Por Joaquín Peón Iñiguez en revistareplicante.com
Harían bien los seguidores de esta banda reguetonera y sus
entusiastas comentaristas en leer con calma las razones que esgrime el autor
para hacer ver la falsedad de la rebeldía de Residente y sus músicos.
Antes de proceder contra Calle 13 quisiera hacer tres
advertencias:
1) Mi problema no es con la gente que disfruta bailar
reggaeton o haya descargado alguna canción del grupo puertorriqueño, sino con
todos los que argumentan que Residente es un gran letrista, un artista fuera de
serie, o peor aún, portavoz y bailarín de un pensamiento político rebelde.
2) En más de una ocasión me refiero al público que sigue a
Calle 13, estoy seguro de que existen excepciones, no necesitan recordármelo.
3) Doy por sentado que tocan reggaeton, no estoy dispuesto a
discutir lo contrario.
Ahora sí, una revancha mínima por todas las ocasiones en que
me he sorprendido escuchándolos en contra de mi voluntad.
Cada quien se irá transformando en su propio personaje
El hombre no tiene memoria, pero hace apenas una década
existió otro músico que vendió millones de discos en todo el mundo, también
rapeaba más de lo que cantaba, fue mediatizado como irreverente y provocador,
se le reconocía como un letrista original, se disfrazaba en sus videos, usaba
recursos humorísticos, era el chico malo consentido de MTV, compartía la misma
y desconcertante afición por las camisetas sin mangas. Residente fue creado a
imagen y semejanza de Eminem. Ambos pertenecen a una tradición que posiblemente
comenzó con Elvis, sobrevive hasta nuestros días y se ha sabido moldear a las
distintas épocas. El espectáculo mediático, en cualquiera de sus esferas, ya
tiene roles asignados, están en perene casting para llenarlos, la vertiginosidad
de nuestros tiempos lo demanda. Huyssens habló de la mass media como máquinas
de producir presente. Posmodernidad y remake. Por su neurosis informativa, los
medios mercadean estereotipos, no hay tiempo para construir narrativas o
personajes complejos. A principios del siglo XXI se requieren, por ejemplo, la
princesa pop virginal, el baladista maduro para las mujeres maduras, de la
misma forma en que se necesita un diputable en representación del gremio o el
enemigo infiltrado entre los titulares de la selección mexicana y claro: un
rebelde de juguete, la figurilla de acción de la industria musical.
A pesar de ello, considero que Eminem es un artista superior
y encarna mejor la figura del rebelde que ambos proyectan. El verdadero nombre
del estadounidense es Marshall Bruce Mathers III, creció en un suburbio de
Detroit, por algunos años en casa rodante, educado solamente por su alcohólica
madre y su querido tío que lo introdujo al hip hop antes de suicidarse, fue
víctima de severo bullying en la escuela, entre una turbamulta de
afroamericanos logró destacar en las batallas de rap, consiguió un contrato
para grabar y de un día a otro era millonario, protagonizaba los titulares de
los diarios.
El verdadero nombre de Residente es René Pérez Joglar, hijo
de un conocido abogado y una actriz, perteneciente a la clase media
puertorriqueña, cursó un bachillerato en artes, viajó a Georgia y Barcelona
para continuar su estudios en cine y edición de audio, una crítica favorecedora
en Time Magazine catapultó a Calle 13 a la cima, llenó su estantería de
Grammys.
Por supuesto, sus biografías no los validan ni desacreditan
por sí mismas, pero son importantes para entender lo que representan como
figuras rebeldes mediáticas. Las letras de Eminem son de explícita violencia,
habla de matar a su esposa, del odio a su madre, sus problemas con las drogas,
emprendió una cruzada sanguinaria contra la cultura pop y la industria de la
música. Tras unos cuantos días estudiando sus letras, me queda claro que no se
considera una autoridad moral, sino el resultado de una normalidad violenta
como la de millones, siente tanto asco por el mundo como por sí mismo. Su
rebeldía es auténtica porque emerge del lado más oscuro de la conciencia de una
época, se destroza en cada verso que escribe, dejó un valioso testimonio sobre
los daños que sufre un individuo crecido en un ambiente violento. Su personaje
halló en el rap el vehículo natural de expresión para su pensamiento.
