Humberto Decarli
Se ha atribuido a Rómulo Betancourt la macabra frase "dispara primero y averigua después" en los años sesenta cuando la insurrección de izquierda pretendía derrocarlo. Hay quienes lo niegan, como por ejemplo el historiador Manuel Caballero, pero más allá de su autoría es obvio que durante su gobierno se estableció el mecanismo de los desaparecidos, los "ruleteados", las torturas en los teatros de operaciones en los cuales los uniformados venezolanos aprendieron a materializar las enseñanzas de la Escuela de las Américas violando toda clase de derechos humanos bajo el efugio de la lucha contra el comunismo. El líder socialdemócrata populista tuvo que torear a los militares con tradición golpista en el contexto de la Guerra Fría y para lograr su apoyo acudió a provocar a los partidos comunista y el MIR esencialmente para que se lanzaran a una lucha de guerrillas a todas luces fracasada. El macartismo de los militares venezolanos se impuso ante cualquier otra consideración y Betancourt obtuvo el consenso de ellos.
En los actuales momentos sentimos la reproducción de la represión, tortura y asesinatos por parte de la Guardia Nacional y los grupos facistas denominados colectivos. Son los herederos de la mentalidad maquiavélica betancourista. Por supuesto, los chavistas y los adecos tienen mucho en común: han sido golpistas y electoreros. Los adecos se aliaron en 1945 a una logia militar nazi dirigida por Marcos Pérez Jiménez para derrocar a un heredero del gomecismo moderado como fue Isaías Medina Angarita aunque tres años después fueron desplazados del gobierno por sus socios al defenestrar al novelista Rómulo Gallegos. En ese trienio utilizaron el poder para llegar a los pueblos más recónditos del país y consolidar el partido AD. Los chavistas intentaron un golpe el 4 de febrero de 1992 que fracasó por una pésima ejecución operativa. Los adecos se cansaron de ganar elecciones después de 1959 (59, 63, 73, 83 y 92), fraudulenta o legalmente. El chavismo también obtuvo múltiples victorias electorales por las mismas vías. Son organizaciones populistas con diferencias periféricas, unos militaristas y los otros no tanto, pero con la demagogia populista como norte en sus coordenadas.
Los delirios de la gran Venezuela y las reservas energéticas más grandes del mundo forman parte del tinglado del clientelismo tropical para matizar un discurso bien tradicional que ha logrado destruir al país. Pérez Alfonzo y Domingo Alberto Rangel lo pronosticaron pero fueron descalificados con el epíteto de "profetas del desastre". Incluso Sofía Imber, a la sazón dirigiendo al Museo de Arte Contemporáneo de Caracas dijo que Pérez Alfonzo debía padecer de problemas mentales. C.A. Pérez y Luis Herrera desdeñaron esas advertencias obnubilados por la renta petrolera. Sin embargo, los resultados están a la vista: estamos en una coyuntura de apremio al no disponer de dinero para afrontar las importaciones en una economía de puertos. El rentismo y el extractivismo nos han sepultado gracias a una élite política históricamente irresponsable.
Se ha atribuido a Rómulo Betancourt la macabra frase "dispara primero y averigua después" en los años sesenta cuando la insurrección de izquierda pretendía derrocarlo. Hay quienes lo niegan, como por ejemplo el historiador Manuel Caballero, pero más allá de su autoría es obvio que durante su gobierno se estableció el mecanismo de los desaparecidos, los "ruleteados", las torturas en los teatros de operaciones en los cuales los uniformados venezolanos aprendieron a materializar las enseñanzas de la Escuela de las Américas violando toda clase de derechos humanos bajo el efugio de la lucha contra el comunismo. El líder socialdemócrata populista tuvo que torear a los militares con tradición golpista en el contexto de la Guerra Fría y para lograr su apoyo acudió a provocar a los partidos comunista y el MIR esencialmente para que se lanzaran a una lucha de guerrillas a todas luces fracasada. El macartismo de los militares venezolanos se impuso ante cualquier otra consideración y Betancourt obtuvo el consenso de ellos.
En los actuales momentos sentimos la reproducción de la represión, tortura y asesinatos por parte de la Guardia Nacional y los grupos facistas denominados colectivos. Son los herederos de la mentalidad maquiavélica betancourista. Por supuesto, los chavistas y los adecos tienen mucho en común: han sido golpistas y electoreros. Los adecos se aliaron en 1945 a una logia militar nazi dirigida por Marcos Pérez Jiménez para derrocar a un heredero del gomecismo moderado como fue Isaías Medina Angarita aunque tres años después fueron desplazados del gobierno por sus socios al defenestrar al novelista Rómulo Gallegos. En ese trienio utilizaron el poder para llegar a los pueblos más recónditos del país y consolidar el partido AD. Los chavistas intentaron un golpe el 4 de febrero de 1992 que fracasó por una pésima ejecución operativa. Los adecos se cansaron de ganar elecciones después de 1959 (59, 63, 73, 83 y 92), fraudulenta o legalmente. El chavismo también obtuvo múltiples victorias electorales por las mismas vías. Son organizaciones populistas con diferencias periféricas, unos militaristas y los otros no tanto, pero con la demagogia populista como norte en sus coordenadas.
Los delirios de la gran Venezuela y las reservas energéticas más grandes del mundo forman parte del tinglado del clientelismo tropical para matizar un discurso bien tradicional que ha logrado destruir al país. Pérez Alfonzo y Domingo Alberto Rangel lo pronosticaron pero fueron descalificados con el epíteto de "profetas del desastre". Incluso Sofía Imber, a la sazón dirigiendo al Museo de Arte Contemporáneo de Caracas dijo que Pérez Alfonzo debía padecer de problemas mentales. C.A. Pérez y Luis Herrera desdeñaron esas advertencias obnubilados por la renta petrolera. Sin embargo, los resultados están a la vista: estamos en una coyuntura de apremio al no disponer de dinero para afrontar las importaciones en una economía de puertos. El rentismo y el extractivismo nos han sepultado gracias a una élite política históricamente irresponsable.
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