El 7 de marzo de 1.921 comenzaron a caer obuses sobre Kronstadt,
ciudad que Trotsky había bautizado como “el orgullo y la gloria de la
Revolución Rusa”. El ataque artillero preparaba el asalto de más de 50.000
soldados que el gobierno bolchevique había concentrado en Petrogrado para
ahogar en sangre la según los bolcheviques “traición, urdida por zaristas,
espías franceses y dinero finlandés”.
¿Qué era Kronstandt?
Una ciudad fortificada y base naval, mandada construir por
el zar Pedro el Grande en el siglo XVIII y en la isla Kotlin, en el golfo de
Finlandia. Defendía el acceso a Petrogrado, situada a 30 kilómetros, y a la
parte norte del país. Era el núcleo de la flota rusa del mar Báltico, la más
numerosa e importante. Rodeada de fuertes secundarios y baterías navales se
comunicaba en invierno mediante caminos trazados sobre la gruesa capa de hielo
que recubría el golfo. La construcción más emblemática de la ciudad era la
Plaza del Ancla, preparada para desfiles militares y más tarde utilizada para
inmensas asambleas, capaz de albergar 30.000 personas, casi el total de la
población en los momentos que nos ocupa. Estaba habitada por los marineros de
la flota del Báltico, residentes en grandes cuarteles; por los soldados de la
guarnición, mayormente artilleros; por varios miles de obreros de los arsenales
e industrias auxiliares y por funcionarios, comerciantes, artesanos y sus
respectivas familias.
Tradicionalmente los marinos se reclutaban entre los obreros
más calificados, los más políticamente avanzados. Además tenían facilidad para
conocer otros países y la diferencia entre sus regímenes y la brutal opresión
de la monarquía zarista, podían establecer contactos con las ideas y programas
de grupos políticos exteriores y rusos emigrados y además podían hacer
circular, pese a la severa disciplina y vigilancia, literatura prohibida en su
país. Por otra parte les contagiaba la proximidad de San Petersburgo, luego
Petrogrado, donde la vida política e intelectual era intensa y la actividad de
grupos revolucionarios se desarrollaba entre los obreros y los numerosos estudiantes
universitarios provocando manifestaciones y tumultos periódicos.
La concienciación y compromiso de los marineros de Kronstadt
se evidenció en las serias revueltas de 1.905, 1.906 y 1.910, duramente
reprimidas, y sobre todo en la revolución de 1.917. Los grupos bolcheviques,
socialistas revolucionarios, anarquistas, maximalistas y sindicalistas, bien
organizados, ejercían una profunda influencia en la población y la energía
desatada situó a Kronstadt en la vanguardia de la revolución, ayudando a los bolcheviques
a tomar el poder y a merecer toda clase de elogios por parte de los nuevos
dirigentes.
El contexto general
A comienzos de 1.921 se podía dar por terminada la guerra
civil . Los ejércitos blancos habían sido derrotados, el gobierno menchevique
de Georgia estaba sometido y los últimos restos de las milicias anarquistas
ucranianas se batían a la desesperada, con su líder, Néstor Makhno, herido y
acorralado. Sin embargo, una profunda crisis económica se extendía por el país;
las comunicaciones no se restablecían adecuadamente, la industria estaba
paralizada y la producción agrícola había disminuído drásticamente.