Por otro lado, Calle 13 no puede acreditar su rebeldía en
sus canciones, por lo tanto necesita construir su personaje mediante el abuso
de la autorreferencialidad, él mismo se nombra obsceno, inmoral, el máximo
exponente del pecado…
Soy rebelde
como un monaguillo en la iglesia
fumando cigarrillo
sin que la monja se lo sospeche
soy rebelde
como una vaca que no quiere dar leche.
Así su rebeldía, así los que se la crean. Basta echar un
vistazo a la prensa que recibe el grupo para entender el porqué de cómo se le
percibe socialmente, titulares como “Revolución” o “La voz rebelde de
Latinoamérica”, o preguntas sobre cómo puede tener un pensamiento tan radical o
cómo le hizo para ser aceptado por las élites intelectuales del continente. Sí,
bueno, jmmm, ¡achú!
La estrategia de los puertorriqueños es atentar contra lo
que teóricamente está prohibido, a pesar de que convivimos a diario con ello.
Por ejemplo su tratamiento del sexo, tan escandaloso para muchos, es muy light
comparado con lo que cualquier hombre en edad de masturbar ve cada semana en
internet. Le apuesta a la doble moral, a través del escándalo frívolo legitima
aquel prohibido que en realidad es aquel normal, entonces las señoritas
obtienen su dosis de pecado y luego se sienten culpables después de follar.
Su vía de expresión, a diferencia del rap, nació como un
producto comercial. Anarquía artificial, defensor de todas las causas, por
momentos su figura pública parece un tríptico del Instituto de la Juventud. Su
pensamiento encarcelado en la forma del reggaeton. Me atrevería a decir que se
trata de un conservador en la medida en que sus canciones se construyen a
partir antivalores de todos los días como ignorancia o machismo. Es otro
anuncio de telemarketing.
Camus advierte: “En arte, la rebelión termina y se perpetúa
en la verdadera creación, no en la crítica o el comentario”. La rebeldía
artística en la posmodernidad sólo puede existir si nace de la inteligencia y
el riesgo, concilia lo íntimo y lo universal, edifica otros universos cerrados
y verosímiles, atraviesa el tiempo como una bala que nunca reducirá la
velocidad.
La rebeldía se ha vuelto un elemento sustancial del
espectáculo. Al menos Eminem tuvo la decencia de reconocerlo. “I am whatever
you say I am. If I wasn’t, then why would I say I am?”
Poética y corrección de estilo
Los que huelen a meados de viejito,
a esos son los que yo resucito
y les devuelvo el apetito
con un poquito de pornografía.
Mujer tú eres toda una geometría,
tú tienes el pudín como me gusta,
estirao con estrías
como de repostería,
con la falda corta
al estilo de Miami,
enseñando la mitad del salami.
Aquí te traigo juguito yambinga,
coño zapatea que tú no eres gringa,
yo te sacudo como un estornudo,
te pongo a vomitar el desayuno,
te enseño mi lenguaje hombruno
y con él te vacuno
—“Cumbia de los aburridos”
Poética de la ocurrencia, versificación del inventario.
Salta de un campo semántico a otro como si se tratara de cambiarse los
calcetines. Debe hacerse el protagonista cada línea. Encabalgamiento de versos
vacíos. Cuando la fragmentación no se utiliza para crear una visión unitaria o
integradora del mundo es un recurso holgazán. Un lenguaje legitima al otro, así
que se vale de modismos, barbarismos, argot urbano, insultos y algunas
provocaciones gratuitas para crear un show efectista. Su música fue hecha para
el presente, sus referencias poperas se irán deslavando porque aluden a la
inmediatez. Como el atún y otros productos enlatados, Calle 13 viene con fecha
de caducidad.
