pesebres. Pero el mayor temor que tienen los chavistas es perder el poder y que el nuevo gobierno les haga ellos los que nos hacen a nosotros. Un temor para nada infundado cuando el 11A la oposición se volvió loca y más cuando escuchan a opositores clamar por la cuarta república o pontificar acerca de los sirios, los egipcios y los ucranianos que dicho sea de paso los primeros tienen ya tres años echándose plomo al punto que ahora se pelean entre opositores mientras Al-Assad simplemente los bombardea, los segundos ya perdí la cuenta de cuántas veces han cambiado de presidente y de bandos y los últimos llevan seis meses, un montón de muertos y el presidente tranquilazo.
Duélale a quién le duela, Chávez fue sabio cuando dijo que no había alcanzado los objetivos por ahora. Seis años le tomó organizarse, aprender del fracaso y llegar al poder. Nosotros lamentablemente carecemos de esa visión a mediano y largo plazo. Más que la renuncia de Maduro tenemos que pedir la liberación de los estudiantes y de Leopoldo, que se desmantelen los colectivos paramilitares y diálogo, sobre todo, diálogo.
No podemos quedarnos convenciéndonos a nosotros mismos que el chavismo es malo. La verdadera salida pasa por hacer trabajo de base, por ir al interior del país y sobre todo por escuchar al otro, escuchar cuáles son sus inquietudes y sus problemas. Si no, estamos condenados a repetir una y otra vez el mismo ciclo.
En Venezuela la arrogancia es un valor que se mide en el tamaño de las bolas. Todos queremos ser el más arrecho, el más vivo, el que tiene la razón siempre y jamás se equivoca. Nos valoramos por el tamaño de nuestras bolas. No nos dejamos tocar la “carita” ni mentar la madre. No te dejes joder es un mantra que nos repiten en nuestras casas desde pequeños; si te vuelven a pegar dale su buen carajazo para que aprenda a respetar. El respeto, pues, se gana a golpes y patadas. Nada de andar razonando ni dialogando. Y en estos años de involución ésa ha sido la bandera en la política. Lo que aplauden de un lado y lo que anhelan del otro. Eso sí, que no se nos ocurra señalarlo, eso es de mariquitos entregados, acá todos somos pacíficos y humildes.
Mientras tanto el país se encuentra hundido en una de las peores crisis económicas de la historia contemporánea a pesar de haber coincidido con una de las mayores bonanzas vividas por el país. Escasez, inseguridad, violencia, corrupción e impunidad son el verdadero legado de Chávez. Pero la oposición no está libre de pecados. Se han cometido y se siguen cometiendo errores costosos desde la arrogancia de quien se cree dueño de la razón.
El gobierno (y sus seguidores)
Si algo ha caracterizado al chavismo es su carácter excluyente. Desde Chávez hacia abajo todos en alguna vez han expresado que o se está con el Gobierno o se es un traidor, apátrida y demás descalificativos con los que se suele atacar a la oposición y la disidencia en general. Tanto es así que si leemos cualquier artículo “crítico” al gobierno en Aporrea lo más seguro es que el primer párrafo arranque con un “yo siempre he apoyado al Comandante y amo su legado pero…” y termine con un “Los fascistas no volverán”. Siempre les queda ese miedito a ser señalados como traidores a la patria y quedarse sin sus privilegios.
Desde el famoso vamos a freír las cabezas de los adecos y copeyanos hace ya dieciséis años el lenguaje del gobierno ha sido el de la confrontación y la guerra. Todo es una batalla, una misión, un comandante, una diana militar. No sé si bipolar es el término correcto pero el lenguaje oficial al mejor estilo de la neolengua en una misma oración te puede decir que es el gobierno de la paz y el amor pero que si alguien se equivoca tenemos fusiles, tanques, aviones y gente armada para que nos defienda.
Un gobierno mastodónico al que no se puede cuestionar y mucho menos criticar. Que promueve la fe ciega entre sus seguidores e incluso usa la imagen de Chávez con fervor religioso. El oficialismo se sabe poderoso y sin embargo no tiene vergüenza en decir que se le infiltra gente que roba en Cadivi o que la oposición venezolana es capaz de hacer frente al aparato militar y económico del gobierno para producir escasez e inseguridad. Digo que no tienen vergüenza porque a pesar de alegar eso todavía no detienen a los deportistas que falsificaron la firma de la ministra o a los dueños de las famosas empresas de maletín. Un gobierno que se victimiza es el colmo del descaro. Más cuando cuentan con todo el apoyo de los países latinoamericanos y a Europa ni le va ni le viene lo que ocurre en el país.
