Carlos A. Solero
Según lo registran las crónicas de corresponsales y militantes ecologistas sociales, la última Cumbre sobre Cambio Climático que se desarrolló en Varsovia (Polonia) fue un estrepitoso fracaso. No sólo no se logró el objetivo de que los gobiernos de los principales países emisores de gases que provocan el “efecto invernadero” asuman el compromiso de reducir las actividades tóxicas de las grandes industrias, sino que además los analistas prevén que la perspectiva para la próxima reunión, a realizarse en París en el año 2015, no permite abrigar esperanzas al respecto.
En un interesante artículo firmado por Suzanne Goldenberg y publicado por el periódico británico The Guardian afirma que “la crisis del clima del siglo XXI ha sido causada en gran parte sólo por 90 compañías, ya que entre ellas produjeron cerca de dos tercios de las emisiones de gases de efecto invernadero generadas desde el comienzo de la era industrial”. “Las compañías varían desde firmas de propiedad de inversionistas –tan conocidas a nivel global como Chevron, Exxon y BP– hasta empresas de propiedad estatal y bajo control gubernamental”, añade el diario.
Según un informe dado conocer por la revista Climatic Change (Cambio Climático), se estableció que estos emprendimientos capitalistas obtienen sus ganancias por la producción y procesamiento de petróleo, gas y carbón. Es decir, los insumos energéticos de las industrias básicas de la economía actual orientada por lo general al sostenimiento de la producción armamentística.
El climatólogo Richard Heede, estudioso de la cuestión de la contaminación ambiental, señala que “hay miles de productores de petróleo, gas y carbón en todo el mundo, pero los que deciden, los directores ejecutivos, o bien los ministros de las áreas energéticas son una minoría que de ser trasladada por vía terrambienestre podría caber en dos autobuses.” Continúa Goldenberg en su nota del Guardian diciendo que “la mitad de las emisiones tóxicas consideradas fueron producidas sólo en el último cuarto de siglo, mucho más allá de la fecha en la que gobiernos y corporaciones se percataron de que las crecientes emisiones de gases de efecto invernadero por la quema de carbón y petróleo estaban causando peligrosos efectos, que llevan al cambio climático.”
Además, los expertos de la Organización de Naciones Unidas del IPCC advirtieron el pasado mes de setiembre que “de continuar el ritmo actual de emisiones tóxicas el mundo corre peligro de agotar en dos décadas su presupuesto de carbono (cantidad de dióxido de carbono que se podría emitir sin entrar en la zona de peligro), es decir sobre 2 grados centígrados de calentamiento”.
Responsables por su nombre
El informe de S. Goldenberg enumera en su listado las 90 compañías apuntadas, lo que incluye a medio centenar de propiedad de accionistas inversores, principalmente petroleras como Chevron, Exxon, BP y Royal D Shell, productoras de carbón como la Bristish Coal Corp, Peabody Energy y BHP Billiton. Entre las empresas de propiedad estatal hay más de una treintena, entre ellas Saudi Aramco; Gazprom, de la Federación Rusa, y Staoil, de Noruega.
La profesora de Historia de la Ciencia de la Universidad de Harvard Naomi Oreskes aporta un dato insoslayable: “Hay todo tipo de países que han producido una tremenda cantidad de emisiones tóxicas históricas de las que normalmente no se habla. No hablamos habitualmente de México, Polonia o Venezuela. Por lo tanto no se trata sólo de un problema de ricos contra pobres: es también una cuestión de productores contra consumidores y de ricos en recursos contra pobres en recursos.”
El climatólogo Michael Mann –señala por su parte Goldenberg– afirma que la identificación de los principales responsables de la producción de emisiones tóxicas que agreden los ecosistemas permitiría impulsar mayores exigencias de control desde la sociedad civil hacia las fuentes de emisión. Y lo cita: “Ahora aumenta la posibilidad de saber hacia quiénes dirigirse para evitar una futura catástrofe ambiental. (…). No se pueden seguir quemando combustibles fósiles sin que el resto del mundo sepa quiénes son los autores materiales de estos hechos”.
Panorama en la región
También la Argentina padece una crisis socioambiental, como padece crónicamente la crisis de la desigualdad y la exclusión social. Los recursos para acabar con estos flagelos existen pero la concentración de capitales impone el sufrimiento planificado a la mayoría de la población. Propiedad y autoridad, añeja fórmula del capitalismo, raíz de todos los males. Mientras una minoría continúa en su festival de ostentación y despilfarro, muchos habitantes de este territorio perecen en el intento por vivir con dignidad. Años y décadas de autoritarismo. Años y décadas alentando la concentración de capitales, otorgando prebendas a personajes corruptos que traficaron armas y almas. Que dinamitaron ciudades como Río Tercero, inundaron provincias como Santa Fe y luego son premiados con la impunidad judicial y los fueros parlamentarios. En plena vigencia del modelo de monocultivo sojero, la devastación no cesa.
Ahora, emerge el “invento” del biocombustible con las previsibles secuelas de desertificación a corto plazo y contaminación inminente. Mientras los pobladores de diversas provincias resisten a la minería a cielo abierto y luchan contra las industrias tóxicas, en nuestra región se implementan proyectos para potenciar esos proyectos. Desde las altas esferas del poder se pone el lucro por encima de la salud de la población. La corrupción es entronizada aunque esto cueste cientos de vidas, con consecuencias irreversibles.
Frente a todo lo descripto debemos concientizarnos del desafío que enfrentamos y resistir estos proyectos multiformes que atentan contra la vida en sus múltiples manifestaciones. Éste es nuestro imperativo y deber colectivo, tarea que demandará como siempre solidaridad y organización de desde abajo. Somos más, y no podrán con nosotros.