Durante la guerra el gobierno bolchevique había impulsado
una política económica de férreo control estatal, el llamado Comunismo de
Guerra. La vida pública estaba prácticamente militarizada y sometida a todo
tipo de controles y en los aspectos económicos este control era asfixiante. Los
instrumentos principales de esta política eran los zagraaditelnye otriady,
destacamentos armados que efectuaban las requisas y confiscaciones, muchas
veces verdaderos expolios, a los campesinos y que rodeaban las ciudades para
evitar el comercio no controlado, sus actuaciones eran a menudo brutales y
arbitrarias; además se había organizado una eficaz policía política para
aterrorizar a los disidentes y descontentos, la Cheka, que no dudaba ante el
asesinato y la tortura. La situación del campesinado era similar a la
esclavitud feudal zarista, sobre todo en las granjas estatales, los Kolzsjos;
los obreros industriales estaban obligados a jornadas de trabajo extenuantes,
dada la caída en picado de sus salarios, que sin embargo no les procuraban
medios suficientes de subsistencia. Los sindicatos también estaban controlados
y las protestas eran reprimidas como actos de traición. Con el final de la
guerra cabría esperar el cambio de esta política, pero esto no se produjo. Los
disturbios y las huelgas se extendían espontáneamente por las principales
ciudades, sobre todo Moscú y Petrogrado en demanda de mejoras económicas y de
la vuelta de las libertades conseguidas al comienzo de la revolución. La
respuesta del gobierno bolchevique fue el envío y despliegue de tropas,
liberadas por el cese de los combates, y carta blanca para la actuación de la
cheka, como ocurrió en Petrogrado.
La actitud de Kronstadt
Kronstadt ya había tenido fricciones con el gobierno
bolchevique. Fue de las primeras ciudades en nombrar su soviet, su propia
milicia y sus comités populares para organizar autónomamente la vida en los
barcos, las fábricas, la distribución de alimentos, el aprovechamiento agrícola
de las tierras circundantes… El eje sobre el que giraba la sociedad kronstiana
era la Plaza del Ancla, sede de multitudinarias y activas asambleas. La
burocracia centralizada orquestada por el nuevo poder chocó con este sistema de
vida, la firma del tratado de Brest-Litovsk, entre Lenin y el gobierno alemán,
que significaba la renuncia a la extensión de la revolución, irritó a la
población. Los marinos vieron además catastrófica la reorganización militar
decretada por Trotsky para poner en pie el Ejército Rojo y que abolía el poder
de las asambleas en los barcos y reinstauraba la disciplina y jerarquía
anteriores, precisamente la revolución había sido posible por el arresto y
ejecución de buena parte de los antiguos oficiales. El carisma de los
bolcheviques declinaba y miles de marinos abandonaban el partido. El soviet de
Kronstadt se vaciaba de bolcheviques y acogía un mayor número de socialistas de
izquierda y anarquistas. Con el fin de la guerra los marineros obtuvieron
permisos y pudieron comprobar sobre el terreno los estragos que el Comunismo de
Guerra ocasionaba por todo el país.
Con ocasión de las huelgas y disturbios en Petrogrado,
Kronstadt envió una delegación a la ciudad y, a pesar de los obstáculos que le
interpusieron, pudo constatar en toda su crudeza las condiciones en que vivían
los obreros y la represión que se estaba desatando sobre ellos. El hecho de
conocer que se amenazaba a los huelguistas con la marcha de los marineros de
Kronstadt sobre Petrogrado para reinstaurar el orden irritó sobremanera a los
32 delegados desplazados. El 28 de febrero se celebraron tensas reuniones a
bordo de los acorazados Petropavlovsk y Sebastopol, anclados en Kronstadt, que
emitieron una resolución conjunta de 15 puntos. Esta resolución será refrendada
el 1 de marzo por una gran asamblea en la Plaza del Ancla; la prepotencia y
amenazas de los oradores bolcheviques, sobre todo los prebostes Kalinin,
presidente de la República, y Kuzmin, comisario jefe de la flota, consiguieron
que el refrendo fuera prácticamente unánime. La resolución contiene las bases y
programa de la rebelión. Exige la celebración inmediata y generalizada de
elecciones para sustituir a todos los soviets locales por soviets libres; la
libertad de palabra y prensa para todos, en especial anarquistas y socialistas
de izquierda; libertad de reunión de sindicatos obreros y campesinos; libertad
para los revolucionarios encarcelados; cierre de las oficinas del partido
bolchevique sostenidas por el Estado; supresión de los zagraaditelnye otriady y
sus confiscaciones; igualación de las raciones de víveres; abolición de los
destacamentos militares comunistas permanentes en fábricas o unidades
militares…
Finalmente, se consumó la ruptura con las autoridades al
designarse un Comité revolucionario provisional, Revkon, en tanto se celebrasen
elecciones al nuevo soviet y procederse al arresto de los bolcheviques más
destacados. Se comenzó a imprimir un diario, Izvestiia, cuya cabecera subrayaba
“Todo el poder a los soviets y no a los partidos”. Sin embargo, hasta que no se
intercambiaron los primeros cañonazos Konstradt siempre pensó que el acuerdo
con los jerarcas bolcheviques era posible sin derramamiento de sangre.