Aunque no fuera de mi gusto “Atrévete te” me pareció en su
momento fresca e ingeniosa, su mezcla de spanglish, construcciones absurdas y
referencias pop sonaban distinto, pero jamás pensé que harían toda una
discografía multiplatino, multimillonaria, con base en la rima fácil.
En repetidas ocasiones Residente demuestra que además de
talento le hace falta un diccionario. Me pregunto si cuando dice “eres pura
geometría” se refiere a que es poligonal, cúbica o lineal. Elegí ese ejemplo
del epígrafe, pero hay decenas más; si esos sesgos de información,
construcciones estilísticas no se le perdonan a un joven escritor cuando
publica un libro, no entiendo por qué aplaudírselas a un normalón que encabeza
las listas de best sellers.
En su éxito con Café Tacuba nombra cualquier
persona-animal-cosa que se le ocurra para rematar el estribillo e integrarlo al
“aisevá” con un “no hay nadie como tú amor” en el coro. La dificultad creativa
de esa canción es proporcional a la que se requiere para hacer la lista del
súper. Prefiero ser un intolerante, mamón, cascarrabias, raboverde, quejumbroso
y arrugado que suponer una inteligencia privilegiada se esconde detrás de
versos como “Hay personas gordas, medianas y flacas,/ caballos, gallinas,
ovejas y vacas”. He visto a los Teletubbies rapear mejor que eso.
Narrativa de estereotipos
Rompe varias reglas elementales para cualquier narrador. El
mayor problema es que la construcción de sus personajes, ambientes, hechos, su
lectura del mundo en general se fundamenta en estereotipos. Penosamente,
acredita las creencias de sus seguidores en lugar de confrontarlos con alguna
otredad. Tiene que dar su opinión sobre todo, lo cual se vuelve muy incómodo.
Peca de cursi y juicioso. Por momentos es moralista, por no decir mesiánico. Le
pone demasiado peso a la frase por encima del todo, es discontinuo e inconexo.
Sobrestima sus propias obsesiones por encima de las de sus personajes, les mete
el pie, no los deja caminar.
La industria de la fiesta
Con base en sobreproducción en estudio, grupos como ellos o
los Black Eyed Peas contribuyen a establecer la fiesta como un templo
artificial que cumple para muchos la función que para un buen cristiano ir a
misa los domingos. Su utilidad para construirnos como individuos o desarrollar
un pensamiento independiente es más o menos la misma.
Se trata de una auténtica distopía: la industria de la
música sometida ante la industria de la fiesta. Punchispunchis, basta echar un
vistazo a las listas de canciones más escuchadas para percatarse de que el
público mayormente busca un ritmo pegajoso para bailar la noche de un sábado.
Es un producto cultural que no te compromete a empatizar con él, a mimetizarte
con la obra, sino a escucharlo de fondo. La música, sea arte o entretenimiento,
tiene más poder que cualquier otra expresión creativa. Calle 13, al igual que
tantos otros grupos del aparato comercial, sirve para fijar valores y ninguno
más sobrevalorado que su visión de lo divertido. La fiesta es un simulacro de
lo extraordinario, se ha vuelto parte de nuestra normalidad: estar sentando en
la barra mientras se calienta la cerveza es casi tan emocionante como lavar los
platos. No hay que menospreciar, valga la calamidad de la época, hasta qué
punto uno es lo que consume.