Maduro cree que heredó la misma Venezuela de Chávez, que con poco más de 200 mil votos de dudosa procedencia tiene todo el poder para gobernar sin tener que siquiera reconocer a los que lo adversamos. Pide diálogo pero cuando Capriles va, luego dice que lo tiene encarrilado. Maduro es el típico carajito gordito que te pedía un favor en el colegio y luego te decía: “gracias jalabola” porque es incapaz de aceptar que el país no necesita más confrontación estéril ni tiene la capacidad de entender que dialogar no es ser débil.
Desde prácticamente el inicio de la mal llamada revolución se ha estado alertando de la creación de grupos violentos por parte del gobierno que eventualmente saldrían a atacar a la población civil. Ahí los tenemos. Entrando en urbanizaciones a destruir carros y vidrios, aprovechando de robar, claro. A disparar contra los manifestantes aupados por líderes como Francisco Ameliach quién llamó a los colectivos a dar una respuesta fulminante contra los manifestantes, respuesta que terminó con la muerte de Miss Turismo Carabobo o Aristóbulo que justificó la violencia contra aquellos que estén protestando.
Y con ese discurso tanto los líderes como los seguidores del oficialismo no pueden pretender seguir eximiéndose de su responsabilidad ante la violencia. Por poner un ejemplo sencillo, los chavistas se rasgan las vestiduras defendiendo a Palestina porque argumentan que Israel responde con misiles ataques con piedras. Sin embargo a una parte del chavismo le parece justo, digno de admiración y respeto que las fuerzas del orden agarren a patadas entre cinco a un joven en la calle que estará armado a lo sumo con un palo. Además utilizan la estrategia perversa de culpar a las víctimas. Si sales a protestar pues lo normal como eres un apátrida es que venga un malandro tupamaro a matarte.
Entonces, yo me pregunto, ¿qué diferencia hay entre los gobiernos de la cuarta y estos? Porque si la diferencia es solamente que ahora usted que siempre fue oprimido está del lado del opresor, es una revolución de pacotilla. Y que no le quede duda a ningún chavista, el día que el gobierno tenga que darles peinilla se las dará, no sin antes convertirlos en los enemigos número uno de la nación. A mí no me molesta tanto el chavista radical que celebra cada vez que le rompen la cara a un estudiante como el que no dice nada al respecto. Ése que con su silencio avala los abusos de los colectivos y de los cuerpos del Estado para luego decir: Yo no sé, no me consta, no sabía.
Ante la violencia y las muertes no se puede simplemente callar. Hay que condenar y exigir que cese. Una ideología no puede ser excusa para ser cómplice de los abusos y los atropellos de los poderosos. Entiendo el miedo pero en algún punto habrá que decir basta: Así no.
Sepan algo, chavistas, lo que hizo el SEBIN con Bassil Da Costa está perfectamente documentado y es exactamente lo mismo que se supone que hicieron Simonovis, Forero y Vivas el 11A con la minúscula diferencia que acá nadie estaba disparando del otro lado como sí lo estaban los de Puente Llaguno. Si no pueden hacer esa simple asociación, el daño es más hondo de lo que creía.
La oposición (y sus seguidores)
Como ya dije antes, la oposición no está libre de pecados. El error de donde salen todo el resto de los errores es pensar que para cada venezolano el problema es el mismo: salir del chavismo a como dé lugar. Este pensamiento no admite dudas, es una verdad tan evidente que no necesita explicaciones. Lo que no terminamos de entender es que si fuera tan obvio hace rato habríamos salido de esto.
Cada año desde que Chávez llegó al poder salen opositores a decir que el país no puede más y el gobierno no llega a marzo. En ese plan se nos han ido quince años. Pareció que después de la derrota de Rosales en 2006 se nos quitaron las ganas de ir a la aventura del golpismo y las salidas rápidas. Se entendió la necesidad de la Unidad y del civismo como bandera. Entendimos que para superar al chavismo debíamos ser mejores.
Así llegamos a 2012 con los mejores resultados que ha tenido la oposición en la era Chávez, en 2013 después de la muerte del Supremo los mejoramos aún más en unas elecciones bastante cuestionables. Y ahí se empezó a cuestionar el tamaño de las bolas de Capriles por no mandar a incendiar el país. No tiene bolas, decían los más radicales de la oposición. Hay es que salir a la calle y romperlo todo hasta que caiga.