Según lo registran las crónicas de corresponsales y militantes ecologistas sociales, la última Cumbre sobre Cambio Climático que se desarrolló en Varsovia (Polonia) fue un estrepitoso fracaso. No sólo no se logró el objetivo de que los gobiernos de los principales países emisores de gases que provocan el “efecto invernadero” asuman el compromiso de reducir las actividades tóxicas de las grandes industrias, sino que además los analistas prevén que la perspectiva para la próxima reunión, a realizarse en París en el año 2015, no permite abrigar esperanzas al respecto.
En un interesante artículo firmado por Suzanne Goldenberg y publicado por el periódico británico The Guardian afirma que “la crisis del clima del siglo XXI ha sido causada en gran parte sólo por 90 compañías, ya que entre ellas produjeron cerca de dos tercios de las emisiones de gases de efecto invernadero generadas desde el comienzo de la era industrial”. “Las compañías varían desde firmas de propiedad de inversionistas –tan conocidas a nivel global como Chevron, Exxon y BP– hasta empresas de propiedad estatal y bajo control gubernamental”, añade el diario.
Según un informe dado conocer por la revista Climatic Change (Cambio Climático), se estableció que estos emprendimientos capitalistas obtienen sus ganancias por la producción y procesamiento de petróleo, gas y carbón. Es decir, los insumos energéticos de las industrias básicas de la economía actual orientada por lo general al sostenimiento de la producción armamentística.
El climatólogo Richard Heede, estudioso de la cuestión de la contaminación ambiental, señala que “hay miles de productores de petróleo, gas y carbón en todo el mundo, pero los que deciden, los directores ejecutivos, o bien los ministros de las áreas energéticas son una minoría que de ser trasladada por vía terrambienestre podría caber en dos autobuses.” Continúa Goldenberg en su nota del Guardian diciendo que “la mitad de las emisiones tóxicas consideradas fueron producidas sólo en el último cuarto de siglo, mucho más allá de la fecha en la que gobiernos y corporaciones se percataron de que las crecientes emisiones de gases de efecto invernadero por la quema de carbón y petróleo estaban causando peligrosos efectos, que llevan al cambio climático.”
Además, los expertos de la Organización de Naciones Unidas del IPCC advirtieron el pasado mes de setiembre que “de continuar el ritmo actual de emisiones tóxicas el mundo corre peligro de agotar en dos décadas su presupuesto de carbono (cantidad de dióxido de carbono que se podría emitir sin entrar en la zona de peligro), es decir sobre 2 grados centígrados de calentamiento”.
Responsables por su nombre
El informe de S. Goldenberg enumera en su listado las 90 compañías apuntadas, lo que incluye a medio centenar de propiedad de accionistas inversores, principalmente petroleras como Chevron, Exxon, BP y Royal D Shell, productoras de carbón como la Bristish Coal Corp, Peabody Energy y BHP Billiton. Entre las empresas de propiedad estatal hay más de una treintena, entre ellas Saudi Aramco; Gazprom, de la Federación Rusa, y Staoil, de Noruega.
La profesora de Historia de la Ciencia de la Universidad de Harvard Naomi Oreskes aporta un dato insoslayable: “Hay todo tipo de países que han producido una tremenda cantidad de emisiones tóxicas históricas de las que normalmente no se habla. No hablamos habitualmente de México, Polonia o Venezuela. Por lo tanto no se trata sólo de un problema de ricos contra pobres: es también una cuestión de productores contra consumidores y de ricos en recursos contra pobres en recursos.”
El climatólogo Michael Mann –señala por su parte Goldenberg– afirma que la identificación de los principales responsables de la producción de emisiones tóxicas que agreden los ecosistemas permitiría impulsar mayores exigencias de control desde la sociedad civil hacia las fuentes de emisión. Y lo cita: “Ahora aumenta la posibilidad de saber hacia quiénes dirigirse para evitar una futura catástrofe ambiental. (…). No se pueden seguir quemando combustibles fósiles sin que el resto del mundo sepa quiénes son los autores materiales de estos hechos”.
Panorama en la región
También la Argentina padece una crisis socioambiental, como padece crónicamente la crisis de la desigualdad y la exclusión social. Los recursos para acabar con estos flagelos existen pero la concentración de capitales impone el sufrimiento planificado a la mayoría de la población. Propiedad y autoridad, añeja fórmula del capitalismo, raíz de todos los males. Mientras una minoría continúa en su festival de ostentación y despilfarro, muchos habitantes de este territorio perecen en el intento por vivir con dignidad. Años y décadas de autoritarismo. Años y décadas alentando la concentración de capitales, otorgando prebendas a personajes corruptos que traficaron armas y almas. Que dinamitaron ciudades como Río Tercero, inundaron provincias como Santa Fe y luego son premiados con la impunidad judicial y los fueros parlamentarios. En plena vigencia del modelo de monocultivo sojero, la devastación no cesa.
Ahora, emerge el “invento” del biocombustible con las previsibles secuelas de desertificación a corto plazo y contaminación inminente. Mientras los pobladores de diversas provincias resisten a la minería a cielo abierto y luchan contra las industrias tóxicas, en nuestra región se implementan proyectos para potenciar esos proyectos. Desde las altas esferas del poder se pone el lucro por encima de la salud de la población. La corrupción es entronizada aunque esto cueste cientos de vidas, con consecuencias irreversibles.
Frente a todo lo descripto debemos concientizarnos del desafío que enfrentamos y resistir estos proyectos multiformes que atentan contra la vida en sus múltiples manifestaciones. Éste es nuestro imperativo y deber colectivo, tarea que demandará como siempre solidaridad y organización de desde abajo. Somos más, y no podrán con nosotros.
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