Un debate público de 13 personas provocó una amenaza de la policía cubana. |
Isbel Díaz Torres
Este sábado 05 de octubre fui citado a la Estación Policial de 23 y C, en el Vedado, donde un agente del Ministerio del Interior me amenazó con tomar represalias contra mí y mis compañeros de la Red Observatorio Crítico, si debatíamos públicamente el Anteproyecto de Código de Trabajo.
Omar (así se llama el policía) fue explícito al decir que no
vacilará en hacer uso de la fuerza para impedir que se repita algo como lo
sucedido el pasado domingo 29 de septiembre, cuando unas 13 personas debatimos
el documento en el popular parque El Curita.
Aunque el Partido Comunista y la Central de Trabajadores de
Cuba han llamado a este debate, Omar decidió que tal cosa solo puede hacerse en
los centros de trabajo, bajo la égida de las administraciones y sus fieles
secciones sindicales; y para colmos, este policía parece disponer de las
estructuras de poder para hacer cumplir sus deseos.
Según Omar, nuestro encuentro en el parque es un delito que
no volverán a permitir. Dice él que violamos la Ley de Asociaciones. Una
integrante del OC acaba de revisar esa Ley, y no encontró tipificado en ella
ningún delito semejante a sentarse en un parque y conversar.
No obstante, Omar profirió la amenaza de enviar un
patrullero a mi centro de trabajo y sacarme de allí esposado frente a mis
compañeros, en caso de que desoyéramos su mandato.
Un agente que lo acompañaba (de unos ojos azules bellísimos,
por cierto) también me advirtió que no permitirían ninguna actividad
contrarrevolucionaria, a lo cual respondí que yo me sentía más revolucionario y
más de izquierda que ellos.
Aunque Omar me concedió la libertad de reconocerme como
“revolucionario”, está claro que estábamos hablando de dos conceptos de
revolución diferentes: el de ellos relacionado con la conservación acrítica del
status quo, y el mío con el afán de desenajenar y socializar la capacidad de
autogestión popular.
A mi salida, Omar retuvo a mi compañero Jimmy Roque, quien
no había sido citado oficialmente a la estación, y le profirió las mismas
amenazas de represión violenta.
Lo cierto es que el ultimátum ha sido dado. Puede ser un
bluffing, de esos que ellos acostumbran, pero pudiera no serlo. Sería más
vergüenza añadida al ya vergonzoso e ilegal tratamiento que la policía política
cubana ofrece a los disidentes de la derecha.
Ahora también cargarán con los socialistas críticos. Supongo
que pronto se sentirán felices, en paz, cuando en silencio tengan para sí todo
el poder, y logren imponer un inédito capitalismo “revolucionario” a la cubana,
bien custodiado por sus escopetas.
Mientras ello no suceda estaré acá, con mis utopías, con mis
compañeros, trabajando en los barrios, limpiando el malecón, sembrando árboles,
denunciando las violaciones de los poderosos, solidarizándome con sus víctimas,
haciendo poesía, y a mi modo, construyendo otro socialismo.
Agradezco a los compañeros que desde Europa, América Latina y EE.UU. que llamaron para mantenerse al tanto de lo que sucedía, y también a quienes aquí me acompañaron en esa agitada mañana sabatina.
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