Llegamos al día de hoy y ahora admiramos a Leopoldo porque hizo lo que no hizo Capriles. Ofrecer una salida a corto plazo. Eso sí, sin decir cuál será, ni cómo se logrará ni en cuánto tiempo ni nada concreto más allá de salir del gobierno. Olvidando que existe una cantidad enorme de venezolanos que lo apoyan. De nuevo las tácticas fracasadas: las asambleas en el este de Caracas, el desconocimiento del otro y el desprecio por el que piensa distinto.
Hay miles de problemas por los cuales protestar y exigir. Pero no podemos andar exigiendo la renuncia de Maduro porque eso no tiene sentido. Ningún chavista se va a unir a ese reclamo y quieras o no, sin los chavistas no vamos a ningún lado. Habría de una buena vez entender que el chavismo no va a desaparecer así haya un cambio de gobierno. Lo de Leopoldo fue una irresponsabilidad porque creó expectativas irreales que sólo conectan con los sectores más radicales de la oposición. De la misma manera digo que admiro el coraje que tuvo al entregarse a un sistema de justicia sesgado y descaradamente partidista. Otros líderes que hemos tenido han huido a la primera de cambio.
Protestar es un derecho y en momentos como éste es un deber. Pero el que sale de su casa pensando en tumbar el gobierno se va a llevar un gran chasco y terminará por desilusionarse. No sólo eso, el opositor que sale con toda su rabia y todo su desespero legítimo a quemar cauchos luego de pasar un par de semanas se frustrará como ya ha pasado en otras ocasiones y lo peor: se sentará en su casa tan satisfecho por haber hecho algo por el país, creyendo que ya hizo su trabajo, que la culpa es de todos los que no salieron como él a dar la batalla por la libertad y demás sentencias épicas que tanto nos gustan a los venezolanos.
Este mismo señor se molesta además con aquellos que le reclaman por no poder pasar por las calles trancadas, sin jamás preguntarse por un segundo si estas personas no se pueden dar el lujo de no llegar al trabajo. Eso es lo que genera la desconexión, no entender los problemas del otro que no serán los mismos o tendrán otras prioridades. Una persona que trabaja por hora quizá se puede permitir faltar un día o dos pero no mucho más. No sé qué tan complicado es entender esto.
Me sorprendo a mí mismo viendo en twitter y facebook las opiniones de gente que respeto clamando por “un militar con bolas que resuelva”. O repitiendo consignas caducas de abril del 2002. Algunos se empeñan en repetir el fracaso. ¿Cómo alguien va a pedir por los militares cuando estos son los primeros que violan los derechos humanos, cuando son narcos y contrabandistas, cuando son los que roban en las aduanas? Yo no quiero una solución militar a un problema civil. Y no se me ocurre clamar por una intervención militar cuando este gobierno ha sido la apoteosis del militarismo. Para no hablar de los que están llamando al paro.
Lo mismo que digo a los chavistas más arriba se los digo a los opositores. Entiendo que no es igual quemar un caucho que disparar contra una manifestación. Pero hay que condenar y aislar a los que promueven la violencia. Negarse a repetir consignas fracasadas. No participar de guarimbas ni nada que se les parezca. De un lado y otro los violentos son menos. Entenderlo es clave.
“No volverán” es la consigna chavista que define el miedo de la base. Que regrese la cuarta república de adecos y copeyanos donde la nueva clase media simplemente decidió convertir a los barrios en pesebres. Pero el mayor temor que tienen los chavistas es perder el poder y que el nuevo gobierno les haga ellos los que nos hacen a nosotros. Un temor para nada infundado cuando el 11A la oposición se volvió loca y más cuando escuchan a opositores clamar por la cuarta república o pontificar acerca de los sirios, los egipcios y los ucranianos que dicho sea de paso los primeros tienen ya tres años echándose plomo al punto que ahora se pelean entre opositores mientras Al-Assad simplemente los bombardea, los segundos ya perdí la cuenta de cuántas veces han cambiado de presidente y de bandos y los últimos llevan seis meses, un montón de muertos y el presidente tranquilazo.
Duélale a quién le duela, Chávez fue sabio cuando dijo que no había alcanzado los objetivos por ahora. Seis años le tomó organizarse, aprender del fracaso y llegar al poder. Nosotros lamentablemente carecemos de esa visión a mediano y largo plazo. Más que la renuncia de Maduro tenemos que pedir la liberación de los estudiantes y de Leopoldo, que se desmantelen los colectivos paramilitares y diálogo, sobre todo, diálogo.
No podemos quedarnos convenciéndonos a nosotros mismos que el chavismo es malo. La verdadera salida pasa por hacer trabajo de base, por ir al interior del país y sobre todo por escuchar al otro, escuchar cuáles son sus inquietudes y sus problemas. Si no, estamos condenados a repetir una y otra vez el mismo ciclo.
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