La reacción bolchevique
El gobierno de Lenin, Trotsky y Zinoviev no iba a consentir
el deseo de los kronstianos de encabezar esta “Tercera Revolución”. Se trató
primeramente de aislar el movimiento haciendo desaparecer a las decenas de
delegados de las comisiones informativas que salían de Kronstadt y formulando
diversas acusaciones masivamente difundidas por su aparato de propaganda:
complot de oficiales zaristas, engaño de espías de países extranjeros, entrega
de la ciudad al ejército finlandés… El miedo a la extensión del movimiento y a
la llegada de la primavera, que permitiría, a comienzos de abril con el
deshielo del golfo, la movilidad de la flota; les determinó a aplastar
militarmente Kronstadt cuanto antes. Así decretaron el arresto de todos los
familiares de los kronstianos en calidad de rehenes, ejecutaron a los
responsables de la escuadra aérea, que simpatizaba con el movimiento y
concentraron en Petrogrado ingentes cantidades de armamento y hombres. Según
revelarían los últimos prisioneros del ejército rojo, apresados por los
kronstianos el 17 de marzo, no menos de 80.000 fusileros, varios miles de
jinetes, 4 trenes blindados, decenas de baterías móviles…constituían el
formidable aparato militar lanzado contra Kronstadt.
La caída de Kronstadt
La ciudad no era un hueso fácil de roer, sus sólidas
murallas , su potente artillería y la resolución de sus habitantes alargó el
asedio durante 11 días. El 7 de marzo comenzó el cañoneo de la fortaleza. Los
kronstianos confiaban en un levantamiento generalizado de Petrogrado, pero la
presencia del ejercitó lo imposibilitó. El ataque se vertebró sobre los
Kursanty, fanáticos cadetes de las academias de oficiales del Ejército Rojo y
sobre los destacamentos de la Cheka. La situación de muchos de los asaltantes
fue increíblemente dramática. Como en otras ocasiones las tropas de choque las
constituían principalmente mongoles y asiáticos que apenas entendían el ruso;
si una unidad se negaba a atacar se la desarmaba y sus miembros enviados a
presidio; si vacilaba se ejecutaba a la quinta parte de sus efectivos. La
artillería de Kronstadt resquebrajaba el hielo del golfo y oleadas de
asaltantes perecían en el agua helada; pero si trataban de retroceder los
kursanty los ametrallaban por la espalda.
Finalmente la constante afluencia de refuerzos atacantes y
la debilitación progresiva de los recursos de Kronstadt provocó que el 17 de
marzo un ataque masivo de soldados envueltos en sudarios blancos consiguiera
penetrar en la fortaleza. La lucha cuerpo a cuerpo se prolongó hasta el 18 de
marzo en que la ciudad fue totalmente ocupada. Algunos grupos de kronstianos
consiguieron abrirse paso hasta Finlandia y otros se dispersaron por la región
pero la gran mayoría de los vencidos fueron ejecutados por la cheka o enviados
a campos de concentración de la helada región de Arkangelsk y del Turquestán.
La aniquilación de Kronstadt fue el ejemplo de lo que los
dirigentes del partido bolchevique entendían por dictadura del proletariado,
fue la constatación de cómo la nueva burocracia traicionaba los ideales
revolucionarios en su afán de retener el poder y eliminar toda disidencia. Pero
la rebelión de Kronstadt es también ejemplo de cómo los seres humanos somos
capaces, en circunstancias excepcionales, de enfrentarnos a la opresión y
arriesgar la vida por un mundo mejor.
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