María Peña
Tengo un
compadre que nunca se ha metido en política. A veces critica algunas cosas que
no le gustan del gobierno, a veces apoya otras. Hace su cola tempranito en el
Mercal, o en el Bicentenario, o en alguna feria de juguetes o útiles escolares
tranquilo y sin nervios. Nunca se había quejado de este tipo de eventos
realizados por el gobierno. Hasta el pasado domingo 13 de octubre.
Alguien le
avisó que el capitán de la Vinotinto Juan Arango daría una “clínica deportiva”
gratuita en el parque del Este. Contento, le dijo a su hijo de 9 años que lo
llevaría a jugar con “Arangol” el domingo, y este más contento se puso todavía.
Ese día se paró tempranito, se puso su franela vinotinto y no dejaba de comentar
con sus hermanas los goles más brillantes del jugador venezolano. Los dos
llegaron al Parque temprano, y se encontraron con más de 100 niños que ya
estaban allí, casi todos de equipos infantiles de futbol de Caracas. El
compadre se les arrimó, no fuera a ser que a su muchacho lo sacaran de la práctica
por no pertenecer a uno de ellos. Un rato estuvieron esperando, hasta que llegó
Juan Arango.
El jugador
llegó acompañado de una comitiva encabezada por Ernesto Villegas y el Potro
Alvarez. Ambos dieron un discurso, donde prometieron de todo, incluyendo que
Caracas sería la capital nacional del deporte. Después habló Arango, menos
tiempo, sobre la importancia de la promoción de las actividades deportivas. Firmó
5 balones que los candidatos lanzaron a la gente. Algunos se lanzaron detrás de
las pelotas. Y acto seguido se fueron. Así como lo leen. De “clínica deportiva”
nada. Todo fue un acto de campaña electoral. El compadre volvió como plancha de
chino de la arrechera. No me quiero imaginar la cara de su chamo.
Razón tenía
el viejo Domingo Alberto: Estos chavistas son adecos con boina roja.
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