Luis Fuenmayor Toro
La lucha venezolana por el poder no se corresponde con la
tradicional idea de una izquierda popular y patriótica, deseosa de sacar al
país del subdesarrollo y la dependencia, para mejorar la vida de sus
habitantes, enfrentada a una derecha que impulsa todo lo contrario. Las
identidades de la MUD y el Gobierno en lo que respecta al modelo rentista
petrolero de venta de crudo, ausencia de desarrollo industrial, importaciones
masivas, la creación de asociaciones con transnacionales para la explotación
petrolera y minera, el control de cambios, la devaluación, la ausencia de
crecimiento científico y tecnológico, el mantenimiento de un nivel educativo
muy bajo, la inexistencia de empleos complejos, sustentables y bien
remunerados, y el desinterés en la construcción de verdaderas ciudades,
comprueba que son dos sectores antinacionales en pugna por la teta petrolera y
más nada.
La incapacidad, rapacidad e ignorancia del Gobierno ha
generado un estado de gran malestar nacional. Existen muchísimas razones para
protestar: inseguridad, desabastecimiento, inflación, corrupción, ausencia de
servicios y violación de derechos ciudadanos y políticos. Además, el derecho a
la protesta es constitucional y no puede ser impedido, como tampoco puede serlo
el derecho a la información, hoy cercenado por decisiones dictatoriales
arbitrarias del Gobierno sobre los medios de comunicación, incluida la
Internet, la restricción de dólares para la importación de papel, la
adquisición forzosa de televisoras y periódicos y un manejo político clientelar
de las frecuencias radio eléctricas de todos los venezolanos.
El Gobierno es el garante de la seguridad de las personas.
Es el único que constitucionalmente puede ejercer la violencia legítima,
siempre dentro del mayor respeto de los derechos humanos. Esta facultad no
puede ser delegada ni asumida por ningún individuo, grupo o colectivo, por más
afinidad que tengan con quienes gobiernan. El Estado no puede permitir la
existencia de ningún otro poder, nacional o extranjero, dentro de su territorio
y el Estado venezolano no es una excepción. Los grupos armados llamados
“colectivos” son ilegales y de la misma naturaleza que los paramilitares de
cualquier parte del mundo; el Gobierno no puede utilizarlos, como lo ha venido
haciendo por años, para aterrorizar y reprimir las protestas populares o
políticas, sean éstas legales o ilegales. Para su control están los organismos
del Estado.
Los maltratos, daños, heridas y muertes, ocurridos durante
una protesta pública son responsabilidad del Gobierno sin importar quienes los
ejecuten y quienes resulten lesionados. Si son organismos policiales los
autores, caso claro en las últimas manifestaciones, la responsabilidad
gubernamental se incrementa, pues son sus propias fuerzas, cuyas acciones deben
ser dirigidas a proteger a los manifestantes y al resto de la población. Si son
grupos armados protegidos o permitidos por el Gobierno ya no sólo hay una
responsabilidad gigantesca, sino que puede hablarse de la existencia de
perversión gubernamental. Recordemos las Águilas Negras de Uribe.
No sé si Leopoldo López o María Corina conspiran. A lo mejor
lo hacen como lo hicieron Chávez, Maduro, Jaua, Diosdado y muchos otros. Si hay
pruebas, aplíquese la ley, pero eso sí, que no se inventen pruebas ni se tomen
simples opiniones como elementos de convicción. Si conspiran, lo tienen que
hacer con militares activos, por lo que estos deberían entonces también ser
señalados, capturados y juzgados. Es inaceptable que si alguien llama a salir a
la calle a enfrentar la política del gobierno, la devaluación, la inseguridad,
la corrupción, la escasez y la represión, se le culpe de los vidrios rotos,
patrullas incendiadas, los heridos de balas y las muertes ocurridos en las
movilizaciones. Inaudito que se le señale como terrorista. Pero, peor aún, es
que a quienes dispararon y mataron (SEBIN) ni a sus jefes se les menciona entre
los responsables ni se les investiga.
Otro hecho que hace dudar de la ecuanimidad gubernamental es
que hayan generado, por la fuerza, un silencio mediático total sobre lo que
ocurría. Esta acción viola el derecho constitucional a la información y ningún
argumento es aceptable como explicación. Esa acción la toman gobiernos
dictatoriales que quieren esconder sus acciones represivas ilegales. La
participación protagónica electrónica ha dado la información negada en su
momento por la actitud impropia del Gobierno. Y esta información condena claramente
no a López sino a los colectivos armados y a las fuerzas de seguridad del
Estado, como responsables de los hechos violentos. ¿A quién se detiene ahora?
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