Hay temas que no le pertenecen a la fiesta, la forma y el
fondo deben fundirse, insisto: resulta imposible considerando que se trata de
un ritmo que fue creado para acompañar con Bacardí, bailar en un espacio donde
ni siquiera puedas escuchar tus pensamientos y tentativamente recibir tremenda
untada de camarón de algún cholo con mostacho cantinflero. A base de
sobreproducción en estudio, grupos como ellos o los Black Eyed Peas contribuyen
a establecer la fiesta como un templo artificial que cumple para muchos la
función que para un buen cristiano ir a misa los domingos. Su utilidad para
construirnos como individuos o desarrollar un pensamiento independiente es más
o menos la misma. El deseo es un producto de consumo.
La industria del amor
Por ti yo hago lo que sea
peleo contra 300 ninjas en Corea
por ti pesco 500 delfines
y cruzo la cordillera de los Andes en patines
—“Electro movimiento”
La palabra amor en el pop no vale ni un penique, aunque pesa
una tonelada. La industria musical, cual loop del Vaticano, lo ha difundido
como el valor primigenio del hombre, el que lo hará ser justo, libre, empático,
aunque principalmente ha conseguido hacerlo cínico, manipulador, perezoso y
egocéntrico. Ama y fiestea, teme a tu soledad. El amor es la ilusión más
verosímil.
No es gracioso o no entendí
La parodia de la parodia de la parodia no es graciosa. Como
nada de lo que hace es serio, para sus fanáticos no puede ser atacado en serio,
sólo defendido. Su humor es más escatológico que irónico, payaso que
sarcástico, ridículo que absurdo, ingenuo que ingenioso, technicolor que negro.
“Lo cómico, para producir todo su efecto, exige como una anestesia momentánea
del corazón. Se dirige a la inteligencia pura”. Lamentablemente los
puertorriqueños carecen de esa jiribilla mental que señala Henri Bergson. En
resumen: se trata un mal chiste que nunca entendí.
Políticamente correctos
Calle 13 es políticamente correcto, es decir: prejuicioso,
maniqueísta, ignorante, artificial, patriotero y guadalupano.
Tómese como evidencia este retrato cursi y exotista del
migrante.
En tu sonrisa yo veo una guerrilla,
una aventura, un movimiento.
Tu lenguaje, tu acento.
Yo quiero descubrir lo que ya estaba descubierto.
Ser un emigrante, ése es mi deporte.
Hoy me voy pal’ norte sin pasaporte,
sin transporte,
a pie, con las patas.
Pero no importa este hombre se hidrata
con lo que retratan mis pupilas.
Los migrantes sufren toda clase de abusos (inclusive por
parte de mexicanos), y dudo que consideren lo suyo un deporte. También supongo
que tienen piernas y no patas, están más preocupados por ganar el pan que en la
guerrilla, y me queda claro que el asunto importa y definitivamente los mojados
no se hidratan con lo que retratan las pupilas de Calle 13. Me pregunto si le
interesa más la problemática migratoria por su trascendencia sociopolítica o
porque nada se cotiza más en el mercado que el efímero presente.
El mensaje político que transmiten es el mismo que se puede
escuchar en cualquier peluquería. Le añaden algunas groserías más, le meten
sazón en el estudio y engañan a cientos de miles de jóvenes “alternativos”
haciéndoles creer que tienen conciencia de la realidad política porque:
a) Están convencidos de que existe un sistema y se trata del
principal enemigo. ¿Dónde comienza y termina ese sistema? ¿En qué consiste?
¿Quiénes lo controlan? ¿Con qué propósitos, medios, estrategias? ¿Cuáles son
sus mecanismos? ¿Dónde puedo consultar su organigrama? ¿Son una célula
maquieavélica o una organización civil?
b) La culpa siempre puede ser de Estados Unidos, no hay
necesidad de matizarlo, encarnan el mal y no cabe duda de que esconden los
cuarteles del sistema.
c) “Inches polítikos me cai que son una miarda, sólo kieren
jodernos y kreo que devieran meterlos a todos al vote por pendejos”.
d) Sólo una revolución podrá salvarnos del sistema, los
políticos y Estados Unidos. ¿Cuál revolución? No sé, habrá que preguntarles a
los caudillos del reggaeton.
¿Quién hubiera dicho que José Martí sería la figura más
influyente en la letrística latinoamericana del siglo XX e inclusive de
principios del XXI? ¿Y quién hubiese predicho que para colmo no lo sería por su
visión poética, sino por su proyecto ideológico? ¿Y quién en su insano juicio
hubiese adivinado que el aparato musical permitiría que la faramalla y el
perreo tuvieran más difusión en unas semanas que la obra del pensador latinoamericano
en una vida?
A la medida de MTV
Desde que la música llegó a la televisión y en la medida en
que otros formatos se han consolidado, ha tenido que mutar en un espectáculo
que integra elementos teatrales y multimedia. Gracias a ello presenciamos el gran
muro de Pink Floyd, la trayectoria camaleónica de Bowie, las alucinaciones de
Génesis y Roxy Music, los videos de Michael Jackson y los visuales de Daft
Punk.
De nuevo fue un formato comercial, el videoclip, lo que
comprometió esta vena de la música. Cuando la gente perdió el interés y los
ratings de MTV cayeron en picada vino el internet a salvarlos, sólo que ahora
compiten con un mundo virtual que sólo conoce el aquí y el ahora, cualquiera
cierra o cambia de pestaña cuando guste, así que necesitan ridiculizarse más y
por eso casos tan lamentables como el de los puertorriqueños o la señorita
Gaga.
Veo sus videos y queda claro que si fuera buen músico no
tendría que ser un entretenedor, un payasito tatuado cuya empresa musical
demanda que siempre deba llamar la atención sin importar si tiene algo que
aportar. ¿Pueden nombrar algún gran músico del siglo pasado que se degradara a
sí mismo de tal forma? Calle 13 se sostiene gracias a YouTube.
Todo un caballero
Calle 13 es políticamente correcto, es decir: prejuicioso,
maniqueísta, ignorante, artificial, patriotero y guadalupano.
Después de escucharlos largas horas diría que la
representación que hace Calle 13 de la mujer es la de una máquina mamadora y
tragasemen, tetona y escotada, con unas nalgotas para nalguear. Curioso que sus
feligreses lo defiendan diciendo que se trata de una parodia del reggaeton,
género que se caracteriza por el contenido machista de sus letras. De nuevo, se
engañan si creen que el aparato pop no influye en cómo experimentamos nuestra
sexualidad o percibimos al otro género. Me encantaría ver qué harían sus
fanáticas si una noche cualquiera en cualquier bar un feo con suerte o una
sonrisa colgate se les acerca bailando reggaeton y les recita al oído:
Yo sé que tú quieres chuparme las quenepas,
aunque no sean de Ponce.
No importa que no sean ni de oro,
ni de plata, ni de bronce,
lo que sé es que te gusta el roce,
también sé que te gusta mi elefante como tose.
La industria de la música
¿Buscan rebeldes en la música? Encuentren a Dylan, Zappa y
Davis, tres figuras que se resistieron a ser caricaturizadas por los medios, se
escabulleron de cualquier definición. El primero lo hizo abandonando el folk,
el género con el que había cautivado infinidad de fanáticos en el mundo para
mudarse al rock, recibió suficientes críticas y abucheos para llenar varias
veces el Estadio Azteca. Zappa es el músico rebelde por definición, tanto que
inclusive se mantuvo sobrio en el apogeo del hippismo, parodió a los Beatles,
luchó incansablemente contra la industria de la música y siempre sonó
absolutamente original. Finalmente Miles, tenía más heterónimos que Pessoa, se
reinventó a sí y al jazz en repetidas ocasiones, en álbumes tan radicalmente
distintos, infinitos y complejos como podrían serlo Kind of blue, Bitches Brew
y Sketches of Spain. Son comparaciones descabelladas, pero me interesa porque
se trata de tres artistas cuya música demanda ser escuchada atentamente y hasta
el fondo para ser comprendida, no se adhirieron a la forma de moda en el
mercado, sino que se inventaron una propia que les permitiera expresar su
espíritu.
Ahora que desaparecieron los cassetes y asumiendo que al CD
no le quedará tanta vida, la música comercial se nutrirá aún más de la inmediatez,
dejarán de producir discos para lanzar sencillos de acuerdo con la ocasión.
Si me preguntan, el punto de quiebre fue cuando Elvis se
vendió a los casinos de Las Vegas. La rebeldía llegó al supermercado. La
industria musical se volvió un aparato de control que atenta contra nuestra
voluntad de ser.
Vivimos un momento definitorio. Por un lado, las disqueras
lanzarán cientos de miles de discos de sus elegidos, los harán sonar en antros
y estaciones de radio, les conseguirán boleto para los principales festivales,
realizarán espectaculares videoclips, se mantendrán cerca de sus fanáticos
mediante Twitter. Por otro, el internet democratizó los contenidos, pueden
tener el disco que quieran con un clic. Sea cuál sea la virtud que encuentren
en la música de Calle 13, pueden hallarla en versión mejorada en otros autores.
Cualquier época, procedencia, ritmo, la Musiteca de Babel, una auténtica
maravilla del hombre a su alcance, sin moverse de su silla favorita. Todos
somos consumidores, pero cada quién puede elegir cómo serlo y en cierta medida
elegir al mismo tiempo lo que son y desean ser. Por lo menos hay que conocer lo
otro, no seguir la fila al circo, para poder en verdad elegir.
Si me preguntan, el punto de quiebre fue cuando Elvis se
vendió a los casinos de Las Vegas. La rebeldía llegó al supermercado. La
industria musical se volvió un aparato de control que atenta contra nuestra
voluntad de ser.
Residente se confiesan en sus propios términos:
Baterista de pequeño, rapero cuando adulto,
por eso riman a tiempo todos mis insultos.
A las mentalidades prehistóricas
las capturo con groserías luego las mato con retórica.
Los problemas no se dan por sentado
y más cuando hay abuso de parte del estado.
Sería muy fácil para mí escribir un bolero
o hacer un video rapeando encima de un velero
con mujeres en pelotas acariciándome los huevos,
sacrificar mis ideales pa’ venderte un disco nuevo…
Guy Debord lo escribe en mejores palabras. Esta cita
lapidaria aparece en La sociedad del espectáculo y contiene la esencia de lo
que he intentado expresar:
La alienación del espectador en beneficio del objeto
contemplado (que es el resultado de su propia actividad inconsciente) se
expresa así: cuanto más contempla, menos vive, cuanto más acepta reconocerse en
las imágenes dominantes de necesidad, menos comprende su propia existencia y
sus propios deseos. La exterioridad del espectáculo respecto del hombre activo
se manifesta en que sus propios gestos ya no le pertenecen a él, sino a otro
que lo representa. Es por eso que el espectador no se siente en su sitio en
ninguna parte, porque el espectáculo está en todas.
Sin darnos cuenta firmamos un pacto social con la industria
de la música. Ante las crisis patrióticas tras las guerras, confundidos en el
apogeo de la posmodernidad, nos ofrecieron refugio, identidades empaquetadas y
lo tomamos porque era lo más fácil. Ah, maldita costumbre. Urgencia por
pertenecer, por no quedarse solos, en los huesos y en posición fetal. Entonces
existen punketos, metaleros, devotos de Cerati, ravers, creyentes de Silvio,
indies, emos e infinidad de especímenes cuyo estilo de vida se define en buena
medida por la música que consumen. Nos veo en la calle con audífonos, llenando
cualquier escenario para concierto, descargando un torrent, cantando en el
coche, bailando toda la noche en la discoteca…
La música es una dictadura perfecta.
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